Travesuras
Nueva versión de este relato que publiqué hace tiempo y que necesitaba otro final, creo que se ha mejorado, me encantará leer vuestras opiniones
Vaya navidades. Mi suegro, Javier, se ha venido a pasar con nosotros estas fiestas para no estar solo, él se quedó viudo este verano pasado.
Yo soy Ana, tengo 44, mido 1,58. De pequeña había hecho gimnasia, incluso había llegado a competir con buenos resultados a nivel nacional, eso me dio mucha elasticidad y amor por el deporte que sigo manteniendo, es la cara de tener un cuerpo de niña que me acomplejó mucho durante mi paso por la universidad. Con los años, afortunadamente, he ido poniendo un poco de cadera y pecho, por lo que ahora creo que estoy en mi mejor momento, con más confianza y siento muy femenina y sexy, algunos dicen que me parezco a Marta Torné, la actriz. Soy morena, media melena lisa y cara agradable, eso dicen. Soy bastante tímida y no me gusta ir provocativa, me considero bastante tradicional, la verdad es que nunca me he planteado vestir o actuar de otra forma.
La llegada del nuevo huésped me iba a deparar una sorpresa que no esperaba, y la he vivido de forma intensa y nueva para mí, supongo que ha sido una manera de liberarme de esta carga de conservadurismo que he llevado toda la vida debido a la rigidez de mis padres, la disciplina del deporte, los estudios, el trabajo y seguramente por la inseguridad que he tenido durante muchos años por mi cuerpo.
Javier es un hombre de 67 años, introvertido, de rasgos duros por el trabajo, suelen ser cualidades de la gente de montaña, mi marido también es un poco introvertido, obsesionado con el trabajo, pero muy buena gente.
Mi suegro se ha pasado toda la vida en la granja de vacas que vendieron cuando se jubiló, ya que mi marido, Juan, hijo único, no quiso quedarse en el pueblo y continuar con el negocio familiar. Él montó una tienda de juguetes en Barcelona, que le va muy bien, pero en estas fechas lo tiene absorbido.
Yo soy profesora de instituto y me disponía a pasar otras navidades sola en casa con mis cosas, mis lecturas, mi gimnasia, un poco de piano y a ver si acabo por fin una novela que tengo en marcha desde hace años, sin pretensiones de publicarla, sólo me sirve para dar rienda suelta a mi imaginación y me distrae.
Mi suegro es la primera vez que iba a pasar tantos días con nosotros, alguna vez habían venido con mi suegra a pasar un fin de semana o nosotros habíamos ido un par de días al pueblo, supongo que, si tuviéramos niños, que por un problema biológico no he podido tenerlos, hubiéramos ido a pasar los veranos allí. A mí me gusta el pueblo, pero, tanto a mi marido como a mí, nos encanta viajar, y solemos aprovechar sus vacaciones para hacer una buena escapada.
El día de la llegada de Javier me sorprendió porque se mostró más amable y simpático de lo normal, me dio un abrazo y dos besos al ir a recogerlo a la estación de autobuses, ya no se atreve a conducir. Dos besos sí que me daba siempre, pero un abrazo tan largo no lo recuerdo, me sorprendió la cariñosidad, debe ser la soledad.
Con Javier tuve una experiencia muy morbosa uno de los fines de semana que pasamos en su casa del pueblo. Hacía mucho calor y después de comer me fui a hacer la siesta, mi marido y su madre fueron a Puigcerdà a hacer unos recados y en casa sólo estábamos mi suegro y yo. como hacía tanto calor me acosté sólo con mis braguitas, pero no podía conciliar el sueño por lo que me quedé tendida, adormitada, pero sin llegar a poder conciliar el sueño. Al poco rato noté una sombra en el lateral de la ventana que daba a la terraza, las cortinas dejaban un pequeño espacio que permitía la visión directa de la habitación, no podía ser otro que mi suegro que estaba espiándome, estaba bloqueada por la situación, no sabía qué hacer, si levantarme y montar un escándalo o no hacer nada, opté por no hacer nada, seguir expuesta a sus ojos, la sorpresa inicial se transformó al pasar los minutos en placer, placer de exhibirme, de sentirme bonita y deseable, al poco rato quedé dormida y al despertar ya no estaba.
