Tres mujeres y un viudo (3)

Yendo en un autobús repleto de gente mi sobrina se pone en buena posición.

Capítulo 3:  Con mi sobrina al volver de una excursión

Actualmente y de forma provisional vivo en casa de mis cuñados Pedro y Carolina. Mi cuñada es la hermana menor de mi esposa que desgraciadamente falleció hace seis meses víctima de una rápida enfermedad.

Tengo cincuenta y un años, me alojo en una habitación junto a la de mi sobrina Andrea.  Tras unos días iniciales de tanteo, Andrea decidió que yo iba a ser su “papi”, el maduro con  el iba a jugar a tu entera conveniencia. Me ha convertido en su esclavo sexual, hace conmigo lo que quiere, me usa a su antojo y me obliga a llevar a cabo sus alocadas fantasías.

Aquí os dejo otra de las aventuras que he vivido con ella.

Viviendo en un pueblo pequeño hay veces que nos apetece ir a la gran ciudad a disfrutar de alguno de sus atractivos culturales. Nos disgusta mucho sufrir los conocidos problemas de tráfico y sobre todo de aparcamiento en el centro de la ciudad.

Una forma de evitarlos es utilizando los servicios públicos. Estos al menos nos evitan la tensión de conducir en áreas con el tráfico caótico y siempre congestionado.

Hoy nos hemos apuntado a un viaje organizado por una agencia de viajes para visitar una exposición de arte y por la tarde hemos ido al teatro para disfrutar de una conocida comedia musical.

A mis cuñados Pedro y Carolina les  ha parecido una buena idea ir los cuatro juntos, con lo que hemos ido todo el camino de ida compartiendo conversación y las emociones que ambas actividades nos proporcionan.

Estoy muy contento por poder compaginar estas actividades que me encantan, con el contacto cercano de mi cuñada que tanto se parece a mi difunta. Lo de mi sobrina merece comentario aparte.

Excursión ya ha llegado a su fin, hemos tomado una cena ligera y hemos vuelto al punto de recogida donde tomaremos el autobús que nos devolverá a nuestro tranquilo pueblo.

La guía de la excursión nos comunica que nuestro autobús esta averiado y nos ofrece dos alternativas: esperar a que venga otro autobús de reemplazo (el tiempo de espera no se sabe) o viajar los pocos kilómetros que hay hasta el pueblo viajando en otro autobús que cubre la ruta regularmente donde hay varias plazas libres. El inconveniente es que este autobús de repuesto tiene pocas plazas de asiento y bastantes de pie.

Decidimos no esperar y volver a casa lo antes posible. Apretujados en el pasillo nos acomodamos lo mejor posible para cubrir el trayecto desde la ciudad hasta el pueblo.

Carolina, mi cuñada, conversa animada sobre las incomodas circunstancias con las que tenemos que hacer el viaje de vuelta con Pedro. Mi sobrina esta de frente a su madre, con el costado apoyado sobre mí, como formando un triángulo. Su padre está detrás de ella, cubriendo el otro costado para que ningún sinvergüenza se acerque a tocarle el trasero.

Las estrecheces y los vaivenes del autobús facilitan un contacto muy estrecho entre nosotros. Conociendo la historia de atracción con mi sobrina, no tarda en encontrar la forma de explotar la situación, de provocarme de jugar con los deseos de su “papi”, que llevab bastante tiempo sin mojar el bizcocho.

Pronto aparecen los primeros roces no accidentales, el dorso de mi mano impacta sobre uno de sus cachetes, ella me aplasta su pecho contra mi brazo que queda atrapado entre sus tetas. Aunque retiro la mano rápidamente me siento culpable por aprovecharme de la situación al tiempo que muy excitado por el juego que propone.

Enseguida mi cerebro reacciona e identifica una nalga prieta y bien formada. Sin muchos agarraderos donde fijarnos nuestros cuerpos son zarandeados de un lado a otro lo que aprovecho para dejar ir la mano para ir a impactar en el cachete de Andrea una y otra vez.

