Tres mujeres y un viudo (8)

Por la noche, mi cuñada y yo vivimos juntos otra vida distinta.

Pasa de la medianoche, llevo un buen rato esperando para que la “sopa de Carolina” haga su milagroso efecto. Estoy tan emocionado por cumplir mi deseo de visitar a mi cuñada en su propio dormitorio respondiendo a su invitación que no puedo esperar ni un minuto más. Abro la puerta de mi cuarto y me adentro en la oscuridad del pasillo, con sigilo, con mucho temor a ser descubierto en esta alocada aventura.

El pijama no puede contener el ímpetu de mi polla erecta; paso por delante del baño, e inicio el trayecto hacia su habitación. Tengo pensado, que si alguien me descubre puedo decir que iba al baño y me he equivocado.  Pasado ese punto la explicación será más complicada si alguien me descubriese.

Son las 1:30 AM, en la casa reina un silencio absoluto.  Al manipular la manivela oigo el clic del cierre de la puerta de la habitación de mis cuñados. Preso de mi temeridad me cuelo dentro, me acerco hasta colocarme al lado de la cama a escasos centímetros de Carolina. ¡Qué situación tan excitante!, menos mal que mi cuñado está bien “dormido” por efecto de la sopa y no despertará.

Un pequeño resplandor exterior me permite ver sus cuerpos sobre la cama durmiendo plácidamente. El resopla fuerte, ella respira casi en silencio echada de medio lado mostrándome su espalda y culo.

Empieza una aventura peligrosamente morbosa que entraña muchos riesgos pero que su idea me ha estado martilleando el cerebro durante todo el día. Me tranquiliza oír la respiración de ambos, la Pedro me indica que está en medio de un profundo sueño. El pálpito alocado de mi corazón ha disminuido, pero late tan fuerte que me parece que debe oírse fuera de mi pecho.

Ya acostumbrado a la oscuridad y estando tan cerca, ya soy capaz de distinguir sus cuerpos reposando plácidamente dormidos sobre la cama, es justo como lo había imaginado. Borracho de emoción me arrodillo junto a la cama para permanecer semi oculto, pongo la mano entre el colchón y la sabana, en búsqueda del contacto de su cuerpo hasta que la punta de mis dedos alcanza sus nalgas

La lujuria se ha apoderado de mi voluntad y me empuja a hacer lo más osado de mi vida. Al temor a ser descubierto se mezcla con mis ansias por tenerla para mí. Simultáneamente siento mi cuerpo tembloroso y una buena erección.

Oigo su respiración pausada y tranquila, y veo como su pecho se hincha acompasadamente. Hacía tiempo que deseaba tenerla así, para poder contemplarla y gozarla con esta quietud. Lleva puesto un camisón de color claro que me ayuda a situarla mejor, y adivino que debe ser muy corto pues sus muslos están a la vista.

Sé que pronto se despertará y gozaremos de esta situación tan morbosa, tal como ella pensó y me sugirió esta tarde. Con mucho cuidado para no despertarla, le echo el camisón hacia arriba para dejar sus braguitas a la vista para pasar la yema de los dedos justo por encima de la tela. Estoy tan cerca de ella que su perfume me embriaga y siento grandes deseos de abrazarla y hacerla mía.

Mi cuñada está muy orgullosa de su cuerpo, y que exhibirse desnuda le causa un íntimo placer. Le he dicho en varias ocasiones que su vulva es una maravilla, que me encanta; me recreo descubriendo sus curvas, rescatándolas de la penumbra dedicándole un buen rato.

Durante varios minutos disfruto de esta situación tan rica y morbosa. Oír que la respiración de su marido se hace más fuerte, me indica que está muy dormido y esto me envalentona. Me atrevo a rozar con el dorso de los dedos su pecho, cintura y caderas… muy levemente… recorriendo sus curvas en un sentido y en otro.

Dentro de su sueño, Carol se da la vuelta poniéndose de medio lado dándome la espalda. Ahora puedo deleitarme con la curva rotunda de su cadera y con la preciosidad de sus nalgas que parecen gritar: “Cómeme, cómeme”.