En casa, mi suegro se mostró más amable y hablador que de costumbre incluso se ofreció a ayudarme en las tareas de casa, supongo que no quería ser una carga, y ahí vino el segundo episodio que desencadenaría la tormenta.
Javier se ofreció a ayudarme a hacer su cama y, estando yo agachada, vi como fijaba sus ojos en mi escote de una manera casi descarada y continua. Fue tan inesperado que continué agachada, quieta, mostrándole el escote, sin reaccionar viendo como él me miraba. No podía ver mucho, el canalillo del escote, quizás un poco de un bonito sujetador que llevaba, no más, pero estaba completamente ido, ni se fijó en que yo le estaba mirando hasta que al cabo de unos segundos levantó la cabeza nos cruzamos la mirada y la apartó rápidamente al sentirse descubierto. No pudo ocultar enrojecerse, pero seguimos con la tarea como si nada hubiera pasado.
Este inocente suceso, lejos de hacerme sentir ofendida me causó otra vez placer, incluso me despertó simpatía y un poco de pena por el pobre viudo que no pudo evitar quedarse mirando el escote de su nuera.
Seguimos con normalidad el resto del día, vino por fin mi marido y nos sentamos a cenar, ellos dos estaban uno al lado del otro, yo enfrente, y hablábamos distendidamente, Javier no podía evitar mirarme fugazmente los pechos, era un poco violento hacerlo tan descaradamente delante de mi marido, pero nada podía hacer, sentía como me desnudaba con la mirada, al levantarme para cambiar los platos me seguía con los ojos y podía ver a través del espejo de la sala como al girarme me miraba el culo. No podía sacármelo de la cabeza, pero lo más preocupante es que mi cabecita pedía seguirle el juego, hacer como si nada pasara y dejarle mirar y que me desnudara con la imaginación a placer, incluso me sorprendí moviéndome más coqueta. Sí, aquel juego me estaba gustando.
Esa noche casi forcé a mi marido a hacerme el amor, hacia un par de semanas que no hacíamos nada, y me arrancó un par de orgasmos intensos, yo no paraba de pensar en los ojos de su padre clavados en mi escote y el juego de miradas de la cena.
Por la mañana mi marido se fue temprano, ese día salí a desayunar en camisón. Es una pieza muy bonita que me llega hasta las rodillas, con escote generoso, pero sin peligro de que me salga nada, no tiene mangas y el agujero para los brazos baja bastante por lo que según la posición que adoptes puede dejar ver bastante. Normalmente me pongo sostenes e incluso un batín encima, pero esa mañana me levanté guerrera y quería continuar el juego.
Javier se levantó y vino a la cocina donde yo estaba desayunando tranquilamente. No pudo evitar sorprenderse de verme así y con mucha timidez se sentó frente a mí, hablamos un buen rato de cosas sin importancia, de la granja, del frio del invierno en los Pirineos, del turismo... yo le escuchaba con atención y le dejaba mirar, como si no lo notara. Él intentaba disimular, pero no podía evitar que se le fueran los ojos.
Yo - ¿Quiere que le toque algo?
Javier - Como?
Yo - Sí, en el piano, ¿quiere que le toque algo?
Javier - Por supuesto, ya sabes que me encanta como tocas el piano
Se sentó en el sofá delante del piano y yo empecé a tocar unas piezas clásicas que estoy ensayando últimamente.
Yo sabía que al alzar los brazos para tocar el camisón dejaría ver lateralmente mis pechos, él se dio cuenta pero desde donde estaba no podía ver nada, así que, al cabo de un rato, se levantó y empezó a pasear por dentro de la sala disimulando. Yo notaba como pasaba el aire a través de las mangas abiertas del camisón y como mis pechos bailaban expuestos al ritmo de mis brazos. Hacerme la ingenua en esa situación era muy forzado, él se tenía que dar cuenta por fuerza de que me estaba exhibiendo descaradamente y que yo sabía que se estaba colocando para disfrutar de las vistas. Aun así, seguí tocando como si nada pasara. Si no fuera por la música que llenaba la sala el silencio de la exhibición se hubiera hecho inaguantable.
