Tres amigos y una webcam [3]

Buscando de nuevo por Omegle, nos encontramos con un chaval de nuestra edad dispuesto a todo. Nos calentamos y acabamos follando frente a él.

Aquí tenéis la tercera parte de esta entrega. Muchos me habéis pedido que deje el tema ordenador... Bueno, leed hasta el final ;) ¡Espero que os guste!

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Los días pasaron y, con ellos, las semanas. Llegó el verano después de un curso muy distinto, lleno de experimentación y nuevas sensaciones y emociones. Mi relación con Gabri y Jesús se estrechó más que nunca. Quedábamos todos los fines de semana y, aunque no todos ellos nos conectábamos a Omegle, sí que solíamos hacernos pajas juntos e incluso nos la chupábamos unos a otros. Jesús adquirió el rol de activo machote, aunque también disfrutaba comiéndonosla a Gabri y a mí. Este, en cambio, prefería comernos la polla a nosotros dos. Y yo, dependiendo del momento, hacía más una cosa o la otra.

Creo que me medio enamoré de Gabri al entrar julio, una noche que me quedé a su casa a dormir. No tuvimos sexo, en cambio. En su lugar, nos pasamos aquella tarde y noche charlando y jugando. Sobre nosotros mismos. Sobre nosotros como grupo. Aquella noche Gabri y yo nos besamos bajo sus sábanas. Un beso cálido, largo y emotivo. No fuimos a más. Quedó entre nosotros, cómplices de un silencio eterno.

Fue uno de esos días de julio cuando ocurrió lo siguiente destacable. Habíamos quedado, esta vez en casa de Jesús, para bañarnos en la piscina de su urbanización. Era un recinto grande, así como la piscina. Nos cambiamos juntos en su habitación, algo que sorprendió al hermano de Jesús. No dijo nada, pero sí que nos miró con el ceño fruncido al ver cómo entrábamos vestidos y salíamos los tres con el bañador y sin la camiseta.

-Sin empalmar no la tienes tan grande, ¿eh? -intentó burlarse Gabri de Jesús en un susurro.

-Y, aún así, sigue siendo más grande que la tuya -respondió este, guiñándole el ojo.

-Ouch.

Reí. Salimos a la piscina. Nos bañamos. Jugamos bajo el agua. Aguadilla. Mano en la espalda. Baja hasta la entrepierna. Nos dejamos hacer. Se pone dura. Cambio de turno. Y así hasta que nos cansamos. Salimos del agua y nos tumbamos en el césped que hay a unos metros. A Jesús se le nota la polla algo morcillona, pero ninguno decimos nada. Hasta que es él quien rompe el silencio.

-¿Vamos a casa? Y, si queréis, podemos…

-Venga -le corto, antes de que termine.

Cuando entramos en casa, el hermano de Jesús todavía seguía ahí. Sus padres, en cambio, habían ido a pasar la mañana a casa de unos amigos. En la habitación de Jesús, ya habíamos comenzado a tocarnos la polla los unos a los otros. Hasta que escuchamos un ruido. Era el hermano de Jesús.

-Oye, chavales, me piro -dice mirando a su hermano-. No se lo digas a papá y mamá, ¿vale? Yo tampoco les diré nada de lo que sea que estéis haciendo. Solo tened cuidado y ya está.

-V-Vale -respondió Jesús, cortado.

-¡Gracias! -exclamé yo-. Pásalo bien.

Le sonreí y vi cómo se marchaba. Me caía bien. Se metía con nosotros de vez en cuando, sobre todo con su hermano, pero luego siempre se portaba bien en las cosas importantes. Nos echaba un ojo en el insti, jugaba al fútbol en los ratos muertos y, a veces, incluso nos preparaba algo de merienda. De modo que ese “gracias” me salió del alma. No sé si sabía exactamente qué nos traíamos entre manos. Quizá sospechaba que nos hacíamos pajas y ya. Pero estaba claro que algo se imaginaba. Así que aquel trato me pareció bien.

Cuando se escuchó la puerta de su casa cerrarse, Jesús fue directo a por el ordenador. Se puso en medio y abrió el ordenador.

-Bueno, va tocando un poquito de esto, ¿no? -dijo, medio riéndose-. Joder, ¿os acordáis de las pavas de la última vez? Menudas peras, chaval. Buah, ¿y los tres amigos de la vez anterior? Menudas pollas gastaban, tío. ¿Creéis que nos crecerán tanto cuando tengamos su edad?

