Tres son multitud parte 1
Dos compañeras de piso reciben la visita de un amigo de una de ellas. Sin embargo este nuevo visitante no se lleva muy bien que digamos con la otra, por lo que la convivencia esos días puede ser un tanto... intensa.
Tres son multitud
La llegada del amigo de mi amiga
Notaba a mi amiga más nerviosa de lo habitual. Tensa. Yendo de un lado para otro mientras yo me ponía a engullir como una muerta de hambre la tableta de chocolate que juré no comprar ni comerme.
Pero la culpa era de ella, porque me estaba creando un cuadro de ansiedad con tanto paseo y nerviosismo.
Venga, vamos ya ¿qué coño pasa? – La cogí de los hombros y la miré a la cara.
Tenemos que hablar. – Soltó de repente, como si esperase que preguntara.
Bueno… ¿Qué has hecho ahora?
Nada… - Y se sentó en el sofá cogiéndose las piernas. – Pero no te va a gustar.
La última vez que dijiste “nada” – Recalqué esto último con sorna – acabamos pagando los desperfectos de tu fiesta con la fianza del piso.
Me lo vas a recordar toda la vida.
No. Sólo hasta que se me olvide. O muera. Que posiblemente lo olvidaré así.
Resopló. Se levantó. Volvió a sentarse. Se levantó otra vez y fue a por dos copas y sacó la botella de ginebra.
¡Alto ahí borracha!, que son las 12 de la mañana. – Le apunté con el dedo, extrañada.
Hay ciertas cosas que es mejor decirte cuando estás aderezada con ginebra y granadina.
Me estás empezando acojonar, Estrella ¿Quieres que me vaya del piso?
No. – dijo tajante – pero es que no te hará gracia.
Suéltalo ya porque me voy a comer hasta el mueble.
¿Te acuerdas de Jose? – Mi cara dejaba claro que no. – El que venía a casa los veranos, cuando estábamos en el instituto.
¡El rubio!
No es rubio. El que te gustaba tanto…
Hija, como no especifiques teniendo en cuenta que mi lista era interminable… - y me puse a echar la ginebra en la copa… ya que estaba ahí.
El que… te gustaba mucho mucho…
Pues no sé – bebí de mi copa
El que te dejó en evidencia en mi piscina quitándote las bragas del bikini y se metía contigo, que más de una vez quisiste matarle.
Qué hijo de puta… si un día lo veo se va a enterar. – Qué bien entraba la bebida fresquita con este calor…
Pues va a venir a pasar unos días a casa. – Y lo soltó así, sin más, del tirón, haciendo que yo escupiera toda la ginebra con granadina por el salón.
¡¡¡¿Qué!!! – Grité cuando dejé de toser. – Será una puta broma. No quiero a ese psicópata en mi casa.
Nuestra. Bueno del viejo de arriba que nos vigila. Pero la pagamos ambas.
Y por eso no quiero a ese enfermo aquí.
Vamos… si te gustaba muchísimo, pero le tenías un odio… Hablas de él como si fuera el demonio y no es mal chico.
No sé, ¿igual porque me insultaba, se reía de mí y se aprovechaba de que me gustaba para trajinarse a toda la clase?
Me da igual, no le quiero aquí y yo soy muy rencorosa.
Me fui al baño a quitarme la camiseta de tirantes que apestaba a alcohol y a lavarme.
Estrella y yo éramos amigas desde nuestra más tierna infancia. Estudiamos juntas en el colegio y en el instituto y pasaba los veranos en su casa para disfrutar de su piscina. La quería como una hermana, pero ahora quería cogerla del cuello y tocar el acordeón con ella.
Estará a punto de llegar. – Se puso detrás de mí con la copa en la mano.
Pues le dices que se vaya.
Se lo dices tú.
Pero vamos a ver, ¿qué pinta ese imbécil aquí?
Tiene un familiar enfermo aquí, y está ingresado y me lo estuvo contando y me pidió que le buscase un sitio donde quedarse el fin de semana y me dio pena…
¿Y yo no te doy pena? – me siguió hasta mi cuarto y saqué un sujetador limpio de la mesita. – Lo siento en el alma por su familia, pero no le puedo ni ver.
Iris, han pasado años, no me puedo creer que sigas guardando rencor a eso.