Javier se sentó a mi lado, a cierta distancia, en una posición perfecta, a una altura perfecta, notaba sus ojos acariciándome los pechos, los pezones se hincharon casi dolorosamente, seguro que podía verlos lateralmente culminando el pecho blanco, era tan fácil simplemente alargar la mano y coger ese pecho que hasta me daba miedo que se atreviera a hacerlo.
Al finalizar la pieza me giré hacia él que me miraba con la cara descompuesta no sabía que decir después del espectáculo que le acababa de dar.
Yo - Le ha gustado
Javier - Sí tocas muy bien, me encanta ver lo rápido que van tus dedos por todo el teclado - intentando justificar que estuviera situado allí en vez de cómodamente sentado en el sofá como estaba en un principio.
Yo - Estoy contenta que le haya gustado, mañana otra pieza
Javier - Por supuesto, me encantará oírte
Pasamos un par de días con este jueguecito, Javier se sentaba directamente en su silla, a mi lado, un poco distanciado para ver a través de las mangas, sin disimular, ni él ni yo.
Todo esto me tenía la libido muy subida, a mi marido le reclamaba cada noche, el pobre, que estaba agotado de trabajar, no dio más de sí, así que, sin calmar mis ganas, le dije a Javier que no habría piano ese día, él no disimulo su cara de decepción, que cambió de inmediato cuando le pedí que me ayudara a ordenar una habitación que teníamos de trastero.
Yo estaba nerviosa por lo que iba a hacer, pero mi cuerpo me lo pedía a gritos. Yo vestida tan solo con el camisón y unas braguitas, y él con el pijama y el batín nos pusimos a remover cajas.
Cuando me agachaba el camisón se separaba de mi cuerpo tanto que dejaba completamente a la vista mis dos pechos, la barriga, las bragas blancas de encaje fino transparente que me había puesto y hasta las rodillas. Javier seguía mis movimientos con atención, no perdía detalle, no disimulaba en absoluto, sus ojos se clavaban en mi cuerpo escaneando cada centímetro. Yo le iba contando lo que había en las cajas, el tiempo que hacía que no las habría, lo desordenado que estaba todo... él no decía nada.
Cuando dejábamos una caja en el suelo yo me ponía de cuclillas, cerraba y abría mis piernas como si no me diera cuenta de que le estaba dando una vista perfecta de mis braguitas transparentando levemente a través del encaje el vello de mi sexo. A Javier se le iban los ojos, mientras yo le explicaba anécdotas de los objetos que sacábamos de las cajas, él ni los miraba, estaba completamente absorto en el espectáculo que le estaba dando.
Yo estaba excitadísima y confusa por mi comportamiento, pero no podía evitarlo, me sentía bella y sexi como nunca, pero mi descaro llegó a tal punto que pasó algo que rompería toda la magia, maldita sea, estaba disfrutando ¿por qué tuvo que pasar?
Javier alzó la mirada, nos miramos un instante y dijo:
Javier - Ana, ¿por qué haces esto?
A mí me dio un bajón brusco de la excitación que estaba experimentando con mi exhibición. Fue un duro golpe de realidad, era mi suegro, me había pasado, no supe que decir, se me cayó el alma a los pies, me levanté y salí corriendo de allí, todo se derrumbaba, ¿cómo había podido llegar a esto? La ansiedad pasó a transformarse en lágrimas, me encerré en la habitación y los ruidosos sollozos, que no podía contener ni aplastando mi cara contra el cojín de la cama, sólo se silenciaron cuando Javier llamó a la puerta pidiendo permiso para entrar, se sentó a mi lado, cariñosamente me acarició la espalda encima del camisón.
Javier - Cálmate mi niña, no pasó nada
Yo - Lo siento Javier, lo siento mucho
Javier - Ana, de verdad que no pasa nada, eres una mujer preciosa, estar contigo estos días es lo mejor que me ha pasado, no puedo evitar mirarte, me gustas mucho, eres un ángel
Yo - Lo siento de verdad, no sé qué me ha pasado, yo no quiero hacerle daño a Juan, es una buena persona y le quiero
Javier - Ya lo sé mi niña, yo quiero lo mejor para mi hijo, y contigo lo tiene, es muy afortunado de tenerte, esto que ha pasado es una travesurilla, no sólo tuya, también mía, la gente necesita hacer travesuras, es sano
Yo - Si Javier, eso es, una bonita travesura, ya pasó, lo siento Javier, no volverá a ocurrir
Javier - no por favor, me encantan las travesuras, no volveré a meter la pata, ya sé que sólo son travesuras
Se hizo un silencio, me giré y le miré a los ojos. Su cara era de decepción, tenía ante mí a un niño que se había quedado sin juguete, no vi otra cosa
Yo - Javier, gracias por todo, es usted adorable. Espéreme por favor aquí, voy a ducharme.
