Tres preguntas 2

Iba dándole vueltas a cómo deshacer el malentendido que se había creado; tratando, al mismo tiempo, de mantener mi patético intento de actitud de póker.

Me despertó el timbre a eso de las 4 de la tarde del día siguiente; era Carlos en el telefonillo más que cabreado; le abrí la puerta y puse el café.

  • ¿Dónde mierda te metiste? ¿Por qué no me cogías el móvil? – no me gritaba pero no le hacía falta, en la cara se le veía tal rabia que gritar sobraba.

  • Estaba dormida Ca… - no tenía ganas de calmarle, me dejé caer en la primera silla del comedor, todavía con sueño.

  • Ya... ¿y dónde mierda te metiste anoche? Porque con Silvia no estabas…. – apartó una silla de la mesa para sentarse pero en vez de sentarse en ella se apoyó en el otro extremo del salón, cabizbajo.

  • No, Silvia se fue con los primeros que pilló por la calle, ya la conoces. Estaba con Isa – me miraba impasible, como si le mintiera – ¿sabes qué? Que te den… yo no te debo explicaciones ni a ti ni a nadie.

Sonó la cafetera y me fui a la cocina a servir el café, me movía en piloto automático. Era la primera vez que discutía con Carlos como pareja y en vez de sentirme afectada me sentía cansada, como en un trance que no tenía que estar pasando. Me daba igual si salía por la puerta y nunca más le volvía a ver. No, no me daba igual; lo que me preocupaba era el grupo. Al final Isa iba a tener razón.

  • Pues si no me las debes a mí, no sé a quién. Yo te conozco, a mi no me mientas Ana… - respondía desde el salón sin molestarse en alzar la voz.

  • Pues a nadie, ya te lo dije. Y no me trates de mentirosa que me ofendes – salí de la cocina con dos cafés en las manos, los sembré en la mesa con rabia y me volví a sentar; le miré unos momentos mientras trataba de dominarse

  • ¿Cuándo vas a buscar compañera de piso? Mira que tu prima se fue hace ya meses… -venía a sentarse en la silla que había apartado

  • No sé, cuando me canse de vivir sola… - el repentino cambio de tono y de tema me desconcertó un segundo, mientras encadenó la siguiente frase

  • Yo puedo ser tu compañero de piso… - me tomó la mano que descansaba junto al café; no escupí porque ya había tragado pero el café se me volvió petróleo en el estómago.

  • Yo creo que estás alterado y no es momento para hablar de eso – dije mientras me levantaba, para mí la conversación había terminado – me voy a la cama que aún tengo sueño.

Aterricé en la cama pero no podía dormir, oía a Carlos en el salón y lo último que quería en la vida era pasar la tarde con él. Inicialmente pensé que era resaca, pero luego me di cuenta que no podía parar de repasar cada segundo de la noche anterior. Trataba de aislar exactamente qué era lo que me pasaba con esa chica que me llegaba tan hondo con tan poco, cada vez que casualmente nuestras miradas se encontraban y me desarmaba en la pasión brutal de su sonrisa. Luego me atacaba la culpa de estar rompiendo a Carlos, de estarle dando largas al manido “no eres tú, soy yo” que lo destrozaría; lo más fuerte era llegar a la conclusión final de que le rompía para salvarme yo. ¿Exactamente dónde iba a parar si lo dejábamos? ¿En los brazos de una chica que había visto dos veces en mi vida? ¿Desearlo me hacía lesbiana? Y ella, el día que la conocí no tuve ni un asomo de duda, pero ya no estaba tan segura ¿le gustaban las chicas a Isa? Y de gustarle las chicas ¿le gustaría yo?


  • Sil… - íbamos en el metro, camino al local donde ensayaríamos por primera vez con Isa y Juana – puedo hacerte una pregunta… Es sobre Isa, es que no sé cómo va a sonar pero....

  • Pregunta… a ver si puedo responderte

  • Es que… ¿a Isa le gustan las chicas? – yo misma me sorprendí de haberlo escupido así, Silvia se sonreía no muy discreta, totalmente divertida.

