Tres amigos y una webcam [2]

Tras aquella primera vez, Gabriel y yo volvemos a la carga y, aunque Jesús no está muy convencido, acaba accediendo tras una mamada del más pequeño de los tres.

Tal y como os dije, aquí vengo con la segunda parte. ¡Espero que os guste!

________________________________________________

Después de aquella primera vez en Omegle, estuvimos varios días raros entre nosotros. Jesús casi ni hablaba con nosotros y las conversaciones entre Gabri y yo eran algo extrañas. Como si nos diera apuro hablar por que pudiera salir el tema, algo que ninguno quería. En el instituto tampoco intercambiamos demasiadas palabras, hasta que, al quinto día, Gabri escribió en el grupo de Whatsapp que teníamos los tres.

“¿Os venís hoy a mi casa?”

Un mensaje escueto, pero cargado de mucho valor. Y es que, si no hubiera sido por él, quizá mi amistad con ambos habría dejado de existir.

“Okay. ¿Llevo el mando de la Play?”, pregunté yo.

“Sí, tráelo por si acaso. Jesús, ¿vienes?”

Aunque lo había leído hacía un rato, no contestó hasta media hora después.

“Creo que paso. No quiero acordarme de eso, jaja…”, añadió para intentar suavizarlo.

“No seas imbécil”, protestó Gabriel. “Vente, tío, un Fifa, unos tiros, lo de siempre… y ya”, contestó Gabriel, incluyendo un emoticono de un tío encogiéndose de hombros.

A los pocos minutos, Jesús volvió a escribir.

“Bueno, venga, iré. Pero nada de ordenadores, ¿ok?”

Gabri accedió y yo me limité a poner un emoticono de una mano con el pulgar levantado.

Cuando fui a casa de mi amigo, Jesús no había llegado. Gabriel me subió a su habitación.

-Tío -dijo tras unos minutos de conversación trivial-. Pues yo lo he estado pensando y… -se paró un par de segundos-. A mí lo del otro día me moló. Quiero decir -trató de excusarse rápidamente-. No lo de chu…párosla, sino, ya sabes, la situación…

Reí al ver cómo intentaba retractarse de su comentario.

-Yo creo que a mí también -le contesté. Noté que sonreía, aunque no quisiera-. No sé, tampoco es nada malo, ¿no? Es decir, estamos experimentando. Mis padres le dicen mucho a mi hermano que no está mal probar. Y últimamente me lo han dicho a mí alguna vez también. Ya sabemos que nos ha molado, así que…

-Ya tío, pero es que Jesús no quiere. Y menudo rabo tiene, ¿te fijaste? Joder, si es enorme, super gordo y todo. El mío era el más pequeño.

Mientras lo decía, Gabriel se reía. Tenía un algo dentro que me gustaba mucho. Estar cerca de él se sentía como un bote en medio del mar.

-Bueno, el tuyo no está mal. A mí me costó metérmelo entero, jajaja.

-Ostia, estuviste un ratillo, ¿eh? Podríamos repetir hoy, bro. Tengo ganas.

-No sé… -contrasté yo-. Igual es muy pronto para hacerlo otra vez. Y Jesús se enfadaría, yo creo.

-Nah, a ese lo que le pasa es que no quiere admitir que le flipó que se la chuparas -y se reía a carcajadas mientras lo explicaba-. Vamos, que no tardó nada en correrse, el capullo, jajajaja.

-Si tú lo dices…

Estuvimos charlando un rato más hasta que sonó el timbre. Gabriel abrió y, a los pocos segundos, él y Jesús entraron en la habitación.

-Qué pasa, Angelito -me saludó-. Bueno, ¿pues cuál es el plan?

-Yo qué sé. ¿Unos tiritos primero? -propuse.

Dicho y hecho, estuvimos la mayor parte de la tarde jugando al fútbol, primero en la vida real y luego en la Play, hasta que ya no podíamos más.