Llamaron al telefonillo y ella puso una cara de descompuesta que había perdido hasta el color. Se fue directa abrir mientras yo me terminaba de vestir. Cuando salí por mi cuarto fui muy flamenca, pensando de qué manera cruel y chula iba a echar a Jose de nuestra casa.
Vaya así que ya está aquí Jose, no Estre….? – Pero me quedé petrificada al verle.
Así que al final le has dicho que venía… - Me miró de arriba abajo, me clavó los ojos y durante unos segundos la tensión en el ambiente se podía cortar con un cuchillo.
Os calmáis los dos que no quiero peleas de críos en casa, bastante tirria nos tiene ya el casero.
Ninguno de los dos abría la boca, ambos estábamos tensos, nerviosos. Yo porque le odiaba, a muerte, pero en el fondo de mí se había vuelto a encender aquella chispa que él prendió cuando apenas éramos unos críos. Él porque quizás recordaba que la última vez que nos vimos le dije que un día le iba a destripar si lo volvía a tener cerca.
Obviamente no podía hacerle nada, pero en mi mente resonaba una y otra vez los malos ratos que me hacía pasar, las peleas constantes que teníamos, los choques, los piques, y que siempre salía perdiendo yo porque me dejaba engatusar y se aprovechaba de mí.
Va a ser un fin de semana muy largo. – Cerró la puerta Estrella y le indicó que la siguiera. – Te puedes quedar en el cuarto libre que tenemos, por suerte para ti nuestra compañera se ha ido de vacaciones con su familia.
Sí que voy a tener suerte, sí… - Dijo esto último mirándome a mí.
Yo observaba desde la cocina, dando un trago a la nueva copa que me había preparado. Ésta sí que la necesitaba… con razón la hija de puta me lo había preparado todo y estaba tan nerviosa. La voy a matar lentamente.
Era jueves, había venido para estar hasta el lunes y ya me empezaba a pesar como si llevara ahí un mes.
Le miraba por el rabillo del ojo viendo como sacaba sus cosas de la bolsa de deportes, en la habitación. Estrella a mi lado se estaba aguantando una sonrisa.
No puede ser verdad…
¿Qué?
Que aún te gusta.
Una mierda – Bebí – No le quiero aquí.
Pero si no dejas de mirarle.
Con odio, ¿no lo ves?
Y con tensión sexual no resulta de hace la pila años.
Venga a pastar –Y me levanté y fui a la cocina a preparar la comida.
La comida fue tensa. Nos lanzábamos miradas mientras ellos dos hablaban y yo comía con agonía. No sé a quién de los dos quería matar primero, si a él o a ella.
Cada vez que yo le miraba le pillaba mirándome él y apartaba la vista, luego yo hacía lo mismo. Esto estaba siento una tortura mental de manual.
Después de comer se fue a ver a su tío, el que estaba ingresado desde hacía unos días y que iban a operar el lunes, motivo por el cual vino, aprovechando los días de vacaciones que tenía libres.
Llegó a partir de las ocho de la tarde, se metió en su habitación y salió más tarde para cenar, encontrándome tirada en el sofá, espatarrada con el vestido medio subido. Yo estaba frita porque con lo que me había metido de ginebra y el vino de la comida, la siesta me pillo por banda.
Algo me despertó, un ruido o la sensación de sentirme observada… y tanto así, como que estaba plantado delante de mí con un tazón de cereales en la mano y aguantándose la risa mientras me miraba.
No te bastó con los años que estuviste riéndote de mí, que tienes que venir a mi casa a seguir.
Joder, éramos unos críos… ¿Cómo te puedes acordar de eso?
¿Por qué me dejaste con todo al aire en la piscina mientras tú te partías el culo? ¿O porque te cachondeabas de mí de distintas maneras durante años? No sé, igual eso tiene que ver.
Lo siento. – Me soltó de golpe mientras me bajaba el vestido al darme cuenta de que se me veían las bragas, dejándome anonadada. No era el típico tío que pedía disculpas – De verdad, siento haber sido un capullo integral contigo.
Me senté, muy digna y me puse a cambiar el canal de la tele sin saber muy bien qué buscar.
Esas disculpas me hubieran venido tan bien hace años… me hubiera ahorrado muchos complejos.
Dudo que tengas de eso. – y carraspeó
Pues tengo, y los tuve, gracias en parte a ti y tus burlas.
Yo te veo muy bien. – Esto me cortó de lleno lo que le iba a decir, se me fue de la mente y cerré la boca mientras me levantaba del sofá. – Bonitas bragas.
