Tres parejas y un juego (1)

¿Te acuerdas de este lugar? me preguntó Sofía, mi esposa. Sí, claro, respondí yo con una media sonrisa. ¡como para no acordarse!

  • ¿Te acuerdas de este lugar? – me preguntó Sofía, mi esposa.

  • Sí, claro – respondí yo con una media sonrisa. ¡como para no acordarse!

Todo empezó un par de años atrás, más o menos. Un día, de vuelta a casa, me encontré a Sofía y Alejandra, una amiga de mi esposa, conectadas al ordenador armando gran alboroto entre risas. Cuando ambas se juntaban solía pasar eso, así que no hice mucho caso. Luego, por la noche, ya sin Alejandra, pregunté a Sofía a qué se debía tanto ruido.

  • Bueno, he colgado un anuncio en internet buscando parejas dispuestas a practicar un juego que se me ha ocurrido. Se trata de una especie de "quedada" para follar pero sin saber quién con quién.

Quien haya leído mis otros tres relatos sabrá que Sofía es, sexualmente hablando, una persona cuanto menos… peculiar.

  • ¿Cómo? – dije sorprendido.

  • Pues eso, una idea que se me ha ocurrido. Ya te contaré.

  • ¿Y las risas? – insistí.

  • Es que lo colgamos en una web de contactos y al cabo de veinte minutos ya me había contestado más de quince personas… cada uno más freak que el anterior. Ven – me dijo agarrándome de la mano y llevándome al pc.

"Se buscan parejas. Ella: de unos 171 cm, 60 kilos, talla 105 de pecho, piel clara y caderas anchas. Él: de unos 183 cm, 80 kilos, polla de 16 cm, complexión normal. Motivo: sesión de sexo con otras parejas parecidas. Indispensable buen rollo y estar abierto a cualquier sorpresa. Interesados escribir a (…)".

¡Pero si esos somos nosotros! exclamé. Pues claro, contestó, Sofía, esa es la gracia, encontrar parejas que se nos asemejen al máximo. La verdad es que no entendí del todo y no hice mucho caso. A veces mi mujer tiene ideas algo estrambóticas y pensé que esta era una de ellas, así que esa noche decidí que lo mejor era olvidarlo y descansar, que bastante duro había sido el día.

Durante los tres siguientes meses Sofía siguió adelante con su plan. Siguió revisando mails, contestando los que consideraba adecuados, pidiendo fotos a los que creía que se ajustaban al perfil. De vez en cuando yo me sentaba a su lado y me entretenía revisando rostros o examinando mensajes más o menos ocurrentes. Mi esposa, toda profesional, clasificaba cada correo apto y desechaba los que consideraba inadecuados (tipos que pedían participar sin pareja, tipos que afirmaban tenerla mucho más larga y que por tanto las mujeres no se arrepentirían, etc). Durante ese tiempo me atrevería a decir que Sofía revisó más de mil mails y, aunque yo le insistí, nunca me explicó en qué consistiría exactamente el juego.

Pasado ese tiempo, y para los correos seleccionados (más de un centenar), Sofía procedió a realizar la prueba definitiva. Las parejas interesadas debían conectarse por webcam y desnudarse con el fin de que mi esposa pudiera determinar si efectivamente eran lo que buscaba. Del centenar, más o menos la mitad no hicieron la prueba (llegamos a la conclusión que se trataba de chicos que habían respondido sin consultar a su pareja y ahora no se atrevían a pedírselo). De la mitad que la hicieron, unos cuarenta no se ajustaban exactamente a lo que Sofía buscaba.

Normalmente Sofía los citaba a partir de las ocho de la tarde. Debo reconocer que durante el mes largo que duró esa fase cenamos poco. Sofía, muy seria, les explicaba vagamente la idea sin dar detalles específicos, simplemente les decía que se trataba de un juego en el que todos, chicos y chicas, follaríamos y que además era posible que no se supiera con quién se hacia. Por tanto – decía- es necesario tenerlo claro. Si aceptáis y sois elegidos, es más que probable que tu pareja acabe follando con otra persona. ¿Aceptáis?

