Tres mujeres y un viudo (4)
Mi difunda esposa y su hermana se parecían mucho en todo, menos en una cosa.
- Vamos… hazle caso de una vez y ve al partido con él … si no vas te estará machando durante toda la semana – interviene mi cuñada Carolina.
Pedro, mi cuñado, lleva varios días dándome la tabarra para que vaya con él este domingo por la tarde al partido de futbol. Cree que “necesito imperiosamente” ver como el equipo de sus amores juega un partido importante. Seguro que piensa que por ser viudo y estar viviendo en casa extraña me debe aburrir mucho de llevar esta vida tan anodina.
No se puede imaginar lo equivocado que está, con mi sobrina cerca no hay tiempo para el aburrimiento, me mantiene en ascuas todo el tiempo y yo siempre trato de estar a la altura dándole lo que me pide y en ocasiones un poco más. Su “hijita” es insaciable y a pesar de lo joven que es sabe mas que los ratones colorados.
A mí el futbol no me gusta casi nada y me resisto a ir. A pesar de todo, y después de mucho insistir, y tras la intervención de mi cuñada, tengo que claudicar e ir a ver el partido en el estadio con el forofo de Pedro.
Con la excusa de que hay muchos problemas de aparcamiento alrededor del estadio, Pedro aparca a un par de manzanas de distancia con intención de recorrer el resto del trayecto a pie. Vamos con tiempo suficiente y nos lo tomamos con calma. Al torcer una esquina, nos topamos con la entrada de un bar de donde entran y salen otros aficionados, parece que es un sitio de reunión de los amigos antes de cada partido.
- ¿nos tomamos unas copas antes del partido? – me sugiere sin darme oportunidad a rechazar la oferta. El ya está entrando con el paso decidido de quién conoce el sitio muy bien.
El sitio no resulta ser un bar corriente, poca luz, música suave, varias chicas detrás de la barra, varios hombres con chicas jóvenes, estas con indumentaria muy provocativa… en fin… mi cuñado me ha traído a un burdel.
Pedimos unas bebidas y mientras que nos las preparan, Pedro comenta:
- ¿qué? ¿te gusta?... aquí hay chicas muy monas… algunas son muy especiales para hombres maduritos como tu… ¿qué te parece esa?... hace unas mamadas tremendas – me dice haciendo una clara mímica con la mano y la boca
- … y esa se la puedes follar por el culito y grita como una cochinita – dice – hi, hi, hiiii – luego se rie a carcajadas.
De esta guisa me va presentando a todas las que quedan a la vista, aparentemente con conocimiento de causa puesto que algunas se acercan para saludarle como si fuera un cliente VIP. Finalmente, llega una mulata con unos labios enormes, unos pechos como globos y un culo de yegua de carreras. Se ponen a hablar y se olvidan de que yo estoy presente.
Pronto viene una chiquita delgadita, rubita y con poco pecho… parece una niñita pequeña, aunque enseguida veo que va directa a la faena pues me ha cogido el paquete y no parece dispuesta a soltarlo.
- ¿es que no te gusto?... soy muy cariñoso y para un maduro como tu… me vacío totalmente – me suelta causando mi estupefacción.
No entiendo lo que me quiere decir, seguro que la expresión de mi cara habla por mí, así que no se anda con rodeos, me coge la mano y se la lleva a su entrepierna… sorpresa… debajo de la faldilla tiene una polla casi tan grande como la mía… vaya con el travesti… si me descuido…ufff que agobio.
A duras penas logro desembarazarme de él. Mi cuñado hace unos minutos que desapareció junto con la mulata despampanante, por lo que tengo que soportar el desfile incesante de todas las chicas disponibles ofreciéndome sus servicios. No tengo nada contra ellas, todo lo contrario las respecto en su trabajo, pero no me apetece nada lo que se me ofrece en este local.
Unos veinte minutos después aparece mi cuñado, trae una cara sonriente con apariencia de haberlo pasado muy bien con la chica con la que se fué.
- ¿Qué tal?...¿lo has pasado bien?... ¿has encontrado alguna que te haya gustado?...¿a que si?... yo vengo a menudo y siempre hay alguna que cae – me dice orgulloso de sus hazañas.
No he querido hacer ningún comentario pues se que no le iba a gustar, y mas sabiendo que en casa tiene una mujer muy hermosa por la que muchos suspirarían, entre ellos yo mismo. Las chicas que he visto están muy bien, pero mi cuñada Carolina es… es demasiado. Algunos días cuando la veo por la casa de aquí para allá, limpiando, cocinando… y luego la imagino en la cama, ¡ufff con solo pensarlo se me pone dura como una piedra!.
Nos vamos en dirección al estadio, tiempo que aprovecha para contarme sus batallitas pasadas, siempre poniendo una pizca de fantasía e hinchado por el orgullo. Le sigo la corriente sin mucho entusiasmo y sin revelarle que yo no me decidí y no me fui con ninguna chica.
Durante el partido he tenido tiempo de reflexionar sobre lo sucedido, me he acordado de mi difunta esposa (que en paz descanse). También, por la cabeza han pasado las dulces aventuras que he vivido con mi sobrina, la hija de este putero que tengo por cuñado (ya os he contado en anteriores relatos alguna de ellas ”Un viudo y su sobrina Andrea”, por si alguno no las habéis visto.