¡Vete a la mierda! – Le dije mientras me iba a la cocina por algo de comer.
Cogí un helado, de vainilla con caramelo y nueces. Como era costumbre en mí me llevaba la tarrina entera.
Me senté en el otro sillón y mientras me engatusaba con la serie que estaban echando, que, aunque ya la había visto, me encantaba y me puse a tragar helado como si no hubiera un mañana. Relamiendo la cuchara hasta dejarla limpia, pasándome la lengua por los labios despacio, saboreando cada gotita de la crema que se deslizaba por la comisura de mi labio.
Hubo un corte en la TV y salí de mi trance. Por el rabillo del ojo, y porque me sentía observada, comprobé que no me quitaba el ojo de encima ni del movimiento que hacía con la cuchara en mi mano, ni de mi lengua en mi boca.
Una bombilla se encendió en mí y ahora, más juguetona de lo normal, chupaba la cuchara con mucho más interés del que le he dado nunca, hasta que, por accidente, claro que sí, se me cayó un poco de crema de helado en el escote y empezó a recorrer la vainilla uno de mis pechos.
- Mierda. – Dije mientras dejaba el helado en la mesa y recogía el helado que se derretía con el calor de mi cuerpo, con la yema de mi dedo y lo llevaba a mi boca, chuperreteando con especial mimo.
Los pezones se me habían endurecido al contacto con el frío y la tensión del momento, y se marcaban más aún porque no llevaba sujetador.
No era tonta ni ciega como para no ver que estaba tenso, y que yo le estaba poniendo nervioso. Así que decidí jugar un poquito más.
Me levanté y me fui hasta el baño y desde la puerta le pedí si podía meter el helado en el congelador por mí, y su respuesta fue “claro bonita a tu servicio”. Dejé la puerta del baño entre abierta, abrí el grifo de la ducha para meterme en ella, fría y todo, porque hacía una puta calor tremenda, y me saqué el vestido por la cabeza, quedándome sólo en bragas.
Después me las bajé y me metí en la ducha cerrando la mampara de cristal tras de mí.
Tenía el pelo recogido en un moño para no mojármelo y soltar agua azul por todo mi cuerpo.
Mientras me estaba enjabonando con el grifo abierto me di cuenta de que la puerta se abría un poquito más, y obviamente Estrella no era, trabajaba de noche en el bar y hasta pasadas las dos o las tres no estaría en casa.
Apoyé la espalda en la pared, abrí las piernas y me puse de frente a la puerta, sabiendo que, a través de la mampara, por mucho que esta fuera en relieve, se iba a ver perfectamente o se daría cuenta de lo que estaba haciendo.
Dejé la esponja caer, y agarré la alcachofa de la ducha. Después de echarme el agua por encima aclarando mi cuerpo del jabón, manoseando mis pechos y dejando ir toda la espuma por el desagüe, llevé el chorrito al interior de mis piernas. Cambié la frecuencia de la alcachofa a un chorro más potente y empecé a masturbarme sintiendo el agua rozarme el clítoris y dejando escapar gemidos que ahogaba con el sonido del agua.
Me estaba empezando a resultar divertido el hecho de que Iris estuviera aquí, siempre pensé que iba a ser incómodo después del pasado que tenemos y que, aunque no lo crea, me pesa por haber sido gilipollas.
No esperaba una calurosa bienvenida, ni tampoco esperaba encontrarme a una Iris así. Ha cambiado mucho respecto a la última vez que la vi, tanto por dentro como por fuera.
No soy consciente de lo mucho que estoy pensando en ella hasta que me quedo fijo mirando cómo relame la cuchara comiéndose un helado, ¿todo lo lame así? Joder… ¿qué coño hago pensando en eso?
Intento apartar la vista, pero no puedo. Encima ahora se le está resbalando el helado por las putas tetas y no puedo dejar de pensar en si me cogerán en la mano, y en que mi lengua haría ahí un buen trabajo lamiendo.
La veo levantarse del sofá e ir hasta el baño contorneando el culo y haciendo el vestido amagos por subirse… “Mete el helado en el congelador por favor”, te metía todo lo que tú quisieras bonita… sin embargo le solté otra cosa, no quería que me cogiera más manía de la que ya me tenía, y con razón.
