Tres chicas en un bar

Las tres están tomando algo en un bar y rememorando como empezó su historia. Cómo se conocieron y terminaron pasando noches llenas de lascivia juntas disfrutando de sus cuerpos.

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Tres chicas sentadas en un bar.

Una rubia, Lola, bonita cara en la destacaban unos rojos labios carnosos y unos profundos ojos azules y con un cuerpo magnífico, voluptuoso y sensual. Sus voluminosos pechos que parecian no estar apretados en ningun sujetador se notaban a traves del fino jersey. El vaquero ajustado al precioso, ancho y rotundo culo.

La morena a su lado, la más joven, Linda, con un ligero vestido de corta falda del que salían unas piernas larguisimas apoyadas en unas sandalias de fino y largo tacón y unos finos tirantes que solo conducian la vista al profundo escote.

La cara con personalidad de rasgos casi duros en los que destacaban los ojos castaños y dulces, la recta y fina nariz sobre una boca de labios rectos y delgados. Linda ha evolucionado mucho desde su primer encuentro con sus amigas lesbianas. Ahora es una sofisticada mujer.

Y cerrando el triángulo una morena, Paula, Con su larga melena negra casi hasta el culo, de blanca piel pecosa, ojos verdes como un campo de trigo en primavera, y una boquita sensual de labios maquillados en un oscuro granate.

Los hombros desnudos y llenos de pecas saliendo de un top anudado al cuello por debajo de la melena rojo fuego y dejaba al descubierto la hermosa espalda, por debajo una minifalda apenas cubria los torneados muslos.

Al pasar a su lado todos los hombres miraban asombrados el hermoso trio. Pero ellas parecian no darse cuenta de la admiración que levantaba su presencia dedicadas solo a admirarse y desearse mutuamente. La confianza que se tienen, los roces disimulados en los antebrazos, las caderas, la cara con suavidad.

Eran viejas amigas, amantes desde hace tiempo. Por costumbre las dos más maduras pareja, a veces trio con la más joven, siempre muy queridas amigas y entre ellas no hay secretos. Están compartiendo sus últimas experiencias. Aunque sin dejar de otear alrededor en busca de nuevas chicas con las que compartir su cama.

Su placentera historia viene de lejos. Empezaron casi de casualidad, si no hubiera habido una mudanza al mismo edificio de las dos chicas, no habría pasado nada.

Por la calle llevaban cada una la mano en la cadera de la otra. Lola y Paula se besaban y acariciaban en público. Todos en el barrio sabían que eran tortilleras y en realidad nadie lo tomaba a mal. Eran bien recibidas y caían bien a casi todos.

A ellas no les importaba gran cosa lo que la gente pensara de ellas. Lo exhibían con orgullo. A veces incluso provocando y poniéndose más cariñosas de lo normal en público. Exhibiendo su amor sin complejos.

En el piso de al lado se instaló una familia que desconocía las inclinaciones sexuales de sus vecinas. La mudanza por una compañía de transportes se hizo rápidamente. Padre, madre, relativamente jóvenes y su hija Linda de diez y ocho años recién cumplidos.

En el dormitorio pared con pared instalaron a la hija. Y era un muro muy fino a través del que se oída todo. La chica era una deliciosa muchacha de diez y ocho años con un cuerpo de los que quitan el sueño. Era tímida y no le gustaba mucho salir por las noches, ni con chicos.

En esas noches cálidas la chavala oía perfectamente los jadeos y gritos de placer de la pareja de lesbianas que hacía el amor al grosor de un ladrillo estrecho de su cabeza.

No distinguía la voz de ningún varón con ellas. Eso la complacía extrañamente, nunca le había gustado salir con chicos. Siempre lo mismo, egoístas y atentos solo a su placer.

Sus vecinas le gustaban. Sus cuerpos bronceados que generosamente mostraban por las escotadas camisetas y minifaldas que habitualmente vestian. Le atraían misteriosamente cuando se cruzaba con ellas en el portal.

Alguien tenía que romper el hielo. Las tres se deseaban, a la pareja no le importaba convertirse en un trío con una criatura tan deliciosa como su bella vecinita. Espiaban sus movimientos a traves de las ventanas del patio. Miraban su breve y sexi ropa interior tendida a secar por su madre.

Ambas suspiraban y comentaban entre ellas los encantos de la dulce adolescente.

Así que un día que coincidieron en el ascensor Paula, la morenaza con una melena larguísima del color del ala de cuervo, la invitó a cenar a su casa.

  • Hola, estás de vacaciones ¿verdad?

  • Si, he terminado el curso bastante bien.