A mi mente han vuelto las escenas de encuentros recientes en los que hemos disfrutado del sexo. Se me ha puesto dura como una piedra, la semioscuridad y el contacto obligado de nuestros cuerpos me hace ser muy atrevido, buscando nuevos roces “esporádicos y accidentales”.

En una de las curvas, nuestros cuerpos son empujados con fuerza y estamos a punto de caer. Lejos de molestarme, me alegra que mi sobrina haya aplastado su cadera contra mi entrepierna con lo que ha podido sentir la dureza y envergadura de lo que esconde el pantalón.

Tras el pequeño susto, al volver a nuestra posición de viaje, nos las ingeniamos para no perder el contacto, ella apoyando su cadera sobre mi paquete y yo la mano por debajo de su culo.

Los dos estamos en contacto con su madre y su padre, ambos seguimos la conversación, ambos disimulamos lo mejor que podemos y ambos estamos entregados a esta aventurilla de seducción y calentamiento llena de morbo.

El movimiento del autobús nos ayuda en nuestro juego, nos permite ser más audaces y los roces se suceden colmando nuestras expectativas. Ella gusta de apretarse contra mi paquete, y frotando levemente a modo de masaje. Por mi parte, no dudo en ponerle la mano entre sus nalgas para sentir la raja del culo y la turgencia de la parte baja del glúteo.

El viaje se hace más rápido de lo que desearíamos y el vehículo avanza inexorable hacia nuestro destino. Se para delante de la entrada de un lujoso hotel y se bajan varios pasajeros. Con disgusto veo como queda bastante espacio libre en el pasillo del autobús lo que invita a separarnos. Quedo malhumorado y con un empalme de caballo.

Para que mis cuñados no descubran mi tremendo empalme, me doy la vuelta hacia el asiento que hay a mi espalda. El sitio lo ocupa una mujer de mediana edad cuyos hombros queda a pocos centímetros de mi abultado paquete.

La primera vez el contacto ha sido accidental, le he impactado con mi bulto contra su hombre de forma contundente. Viendo que no ha hecho ningún movimiento extraño, los siguientes golpecitos han sido a adrede. Creo que tengo su beneplácito para seguir pues parece que se ha inclinado ligeramente hacia mí para facilitar el contacto.

Miro hacia ella, y la veo distraída, quien la acompaña parece dormir tras un día de ajetreo por la ciudad. Me inclino hacia delante y le hago sentir toda mi miembro apretado contra su hombro. La mujer lejos de rehuir el contacto hace un movimiento circular con el hombro de forma que lo restriega con todo mi paquete.

Está claro que conoce el juego y que quiere participar. Nos debemos dar prisa pues el autobús ya callejea por nuestro pueblecito. Se me ocurre poner el sombrero de propaganda que nos han dado en la sala de fiestas delante de mí para tapar el paquete.

Ella rápidamente aprovecha la circunstancia para llevar su mano por debajo del sobaco del otro brazo hasta alcanzar el bulto de mi polla. Ciego por la lujuria no dudo en abrir la bragueta para que pueda colar la mano dentro. Una vez allí, me agarra por el tronco y amasa el capullo con cuidado.

Doy unas cuantas embestidas al aire mientras ella sigue sobándomela. El morbo es tan grande y el dominio sobre mi voluntad es tan pequeño que me corro mojando todo el slip. La mujer me coge los testículos dándoles unos apretoncitos extraordinarios que provocan una corrida y unas sensaciones tremendas.

Con toda discreción ella retira la mano, yo subo la bragueta, y aprovecho para comentar a mis cuñados que ya queda poco para llegar, y que la incomodidad de este accidentado viaje está a punto de terminar.

El acompañante de la mujer del asiento cercano se despereza y ella le recrimina por haberse dormido. Luego se vuelve hacia mi y me sonríe como diciendo: Siempre hay que mantener el control y hacer pensar al otro que es el que ha fallado.

Mi sobrina se acerca desde el sitio que ocupaba, me mira desafiante y dice:

—    No creas que ahora te vas a ir a dormir tan tranquilo… antes tienes algo que hacer —

—    ¿Qué te crees que no te he visto? Esta me la vas a pagar—

Deverano.