Él me miro con cara de no comprender nada, me levanté, le di un beso en la mejilla, abrí el armario, cogí la ropa y mientras cerraba la puerta del baño de la habitación le miré con una sonrisa. No la acabé de cerrar, la dejé un par de centímetros abierta.
Mientras me quitaba el camisón vi a través del espejo como la sombra de Javier se acercó a la ranura de la puerta entreabierta, Ahora que ya sabíamos los dos a qué jugábamos estaba más tranquila. Uno de los momentos más excitantes de mi vida fue cuando me bajé esas braguitas. Ahora ya me podía ver entera, a su antojo, estuve así un buen rato, esperando a que el agua caliente del termo llegara a la ducha, me miraba al espejo, luego buscaba cosas en la cesta, ordenaba mi ropa, me estaba viendo entera, toda, me sentí feliz.
Al salir del baño él estaba acostado en la cama, esperándome, con una sonrisa, me dijo - Sabes Ana, tengo ganas de travesuras, siempre he sido ejemplar, pero no vale la pena perderse tantas cosas de la vida - se levantó, me dió un beso muy cerca de los labios y se fué.
A la mañana siguiente Javier me dijo que había quedado con un amigo suyo que vivia en Barcelona, es un antiguo amigo del pueblo que se fué a estudiar bellas artes a Barcelona en los años 70 y ya no volvió, por lo visto no le fueron mal las cosas y siempre mantuvieron el contacto.
Accedí gustosa, no tenía nada más que hacer y me apetecía estar con Javier. Llegamos sobre las 10 a su casa, en la Bonanova, una preciosa finca antigua donde tenía el estudio y la vivienda
Javier - Buenos días Alberto, pero que ganas tenía de verte bribón
Alberto - Me alegro un montón que te hayas acordado de los viejos amigos, y vaya, veo que vienes muy bien acompañado - se notaba que no me esperaba -
Javier - Si, ella es Ana, nos conocimos por internet, que te parece, ¿hacemos buena pareja? - soltó así, sin más, sin avisarme ni nada, me quedé helada -
Alberto - Vaya vaya, que bien escondido lo tenías, me alegro que rehagas tu vida Javier, di que sí, viva el amor
Yo - Un placer Alberto, Javier me ha hablado mucho de ti, dice que eres un pintor estupendo
Alberto - Javier exagera, pasa y te enseño la casa y mi estudio
Alberto pasó delante, pellizqué a mi suegro y le dije al oído - Pero de que vas?
Javier me contestó - una travesura, y me guiñó el ojo
Pasamos por los pasillos de la casa, llenos de dibujos y pinturas preciosas, la mayoría retratos de mujeres y marinas
yo- Javier no te ha hecho justicia, me encanta tu trabajo
Alberto - Muchas gracias Ana, este es mi mundo desde que dejé atrás el pueblo
Entramos en el estudio y mientras ellos se ponían al día yo daba vueltas observando los dibujos de Alberto, unos desnudos preciosos, con unas poses muy estudiadas, un realismo que inquietaba, todos desprendían una gran sensibilidad, y algunos de ellos retrataban la sexualidad femenina con enorme sensualidad.
Alberto - Continúas pensando que son buenos?