Por supuesto que lo hacían. En general, los que habían llegado hasta ahí no tenían ningún problema. Entonces Sofía les pedía que se desnudaran. Les pedía que se acercaran a la webcam, que ellas enseñaran el pecho, el culo, y ellos la polla. Como muchos no la tenían tiesa para la ocasión, Sofía le pedía a la chica que se la pusiera dura, momento en el que yo aprovechaba para masturbarme (siempre que no estuviera Alejandra, la amiga, que también estuvo presente en alguna ocasión). Mientras, Sofía, como si estuviera trabajando, tomaba notas. Como si se tratara de una entrevista de trabajo respondía que en todo caso ya les avisaría, si ya los había descartado, y a los que veía con opciones les informaba que la sesión, por cuestiones logísticas, implicaba un desembolso económico de 200 euros por persona.

A principios de primavera Sofía me informó que ya había seleccionado las dos parejas afortunadas y que la sesión tan esperada se produciría el siguiente jueves. Me explicó que había reservado un pequeño hostal en un pueblecito a unos quince kilómetros de casa, me dijo que ella iría al mediodía para preparar lo necesario y que yo podía acudir, como el resto de participantes, hacia las ocho de la tarde.

A las ocho menos diez llegué al hostal. Estaba realmente excitado. Al entrar me recibió la que yo supuse la dueña, una mujer alta, más que mi mujer, rondando los cincuenta, morena. Vestía de negro con un elegante delantal rojo. Enseguida apareció mi mujer presentándome. Me contó que había reservado el hostal esa noche, que todo estaba preparado.

A las ocho en punto llegó la primera pareja. Efectivamente, ambos coincidían con nuestra altura y complexión. Sin embargo, la chica era castaña (mi mujer rubia) y el tipo tenía el pelo más largo que yo (cosa nada difícil dado que yo lo tengo muy corto). Parecían simpáticos, pero tremendamente pijos… vestían ropa cara y aunque ella tenía su morbo, a la que hablaba perdía, para mí, todo el encanto. A los pocos minutos llegó la segundo pareja. Otra vez mi mujer había acertado en cuanto a tallas. Estos dos eran morenos, nada que ver con los anteriores, de pijo no tenían nada… ella tenía un aspecto bastante llamativo, vestía con poco gusto pero extremado. Noté como nos examinaba, al pijo y a mí, de arriba abajo, descaradamente. Por otro lado – pensé – que complejo va a tener, si todos hemos venido a lo mismo!

Al cabo de pocos minutos, mi mujer, actuando de anfitriona nos presentó a la mujer que yo ya había conocido. Nos informó que era la dueña del hostal, que estábamos solos, que nadie nos molestaría y que el juego empezaría en pocos minutos. Nos pidió el dinero y cuando lo tenía nos preguntó si estábamos dispuestos realmente a pasar esa noche ahí. Nada de violencia, dijo, pero ya os informé que se trata de una sesión de sexo sin tabúes. Si alguien no está dispuesto a seguir las normas puede irse. Lo dicho, se trata de un juego donde todos lo pasaremos bien, pero como todo juego, habrá vencedores. ¿Todos de acuerdo? Nadie dijo lo contrario.

Entonces, sin mediar palabra, la dueña del hostal mostró una bolsa de cuero marrón a la chica pija que entendió que debía extraer algo de ella. Metió la mano y al sacarla de la bolsa tenía entre sus dedos un papel que enseguida la mujer del delantal rojo le pidió con un gesto. Entonces agarró a la pija de la mano y se la llevó escaleras arriba. Tres minutos más tarde volvía a estar con nosotros, esta vez mostró la bolsa al tipo moreno que repitió la operación y se lo llevó también para arriba. Yo fui el cuarto. La mujer me tomó de la mano y me llevó al piso superior donde había seis habitaciones. Entonces abrió el papel que yo había sacado de la bolsa y me lo mostró: el número 3. Acto seguido, ella abrió la puerta de la habitación número 3, claro, y me indicó que entrara. De esta forma, pensé, Sofía, ha conseguido que cada uno de nosotros estemos en una habitación sin saber cuál ocupa cada uno. Sin decir nada la mujer del delantal desapareció detrás de la puerta y oí como cerraba con llave por fuera.

La habitación, clásica, consistía en una cama sencilla y una puerta que daba al baño. En una pequeña mesa había una bandeja con algo de fruta y agua y una pequeña vela apagada. Una silla completaba el modesto mobiliario. En la cama había algo de ropa y una nota.