-Joder, estoy hasta la polla del Fifa ya, tronco -se quejó Jesús tras perder el último partido.

-A ver, siempre podemos hacer otras cosas… -comentó Gabri con segundas intenciones, mirando al ordenador.

-No, tío, olvídate. Ni de coña, vamos. Lo que pasó se nos fue de las manos. Las pavas esas estaban muy buenas y nos hicimos una paja juntos, fin. Todo lo demás son cosas vuestras, yo no hice nada.

-Bueno -intervine entonces-. Tú pon Omegle y ya vamos viendo -le dije a Gabri. Después, me dirigí a Jesús-. Tú quédate por ahí si quieres y ya está, no tienes que hacer nada.

Jesús dudó, confuso. Negó con la cabeza, pero se sentó junto a nosotros. Gabriel en medio y yo junto a él. El anfitrión encendió el ordenador y puso Omegle. Al igual que la vez anterior, tuvieron que pasar varias personas hasta dar con la indicada. Bueno, con los indicados. Y es que, aquella segunda vez, aparecieron dos chavales. Nada más verlos, flipamos: tenían la polla al aire, ambos empalmada. Uno de ellos, con el pelo rizado y moreno, tenía el rabo curvado hacia la izquierda, con bastantes pelos y de unos 16cm. El otro, pelo largo y castaño, tenía un rabo gordo, aunque algo más corto que el de su amigo, quizá de 15cm, aunque más poblado de pelos.

-¿Qué coj-? -titubeó Jesús.

-La ostia -se asombró Gabri, riendo.

-Hey -saludó el de rizos-. No nos miréis sin más, tío. ¿Qué tal?

Nos costó responder, hasta que finalmente hablé.

-B-bien. ¿Y vosotros?

-Pues ya veis -siguió el moreno-. No nos podemos quejar, jajajaja.

Charlamos un par de minutos. Descubrimos así que tenían un par de años más que nosotros y eran de Tenerife, una isla de España. Me cayeron bien rápidamente. Se les veía buenos chavales; además, estaban cachondos, lo que a mí me interesaba. Debieron ver que los mirábamos de manera extraña, ya que el de pelo largo resolvió nuestras dudas.

-Somos amigos y solemos hacernos pajas juntos, así que por eso estamos tan tranquilos… jajajaja.

-¿Solo pajas? -preguntó entonces Gabri-. ¿O también…?

-También, también -confirmó el de rizos-. Aunque le gusta sobre todo a este, que es un marica.

El de pelo largo le dio un golpe.

-Ni caso, que este bien que disfruta cuando me la come.

-A ver -dije entonces yo-. Demostrad que es verdad.

Aquello me pilló por sorpresa incluso a mí. Pero para mi asombro, no dudaron en probarlo. Con la mirada decidieron que el de rizos comenzaría. Se agachó a la altura del rabo de su amigo y comenzó a comerle la polla. Mi polla ya había despertado minutos antes, y pedía a gritos salir de mis pantalones. Parece que Gabri me leyó la mente, ya que ambos nos sacamos el rabo a la vez.

-Míralos, sabía que estos iban a querer, tío -le decía el de pelo largo a su amigo-. Nada mal para vuestra edad, chavales. ¿Y el otro? -preguntó, refiriéndose a Jesús.

-No quiere -contestó Gabri-. Es un mierdas.

-Chúpasela -propuso entonces el de rizos-. Ya verás como sí que quiere.

Gabri miró a Jesús. Yo también lo miré. Estaba congelado. Parecía querer decir que no, pero no era capaz. Dentro de sí, quería que volviera a ocurrir. Gabri empezó a quitarle los pantalones, dudoso, pero sin parar. Jesús se dejaba hacer, inamovible. Cuando su polla rebotó contra su abdomen, pude ver que Gabri se relamió. Abrió la boca y se metió el rabo de nuestro amigo de forma segura, aunque igualmente torpe.

Miré entonces a Jesús. Había dirigido los ojos a la cabeza de Gabriel, pero no usaba sus manos.