Yo - Por supuesto, son fenomenales, felicidades
Javier - El amigo Alberto prefirió pintar desnudos en Barcelona a pintar vacas y paisajes de los Pirineos, todavía no entiendo el por qué - reímos todos
Alberto - Sabes Ana, perdona la confianza, pero me pareces una mujer preciosa, hace tiempo que mi carrera está un poco estancada por falta de ideas, no quisiera que te sintieras incómoda, pero, con el permiso de Javier, igual no te importaría posar para mí
Javier - ni hablar eres un salido, jajaja
Yo - Cómo que, con el permiso de Javier, desde cuando necesito yo permiso de un hombre para hacer algo
Alberto - Uyuyuy, Javier, tu no conoces a las mujeres de Barcelona, no son como en el pueblo
Javier - Venga Ana, no me dirás que te apetece posar para Alberto
Alberto - Oyeeee payes de pacotilla, vuélvete con tus vacas, jajaja. Estamos hablando de arte. De verdad Ana, estaría muy bien, oye, que yo pago eh
Yo - Pero si aquí sólo tienes retratos de jovencitas con cuerpos de revista, creo que no encajo para nada a mi edad y mi perfil
Alberto - Te equivocas de mucho, ahora te enseñaré la colección en la que estoy trabajando ahora, son mujeres reales, de todas las edades, de todos los tamaños, quiero hacer una exposición que impacte, que resalte la belleza del cuerpo humano a cualquier edad.
Sacó una carpeta con unos 50 dibujos sublimes, hombres y mujeres de 18 a 70 años, muy expresivos, no podía dejar de mirar cada uno de los detalles, sus arrugas, sus expresiones, su luz y la sensualidad en cualquiera de ellas, eran sublimes
Yo - Alberto estoy maravillada, son unos dibujos impresionantes
Alberto - es un sí?
Javier - Es un qué bueno eres, pero adiós, jajaja
Yo - Pues me encantaría Alberto
Javier - Pero si te van a reconocer todos tus alumnos y... - casi se le escapa mi marido - ...sería un escándalo
Alberto - no te preocupes, si quieres cambiaré rasgos de tu rostro para que no puedan reconocerte
Yo - Perfecto, ¿cuándo empezamos?
Alberto - Por mi ahora mismo podemos empezar haciendo unos croquis de estudio - y se fue corriendo a preparar sus utensilios
Javier - Pero estás loca?
Yo - Es una travesura. - Le guiñe el ojo y le dí un cariñoso beso en la mejilla, una venganza sublime por haberle dicho a Alberto que era su pareja
Javier se quedó en un rincón del estudio, mientras, Alberto me comentaba las ideas que tenía y encendía unas estufas para que no pasara frio
Alberto - si te parece, y te sientes a gusto y preparada puedes desnudarte y te acuestas en el diván como te he comentado
Javier me miraba serio desde su sofá mientras me desnudaba, yo le miraba directamente a los ojos, desafiante, mientras él tomaba un sorbo de licor. Alberto no me prestaba la más mínima atención hasta que se giró y se me quedó observando, estudiando cada centímetro de mi cuerpo mientras me ponía en la postura propuesta. Yo estaba un poco nerviosa, estaba completamente desnuda sabiéndome observada por dos hombres, uno mi suegro, pero no ya disimulando no saber, esta vez, sabiéndome exhibida sin pudor. Alberto se me acercó, mucho, corregía mi postura para conseguir el efecto que él deseaba, le tenía a un palmo de mí, nunca había estado desnuda tan cerca de un hombre que no fuera mi marido, podía sentir el calor de su respiración en mi piel. Después de dar un par de vueltas a mi alrededor se fue a su sitio, miré a Javier, estaba un poco más lejos, seguía exactamente en la misma posición de antes, observándome.
Tras media hora después Alberto me pidió que descansara, no estaba muy contento, - quizás demasiado clásica la postura - dijo un poco decepcionado con si mismo
yo me puse por encima una bata que me dio, sin atar la cintura, sólo por encima, a esas alturas ya había suficiente confianza, me enseño su estudio, Javier se acercó a ver, y estuvimos hablando un rato sobre los puntos buenos y flojos del estudio que me había hecho.
Javier me dijo - estas preciosa cariño y me dio un beso en los labios muy cariñoso que evidentemente no quise esquivar ni negárselo, nuestro artista nos miraba y dijo:
Alberto - Ya lo tengo, será demoledor, os quiero a los dos
Javier - Cómo?