  • Sí ¿te preocupa que te contagie de su enfermedad? – seguía sonriendo mientras negaba con la cabeza por lo tonto de la situación

  • Que tonta eres... – se me coló la turbación por entre las palabras

  • Tranquila, así como a ti no te gustan todos los tíos, a ella no le gustan todas las tías – me miró un momento como esperando que el concepto se me grabara en la cabeza y luego dudó – ¿te gusta Isa?

  • Me encanta! Me pone mala solamente oír su nombre – tanta sinceridad no podía ser en serio, me reí mientras Sil se reía conmigo y se cerraba el tema.

Pero era verdad, me ponía mala solamente pensar en ella. El ensayo iba fatal porque con los nervios me temblaban los dedos y me sentía la garganta completamente seca, no podía cantar. Estaba justo frente a la batería e Isa me sonreía con la calma de quien disfruta, poniéndome cada vez más nerviosa; Juana se cagaba en mis muertos cada vez que metía mal los dedos y Silvia, silenciosamente, reía.

  • Cálmate… - me dijo Silvia mientras Isa y Juana iban a por agua.

  • Calmada estoy – afinaba la guitarra sin levantar la cara

  • No te va a saltar encima aquí, si tanto te molesta para qué aceptaste lo del grupo?

  • No me molesta, sé que no pasa nada. No sé qué me pasa Sil… será que estoy cansada…

  • Carlos me dice que esa es tu nueva excusa favorita, tú misma.

  • Carlos es un gilipollas, me dijo el domingo que viviéramos juntos. No. Me dijo que quería ser mi compañero de piso, gilipollas! – nada más terminar la frase entraron Isa y Juana ¿habrían oído?

  • Vaya tela… eso es lo que te pasa entonces

  • ¿Qué es lo que le pasa? – preguntó Isa mientras repartía las botellas

  • Que su chico le ha pedido que vivan juntos – respondió Sil mientras ajustaba el amplificador sin siquiera mirar nuestras reacciones.

La cara de Isa fue un poema, mi cara supongo que otro. Se sentó en el sillín de la batería y se acabaron las sonrisas eternas. Seria pero serena pidió que diéramos otra vuelta a la canción que habíamos estado ensayando. Sin rabia ni excesos tocó perfectamente; yo seguí haciéndolo peor que peor durante lo que pareció un castigo eterno y finalmente llegó la hora de marcharse.

  • No te queda de otra – dijo Isa mientras Juana y Silvia caminaban en la otra dirección. No supe si lo decía por andar con ella hasta el metro o por vivir con Carlos.

Andamos un par de calles en silencio, la guitarra o la incomodidad me pesaban demasiado y no lograba acomodarme, así que más tardábamos. Iba dándole vueltas a cómo deshacer el malentendido que se había creado; tratando, al mismo tiempo, de mantener mi patético intento de actitud de póker.

  • No voy a vivir con él – pero se me salió, como un acto reflejo que me puso un poco enferma.

  • Ya – respondió sin darle la menor importancia

Seguimos en silencio hasta el metro, íbamos en direcciones opuestas así que nos separamos sin apenas despedirnos. Llegué a casa levitando como un fantasma, sin enterarme de lo que pasaba a mí alrededor. Me senté en el sofá y me sumergí en las copias de la uni, tratando de borrar lo perturbada que me dejaba Isa; pero las letras no querían quedarse quietas en el papel y terminé quedándome dormida en una posición muy incómoda.

Pasé los siguientes días como quien se indigesta. Con un mal de estómago terrible, no era por nada en concreto, no era la comida ni estrés; no era la universidad ni el grupo ni una mierda. Me sentía fatal, iba de la uni a casa y ocasionalmente a ensayo sin fijarme en nada. Lo cierto es que después de ese primer ensayo, Isa desapareció. Traté de hablarlo con Silvia y me dijo que las chicas estaban muy ocupadas, que retomaríamos cuando fuera buen momento. ¿Me estaba evitando Isa?