Tres

El sexo a tres resulta más divertido.

Son tres pero cuando están juntos se convierten en uno.

Durante el tiempo que comparten juntos todos olvidan su vida real. O quizá no, quién sabe si esa es su auténtica realidad y en esos momentos es cuando son verdaderamente ellos. ¿Cuál es su verdad, la que comparten juntos y a escondidas varias veces al mes o el resto de su existencia?

Fuera de esa cama, los dos hombres son dos desconocidos. Sin embargo, el placer de lo prohibido les envuelve en un halo de confianza sólo posible cuando la mujer ejerce de nexo de unión entre ambos.

Es la belleza de tres cuerpos, donde cada uno aporta sus virtudes y el resto perdona los defectos de los demás.

Tres bocas dispuestas a beber de cualquier néctar sin importar la procedencia porque la saliva, el flujo que emana del coño, los fluidos que brotan de los glandes y la humedad del ano de los tres, forman una mezcla deliciosa donde todos pueden apreciar diferentes sabores y texturas que lubrican cualquier camino que se les antoje explorar.

Los gemidos son ese sonido celestial que llena el ambiente con una banda sonora que les incita a desear más y más los unos a los otros.

Los ojos no pierden detalle, lo excitante de lo puramente visual se hace imprescindible. Infinitas imágenes que se van grabando en las retinas como tatuajes de placer con tinta de experiencias.

Dos bocas comparten un polla, mientras las lenguas buscan besarse sorteando la dificultad que les supones tener un duro mástil de por medio. El tercero, tumbado, se deleita con las vistas privilegiadas que, junto al placer de sentir la humedad de dos lenguas en su falo, se siente transportado a un edén que le incita a la necesidad de correrse dentro de sus bocas. Sabe bien que lucharán como fieras hambrientas por hacerse dueños de su leche y que, en el fragor de la batalla, acabarán con sus caras impregnadas de su regalo caliente y untuoso. Pero eso no será problema, pues tras el placentero clímax, él se encargará de limpiar

complaciente ambos rostros a grandes y contundentes lametazos. La situación desemboca en un beso a tres mientras en la estancia se comienza a percibir el dulce aroma a sexo.

Ella sabe que ha llegado su turno y se tumba boca arriba con las piernas bien abiertas; quiere dejar espacio suficiente para ambos hombres. Ellos saben bien lo que desea: verlos a cuatro sobre su cama, con sus cabezas metidas entres sus piernas, mientras sus lenguas se afanan en complacer su exigente clítoris.

La mujer, entre gemidos y espasmos, maldice no disponer de un espejo en el techo con el que poder maravillarse con las vistas y, por ello, debe conformarse con el ángulo que alcanza desde esa postura mientras les acaricia el pelo y aprieta sus cabezas contra su sexo.

Ella, que nunca supo ser discreta cuando recibe placer, grita como las locas mientras pronuncia palabras casi inteligibles, se acuerda de un Dios en el que no cree y les agradece llamándolos por su nombre el esfuerzo y la entrega.

Ellos, reciben los gritos como medallas a su buen hacer, acompañados de intensos gemidos y sonidos guturales y se sienten orgullosos de ser ellos quienes los están provocando.

Los espasmos no tardan en llegar y deben sujetarla fuerte para que su coño no se escape de sus bocas en el mejor momento.

La miran, se miran, les mira y el orgasmo se apodera de ella.

Ellos la conocen bien saben que éste le dura largos minutos y, por ello, se afanan en no romper ese delicioso y delicado momento.

Son conscientes de que al día siguiente tendrán herido el frenillo de la boca por el tremendo esfuerzo pero también saben que habrá merecido la pena.

Ya sólo queda el tercero por correrse y no tardará en hacerlo. Los otros dos comienzan la técnica que le vuelve loco y, para ello, lo tumban boca arriba y le ayudan a flexionar las piernas de modo que sus rodillas tocan su pecho. Le encanta verse así, a la entera merced de sus compañeros de juegos.

Con sus manos abre bien el camino a su culo esperando ansioso el calor de la lengua del otro y pega un pequeño brinco y un gemido en el mismo instante en que la siente entrar dura y certera. Los movimientos que simulan una auténtica penetración serán constantes y armoniosos durante el tiempo que sea necesario hasta que él explote y de su polla emane el ansiado resultado de tanto placer.

Mientras, la mujer lo masturba con maestría, escupiendo de cuando en cuando sobre su capullo. Le encanta correrse mientras ella le mira y se afana por ir aumentando el ritmo del movimiento acompasado que le eleva hasta un cielo que a veces le parece muy cercano.

Llega el momento en que los sonidos que salen de su boca les anuncia que el volcán está a punto de regalarles su deliciosa lava y es justo en ese instante cuando el otro hombre abraza el glande con su boca mientras ella aprieta fuerte la polla, como estrangulándola, y se oye como el hombre va tragando la deliciosa leche con una deliciosa satisfacción.

Exhaustos se dejan caer sobre la cama. Pasarán un buen rato charlando sobre temas sin importancia mientras van recuperando el aliento y se acarician y besan con gestos que se parecen mucho a la ternura.

Antes de despedirse, tras la ronda de duchas, procuran poner fecha para la próxima cita y se agradecen unos a otros la entrega en la nueva experiencia vivida.

Son tres pero es uno, El milagro de la complicidad muy bien aprovechado por tres mentes abiertas.

TODO EL MUNDO PIENSA QUE SE HA ENAMORADO ALGUNA VEZ, HASTA QUE SE ENAMORA POR PRIMERA VEZ.