-Hombre, ellos tendrían 20 o así, ¿no? -intervino Gabri-. Es normal que la tuvieran grande, jajaja. Yo no sé, pero tú seguro que acabas con una polla gigante, cabrón -añadió entre carcajadas.

Seguimos charlando mientras buscábamos alguien interesante. Tres amigas... Nada. Un señor mayor… Nada. Una chica de nuestra edad… Casi, pero no parecía receptiva. Dos chavales algo mayores… Nada de nada. Hasta que, casi como un milagro, llegamos a él.

Un chico pelirrojo, aunque no muy cantoso. Varias pecas por la cara. Pelo liso, echado hacia un lado y cortito. Ojos marrones como la madera. Torso desnudo, nada del otro mundo, el típico cuerpo para su edad. Parecía más pequeño que nosotros, y efectivamente, lo era, aunque solo por unos meses. Sin embargo, lo suficiente para que fuera un curso por debajo de nosotros. Se llamaba Abel.

-¿Y de dónde sois? -nos preguntó después de que le dijéramos nuestra edad.

-Toledo -contestó Gabri. Era mentira, pero habíamos acordado mentir en cosas personales, por si acaso.

-Anda, cómo yo -contestó, poniéndose contento.

Nos miramos, incómodos.

-Bueno, ¿y qué haces en Omegle? -pregunté.

-Pueeeees… de todo un poco. Hablo con la gente y eso…

-¿Has visto un pene que no sea el tuyo? -preguntó Gabri, directo como siempre.

Abel respondió al momento.

-Claro. El de mi primo mayor, que me saca dos años.

-¿Y solo se lo has visto?

-Qué va, nos hemos hecho pajas juntos. También me la ha chupado. Y yo a él, claro.

-¿Desde cuándo lo hacéis? -inquirió Jesús.

-No sé, unos meses. Empezó un día que me quedé a dormir y pues no sé, simplemente lo hicimos y ya.

-¿Te ha dado por detrás? -la pregunta de Jesús era un paso más.

-Lo intentó, pero dolía mucho. Yo a él sí, porque la mía es más pequeña, claro.

-¿Nos la enseñas? -sugerí yo-. Y luego nosotros a ti.

Abel no tardó ni tres segundos en quitarse los pantalones. Tenía un pene más pequeño que los nuestros, de unos 12cm, pero gordito. Su glande estaba cubierto por el prepucio y sus huevos colgaban bastante. Ni un solo pelo, pero el rabo apuntaba firme hacia delante. Una vena central recorría su tronco hasta el glande.

-Venga, ahora vosotros.

Dicho y hecho, nos desnudamos frente a la cámara.

-¡Wow! -se sorprendió. La de en medio es muy grande -dijo, refiriéndose a la de Jesús-. Aunque la de los otros dos están bien también. ¿Cómo os llamáis, por cierto? Que yo os he dicho mi nombre, pero vosotros el vuestro, no.

Tras mirarnos, Gabri decidió decir la verdad. Aquel chico no suponía una amenaza para nada.

-Ah, genial -dijo Abel-. Pues la de Jesús es muy grande. ¿Vosotros lo habéis hecho? Lo de metérosla y eso.

-Meterla, no -contesté yo-. Pero sí que nos la chupamos y todo eso. ¿Quieres verlo?

Abel asintió y yo me agaché para comerle el rabo a Gabri, que disfrutó de lo lindo.

-¡Joder! -se sorprendió el chico-. ¿Y la de Jesús os cabe? Es muy gorda, ¿no?

Bueno, cuesta al principio, pero al final te acostumbras -respondió Gabri.

-Oye -intervino Jesús-. ¿Te atreverías a meterte el dedo en el culo?

-Claro, alguna vez lo he hecho. Mira.

Ni corto ni perezoso, sacó culo y se metió un dedo en él. Le pedí que metiera otro, y así lo hizo. Gabri le animó a introducir el tercero y, una vez con tres dedos en el culo, Jesús le ordenó que los metiera y sacara.

-Anda, pues no me duele.

-Es que has ido poco a poco. Si tu primo te mete la polla ahí de golpe, pues duele mucho, claro.

-Mira, ahora coge algo para metértelo, algo gordito -sugirió Gabri.

