Tren de cercanías

Un curioso viaje en tren...

TREN DE CERCANÍAS.

( Para mi amigo John ).

Nacho acudía, como cada mañana, al trabajo. Se trataba de un joven de veinticinco años, atractivo, rubio, con unos interesantes ojos verdes de mirada pícara y misteriosa. Al ser hijo de rusa y de español, sus rasgos y su altura le conferían un porte y una distinción que le convertían en un apuesto hombre de su tiempo.

Aquel día no se encontraba precisamente de buen humor. Hacía frío, noviembre se había empeñado en convertir cada amanecer en una sucesión interminable de nieblas y cielos plomizos, había discutido con Desi, su novia, y, como cada día, el tren aparecía atestado de gente.

Nacho vivía por la zona del Retiro, y trabajaba en Las Rozas. Se desplazaba a la oficina en transporte público, porque, tras haberlo intentado durante dos semanas en su propio coche, decidió que odiaba los atascos

Para colmo, aquella mañana Nacho se sentía bastante febril

Quizá estuviera incubando una gripe… Eso le permitiría quedarse en casa, en la camita, al menos dos días, y poner en orden sus agitados pensamientos. Animado ante tal perspectiva, el joven se animó un poco… Viajaba de pie, nunca quedaban asientos libres, y despedía un delicioso olor, estaba estrenando un perfume que le había regalado su madre.

Apoyada a la puerta, Nadia contemplaba sus uñas. Había adquirido de niña la fea costumbre de comérselas, y, en la actualidad, a sus veintidós años, se avergonzaba un poco de sus manos. Era una chica bajita, con un cuerpo bonito, de formas muy delicadas, y el pelo, corto, teñido de color arándano. Lucía un piercing en la ceja izquierda, y portaba una carpetita rosa forrada con miles de fotos llamativas: playas, caras, piernas, un culo bajo unos vaqueros, un vaso de CocaCola… todo tenía cabida en su particular album.

Nadia se aburría

Tenía clase de Macroeconomía a primera hora, y ya llegaba tarde otra vez. Aquella semana estaba resultando desastrosa, tres de tres. La chica estaba muerta de sueño, la noche anterior apenas había dormido, Pablo había celebrado su cumpleaños

De repente se fijó en él

En aquel hombre que, ella no lo sabía, se llamaba Nacho. En su mirada descarada, en sus anchos hombros, en su original peinado. Le gustó. No era un chico corriente, llamaba la atención. Nadia estaba harta de encontrarse en el metro y en el tren rodeada de tipos vulgares, aquel se merecía un segundo vistazo.

Y algo más

La mano chiquitita, con las uñas pintadas de morado, de la joven se posó en el culo de aquel individuo. Buen trasero… sí, sí. El chico miró hacia atrás, sorprendido, pero ella permanecía con los ojos perdidos, como si estuviera muy lejos de allí, y él creyó que el roce era propio de las apreturas. Viajaba tanta gente en aquel tren

Nadia presionó, el culo parecía bien apetitoso, y pellizcó aquellas duras nalgas con ganas.

Nacho notó la caricia… y volvió a fijarse en la muchacha. Aunque aparentaba estar ausente, con la mirada ida, él sabía ya que aquello era intencionado. Allí, detrás de él, había una mujer guapa que se estaba dedicando a repasarle el trasero… bueno… ya no… ya sus dedos avanzaban hasta su miembro viril… que empezaba a despertarse… con ganas de desayunar, por cierto

El tren continuaba su recorrido habitual

Nadia estaba acalorada… la polla de aquel chico se endurecía por segundos

Nacho suspiró… no sabía qué pensar… la nena no estaba mal… y la sorpresa sin duda era grata

Oye,- se decidió Nacho, al fin.- yo me bajo en la siguiente parada. Si te apetece echamos un polvo rapidito.

A pesar de que el joven había susurrado su sugerencia, algunas personas lograron

escucharla. El tipo que tenía Nacho al lado lo miró con una envidia mal disimulada. Vaya suerte tenían algunos

Vamos.- repuso ella.

Descendieron juntos del tren. Se observaron con atención. A ella le agradó la

planta del rubio, a él le encantaron aquellas tetas redondas que se adivinaban bajo un suéter blanco. Corrieron hasta alcanzar el cuarto de baño de caballeros. La ansiedad los consumía, estaban calientes, cachondos, hambrientos

Espera.- propuso la joven.- Yo lo empecé y yo lo acabaré, no hagas nada.

Nacho se apoyó a la fría y desangelada pared de los aseos. Ella se arrodilló ante él,

y tardó muy poco en hacerse con un pene ya erecto, ya deseoso de aquel placer inesperado. Lo contempló gustosa, no era un mal aparato, poseía unas dimensiones más que aceptables, y le gustaba el tono rosáceo de su piel. Una estupenda polla. Sin más dilación, se la llevó a la boca, y procedió a realizar lo que se conoce técnicamente como felación.

Nadia mamaba muy bien, se notaba que gozaba con un falo en la boca, Nacho no podía dejar de jadear, su polla crecía y recibía complacida aquella succión tan rica, la chica se la comió hasta que él estuvo a punto, entonces se retiró, y toda la leche de él se estrelló contra el pelo de ella.

Un minuto más tarde, los dos intercambiaron números de móviles que sabían que jamás iban a usar, y Nadia empezó a lavarse la cabeza con la congelada agua del grifo, mientras Nacho sabía que debía correr hacia el trabajo… ya llegaba tarde, y todavía debía revisar unos papeles antes de la reunión.