  • No te vemos salir con amigas o amigos.

  • Si, desde la mudanza estoy algo desconectada. Los veo menos.

  • Podrías venirte a cenar con nosotras. Hacer nuevas amigas en el barrio.

  • Estaría encantada. Sois muy amables. Se lo digo a mis padres y vamos.

  • Adelante. Pasa.

Dentro del piso, Lola, la rubia, preparaba la cena cubierta tan solo con un delantal y sus braguitas minúsculas. La voluptuosa figura apenas estaba cubierta por esa poca tela. Sus enormes pechos levantaban el fino algodón dejando ver por debajo el vientre plano y la cadera. Paula explicó a Linda que allí todas eran mujeres y que no debía haber timideces entre ellas.

  • Bonito atuendo.

  • Todas somos chicas ¿no? No hay por qué ser tímidas. Nosotras por casa siempre vamos así de cómodas.

Sin más se sacó los pantalones y el top que llevaba quedando tan solo con un mínimo tanga que apenas cubría nada de su espléndida anatomía. Más espigada que su amiga, delgada, teta breve y un precioso culito respingón. Pidieron a la invitada:

-ponte cómoda por favor.

Y la joven extrañamente complacida se quitó su falda (bien cortita por cierto) y su camiseta negra sin mangas. Dejó las prendas en sobre una silla, ante la golosa mirada de las dos lesbianas. Quedó con el sujetador y sus braguitas de encaje. Las dos espectadoras con la tentación de gritar:

-¡que siga! ¡que siga!.

Pero tiempo al tiempo. Lo que no pudieron evitar fueron los elogios.

-¡Eres guapísima! ¡Vaya cuerpo!.

-¡Estas como un tren!.

La adolescente había avisado de su tardanza e incluso podría pasar la noche en la casa de las vecinas. Sus padres tenían mucha confianza en ella, en sus pocas ganas de estar con chicos y en qué estaba con dos mujeres. Y a ninguna de ellas le importaría que lo de pasar la noche juntas llegara a pasar.

Las tres casi en pelotas, sudando en ropa interior y moviéndose por la estrecha cocina. Se producían abundantes roces entre ellas, roces que ninguna parecia tratar de evitar. Mientras cenaban sus rodillas se rozaban bajo la mesa.

Cuando alguna se levantaba a por vais o más comida sus pechos pasaban sobre los hombros y el cuello de las demás. La temperatura subía en la habitación y no era sólo por el calor del verano.

Hablaban de la proxima entrada en la universidad de la joven, de los trabajos de las mujeres, de los chicos y el sexo. Linda confesó su poca atracción por los muchachos de su edad.

  • Ya sabéis como son los tíos. Obsesionados con meterla y después si te he visto no me acuerdo o peor aún presumen de ello y nosotras quedamos como unas putas.

Sus dos nuevas amigas recibieron esta información con una descarada sonrisa. Mientras Paula se deshacía de su delantal pasaban al salón a tomar algo en el sofá. Poco a poco pasaban a temas mas personales, a hablar de ellas mismas. Sentadas muy juntas en el cómodo mueble con sus muslos rozándose.

El ambiente se iba caldeando y mas cuando Lola pasándose sus manos por los grandísimos pechos y levantandolos un poco con las palmas dijo a la invitada:

  • ¿No te parece que mis pechos son un poco demasiado grandes.

Paula dirigiéndose también a la invitada y acariciando perfectas tetas cónicas le decía:

-Cada día he de convencerla de que sus senos son preciosos. Todas tienen envidia de sus tetas.

La chica respondió:

-Ya me gustaría a mí tenerlas así de grandes, las mías son demasiado pequeñas. ¡Miradlas!.

Y uniendo la acción a la palabra se libró del sujetador que a estas alturas le quemaba sobre los pechos. Paula se acercó aún mas a ella con la intención de comparar y tocar, desde luego a ella.

  • No, desde luego, así me gustaría tenerlos a mi.

Y pasó las yemas de los dedos por los perfiles de uno de los senos de Linda y además son suavísimos. La chica casi desnuda perdía a pasos agigantados la poca timidez con la que había entrado en la casa. Lanzó su mano en busca de de una de las peras maduras de la lesbiana, sopesandola en su mano y retorció suavemente uno de sus pezones.

Paula aprovechando que sus compañeras estaban ocupadas se quitó el slip y apareció una espesa mata de pelo negro que cubría su sexo. En su cuerpo delgado llevarlo al natural llamaba la atención.

