Tren del placer

Como un viaje en tren puede ser placentero.

TREN DEL PLACER

Me gustaría contaros una aventura poco corriente, al menos así me lo parece a mí, que me ha sucedido hace poco tiempo. Iba en un tren por la noche y sólo en el compartimiento. Entro una bonita pelirroja, y se instalo frente a mí. Amablemente le ayude a colocar las maletas. Una vez sentados, nuestras rodillas se tocaban, y ella no hizo nada para separarse.

Después de comentar una serie de banalidades, la pelirroja buscó en su bolso unos cigarrillos que no se dejaban encontrar. Le ofrecí uno de los míos. Seguimos hablando, y me enteré que se había divorciado recientemente. Se dirigía a la ciudad a buscar trabajo. Durante una hora alternamos lectura de nuestras revistas respectivas con la conversación. Teníamos diez horas de viaje por delante, y nos interesaba estar cómodos. Así que le sugerí que se sentará a mi lado, porque resultaba mucho más fresco y podíamos apoyar las piernas en los asientos de en frente.

Hacia las once de la noche las luces se apagaron y, a parte del ruido de los vagones sobre las vías, el silencio reinó en el compartimiento.

Mi codo se apretó ligeramente contra el suyo, y uno de mis pies buscó el de ella. Desde luego no lo retiró. Deslicé una mano por su brazo, y una mirada furtiva me permitió saber que mi compañera consentía. Entusiasmado, resbalé mis dedos por debajo de su codo y llegué a una teta maravillosamente redondeada.

Sus dedos se crisparon sobre mi rodilla; mientras, mi palma envolvía la teta extraída de la blusa. Y los pequeños suspiros contenidos que escaparon de su garganta me concedieron la seguridad de la buena marcha de mi aventura.

Repentinamente, su diestra se movió por mi pantalón, liberando mi polla de su encierro. Y comenzó a someterla a un delicioso tratamiento… Su hábil lengua recorrió toda la longitud de mi caña, para concentrarse en el principio de la piel, más debajo de la gruesa cabezota del glande. No tardó en dirigirse al punto más sensible, porque parecía querer prepararme para que actuase con la mayor eficacia.

Y dejé que sus voraces labios resbalaran por toda mi estaca y por encima de mis cojones. Al final, respondí como ella se había propuesto: me apoyé el asiento, teniéndola de rodillas, y acaricié su cabello. Por unos momentos la pelirroja prosiguió con la mamada, hasta que prefirió algo más efectivo.

Se inclinó hacia mí y me susurró unas palabras en el oído. Mi sonrisa debió iluminar todo el compartimiento. Acepté encantado. Se levantó y se dirigió por el pasillo hasta el lavabo.

Yo esperé unos minutos interminables, para levantarme a mi vez y marchar detrás de ella. Cuando entré, ni siquiera me dio tiempo para respirar.

Dejó caer la falda a sus pies. Estaba desnuda por debajo.

Le di la vuelta y le puse la punta del cipote por la rabadilla del culo y me dediqué a jugar con mi glande en la misma entrada vaginal, queriendo aplastarle el clítoris. Y al conseguirlo, ella quedó apresada por una especie de descarga eléctrica que dominó todo su ser.

También yo parecí ir por buen camino. Pero preferí retrasar el desenlace del juego que estábamos disfrutando. La mantuve bien clavada, marcando el ritmo de las acciones que deseaba con el mismo del tren. Y conseguí que la presión fuera la más adecuada. Pronto escuché suspirar sofocadamente, porque estaba alcanzando su primer orgasmo.

Algo que a mi me dejó la mente bastante clara. Una luz que encendió en el interior de mi mente. ¡Qué maravilla follada!

En cierto momento, a la pelirroja se le ocurrió mirar entre sus piernas, y pudo ver mis cojones y mi polla, los cuales les estaba trabajando con gran eficacia. Pasó una mano por dentro, para acariciarme las bolas.

De repente, sintió que todo se le salía de su chomino. Pero, antes de que se le ocurriera formular la protesta, ya tubo la raja ocupada por completo. Recibió una sensación totalmente distinta y, luego, mientras ella se derretía en otra fabulosa corrida, advirtió cómo mi verga es endurecía dispuesta a lanzar su cargamento de semen dentro de la receptora cavidad.

--¿Lo vas hacerlo tan pronto? –Me preguntó burlona-, ¿Te costaría mucho retrasarlo unos diez minutos mas?

--¿Por qué?

--Desearía gozar de otra corrida antes de que tú soltaras tu manteca de hombre. Es una regla fija que me encanta respetar.

Por unos momentos me pareció que me estaba pidiendo demasiado. Realicé una profunda inspiración, me concentré mentalmente y llevé mis pensamientos en otros derroteros. Reanudé la penetración. Yo diría que la erección había perdido un poco de vigor. Lo que me resultó imposible de evitar fue que la primera gota se quedara en sus galerías.

Y bajo este afecto a ella le llegó el nuevo orgasmo. Al recuperar las fuerzas, la volví, la empujé para que sentara en el retrete y apreté con fuerza mi glande. Lo exprimí intensamente. Pronto le di mi néctar, en chorretones de impresión, como andadas de detergentes que liberasen las telarañas de un coño que llevase más de quince días sin conocer el contacto de una buena picha.

Un poco más tarde volvimos a nuestros asientos. Nos miramos en silencio, muy satisfechos por el placer conseguido. Un regalo rápido, anónimo y sincero. Nuestras manos se intercambiaron unos apretones ardientes. Felices de una aventura tan poco corriente. Luego, nos dormimos casi al mismo tiempo.