Tres más uno, cuatro
Ahora sí la hice completa: mi mujer, mi cuñada y nuestra amiga María.
Tres más uno, cuatro
Sí, estoy con rabia y con bronca. Esto era una cosa familiar. ¿Cómo has dejado que Julio se vaya con otra mujer sin consultármelo? A la final, yo también soy, en la cama, su mujer.
Era Tere la que le reclamaba a su hermana. Yo escuchaba pero me tenían de adorno porque entre las dos hablaban como si yo estuviera ausente. En los argumentos de mi cuñada había dos cosas que le molestaban: que Carla haya tomado la decisión sin consultar con ella y que el asunto se expanda a ámbitos extrafamiliares.
Ahora María va a pensar que yo soy una puta y que tú eres un estúpida que comparte a su marido con cualquiera, vociferaba Tere.
Siguieron discutiendo por una media hora más hasta que, según lo que yo tenía programado, sonó el timbre de la casa. Yo sabía que era María. La había llamado desde el baño cuando llegó Tere y le dí una hora aproximada en la que debía aparecer en casa.
Me levanté rápidamente a abrir la puerta. Entró María y apenas pudo decir un "Hola" cuando yo, luego de cerrar la puerta, la besé en la boca y me puse a acariciarle el culo y las tetas por sobre su ropa. Carla y Tere no lograron reaccionar. Se quedaron mudas viendo cómo me fajaba con María con su espalda pegada a la puerta de calle. Fue Tere la que reaccionó; se levantó y separándome de María me dio una bofetada, diciendo:
Eres un estúpido.
Entonces le agarré de las muñecas y casi con violencia la arrinconé contra la pared y la besé pegándole mi cuerpo a su cuerpo. Ella forcejeaba en una mezcla de bronca y llanto. Carla quiso intervenir pero yo le eché un grito como nunca había hecho:
Quieta.
Me separé de Tere y le dije con tono fuerte:
Déjate ya de estupideces. Esto es sexo, sólo sexo. En el amor, yo soy exclusivo de Carla pero en el sexo hemos decidido que tú entres en el juego. Y luego hemos hecho lo mismo con María. Tú no tienes ningún derecho a reclamar. Y si te sientes con derecho es porque tal vez quieres que entre nosotros haya algo más que sexo. Aquí no se admiten enamoramientos ni exigencias de exclusividad. Si estás en desacuerdo con esto, ahora mismo te vas y nunca más gozarás de mí. Si te quedas, podemos disfrutarnos sin tapujos ni remodimientos. Ahora mismo quiero vivir la experiencia de estar con tres mujeres. Espero que Carla no se oponga y depende de ti quedarte a vivir esa experiencia u olvidarte de tener una buena polla dentro de tu vagina y tu trasero. Así de simple es la historia.
Tere lloraba con la cara hundida en sus manos mientras yo hablaba. Cuando terminé, Carla se acercó a ella, apartó sus cabellos caídos, la abrazó y comenzó a acariciarle la cara, a secar sus lágrimas y a darle pequeños besos en sus mejillas, en sus ojos, en sus orejas. Y en un segundo, casi de manera natural, le dio unos piquitos en su boca, de manera repetida, hasta que se convirtieron en beso con lengua. María se había acercado a mí y se acurrucaba en mi pecho buscando mi abrazo. En ese momento éramos espectadores de un faje delicioso entre hermanas. Cuando ya no hubo dudas de lo que todos queríamos les dije:
Vamos a la habitación. Tenemos mucho que hacer.
Tere se separó de su hermana, abrazó a María y luego se acercó a mí y con su cara muy cerca de la mía, todavía llorosa, me dijo:
Perdóname. Estaba perdiendo la claridad de lo que eres y significas en mi vida.
Me besó apasionadamente y nos dijo a Carla y a mí:
Si vamos a ir a su habitación, debo llamar a mis papás para que sepan que me quedo aquí toda la noche y cuiden a Juancito (mis hijos también estaban ahí; era parte de lo que había planeado).
María, Carla y yo la dejamos sola para que haga su llamada. Llegó cuando ya estábamos los tres besándonos y desnudándonos. Cuando la ví parada en la puerta de mi habitación, junté a Carla y María para que se toquen y acaricien entre ellas; al inicio con recelo pero luego ya sin inhibiciones se abrazaban, besaban y desnudaban mutuamente. Las dejé, tomé a Tere de la mano, hice que se parara junto a la cama y mientras la besaba por todos lados, la fui desnudando poco a poco. Entonces, con mucha ternura la puse de espaldas en la cama y le dije:
Por tomar la opción correcta, serás la primera en gozar todo lo que podamos hacerte gozar. Chicas, ¿me ayudan?, les dije a Carla y María.