Abel se incorporó y salió de la pantalla unos segundos. Al poco rato volvió a aparecer con la escobilla del váter en la mano. Puso una cara un poco de asco, pero dijo que la había limpiado bien. El palo que la sostenía tenía un buen grosor, aunque sin llegar a ser nada extremo.

-Va, colócala y empuja con cuidado -le guio Jesús.

-Espera -se paró Abel-. Si yo hago esto, vosotros lo intentáis también. Os metéis los dedos y luego uno se la mete a otro. Que, si no, no es justo.

Yo sabía que tenía razón. Y, de nuevo, mi sentido de la justicia me impedía no darle la razón.

-Vale -dije entonces-. Lo haremos.

Mis amigos me miraron, pero no dijeron nada. Abel colocó el mango de la escobilla junto a su entrada y empujó. No le costó nada, y lo introdujo bastante hasta el fondo.

-Aaahhh… -suspiró en el proceso.

Comenzó a meterlo y sacarlo varias veces. Antes de continuar, nos recordó nuestro acuerdo. Decidimos que Gabri me metería los dedos a mí para después hacer lo mismo con el rabo. Luego, yo haría eso mismo con Jesús y, finalmente, este con Gabri.

-Es lo más justo -sentencié yo.

Jesús no estaba seguro de que le metieran nada por ahí abajo, pero la promesa de que él lo haría con Gabri le aclaró el tema. Al haber accedido yo, fui el primero en recibir. A Gabri no le dio apuro ninguno meterme los dedos por el culo. Lo hizo con cuidado, aunque no puedo decir lo mismo de su rabo. Lo puso junto a mi entrada y, sin siquiera lubricar con saliva ni nada, lo metió de una estocada.

-¡Aah! Tío, despacio. Joder, qué bestia. Pff, espera, espera. Vale, sácalo despacio y lo vuelves a meter. Ohh… Hmm… Pues no está tan mal.

Miré la pantalla y ahí seguía Abel, metiendo y sacando el mango de su culo y pajeándose con la otra mano. Gabri sacó su polla de mi culo y Jesús decidió que quería que yo se la metiera primero y metérsela él a Gabri después. “Así dejo lo mejor para el final”, aseguró. De modo que me puse manos a la obra, nunca mejor dicho.

Cuando Jesús dejó su culo al aire, me entraron ganas de comerle el culo. Y eso hice. Por supuesto, aquello le pilló por sorpresa y soltó un gemido corto y potente. Reí para mis adentros mientras mi lengua surcaba las curvas de su ano, que comenzaba a contraerse con cada lametón. Entonces, empecé a meter los dedos. Primero uno, el que menos costó. Luego, el segundo, acompañado de un breve quejido de mi amigo. Por último, el tercero, que convirtió ese quejido en un gemido.

-Hmm… Una vez te acostumbras, no duele tanto…

-Vamos con lo gordo -le avisé, colocando mi glande en su entrada.

Hice presión hasta que, entre alaridos de Jesús, conseguí que este entrara. Una vez dentro, continué empujando hasta lograr que mis huevos chocaran contra sus glúteos. Nunca se me olvidará esa sensación. Mi rabo en aquel lugar tan cálido y húmedo por primera vez.

Jesús apretaba el culo, lo que me daba aún más placer. Empecé a embestir y, antes de darme cuenta, ya estaba queriendo correrme, por lo que paré antes de tiempo. La saqué con cuidado.

-Dios, esto es la ostia -comenté.

-Eso espero -replicó Jesús-. Porque a mí no me ha gustado esto.

Aunque lo negaba, tanto Gabri como yo sabíamos que no le había importado. Aun así, le seguimos el juego. Gabri se puso a cuatro patas y, tal y como había hecho yo con Jesús, este le comió el culo a nuestro amigo, que gimió como una perra. Después, le metió los dedos. Cunado hubo dilatado bien, probó con su rabo.

-Cuidado, tío, que la tuya es muy grande… -casi suplicó Gabri. Aunque yo sabía que realmente quería que lo follara sin piedad.

Para entonces, Abel había quedado relegado a un segundo plano. Ninguno de los tres le prestaba atención, pero él observaba la escena sin quitar ojo. Había comenzado a chupar el mango de la escobilla como si fuese un rabo y luego se lo metía de nuevo en el culo. Sus gemidos también se habían hecho más recurrentes e intensos, pero no lo suficiente como para que nosotros dejáramos lo que teníamos entre manos.