Acerco la mano muy lentamente hasta llegar a tocarlas primero en un punto y después de forma progresiva más y más, hasta que mi palma descansa sobre su cachete sin que ella extrañe mi contacto ni la calidez de mi mano.

En sus sueños, debe haber notado pues mueve las piernas y se reacomoda poniendo el culo en pompa, lo que aprovecho para colocarle un dedo entre las piernas por encima de la braga. ¡Uhmmm, que rico!. Pienso que pronto el coñito que hay debajo será mío, debo tragar saliva antes de continuar.

Se vuelve a mover y esta vez su culo tropieza con mi mano. Se despierta y revuelve hacia mi sobresaltada, antes de que pueda decir ni hacer nada, tapo su boca con la mano.

-        “Chiiiisssst!!!, no digas nada. Soy yo… tranquila” le susurro al oído para tranquilizarla, aunque por la agitación que muestra, no parece que le convenza mi petición.

-        “Chissssst…tranquila… no hagas ruido y no pasará nada”, “he venido porque te quiero para mí, ahora y siempre que me apetezca”, “eres mi gorrinita… mi putilla y vas a hacer todo lo que a mí me gusta”, le repito ante su incrédula mirada sorprendida por mi forma de hablarle.

-        Estoy aquí porque lo deseo con todas mis fuerzas y porque sé que lo quieres y lo que te gusta -eres mi guarrilla y estas deseando sentir como te poseo con fuerza -

Cuando reacciona, lo único que puede decir tan flojo como le es posible:

-        ¿te has vuelto loco?... si Pedro se despierta nos mata a los dos, la sopa de hoy no tenía el producto que le pongo para hacerle dormir – por lo que su preocupación está más que justificada.

-        Si no hacemos ruido no se despertará – insisto sin que me importe el riesgo.

Llevo la mano al pecho por encima del camisón, para luego bajárselo un poco para que la teta pueda salir para mi regocijo. Se la aprieto y le doy un chupetón al pezón como anticipo de lo que va a venir.

-        Estas rematadamente loco… de ti no me lo puedo creer - dice Carol enfadada, mientras le vuelvo a pasar la lengua sobre el pezón que acabo de descubrir.

En un desesperado intento por hacerme desistir de mi atrevimiento, maniobra para acercarse al cuerpo del marido, abrazándolo por el pecho y poniendo la cara junto a su hombro. Él continúa roncando plácidamente ajeno al abrazo de su esposa y sobre todo de mi presencia.

Con este movimiento de su cuerpo ha alejado de mi la espalda y su cabeza, pero ha dejado atrás sus caderas y piernas, por lo que con un certero movimiento le quito las bragas sin que pueda oponerse. Tiene las manos ocupadas en el abrazo a su marido y no se puede separar con la suficiente rapidez para poder oponerse a mi inesperada maniobra.

Una vez alcanzado el objetivo me pongo a sobarle muy suavemente los glúteos, la entrepierna y los muslos.  Me tomo todo el tiempo del mundo pues sé que la noche es larga y quiero disfrutar de cada momento con mucha calma.

Creo que Carol ha llegado al convencimiento de que no me voy a ir y que es mejor colaborar conmigo. Debe pensar que cuanto antes   de cumplimiento a mi fantasía, antes terminará ésta embarazosa situación.

Abandona el abrazo a su marido, se separa de él y se queda bocarriba esperando intranquila cual es mi siguiente acción sabiendo que ahora está a mi disposición y puedo hacer con ella todo lo que me plazca.

Con una mano atraigo todo su cuerpo hacia mí, hasta que queda apoyada sobre el culo en el borde de la cama y un pie apoyado en el suelo. Su almeja queda perfectamente expuesta para que un goloso cómo yo la pueda degustar con mucha parsimonia.