Luego me han venido las imágenes de su esposa, tan dulce tan servicial, tan atenta a todas nuestras necesidades. Me ha he imaginado sola sobre la cama, esperando las caricias de su marido que nunca llegan…
Me la he imaginado hablándome, desnuda, acariciándose la entrepierna, esperando que vaya a poseerla… eso me ha puesto a mil, y ante la mirada desconcertada de mi cuñado me he perdido ver las mejores jugadas. La gente se levantaba para aplaudir o para quejarse del árbitro, yo no podía porque tenía la polla como un barco, mientras mis pensamientos estaban con esas tres mujeres, mi esposa, mi sobrina y mi cuñada.
Ya de vuelta a casa, con mi cuñado exultante por la victoria de su equipo, mi cuñada me pregunta que tal nos ha ido la tarde. Yo le contesto que bien, sin dar detalles, con algunas frases evasivas, pues es evidente que no le puedo contar todo lo que he vivido junto a su maridito.
Carolina insiste, quiere saber algo más. Tras varias preguntas de ella e frases con doble sentido de mi cuñado que pretenden ser graciosas, al final exploto y les digo:
- ¿Por qué ir fuera, si en casa lo tienes mil veces mejor? – antes de terminar de decirlo me arrepiento de haberme expresado así pues se puede mal interpretar. Miro alternativamente a Carolina y a Pedro para comprobar su reacción, enseguida trato de rectificar añadiendo:
- En casa estas cómodamente sentado, si una jugada es dudosa te ponen la repetición varias veces y te evitas todos los inconvenientes del desplazamiento – con lo que espero que mi afirmación anterior pase desapercibida.
- Si, muy cómodo…pero sin la emoción de la gradería… sin el calor de los otros hinchas – me contradice Pedro sin darse cuenta que mi afirmación anterior se podía malinterpretar.
Carolina permanece en silencio, me dedica una rápida mirada y continua con sus quehaceres. Menos mal que lo cosa no ha ido a mayores con lo que vuelve la plácida rutina. No querría que por mi culpa se iniciase una agria discusión.
A la cena mi sobrina Andrea no se ha presentado, me imagino que debe estar por ahí haciendo diabluras. Los últimos días la veo poco y la presión que ejercía sobre mi ha disminuido considerablemente. Contentar a una jovencita viciosilla como ella es una tarea bien difícil, y mas si uno ya supera la cincuentena.
De todas formas espero que me vuelva a poner entre sus prioridades, me encanta complacerla, ver como se derrite sobre mis manos y como se esfuerza por hacer los ejercicios que le sugiero para ser una buena amante. Es una jovencita deliciosa y para un maduro como yo es una delicatessen.
Entre Carolina y yo recogemos la mesa, Pedro se pone a ver la tele. Cuando terminamos de recogerlo todo y nos sentamos junto a él, éste le dice a Carolina que está cansado y que se va a la cama, no le importa nada lo que su esposa haga. Se despide de nosotros dos, a ella le tira un besito de compromiso con poco sentimiento y a mi me hace el típico gesto de “Ok” con el pulgar hacia arriba y me guiña un ojo. Seguro que se está acordando de lo que hemos hecho esta tarde antes del partido.
- ¿me ayudas a doblar la ropa? Me pregunta Carolina a los pocos minutos de estar solos en el salón.
- Andrea hace días que no aparece, Pedro no me ayuda nada y yo sola no puedo hacerlo – me dice.
A continuación viene con un montón de ropa para doblar y planchar. Empezamos por las sabanas que es lo mas grande. Ella coge por dos extremos yo por los otros dos, estira fuerte y sacude para quitar las arrugas. Al hacerlo sus pechos botan alegres debajo de la bata, ¡ufff que alegría para la vista!. Si mi cuñada sospechara lo que pasa por mi mente…
- ¿Te pasa algo? Te ha cambiado la cara y se te ve muy triste – me dice acercándose a mi con lo que la sabana se arrastra por el suelo.
- Hacia esto mismo con tu hermana q.e.p.d, por lo que me ha venido a la mente con fuerza su recuerdo… la hecho tanto de menos… no te puedes imaginar lo sólo que me encuentro algunos dias – le digo con tono triste.
Carolina deja caer la sabana y corre hacia mi para abrazarme con fuerza, yo le correspondo poniéndole mis manos sobre su cintura dejando que ella me tome entre sus brazos.
- Uy! Cariño… perdona… no estaba al tanto…si estas en tu casa… con los que te quieren – me sigue diciendo sin dejar de abrazarme por lo que siento sus tetas aplastadas contra mi pecho, su perfume impregna mi pituitaria y su boca susurra cosas cariñosas en mis oídos.
Mi pesadumbre inicial, se torna rápidamente en un cálido confort que pasa a ser una placentera situación al sentirme tan bien acogido. No me lo esperaba, todos estos estímulos juntos me provocan una creciente erección. Hace días que mi sobrina no me saca la lechecita, esta tarde he tenido varios conatos con las chicas del burdel y algo ha quedado guardado.