Estaba saliendo de la cocina cuando sentí el sonido de la ducha y vi la puerta entre abierta. Me acerqué un poco, mi curiosidad me estaba matando por dentro y estaba seguro que había dejado la puerta abierta aposta.
Y ahí la vi, sacándose el vestido por la cabeza quedando en unas braguitas negras, diminutas que se comía de mala manera su culo. Se metió en la ducha y cerró la mampara, aunque a través de ella se veía perfectamente su cuerpo lleno de curvas y de jabón.
Me quedé hipnotizado viendo cómo pasaba la esponja por todo su cuerpo e impregnaba el baño de un olor a dulce que salía por la puerta. Me acerqué un poco más, empujando un poco la misma para ver algo mejor.
Podía verla de frente, cogiendo la alcachofa de la ducha y pasándola por su cuerpo desnudándose de la espuma, masajeándose, ay dios… acercando con su mano la alcachofa de la ducha hasta su coño, por la que chorreaba el agua.
Y ahí estaba mi polla recordándome que lo que estábamos viendo nos estaba poniendo burrísimos, porque me apretaba ya en el pantalón, y ligeramente me empecé a tocarla suavemente por encima de la ropa para tranquilizarla.
Cosa que no ocurrió, porque cuando la escuché gemir y vi que llevaba su mano libre hasta sus tetas para tocarlas y llevarse una a la boca no pude evitarlo y me la saqué ahí, empezando a pajearme como un puto quinceañero.
Me estaba poniendo malo, y encima no se veía claramente, pero veía todo con sombras que me hacían volar la imaginación lo que resultaba, me ponía bastante cachondo.
Empecé a subir y bajar mi mano por mi polla mientras clavaba mis ojos en la mampara, deseando en mi interior que el puto vaho se esfumara y que el relieve desapareciera para darme una mejor visión de ese cuerpo desnudo y de ella dándose placer.
No podría aguantar más, y por poco más que estuviese así me iba a correr.
Pero el grifo de la ducha se cerró, mierda, y cagándome en todo me tuve que guardar la polla e irme a mi habitación antes de que me pillase ahí así.
Llevé mi mano libre hasta mis tetas, que manoseé y apretujé hasta que cogí una y la llevé a mi boca, disfrutando de mi cuerpo, de mi placer y del momento. Sabía perfectamente que él estaba observando y quise darle un espectáculo digno de disfrutar.
Sentía como mi orgasmo estaba a punto de llegarme, y solté mi teta para llevar mi mano hasta mi coño, introducirme un par de dedos y mientras me follaba con ellos sentir el chorrito a presión en mi clítoris. No pude aguantarlo más, y gimiendo para que me escuchara me corrí sintiendo como las piernas me temblaban amenazando con fallarme.
Apagué el grifo, abrí la mampara y cogí la toalla roja del lavabo, anudándola a mi cuerpo mientras salía por la puerta.
Me metí en mi habitación y me puse el camisón corto que era mi favorito y el que más fresquita me dejaba, y se avecinaba una noche de mierda con un calor tremendo.
Me sorprendió pensar, mientras me terminaba de vestir, que él no estuviera cuando yo salí, juraría haber estado segura de que me había estado observando.
Cuando salí no le vi, supuse que se había ido a su habitación y con cierta decepción porque me lo estaba pasando bien, me fui hasta mi habitación, me tumbé en la cama y me puse a jugar a la Switch un rato.
No podía sacarlo de mi cabeza, y no le había oído salir en todo el rato que llevaba ahí, y cuando miré el reloj y vi que eran las 1 me sorprendí de lo rápido que se había pasado el tiempo. Me levanté, me quité las bragas, y salí por la puerta de mi cuarto y me dirigí al suyo sin pensar mucho en lo que estaba rondando en mi cabeza.
Decidí entrar despacio aquella noche en su habitación, sin hacer ruido, vestida sólo con el camisón corto, por encima del muslo que apenas me tapaba el culo, de tirantes, encaje en el pecho, en forma de V, y de color blanco y morado. Sin nada debajo.
Buscaba la manera de hacerle pasar un mal rato y beneficiarme del mismo, y sabía tan bien como él que la tensión sexual entre nosotros iba a hacer que la casa saliese por los aires y que Estrella tuviera que llamar a los bomberos.
Fui descalza hasta su cama y me quedé observando con la poca luz de la luna que entraba por la ventana y que nos alumbraba. Tenía dos opciones, y quería hacer ambas, pero tenía que dar prioridad.