Me arrodillo junto al lecho y me coloco entre tus piernas, hundo mi cara entre ellas y empiezo a lamer. Carol apoya su pie sobre mi espalda y me deja toda su vulva al alcance de mi boca. Empiezo por las ingles, continuo por el pubis hasta terminar en la parte superior de la rajita, el monte de Venus nunca resultó más delicioso.

Me siento muy feliz porque ahora soy el dueño y le voy a dar a mi querida Carol todo el gusto que pueda aguantar, con la condición de que debe estar en silencio, disfrutando para sí, sin poder gemir ni apenas moverse mientras acoja los espasmos de su cuerpo cuando le llegue el orgasmo.

¡Uy, qué cosa más rica! Su almejita se va abriendo y mojando a medida que le voy pasando la lengua y le sorbo los labios y el clítoris. El tiempo se detiene en este punto para poder entretenerme rebuscando con la lengua todos los pliegues y todos los rincones de su ansiado chocho.

Atrapo con mis labios los suyos, los estiro y los chupo. Luego viene comer y lamer su clítoris que se me presenta como un garbancito duro y caprichoso. A cada lamida se retira y provoca el movimiento hacia atrás de la cadera, es muy juguetón y sensible.

Me ayudo de los dedos de la mano izquierda para separar los labios mayores con lo que mi lengua se puede pasear por encima de su botoncito y sus labios menores más sensibles. Mi saliva se mezcla con tus flujos vaginales, disfruto mucho saboreándolos y su olor me embriaga.

“Mmmmm, Mmmmm…” es el único sonido que puedo oír mientras siento su mano sobre mi nuca como queriendo mantener pegados mis labios a los suyos, o para guiarme en mis caricias.

Me retiro unos centímetros para relamerme los labios y disfrutar del sabor y del olor del aguamiel que moja toda la raja. Cojo un poco de aire antes de continuar, pero a ti no te doy descanso pues primero el dedo índice y después con el medio también, paso las yemas arriba y abajo varias veces, entreteniéndome con los labios y con tu perlita, suave y delicadamente, para pasar después a movimientos con más presión y ritmo.

Después de darte gusto así, y que tus flujos sigan manando sin parar, mis dos dedos se cuelan dentro de tu raja. Hago un mete y saca lento pero intenso, giro la mano poniendo la palma hacia arriba y dejo que los dedos busquen la parte interior de tu clítoris. Hago un rápido movimiento de tijeras con los dedos, de manera que impactan repetida y alternativamente en esta zona tan sensible para ti.

-        “Mmmmm, Mmmmm, Mmmmm, Mmmmm….” es el sonido que sale de tu boca.

No le doy tregua, la chupo, la lamo, la sorbo para a continuación frotarle con los dedos y termino metiéndolos una y otra vez. Continua así hasta que le viene un bonito y silencioso orgasmo que compartimos en la oscura clandestinidad de la noche. Con una mano me sujeta la cabeza, con la otra trata de ahogar el gemido que lucha por salir de su pecho.

Me lleno la boca, los labios, la barbilla con tu néctar y me siento muy satisfecho por haberte dado este momento.  Su mano me agarra por el pelo y me atrae hacia si hasta que nos fundimos en un beso apasionado. Su lengua busca la mía, se enrosca sobre ella, me sorbe la mezcla de saliva y tus jugos que hay en mi boca.  Mis labios, mi barbilla y mis mejillas mojadas reciben tus besos y tus lamidas.

A mi cuñada le gusta mucho lamerme y mostrarme que me quiere, sabe que es mía y que yo me muero por sus huesos.

Tenemos la noche por delante…Levanto la cabeza para disfrutar de la penumbra y del silencio que envuelve la habitación. Una agradable sensación de plenitud me invade mientras disfruto del regusto que todavía me queda en el paladar de tus jugos.

Tan solo unos instantes atrás tenía el hocico hundido entre tus piernas comiéndote y bebiéndote, dándote gusto al tiempo que mi lengua hacia travesuras con tu jugosa almeja. Me ha recompensado con besos largos y apasionados que me han transmitido toda su emoción.

Deverano.