"Estimado participante. Para jugar debes ponerte esta ropa, sin nada debajo. Antes, sin embargo, debes proceder a depilarte el vello del sexo, si es que tienes. Para ello encontrarás una cuchilla y todo lo necesario en el baño. Aproximadamente a las 21h sonará el teléfono. En ese momento se te vendrá a buscar. Si no estás preparado habrás perdido… antes de empezar! Suerte"

Realmente Sofía es ocurrente, pensé, mientras empezaba a averiguar qué tipo de ropa debíamos usar para la ocasión. Se trataba de ropa todo negra, tipo látex. Era una sola pieza, con una cremallera delantera para poder colocarte la pieza. Mi sorpresa fue cuando al entrar comprobé que la misma pieza traía una capucha que cubría todo el rostro, excepto la boca y unos agujeros para poder ver y respirar. Manos y pies también quedaban cubiertos. Otro agujero permitía que el sexo quedara al aire, con lo cual, en realidad, lo único visible eran mi polla, mi boca y mis ojos. Entendí por fin esa selección tan minuciosa. Así vestidos, sería realmente complicado saber quién era quién.

Eran poco más de la 20h, así que me quité la ropa y me fui al baño. Me depilé tal como la nota exigía. A las 20:30h tome un par de piezas de fruta ojeando las revistas que había encima de la mesa y opté por vestirme y comprobar qué aspecto tenía vestido de esa manera y con una erección. Al reflejarme en el espejo del baño casi rompo en lágrimas de risa, la visión, pintoresca, era bastante ridícula. Además, la piel blanca de mi verga destacaba de una manera estridente sobre todo mi cuerpo negro. Entonces pensé que el juego que había ideado Sofía difícilmente resultaría

A falta de 5 minutos para las 21h, picaron a la puerta mientras una nota se deslizaba por debajo de la misma:

"Estimado participante. Prepárate. En cinco minutos vendrán a buscarte. A partir de ahora olvídate de hablar y sigue las instrucciones que te sean dadas. Enciende la vela y cierra la luz de tu habitación. Siéntate en la silla mirando a la puerta. No olvides el número de tu habitación. Relájate y disfruta…"

Esos cinco minutos se convirtieron en centenares en mi mente. Al cerrar la luz, en la penumbra de una vela que iluminaba bastante poco, mi cerebro se desató a imaginar todo lo que podía venir a continuación. Me excité, noté como mi sexo se hinchaba sentado en la silla mirando a la puerta, inmóvil. Al cabo de lo que debían ser cinco minutos oí el sonido de la cerradura girando y apareció de nuevo la mujer del delantal rojo. Se quedó en la puerta unos segundos, observándome. Creí ver una sonrisa dibujada en su rostro pero la penumbra era tal que impedía determinar si realmente era así o era, simplemente, un invento de mi imaginación. Ella avanzó hasta donde yo estaba y al llegar cerca de mí, se arrodilló. Ahí estuvo unos breves instantes examinando que mi depilación estuviese según lo convenido hasta que, de pronto, atrapó con su boca mi verga. Eso fue un momento, justo para asegurarse que mi erección era completa y entonces, antes de levantarse, me colocó un condón. Al levantarse observé que el condón debía ser de un materia oscuro, pues el contraste cómico de mi piel con el traje negro que me ocultaba había desaparecido.

De la mano me condujo nuevamente a la parte inferior del hostal, a lo que, intuí, debía ser el comedor. Sonaba música bastante fuerte. Estaba a oscuras, excepto unas velas que formaban un círculo que delimitaba una tarima de unos treinta centímetros de altura. Fuera del círculo tres sillas a cada lado de la tarima. La mujer me condujo hasta una silla e indicó que me sentara. En mi fila ya había una persona. Por el bulto prominente que exhibía entre las piernas entendí que era un chico. Al otro lado de la tarima creí percibir tres figuras, luego imaginé que todas las chicas estaban colocadas. Intenté adivinar cuál era mi mujer, pero apenas se podía distinguir con claridad si realmente eran tres las personas sentadas. Al cabo de un minuto un tercer tipo exhibiendo una erección completa se sentaba en fila. Supuse que todo estaba a punto.