-Míralo, cómo disfruta el capullo -comentaba el de rizos-. Venga, hijo, pero cógele del pelo o algo al pobre, jajaja.

Parece que Jesús obedeció, pues acto seguido posó su mano derecha sobre la cabeza de Gabri y comenzó a acariciarlo. Esto hizo que Gabriel se esmerara más. Cuando Jesús se quejó del dolor, el de pelo largo intervino.

-No uses los dientes -aconsejó-. Tienes que succionar con los labios y usar la lengua. Abre bien la boca e intenta agrandar la garganta para que te entre mejor.

Debe ser que Gabri siguió sus consejos, ya que Jesús empezó a gemir. Y entonces, el pequeño se apartó. Aunque no lo dijo, estaba claro que Jesús quería más. Su gesto lo delataba.

-¿Ves? Si quiere más, tendrá que participar, ¿no?

Ambos miramos a Jesús, que dudaba e incluso temblaba de los nervios.

-Bueno… podemos probar -concluyó, y yo sonreí.

-Para demostrarlo -sugirió el de pelo largo- tienes que hacer algo… Ya sé. Date un beso con el otro -propuso, refiriéndose a mí-. Uno de los buenos, ¿eh? Con lengua y eso.

Yo tenía ganas. Muchas, de hecho. Después del primer beso con Gabri el día anterior, me había quedado a medias. Y ahora, además, tenía que ser un morreo. Los nervios me hacían temblar, pero Jesús estaba igual. No estaba seguro de hacerlo, pero finalmente optó por acceder. Llegué hasta él colocándome por encima de Gabri, ambos aún con la polla fuera. Este aprovechó para tocármela un segundo, riendo. Con las manos apoyadas en el sofá, aproximé mi cara a la de Jesús. Este cerró los ojos. Yo, en cambio, los dejé abierto, al igual que aquella primera vez con mi otro amigo. Fui yo quien acercó lentamente mis labios a los suyos. Cuando los juntamos, ambos empezamos a abrir la boca con torpeza.

Era nuestro primer beso largo. Al principio fue incómodo. La postura, la frialdad de Jesús, los dos chavales viéndonos. Pero conforme pasaban los segundos, yo cada vez me sentía mejor. Más tranquilo. Mi lengua jugaba con la de mi amigo y nuestros labios friccionaban constantemente. Giraba la cabeza como lo había visto hacer en vídeos. Apoyé entonces una de mis manos en el abdomen de Jesús y la fui bajando hasta alcanzar su rabo, que seguía duro. Lo agarré con firmeza y empecé a masturbarlo lentamente.

Jesús le puso más interés al beso y me cogió de la nuca. Nos retorcíamos de placer.

-Vaya, pues va a ser que sí, que está dispuesto -comentó el de rizos, parando nuestro beso. Me aparté de mi amigo haciendo ventosa en sus labios.

-Ahora besaos vosotros -sentenció Jesús. Para no gustarle, parecía haberse interesado.

Los chavales no pusieron ninguna pega. Se besaron durante al menos un minuto, restregando bien sus labios e incluso pajeándose el uno al otro en el proceso.

-¿Contento? -preguntó retóricamente el de rizos-. Ahora nos toca proponer. Mmm… Tú, el que no quería, chúpasela al que te la ha chupado antes. Así le devuelves el favor, jajaja.

Jesús exhaló un suspiro de frustración, pero se puso pronto manos a la obra. Acercó sus labios a la polla dura de Gabriel y empezó a trabajar en ella. El tamaño no era un problema, pero aún así Jesús se movía de manera torpe en los primeros compases de la mamada. Se limitaba a subir y bajar la cabeza sin preocuparse por hacerlo bien.

-Venga, tronco, ponle más interés, que el otro pobre te ha dado una buena mamada, jajaja -se reía el de pelo largo-. Succiona, tío, y usa las manos, que pa algo las tienes.