Entonces, Carla comenzó a besarla en la boca, María se dedicó a comerle los pechos mientras yo le comía la concha.
Mmmmm, me van a volver loca si siguen así.
No estuve mucho ahí abajo porque ví que Tere chorreaba a montones. Casi enseguida me erguí y la clavé fuerte poniéndome sus piernas en mis hombros. Me quedé lo más al fondo de ella que pude un rato y entonces comencé a bombearla despacio, tratando de seguir el ritmo de besos y chupadas que les daban mis otras dos mujeres.
Ohhh, esto es el paraíso, no paren, por favor.
Era efectivamente el paraíso. No necesité acelerar mucho; Tere se corrió moviendo el cuerpo como loca y lanzando los gemidos que apenas le permitía el faje que le estaba dando Carla. Los tres nos separamos por un momento; lo justo para que Carla se baje a chuparle sus jugos a su hermana y María se ponga entre mis piernas a chuparme el palo. Les juro que no hay nada comparable con tres hembras gimiendo al mismo tiempo. Entonces Carla me dijo:
Las invitadas primero, mi amor. Quiero ver cómo haces gozar a María.
Necesito su ayuda, les dije
¿Qué quieres que hagamos?, preguntó Tere.
Que hagan lo mismo que a Tere pero con la ayuda de tu Segundo (así llamábamos al consolador de Carla, el que le había regalado) porque la quiero bien arrecha para meterle la verga directo por el culo.
María se estremeció sólo de oirlo. Carla corrió a buscar su consolador. Las dos se la comían mientras Carla, además, le metía a Segundo por el chocho. Me acosté de espaldas al lado de María e hice que ella se acueste de espaldas sobre mi pecho. Ellas seguían con su trabajo mientras yo desde abajo le comía el cuello y con mi dedo buscaba su clítoris. Hice a Segundo a un lado y con mi palo en su entrepierna desde detrás rozaba los labios de su vagina pero sin penetración. En determinado momento, María no pudo más, se soltó de las dos y se levantó para, sentada y de espaldas a mí, clavarse mi tronco en su culo. Así, directamente, sin más lubricación que sus propios jugos que los transportó de su chocho a su agujero trasero se clavó en mí, gritando y sudando como loca. Ya bien ubicada, las dos chicas volvieron a trabajar: Tere le agarraba una teta luchando por atrapar su pezón mientras Carla se metió abajo para tratar darle lengua a su clítoris. Como María no se quedaba quieta no podían hacer su tarea con precisión pero creo que eso mismo la excitaba más porque se volvían estimulaciones inesperadas e inconstantes.
Díganme que esto no es para ahora nomás, díganme que puedo mandar al diablo a mi marido. No lo necesito, no lo necesito con ustedes. Ahhhh, ahhhh, ayyyyyy, me muero de gusto. Ayyyy, me voy a venir, me voy a venir.
Logró un hermoso orgasmo arqueando todo su cuerpo y ahogándose en su propio grito.
Carla no esperó nada; apenas su amiga encontró el orgasmo, se puso en cuatro en el suelo y me gritó:
Papi, te necesito con fuerza. Estoy a punto de llegar sin que me hayas tocado.
Yo estaba a reventar. Me puse de rodillas tras ella y la bombeé tan fuerte como pude. En menos de dos minutos los dos alcanzábamos simultáneamente un intensísimo orgasmo. (Una de las cosas que más me gusta de mi mujer es que ya estamos sincronizados y podemos tener un orgasmo mutuo con sólo desearlo).
Diooossss, qué delicia. Este es mi macho, gritó Carla.
Quedamos los cuatro despatarrados entre el piso y la cama. Después de un par de minutos en que sólo se oían nuestras respiraciones, María dijo:
¿Cómo vamos a entrar los cuatro en la cama para reponernos?
En esta cama duermen dos mujeres mientras yo me voy con la otra; la que decide es Carla que es la reina del hogar, se me ocurrió decir.
Carla me miró, pensó un rato y dijo:
Esto es lujuria pura. Estoy que no me conozco. María, quiero estar contigo, las dos solas, como mujeres, por favor.