La mujer del delantal subió a la tarima y nos mostró dos nuevas bolsas. Una roja y la otra negra. Se llevó la roja hasta nuestra fila e hizo que el tipo de al lado extrajera otro papel. Subió a la tarima y mostró el número dos. Entonces, una de las figuras de la otra fila se levantó y se colocó encima de la tarima. En ese momento pude contemplar como Sofía había logrado por completo su propósito. esa mujer estaba apenas dos metros de mí y era incapaz de adivinar, ya no de si era la pija o la morena, si no de si era mi esposa. Vestía con ropa similar a la nuestra, negra, con el rostro tapado e igual que nosotros solamente con los ojos al descubierto, la boca y la nariz. En su caso dos agujeros permitían aflorar unos pechos sugerentes. Se notaban erguidos, sin duda por el aro que los mantenía desde la base. Para guardar completamente el misterio, los pezones estaban escondidos bajo algo aparentemente metálico. Pensé en que lo único que podía ofrecerme una idea de si esos eran los pechos de mi mujer sería examinar su color, sin embargo, la luz que emanaba de las velas que rodeaban la tarima impedían completamente tal idea. Entonces la mujer del delantal le mostró la bolsa negra a la chica que extrajo un nuevo papel. Al desplegarlo apareció el número tres, mi número, y entendí que, por una vez, me había tocado la lotería.

Subí a la tarima y me coloqué junto a la número dos. La mujer del delantal le pasó una nota que leyó y me entregó.

"Sois afortunados. A follar! Haced que se mueran de envidia. Al acabar, hay una sorpresa!"

Increíble, pensé, ¿cómo se le podía haber ocurrido todo eso a mi mujer? Ni un segundo tuve para reflexionar que ya noté la mano de la chica acariciando mi polla. Dejé que lo hiciera, por un momento pensé en la situación: iba a follar con alguien que no sabía quien era y lo haría ante otras cuatro personas (cinco si la mujer del delantal se quedaba a degustar la escena), una de las cuales podía ser su pareja. O, quien sabe, igual esa era mi mujer! Pensé que si así era, lo reconocería. Pero ahí acabó mi pensamiento. De pronto noté mi verga succionada por la boca de la chica. Si bien el condón no me permitía gozar completamente de la sensación, la excitación de la situación compensaba de sobras. Estaba terriblemente excitado. Dejé que la chica siguiera con la felación un minuto aproximadamente hasta levantarla. puse mi pecho en su espalda y la giré para que los chicos pudieran ver como magreaba sus tetas. Pensé que lo más probable es que su pareja estuviera viendo, en sus narices, como la sobaba. A la chica le gustó la idea y cuando notó mis manos amasando sus senos empezó a mover sus caderas, restregando su culo en mi sexo. La música impedía saber si gemía, pero yo lo imaginé, imaginé sus gemidos hambrientos de sexo y eso me puso aún más cachondo. Sus tetas eran suaves y, claro, por el tamaño no podía divinar si eran los de mi mujer, de hecho coincidían. De pronto me vino a la cabeza la chica morena, algo choni, e imaginé que debía ser ella. La giré de golpe e intenté fijarme en sus labios, pero la luz era insuficiente. Ella agarró una de mis manos y mientras abría las piernas me la colocaba en su pubis. El vestido estaba agujereado también ahí así que mi mano quedó posada directamente sobre su vagina depilada. Como no, todos depilados para descartar pistas… Su acción descarada hizo que reafirmara que me iba a tirar a la morena, pero de pronto me imaginé a la pija. No podía ser ninguna mosquita muerta si estaba en esa sesión, así que la imaginé excitada, perdiendo los estribos y, debo confesarlo, me puse más cachondo. Otra vez la mano de la chica estaba masturbándome mientras dos de mis dedos se hundían en su coño húmedo. Exploré su clítoris mientras ella arqueaba más las piernas para dejar libertad a mis dedos.