Aunque sobre todo, lo me mas me estimula es sentirme en brazos de una mujer tan parecida a mi difunta esposa, con su mismo perfume, con una voz parecida y con un cuerpo incluso mas llamativo que el de su hermana.
Siento que mi polla va creciendo sin parar, me preocupa que ella lo note, lo mal interprete, y se destruya la buena relación que mantenemos. Trato de apartarme, ella me sigue, mi polla sigue creciendo… no me puedo apartar lo suficiente… hasta que me doy cuenta que mi cuñada busca ese contacto con ahinco
- No te preocupes… es natural y yo siento algo parecido – me dice tras echar la cabeza un poco hacia atrás manteniendo su pubis perfectamente acomodado al mío para mantener la presión sobre mi paquete.
- Se que no lo haces con mala intención… aunque sé que algunas veces cuando me miras me deseas y me querrías para ti…¿sabes? me pongo muy cachonda pensando que todavía levanto deseos a los hombres–
- Cuando has dicho eso de que “en casa lo tienes mil veces mejor” me ha llegado al corazón… me he mojado, y he deseado que fueras tu mi pareja… el que me consienta…el que me de toda su verga dura -
- Te tengo tan cerca…eres tan amoroso…- añade moviendo sus caderas para restregarse bien con el bulto de mi entrepierna.
- Carolina, yo estoy por ti… como un chaval…pero tu andas casada, y yo soy vuestro invitado… no quiero que luego nos tengamos que arrepentir –
- Tu déjamelo a mi que se como hacerlo…hace tiempo que Pedro no se fija en mí, me tiene abandonada y no se da cuenta que esto todavía esta vivito y palpita con fuerza– me dice poniéndose la mano en la entrepierna para indicarme que su coño esta por la labor.
- Crees que no se que se va por ahí con fulanas… mientras me tiene aquí abandonada… pues ya es hora de que las cosas cambien – dice muy convencida de sus palabras.
- Así que vamos a disfruta juntos… vamos a follar… tú puedes pensar lo que quieras, que yo soy mi difunta hermana o lo que quieras…eso sí que te pido, quiero que me folles fuerte y bien rico, a la salud del cabrón ese que ya duerme en mi cama –
A continuación me coge de la mano y me arrastra hasta que llegamos a un sitio en el salón desde donde se ve la puerta de su dormitorio, y también se puede apoyar en el respaldo del sofá. Se desbotona la bata, levanta el sostén por encima de sus pechos y se quita las bragas. Nos besamos, me coge la mano para que le agarre un pecho y la otra para ponerla sobre su vulva peludita y mojada.
- ¿Te gusta querido cuñado?... pues ya sabes…disfrútalo que esto no tiene dueño y esta deseando tener uno que lo cuide y lo consienta –
- Carolina eres una mujerona… ya has encontrado lo que andabas esperando… nos vamos a entender a las mil maravillas – le digo desabrochándome la bragueta para que salga a escena mi polla que está dura y grande, con ganas de hacerle una visita.
- Así me gusta… que me digas cosas sucias, que me trates como una perrita… yo no quiero ser la princesa de nadie, ni la esposa hogareña y sumisa, quiero sentirme mujer y gozar de mi cuerpo y tu has caído del cielo para hacérmelo sentir–
- ¿Eres goloso mi amor? ¿quieres probar mi chochito? – me dice mientras pasa la mano por encima de la raja, se la humedece para luego darmela a probar.
- Uy!...como me pones… - me arrodillo y hago que apoye un pie sobre el sofá para que su rajita quede perfectamente accesible.
- No, no así no… mejor así… tengo que vigilar la puerta del dormitorio… nunca se sabe, y si se despierta y va al baño, nos podría pillar aquí a los dos… - dice poniéndose en una postura con la que puede vigilar el pasillo y me deja a mi todo su coño para que lo disfrute como un hambriento que coge un trozo de carne jugoso.
Mi cuñada tiene un coño bien hermoso, con dos labios mayores prominentes, unos labios menores largos y algo rizados en la parte superior, para dar alojamiento a un clítoris enfundado en un largo canutillo que me parece deliciosamente atractivo. Mi difunta y ella eran hermanas, se parecen en el tipo, en la cara, en el pelo en la forma de mover las manos…pero en cuestión de vulvas son dos mundos completamente diferentes.
Mi esposa lo tenia como una adolescente, finito sin prominencias destacables, bien rasurado… y su hermana es todo lo contrario… tiene un super coño… y está deseando que yo se lo devore… cada vez que lo rozo le saco un gemido y si le meto un poco el dedo lo saco bien mojado.
- Parece que me estaba esperando… que cosa tan deliciosa me propones – le digo justo antes de estampar mi boca sobre su raja y empezar a lamer y chupar sus labios como un becerrito busca la ubre de la vaca.
- Es todo para ti…lo has deseado y pedido correctamente – me dice agarrándome del pelo para mantenerme firmemente amorrado a su entrepierna.
Continuará… si os gusta.
Hacédmelo saber con vuestros comentarios y valoraciones.
Deverano.