Jesús, aunque reticente, le hizo caso y colocó su mano derecha en los huevos de Gabriel, masajeándolos y moviéndolos de vez en cuando. También mejoró su mamada, pues Gabri empezó a emitir leves sonidos de placer.

-Hm…

-Y tú, el de pelo negro, chúpasela al chaval este, que el tío se está esforzando.

Dicho y hecho, me puse manos a la obra. Bueno, más bien, boca a la obra. Cambié de posición y me coloqué al otro lado, junto a Jesús. Mientras este se la comía a Gabri, yo sujeté su polla y la miré unos segundos. Me pareció incluso más gorda que la primera vez. Abrí la boca todo lo que pude y me la metí. Conseguí que entrara entera, aunque con bastante esfuerzo. Usé mis manos para masturbarme y recorrer la pelvis de mi amigo, que se dedicaba en cuerpo y alma al cipote de Gabri. Tras un minuto o algo más, paramos.

-Hala, os toca -expuse-. Haced un… un 69.

Ni siquiera dijeron nada. Simplemente se colocaron y comenzaron a comerse la polla el uno al otro. Aunque quisieran negarlo, ambos lo disfrutaban. Bastante, además. Recuerdo que el de rizos se metía el cipote de su amigo al completo. Lo llenaba de babas y le daba lametones. El otro se puso también a comerle los huevos, succionando y metiéndoselos en la boca.

Para entonces, nosotros tres ya habíamos empezado a hacernos una paja. Y, sin preguntar siquiera, habíamos decidido hacerlo como la vez anterior: cada uno al que tiene al lado, y el de en medio a los otros dos. De modo que estaba yo con la mano en la polla de Jesús mientras Gabri me acompañaba el movimiento. Y Jesús con ambas manos en sendos rabos, subiendo y bajando, dejando al descubierto nuestros glandes cada vez que bajaba nuestra piel. Nuestros huevos se movían con el movimiento.

-Y ahora… -dijo el de rizos, con suspense-. Mirad esto.

Hizo levantarse a su amigo. Lo colocó de espaldas a él y este sacó culo. Ayudándose con sus manos, abrió sus nalgas. Acercó su boca al agujero de su amigo y empezó a comerle el culo. Aquello duró lo menos un minuto. El de pelo largo gemía de placer, casi más que cuando le había chupado la polla. Debía ser un gustazo que te comieran el culo, por lo que yo ya me moría de ganas por probarlo. Cuando terminó, el de rizos se volvió a dirigir a nosotros.

-Venga, probadlo.

Nosotros tres nos miramos. Y, como siempre, fue Gabri quien se ofreció a comer culo. Esta vez, en cambio, no le cedí el turno a Jesús, sino que me hice un hueco entre ambos y me puse a cuatro patas.

-Dale -le dije a mi amigo-. Venga.

Gabri se colocó detrás de mí enseguida. Abrió mis nalgas, tal y como había visto hacer a aquellos chavales. Y, sacando la lengua, comenzó a comerme el ojete. Pensé en aquel momento que menos mal que me había duchado justo antes de ir a casa de mi amigo, porque si no el pobre se moriría del asco. Pero, al contrario, disfrutó de lo lindo. Su lengua recorría toda la zona e incluso me mordió un par de veces el culo. También bajó hasta mis huevos, para comérmelos por primera vez.

-Uff… -gemía yo, respirando cada vez más fuerte-. Hmm…

Gabri estuvo un buen rato así, hasta que se cansó. Entonces, se dio la vuelta, incitándome a devolvérselo. A mí ya me daba igual todo, por lo que ni me paré a pensar en el asco que me daba. Simplemente hice lo que había visto hacer y empecé a comerle el culo a mi amigo. Un sabor raro, pero no desagradable. Al menos, no para mí. Estuve quizá algo más de un minuto, hasta que decidí parar.

-¿Habéis follado? -preguntó entonces el de pelo largo- Ante nuestra negativa, continuó-. Nosotros lo probamos el otro día. Duele al principio, pero luego flipas el gustito que da.