La chica captó el movimiento con el rabillo del ojo y desplazó la otra mano de la cintura y el seno generoso a las descubiertas nalgas de la otra mujer y tirando un poco de ella hasta juntarla a sí se besaron. Se frotaban los senos mientras la otra se masturbaba ante el turbador espectáculo. Empezaron a darse lengua en serio. Cambiando saliva de boca en boca.

Paula acabó de desnudar a la invitada mientras le sorbía el aliento, la lengua en un lascivo beso y sus tiernas manos recorrian los pezones y todo el contorno de los firmes pechitos.

Linda caliente, excitada terminó por abrazarla y juntar sus cuerpos desnudos que frotaban sus pieles sin descanso. Lola no queria perderse su parte de la diversión y se acercó a ellas con la intención de besar y acariciar.

Lola situandose tras Linda besaba sus hombros y le clavaba los duros pechos en la espalda y frotaba su monte de venus en las firmes nalgas de su invitada, mientras sus manos recorrian toda la piel desnuda que podían alcanzar.

Sentada entre las dos expertas lesbianas la chica se dejaba hacer sintiendo placeres que nunca habia imaginado hasta ese momento. Pieles bellas desnudas frotandose con la suya, dulces caricias y besos tiernos.

Paula comenzó a descender besando su cuello delicado, los hombros blancos y los dulces pechitos. Le lamía el vientre deslizando sus labios por la suave epidermis y el ombligo. Introducía por fin la lengua en coñito virgen de la chica haciendola recostarse en el sofá de la sala. Acostada sobre el voluptuoso cuerpo de Lola. Su cuello encajado entre las poderosas tetas y la espalda sobre su vientre.

La joven reclamó las atenciones de la otra lesbiana sobre la que estaba acostada. Lola solícita acudió a besar la dulce boca cuando Linda giraba su cabecita y a acariciar las adolescentes tetitas.

La bella con verdadera curiosidad deslizó sus manitas por las anatomias de sus nuevas amigas y tocó por primera vez un coño distinto al muy masturbado suyo. Gime, recibiendo las caricias.

El sofá se les quedaba pequeño. Así que las tres fueron hasta la cama. Una gran cama que las dos mujeres compartían al otro lado de la pared del dormitorio de Linda.

La chica quedó entre sus dos nuevas amigas que estaban dedicándole sus besos, sus caricias. Repasaban cada centímetro de su suave piel con las yemas de sus dedos, con sus lenguas humedeciendola con su saliva.

Lola empezó por los delicados pero de la invitada. Chupando cada dedito, la planta y el empeine. Empezando a subir despacio por las pantorrillas. Busca el tesoro de la vulva depilada, caliente, y muy húmeda. Sus suspiros llenan la estancia.

Paula ha comenzado la exploración del joven cuerpo desde los torneados hombros, las suaves axilas, los brazos en toda su extensión, incluida la parte interna del codo. Buscaba sus pechos, cónicos y duros con los pezones de punta. El vientre plano y suave. Sus besos acariciaban toda esa piel.

Linda estaba muy caliente, ya había tenido algún orgasmo en el sofá. Ahora esperaba que esas lenguas llegarán a su coñito para explotar en nuevos climax. Pero no se quedaba quieta, sus manos alcanzaban a acariciar a Paula.

No se cansaba de amasar y acariciar los pechos de la morena. Se estiraba un poco más para alcanzar el matojo negro que tapaba el coño y explorar por allí en busca de los labios de la vulva. Penetrarla con sus deditos y tocar el clítoris hasta que la morena también se corría.

Lola también quería caricias y disponía de los delicados pies de la jovencita. Cuando estaba llegando muslos arriba a su coñito el dedo gordo de uno de los pies de linda se abría paso entre los gruesos labios de la voluptuosa mujer.

Linda nunca se habría imaginado que podía recibir y dar tanto placer con cada parte de su cuerpo. Siempre se había centrado en su vulva y puede que alguna caricia a sus pezones cuando se masturbaba.

La lengua incansable de la experimentada mujer recorriendo su coñito le daba un orgasmo tras otro. Ella también quería probar los jugos de sus amigas de la fuente.

  • Paula quiero saborearte, súbete encima.

Así lo hizo y sentada sobre la cara de Linda sintió la inexperta pero ansiosa lengua de esta entre los rizos negros de su pubis. Sus suspiros subieron más de tono compitiendo con los de su novia. Incluso separó las nalgas y luego a probar el ano, limpio. Linda ya había recibido lengua en el suyo de las dos chicas.

Estaba claro que Linda ya no iba a volver esa noche a su dormitorio y que tampoco iba a dormir mucho. Ninguna durmió mucho ni esa ni las demás noches que compartieron juntas en esa cama.

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