La excitación era terrible. ¿Qué estarían haciendo nuestros compañeros de juego? Los imaginé tocándose mientras nos contemplaban. Afortunadamente, pensé, en la nota no se nos había limitado el tiempo, así que decidí gozar de esa experiencia muy probablemente irrepetible. Si algo me caracteriza sexualmente es mi capacidad de aguante, así que, aunque la escena era como para correrse a los dos minutos, yo seguía bastante entero. Ella, sin embargo, parecía mucho más deseosa: agarró mi sexo y empezó a restregárselo por su vulva mientras me penetraba amenazante con sus ojos de color… quien sabe! Sólo era capaz de captar esa mirada que me exigía que me la follara. La forcé a girarse de nuevo de tal manera que pude, en un rápido movimiento, tener su culo ante mis ojos, separarle las piernas y acercar mi polla a su vagina, por detrás. Me encanta follar de pie, por detrás, eso permite que mis manos y mis brazo estén libres a sus anchas.

No tuve que hacer ningún esfuerzo para que mi verga se introdujera en su coño. Estaba empapado y mi pene patinaba dentro suyo sin ningún obstáculo. Empecé a embestirla cada vez más rápido, más fuerte. Ella respondía a mis estocadas echándose atrás provocando que cuando mi vientre y su culo se encontraban provocasen una fuerte colisión. Sin duda se trataba de una hembra muy caliente. Y, en ese momento caí, no era mi mujer. Sentía la polla más presionada que cuando estoy dentro de mi esposa, así que confirmado eso y confirmado que mi mujer estaba observando como me follaba a otra, una ola de calor invadió todo mi cuerpo. Noté el semen correr por mis testículos y empecé a gritar de placer. La música ahogaba mis gemidos pero no mis ganas de seguir empujando cuando noté como la chica número dos se convulsionaba y su sexo apretaba intermitentemente al mío. Estaba teniendo un orgasmo en toda regla. Una de sus manos logró atrapar uno de mis brazos y me arañaba con fuerza mientras yo seguía moviéndome dentro suyo. Cuando sus dedos dejaron de apretarme disminuí el furor de las estocadas, hasta parar.

Ella se dejó caer al suelo, unos segundos. Se incorporó de nuevo, me miró un instante y se colocó a cuatro patas. Vi como chupaba uno de sus dedos y mientras con una mano separa una de sus nalgas, el dedo húmedo masajeaba la entrada de su ano en una clara indicación de que quería ser follada también por ahí. Yo me eché encima y con mi lengua regué abundantemente el orificio. Ella inició de nuevo el baile con las caderas y entendí que ya estaba preparada. Me acerqué, mi glande presionó el agujerito de su culo y éste se fue abriendo, lentamente. Empecé a moverme sutilmente y al notar que mi glande ya estaba completamente dentro de su recto, empujé con más fuerza. La estocada colocó medio sexo mío en sus entrañas y ahí empecé a moverme de nuevo sin tantas contemplaciones. Notaba como cada vez que la embestía su cuerpo entero temblaba. Y a los poco instantes en que noté como mis testículos ya presionaban su anatomía me corrí de una manera brutal, noté fluir mi semen por todo mi sexo hasta estallar de forma abundante. Caí al suelo, cansado, y ella se tumbó a mi lado, sin mirarnos, pendientes solamente de recuperar nuestra respiración.

Al cabo de unos minutos la mujer del delantal subió de nuevo a la tarima. Ayudó a incorporarse a la número dos y la condujo hasta su silla. A mí, simplemente, me dio un papel.

"Espero que lo hayas disfrutado. Ahora, antes de que todos os retiréis de nuevo a vuestra habitación, tienes que hacer algo. Sería injusto que para la próxima prueba no empezarais en igualdad de condiciones. Tú ya has tenido tu goce, ahora les toca a ellos"

Y al levantar los ojos me encontré con dos vergas erguidas colocadas cada una a un lado. Entendí que se trataba de que se corrieran. así que agarré ambas pollas y empecé a acariciarlas. No tardé mucho en notar como ambos miembros escupían su leche y sus dueños quedaban algo más relajados.

Una vez así, la mujer del delantal fue acompañando, uno a uno, cada participante a su habitación a la espera de la segunda prueba.

Continuará.

[Muchas gracias por su lectura. Me encantaría conocer sus comentarios, bien aquí como directamente en el mail. Por cierto, permítanme comentarles que me gustaría escribir alguna historia basada en ideas, personajes, situaciones, etc, que me sugieran otras personas. Si alguien está interesado que me lo proponga por mail y lo hablamos. Saludos]