Cuando Jesús logró meterle la polla a Gabriel hasta el fondo, este soltó el gemido más potente hasta la fecha. Estaba claro que aquel rabo, el más gordo de los tres, era algo que temer. Pero el gemido fue más de placer que de dolor. Gabri se había llevado la mano a su polla y ya estaba pajeándose mientras Jesús le daba por culo.

-Ven, Ángel -me pidió. Me coloqué frente a él y cogió mi rabo con la mano que le quedaba libre-. Llevo varios días imaginándome escenas, pero ninguna me había dado tanto morbo como esta…

Se metió mi polla en la boca y empezó a chupármela. Lo hacía hasta el fondo, rozando mis huevos y sorbiendo las salivas que se le iban escapando. Notaba cómo mi glande alcanzaba su campanilla y cómo su lengua paseaba por todo mi tronco.

Por la parte de detrás, Jesús ya le había agarrado las nalgas y empezaba a acelerar el ritmo de sus embestidas. Algo torpes, pero sin duda placenteras, pues Gabri gemía cada vez más.

-Hgmpgmgdfgh. Hdmfsfpdmggp. ¡Hfphmghgfpgmfhph!

Sus gemidos eran ahogados por mi polla, que ocupaba toda su boca. Viendo cómo Jesús se follaba a Gabri, me entraron ganas de hacer lo mismo, pero con su boquita. De modo que sujeté su cabeza con firmeza y, sin dejarla escapar, empecé a moverme en vaivén. Al principio nos costó, pero tras las primeras embestidas logré metérsela hasta la garganta. Mis huevos rebotaban sin parar contra su barbilla.

-¿Te gusta? -decía yo, cachondo como nunca.

-Hmpgmggpdsph -fue su respuesta.

-A este… -comentaba Jesús, dándole azotes-. Le gusta… que le den bien duro… Ahhh…

-Hhmmm…

-¡Oohhh! ¡Hhm! Aaaahh…

Y, desde el otro lado de la pantalla, Abel también se corrió.

-¡Ah! Hmm… Hhmm…

No echó apenas semen, pero sin duda había disfrutado nuestra escena. Eso hizo que me calentara aún más y acelerara el ritmo. El pobre Gabriel no paraba de recibir polla por los dos lados. Digo el pobre, pero realmente quien más lo estaba disfrutando era él. Y es que fue el primero que se corrió. Lo hizo con varios chorros de lefa que cayeron sobre el sofá. Lo siguió Jesús, que se sacó la polla de su culo y se corrió en la espalda y en las nalgas de Gabri, que seguía con la mano en su rabo y la boca en el mío.

Por último, ante la escena que se me mostraba, lo hice yo. Tenía, al otro lado de la pantalla, un chaval muy cachondo que seguía con el palo en el culo, una mano en la polla y la otra en la boca, comiéndose los dedos como si fueran un rabo. Y, justo frente a mis ojos, uno de mis amigos con el rabo apoyado en el culo del otro, y este segundo con la espalda cubierta de lefa y comiéndome la polla. No me costó terminar, y lo hice, de nuevo, en la boca de Gabri.

Cuatro, cinco o quizá seis trallazos de leche que fueron a parar directamente al paladar y lengua de mi amigo, que tragó como una puta. El capullo no se dejó ni una gota sin beber. Y, por supuesto, limpió a conciencia mi cipote hasta dejarlo impoluto.

-¡Joder! -exclamó Abel-. Mañana hablo con mi primo de esto, seguro. ¡Gracias! ¡Adiós!

La pantalla se puso en negro y Jesús cerró el ordenador al momento.

-Uff… -exhaló, sentándose en el sofá-. Así sí que me renta, tío.

Gabri me miró y rio. Se tumbó en el sofá boca arriba, aún desnudo.

-Entonces la próxima vez no hace falta entrar en Omegle, ¿no?

-Yo diría que no -contesté, empezando a vestirme-. Y podemos probar más cosas, si queréis.

Me miraron, impacientes. Sin duda, los tres queríamos experimentar más.

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Sí, he decidido haceros caso. Creo que poco más puedo hacer con la webcam, así que quedará en un segundo plano. Quería usarla, primero porque siempre me ha dado morbo, y segundo porque creo que era una buena forma de introducir a los protas en el tema sexo y que empiecen a coger confianza con una excusa. De todos modos, no tengo pensado alargarlo mucho más, como mucho dos capítulos más, pero igual lo termino en el siguiente ya. Ya veremos. En fin, espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones, ¡como siempre!