Gracias amiga, contestó María.
Carla se dirigió a nuestra cama y comenzaron a besarse con María. Yo levanté a Tere y nos fuimos al cuarto de mis hijos. Allí todavía me chupó la verga antes de que la vuelva a penetrar esta vez de costado. Me dijo que estaba muy cansada, que no quería llegar sino dormirse con mi palo dentro de ella. Así lo hicimos. Nos costó dejar de movernos pero poco a poco el sueño nos fue ganando.
Me desperté como a las 4 de la mañana, con mi verga flácida en la entrada de su raja. Me separé despacio, fui al baño y luego me acerqué a mi habitación. Encontré a Carla y María durmiendo con los pechos de la primera en la espalda de la segunda. Mi esposa agarraba con su mano todo el seno izquierdo de María. Desperté a Carla y le hice señas para que en silencio me siguiera. Antes me pidió ir al baño. Entonces, entré con ella, esperé que se levantara del inodoro, la puse de cara al espejo del lavamano y me agaché a comerle la cueva todavía con olor a orín. Cuando comenzó a gemir, me levanté y le dije en su oído, casi susurrando y soplando para que se excite,
No puedes hacer ruido porque se despertarían nuestras invitadas. Te voy a hacer una cogida muy lenta en agradecimiento por todo esto que me has dado, mi amor.
Dicho esto acomodé mi verga y la clavé por detrás al tiempo que nuestras miradas no se separaban del reflejo en el espejo. Conteniendo sus gemidos bajó una mano a su clítoris y se estimulaba mientras yo la penetraba. Me pidió que acelere y al poco rato se corrió con un grito ahogado sintiendo cómo mi leche la llenaba. Se dio la vuelta me beso largo y me dijo:
Gracias a ti mi amor. Soy la mujer más feliz del mundo. Esto ha sido mucho más de lo que podía imaginar.
Volvimos cada uno con nuestras parejas a dormir unas horas más. En la mañana preparamos el desayuno entre los cuatro. Todavía le eché un palo rápido a María, con sus pechos en la mesa de desayuno de la cocina y delante de mi cuñada y esposa; la clavé desde atrás apretándole duro los pezones. Carla y Tere sostenían la mesa para que no se caigan las tazas y lo que había encima por el movimiento; se miraban, miraban a María y se reían. Luego la embarcamos en un taxi para su casa. Tere, Carla y yo nos duchamos. Mientras caía el agua de la regadera me echaron una mamada conjunta hasta hacer que derrame mi semen en la cara de Tere. Nos vestimos para ir juntos a casa de mis suegros a ver a los chicos. En el camino, mi cuñada volvió a pedirnos disculpas por su comportamiento de los días pasados y nos preguntó si podía seguir encontrándose conmigo de tanto en tanto. Carla le respondió:
Claro que sí tonta. Sólo que ahora tenemos que coordinar también con María. Y si algún rato se nos cruzan nuestros deseos, pues repetimos lo de anoche. ¿O tú que dices, mi amor?, me preguntó.
Por supuesto. Yo estoy dispuesto a hacer todo lo necesario para satisfacerlas a las tres. Y si algún rato me quedo seco, buscamos a otro hombre para que me ayude.
Nada de eso, dijo Tere. Yo no tengo la exclusividad de tu polla pero tú sí la tienes de mi chocho. Esto es tuyo, sólo tuyo.
Agarró mi mano y la puso en su entrepierna, por sobre su ropa; me dio un beso en la comisura de mis labios justo antes de llegar a casa.
Y bueno, no tengo más que decirles que ahora debo esmerarme en satisfacer a tres mujeres: a veces por separado, a veces estoy con dos de ellas y una vez más lo hemos hecho los cuatro juntos. ¡Ah! Y por supuesto: a veces también se encuentran solas entre ellas. Especialmente, Carla y Teresa que, según me ha contado mi esposa, cuando mi cuñada viene a casa y yo no estoy, tienen el hábito de bañarse juntas y terminan enrrollándose deliciosamente con la compañía de Segundo.
Yo sigo insistiendo en meter a otro hombre en nuestras sesiones porque quiero ver a mi mujer empalada de otra verga y que goce una doble penetración, pero ni ella ni Tere quieren saber nada del asunto. A la que parece que no le disgusta la idea es a María. El tiempo lo dirá.
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