¿Tres por uno?

Sensual

“ ¿Tres por uno?”

Se encontraba leyendo un libro en su sofá. No le había terminado de “enganchar” del todo. De repente, llama su atención una luz que se acaba de encender en la casa de enfrente. Exactamente, la del dormitorio principal.

Aparece una figura esbelta, fibrosa, de unos cincuenta y tantos. Se acerca al armario y busca entre los cajones, baldas...busca y coloca. A ella le hace gracia que sea tan cuidadoso. Suelta el libro y se dedica a observar detenidamente cada movimiento. Se lleva el dedo índice a su boca picarona, porque, no puede evitar el gusto que le está entrando al ser “observador” y no el “observado”.

Sigue con la mirada, los paseos que su vecino realiza por el cuarto. Tiene una visión casi completa del dormitorio y encima, ayuda un espejo enorme que cuelga de la pared, reflejando la parte oculta.

Su mente “traviesa”, sí ya la conocemos todos, ha sacado un bol de pipas, estirado los pies y espera a que empiece la función.

El estupendo vecino, parece que ya ha encontrado lo que buscaba. Una corbata. Nada especial a la vista pero sonríe mientras la sostiene en su mano. Para deleite de su vecina, que ya está en modo caliente, empieza a desnudarse. Lentamente, se quita los zapatos. Mientras se pasea por el cuarto, parece que está ensimismado en sus pensamientos. Se va desabrochando la camisa, despacio. Dejando ver su cuerpo trabajado en el gimnasio ahora pero que, en un tiempo atrás, fue cultivado con deporte de élite. Se tumba en la cama y se baja lentamente la cremallera. Se deshace de los pantalones. No lleva calzoncillos.

Ella empieza a dudar de su parsimonia al desnudarse y entra en pánico al imaginar que él, puede ser consciente de su intromisión. Su pánico para cuando “su traviesa” le dice: “¿Qué problema hay? ¡No me vayas a dejar sin cine eh! Si él lo sabe...lo hace para ti y, si no es consciente...disfrutemos en secreto, no?”. Ella se relaja, se coloca de tal manera que, sus manos llegan libremente a sus braguitas. Empieza a acariciar sus labios exteriores, de abajo a arriba. Varias veces. Su otra mano, empieza con sus pechos. Sin dejar de mirar por la ventana, se empieza a excitar brutalmente pues él, en su dormitorio, está haciendo exactamente lo mismo. Se toca su miembro. De arriba a abajo. Lentamente. Tiene su móvil apoyado en la esquina de su enorme cama. Sigue tocándose y lo único que lleva puesto, es la simple corbata.

Dos cuerpos desnudos, dos masturbaciones paralelas, dos cuerpos sedientos de placer, dos cuartos encendidos de deseo y dos almas uniéndose en un mismo acto. Ella tiene ocupada ya su cueva. Él, acelera el ritmo y acaricia sus huevos llenos de semen a punto de explotar. Ella, en un momento de excitación total, imagina lamerlos. Imagina su boca llena, ocupada y no puede evitar correrse.

Su vecino se ha atado la corbata a su mástil, duro, firme, erecto y latente. Va a explotar. Y sin querer pararlo, deja que toda su leche salga a placer. Disfruta el momento. Lo disfruta, relajado. Su vecina también lo ha hecho y ahora se muerde el labio. Sonríe.

Mientras está echada, intentando alargar las palpitaciones sexuales, ve cómo su vecino se aproxima a la ventana. Mira fijamente hacia su ventana. Sostiene su móvil y, antes de correr la primera cortina, la mira. Sonríe pícaramente, le guiña un ojo y, echa la segunda.