Treinta horas de amor (4)
He llegado al hotel, subo al ascensor que me sube hasta el cielo de su mirada, la campana suena, se abre la puerta, salgo, y me dirijo hacia su habitación, plenamente decidida a dar un paso más.
______Treinta horas de amor (4) _____
El cuarto día
Llegue a casa, pensando en aquellas anillas, la verdad el ponerme un aro en los pezones, nunca paso por mi cabeza, había visto fotos de chicas con ellos y se veían bonitos, pero nunca pensé en ponérmelos; claro que siempre los vi como estética, y no dándole un sentido, como el que ahora tiene para mi.
Me había informado, sobre las consecuencias de los piercings, de cómo se colocaban, como curarlos, los contagios, y todo lo que rodea este mundo. Fue así como iba entrando en mi mente, la idea de ponérmelos. Pero nunca me decidí hasta que mi amo, me hizo ver su deseo de ello, y la verdad aún no estaba decidida del todo, lo habíamos hablado tantas veces, y tantas veces lo había imaginado en mi, que ya casi era familiar la idea de tenerlo puesto.
Yo sabía que hoy iban a ser los protagonistas, y pase todo el día pensando en eso, sabía que él también, se había informado de cómo colocarlos y estaba preparado; pues su ilusión era colocármelos él. En realidad si yo me los dejaba poner, para él era una entrega mayor y más autentica, pero eso ya no era un juego, era algo más serio y peligroso y eso me hacía dudar.
Después de estos tres días juntos, la verdad es que había aceptado todo cuanto mi amo, me había pedido. Pero eso me hacía dudar, y a la vez pensar si tenía tanta importancia; sabía perfectamente que la importancia estaba en mi sumisión, en el hecho de someterme a sus gustos, ya que era de él, y por lo tanto me debía a él. No por que él me lo pidiera, si no porque yo libremente quería hacerlo, ya que mi felicidad era verlo feliz, y sabia que lo deseaba tanto, en fin que después de todo el día, comiéndome el coco llegue a la conclusión, que dejaría que me las puestera. No sin tener un poco de miedo por las consecuencias que pudiera tener.
Salí de casa, como las tres tardes anteriores, mis pasos me guiaban hacia el hotel donde se hospedaba, mi caminar ya no era tan ansioso, como los primeros días, iba caminando serena, pensando en nuestro encuentro y en la forma en la que me entregaría hoy a él, y en las cosas que tendría preparadas para mí, seguramente se habría estado preparando, imaginando como hacerme más feliz si cabía, y siempre cabía más, si mucha más felicidad entre nosotros. En este camino que nos habíamos marcado, todo se reajustaba, todo iba en camino ascendente, la complicidad, la entrega, el amor que sentimos el uno por el otro, nos hace fuertes en este caminar que desde hace un año empezamos a vivir.
He llegado al hotel, subo al ascensor que me sube hasta el cielo de su mirada, la campana suena, se abre la puerta, salgo, y me dirijo hacia su habitación, plenamente decidida a dar un paso más. Pico la puerta, me abre y entro, nos saludamos contándonos cosas del día, hablan mas nuestros ojos, que nuestra boca, ambos sabemos los deseos que tenemos. Puesto que, con una mirada, nuestra complicidad se abre como una flor.
Sobre la mesita están las anillas, junto a varios juguetes, que nos acompañan en nuestros juegos, él me dice que elija hoy yo, lo que quiero usar. Lo miro directamente a los ojos, mientras me voy desnudando, noto su mirada lasciva, me voy quitando la ropa, quedándome solo con la braguita, acerco una silla a la mesita, me siento al lado de ella, cojo dos pañuelos y le digo que me ate los pies, y las manos.
Con suavidad pero contundentemente, ata las manos a la espalda, y los tobillos a la silla. Lo noto un poco sorprendido, pero a la vez ilusionado, noto como su respiración se agita al hacerlo, eso me indica que le excita hacerlo, se acerca a mi y me besa apasionadamente en la boca, siento su lengua, buscar la mía y juguetear con ella, y se retira despacio mordiendo con sus labios los míos.
Le digo que coja las anillas que quiero que me las ponga, y la sorpresa aún sigue en su rostro, haciéndose más intensa y me pregunta:
-¿Estas segura?
Le contesto que si, y noto como se va poniendo nervioso, pero sonríe y no deja de mirarme a los ojos.
Abre el armario y saca un botiquín, lo pone abierto sobre la mesa unas agujas estériles, betadine, alcohol, algodón y gasas. Te dolerá me dice y le respondo, mas me duele su ausencia cuando no te tengo, así al menos, cada vez que los toque o los roce sentiré que aún hay mas dolor.
Se lava las manos con alcohol, se pone unos guantes de látex, desinfecta mi pezón derecho, y aplica betadine por toda la aureola, Mi respiración se hace más fuerte y agitada cada vez, pero no dejo de mirarlo a los ojos. Me mira un instante, volviendo a preguntar si estoy segura, yo asiento con mi cabeza. Coge la aguja con una mano, mientras estira mi pezón con la otra, lo noto seguro y eso me da confianza.
La aguja va entrando en mi pezón, noto mi carne como se va desgarrando. El dolor es fuerte, pero lo hace rápido, muerdo mi labio no quiero quejarme, y no me quiero perderme sus gestos; veo que el también se muerde el labio, sin duda se excita con eso. Empieza a sangrar un poco, coge algodón y alcohol, y me lo extiende, eso escuece pero es necesario. Desde arriba, veo la aguja atravesada en mi pezón, parece que me quema por dentro.
Mi pecho se ha endurecido, y mis pezones se han salido por completo. Hace la misma operación con el otro pezón con el izquierdo es el más sensible, me dolerá más, y de echo así fue. Al hacerlo, una lagrima rodaba por mis mejillas, el dolor me comía los pezones, como una carroña se corroe por dentro, yo notaba un dolor punzante y desgarrador.
Al terminar se levantó y besó mis lágrimas, y pude ver, que en sus ojos también había. Su mirada rota como cristal, me acerco a él, lo beso, el me responde mientras, nuestras lagrimas caen por nuestros rostros mezclándose.
Cogió las argollas, saco una aguja poco a poco, la sentía salir al igual que entro con dolor, y me ardía toda la zona. Engarzó las argollas en ambos pechos. y no paro en toda la tarde de darme mimos y besos. El sabía lo que me había costado decidirme, y sabia porque lo había echo. Ese era un paso muy importante en nuestra relación era "la entrega".
Soltó las ataduras, y me cogió en brazos llevándome hasta la cama, en la que me soltó cuidadosamente, y esa tarde todo fue de lo mas dulce. Note su boca en mi cuerpo, no hubo rincón que no lamiera y besara, sentí tanto placer que me olvide del dolor. Y goce como nunca de su amor.
Antes de irme a casa, volvió a curarme, rogándome que lo hiciera varias veces al día, le sentí mas apasionado que nunca, y eso me produjo una gran felicidad.
Me despedí y salí del hotel, por el camino fui recordando todo lo acometido esa tarde, notaba las anillas colgando de mis pezones aún doloridos, no me lo podía creer, lo había echo y no me arrepentí en ningún momento.
Ahora solo esperar haber como la herida se curaba, al fin llegue a casa, directamente me acosté a dormir, cuando sonó el móvil, era él, estuvimos hablando un buen rato, hasta que me venció el sueño. Me quede dormida, con el móvil en la mano oyéndolo, como si me hubiese cantado una nana.
Evelyn45