Nos miramos. Los tres estábamos de acuerdo.

-N-No. Eso no -dijo Jesús-. No de momento, al menos…

El de rizos sonrió.

-Vale. ¿Os apetece que nos pajeemos y nos corramos viéndoos?

-Bueno -contesté-. Por mí…

Empezamos a pajearnos de nuevo mientras veíamos a aquellos chavales. Hasta que Jesús, de pronto, tiró de la cabeza de Gabri hasta hacerle comerle la polla. Acto seguido, decidí tentar a la suerte e hice lo mismo con Jesús. No opuso resistencia, en cambio. Dejó que acercara su boca a mi polla y, sin tener que decirle nada, abrió la boca y se la metió. Al otro lado de la pantalla, a los chavales les debió entrar envidia, pues volvieron con el 69 que les habíamos pedido al principio de la conversación.

Yo veía la escena y no podía hacer más que intentar ralentizar el tiempo para que aquello durara lo máximo posible. Los dos chavales en un 69. Gabri chupándole el rabo a Jesús, casi atragantándose por su tamaño y grosor. Jesús comiéndomela a mí, habiendo mejorado ya su técnica. Y yo con mi mano acariciando la cabeza de Gabri y haciendo que este se metiera la polla de Jesús hasta el fondo.

Jesús ya usaba las manos para acompañar su mamada. Las movía junto a su boca o, de vez en cuando, me masturbaba con rapidez mientras jugaba con mi glande, dando vueltas con la lengua a su alrededor. Cuando lo pienso, me imagino a Gabri haciendo lo mismo y a Jesús imitándolo.

Cuando me pajeaba, Jesús hacía que mis huevos rebotaran. Sentí unas cosquillas, las previas al éxtasis. Avisé a mi amigo. Continuó con la mamada hasta que el primer lefazo salió de mi rabo, directo a su paladar. Se apartó, haciendo que el resto de chorros aterrizaran en mi pecho y abdomen.

-¡Hhmmm! -se escuchó desde la pantalla.

Miré y, para mi asombro, vi cómo ninguno de los dos chavales se apartaba para recibir el semen de su amigo. En su lugar, decidieron tragárselo. Gabriel también debía estar mirando, pues no apartó su boca cuando Jesús le avisó de que se iba a correr.

-Bro, ya voy. Bro, bro, que me co-corro. ¡Gabri!

Pero Gabri no cesó. Todo lo contrario. Aceleró el ritmo de su mamada. Se ayudó de nuevo con su mano izquierda mientras con la derecha se pajeaba a sí mismo. Decidí ir en su ayuda para pajearlo yo mismo. Rodeé su rabo con mi mano y lo pajeé con rapidez.

-¡Hhm! -gemía, aún con la polla de Jesús en la boca. Y cuando nuestro amigo, se corrió, sus gemidos se mezclaron-. Hhhmm…

-¡Uf! Oooohh…

La lefa de Jesús la recibió Gabri en su boca, tragando sin parar hasta hacerla desaparecer por completo. La de este la recibió su tripa, el sofá y, en los últimos compases de la corrida, mi mano. No sé por qué lo hice. Algo me empujó a probarlo. Pero me llevé aquellos restos de semen a la boca.

-Hhm. No está mal.

Nos despedimos de los chicos y, a pesar de que me habían caído muy bien, nunca volvimos a coincidir con ellos. Y Jesús, una vez cerramos el ordenador, aquella vez no rehuyó. Se rascó la cabeza y nos dijo:

-Bueno, mientras no salga de aquí, supongo que no pasa nada por hacerlo más veces, ¿no?

____________________________________________________________

Pues hala, ¿qué os ha parecido? Esto ya va tomando forma... ¿Habrá algo más fuerte en el próximo capítulo? Quizás... Como siempre, espero vuestros comentarios, sugerencias y valoraciones. ¡Chao!