Aprovechando la postura que tenía en la cama me respondí mentalmente a que opción elegir.
Me subí sin intentar tocarle mucho, sobre él, puse una rodilla a cada lado de su cuello, sobre sus hombros, me subí el vestido y pegué mi coño contra su boca. Sentí levemente el roce de su barba entre mis piernas y como se movía un pelín ante la presión.
Me saqué las tetas del camisón y mientras las agarraba con mis manos y me las apretujaba, empecé a moverme despacio, rozando mi coño por sus labios, follándole la boca mientras empezaba a despertarse sobresaltado ante el contacto y la falta de aire repentina.
Por instinto me agarró el culo y me apretó más contra él. Yo intentaba ahogar mis gemidos mordiéndome el labio, pero me resultaba cada vez más insoportable hacerlo, pues si seguía con ese ritmo que ahora había adquirido más rápido y con más fricción, me correría en segundos sobre su boca.
Solté mis pechos, agarré sus manos y las sostuve echando mi peso en ellas, sobre la almohada, teniendo yo totalmente el control de mi orgasmo y elevando mi excitación hasta que, presa ya de la desesperación, me restregué más rápido moviendo mi cintura, sentí como mi cuerpo se tensaba, se contraía, mi respiración se aceleraba y empezaba a llegar a la cima, corriéndome en su boca.
Me aparté.
Bajé sobre su cuerpo, le indiqué que abrirá las piernas y me puse en medio. Acerqué mi mano a su abultado paquete, acariciando por encima de los calzoncillos, manoseando, sacaba la lengua y me relamía mientras le observaba y veía en su cara las ganas de que acercara mi boca ahí.
Podía ver aún tras la poca luz que iluminaba la habitación como sus labios y su barba estaban completamente empapadas de mis fluidos.
Le acaricié los muslos, restregué mi cara por su erección encerrada, abrí la boca para acogerla aún con la tela y mordisqueé levemente mientras mis manos agarraban la cintura de los calzoncillos para sacarla.
Totalmente empalmado me dio con ella en la boca, rozando mi lengua que estaba fuera y sacándome una sonrisa que le hizo jadear. Le guiñé un ojo cuando acerqué mis labios a la punta y bajé con ellos rozándole por toda la polla hasta llegar a sus huevos. Los acogí con mi boca mientras con mi mano acariciaba la parte baja de su barriga, succioné y me aparté para darle lametones, justo antes de subir hasta donde estaba mi mano.
Con pequeños besos y roces, con la punta de mi lengua, sentía su polla dura en mi garganta, pidiendo atención a gritos.
Pero no fue hasta pasado un buen rato de roces, lamidas y amagos de comérsela, cuando decidí cogerla con mi mano y llevarla a mi boca, metiéndola hasta el fondo de mi garganta mientras mis labios le apretaban a la vez que entraba en mí.
Saqué la lengua para llegar hasta sus huevos mientras movía mi cabeza adelante y hacía atrás con su polla rozando la pared de mi garganta.
Entraba y salía, entraba y salía, apartándome para ver como un hilo de mi saliva nos unía a ambos. La lamía de abajo arriba para volverla a introducir, salía envolviendo la punta con mi lengua mientras chupaba y succionaba al entrar.
El me agarró la cabeza intentando mantener el control, pero aparté sus manos amenazando con quitarme si lo volvía a intentar. Agarrando las sábanas me miraba, viendo mis movimientos y como mi boca le follaba a él.
Cuando sentí que su orgasmo se acercaba, porque empezó a mover sus caderas, seguí moviendo mi cabeza, metiendo y sacando su polla de mi boca mientras le lamia los huevos en el proceso.
Y me aparté, me levanté, me bajé el vestido, me pasé la mano por la boca para limpiarme la saliva y me fui para la puerta sonriendo.
“No puede ser verdad que me dejes así” a lo que yo respondí “Hasta luego bonito” con un ligero rintintin que seguro pilló a la primera.
Salí por el pasillo y me encontré a Estrella abriendo la puerta, sorprendida le pregunté que cómo había terminado tan pronto hoy, a lo que ella respondió que había poca gente aún y que no se atrevía a dejarnos solos por lo que pudiera pasar.
Me aguanté la risa y me fui hasta mi habitación, pensando en que cara pondría al día siguiente cuando nos sentáramos en el desayuno.
Continuará...