Alberto - Quiero haceros un retrato a los dos juntos
Javier - Tú estás loco chico
Alberto - Venga hombre no me digas que te da vergüenza, nos hemos bañado en pelotas en el rio mil veces
Javier - Ya, pero éramos jóvenes, que ya tenemos 67 damos pena
Ana - Vaya vaya... con los dos pueblerinos, ya me hubiera gustado espiaros a esa edad, jajaja, -dije guiñándole el ojo- venga Javier, estas estupendo, muchos de tu edad ya quisieran, y ya ves, no se trata de ser David de Miguel Ángel, se trata de retratar personas de verdad -él se quedó desarmado, pensaba que yo también me cortaría un poco y no le haría el juego a Alberto, pero no fue así, a esas alturas, con mi bata medio abierta que me salía una teta, completamente desinhibida y, tengo que reconocerlo, excitada por la situación quería saber hasta dónde podía llegar.
Javier - está bien, habéis ganado, pero de esto ni una palabra en el pueblo
Alberto - Javier hombre, con poca gente tengo contacto en el pueblo a parte de tí, y yo soy muy discreto, te sorprenderías de gente que tú y yo conocemos y que ha posado para mí y no te he dicho nunca nada
Javier - ah sí? del pueblo? no jodas! quien?
Alberto - No pienso decirte nada, jajaja, para que veas que soy una tumba con mis modelos
Javier se desnudaba con mucha vergüenza mientras yo me quitaba la bata de nuevo y quedaba a la espera de nuevas instrucciones
Alberto - Me gustaría que abrazaras a Ana por detrás, quiero que pongas una mano en su pecho y la otra en la cadera, rodeándola, completamente pegados, que reposes tu cara en su hombro, necesito amor a tope, y creo que tengo a la pareja ideal - dijo con una sonrisa
Javier, ya completamente desnudo se giró hacia nosotros, tenía un cuerpo bien cuidado, fibroso, de su edad, pero bello, me pareció muy bello. Estaba muy nervioso, se le notaba por lo torpe de sus movimientos, nada habitual en él. Su pene estaba excitado, intentaba taparse
Alberto - Venga relájate hombre, no pasa nada, poneros en posición
Javier se acercó a mí, yo estaba completamente excitada por la situación, estar así con mi suegro, desnudos... noté que su cuerpo en mi espalda y como esos brazos fuertes de granjero me abrazaban muy cariñosamente, posó su mano en mi pecho delicadamente, yo estaba en las nubes, notaba los pelos de su pecho en mi espalda y su pene mal encajado entre mis nalgas completamente excitado, le ayudé a colocarlo bien con un ligero movimiento de mi trasero. Apoyó su cabeza en mi hombro como le indicó Alberto que volvió a pasar revista de nuestra pose, corrigió un par de detalles y empezó a dibujar.
Notaba la respiración de Javier que no había dicho absolutamente nada desde que entramos en contacto, primero muy rápida por los nervios y a medida que pasaba el tiempo más sosegada, relajada. Apretaba fuertemente con sus brazos mi cuerpo y mi pecho contra el suyo, notaba todavía su pene muy caliente entre mis nalgas. Me susurró que estar así era una locura, pero era lo más delicioso que había hecho en su vida.
Así estuvimos casi una hora, Alberto estaba muy contento con el resultado, cuando dijo que podíamos descansar fue como si de repente se acabara la magia. Nos mostró el dibujo y nos pareció una maravilla, una pareja madura en el top de la sensualidad. Javier ya se había olvidado de sus prejuicios y Alberto nos propuso un retrato más, Javier y yo nos miramos con complicidad y asentimos a la vez.
Alberto esta vez nos explicó que quería una postura más sexual, quería que Javier se sentara en una postura como de yoga y yo sentada encima suyo abrazándole con los brazos y las piernas
A Javier se le desencajó la expresión de la cara, y creo que a mí también, no sé si estábamos realmente preparados para tanta desinhibición, pero me salió de la garganta un "perfecto", a esas alturas ya, que más daba
Javier de nuevo excitado ante la que se le venía encima, o sea, yo, se puso en posición, con el pene completamente erecto, yo, también muy excitada, chorreando literalmente me puse encima suyo empujando y deslizando con mi sexo el pene contra su cuerpo, el contacto de su pene con mi vulva completamente abierta por la posición y lubricada me causó un tremendo placer, y supongo que a él también por el leve suspiro que dio, mi pecho se apretó con su velludo pecho encajando nuestros cuerpos perfectamente. Alberto de nuevo inspeccionó la escena nos pidió que nos apretáramos más y que pusiera mi mano en su cabeza empujándola contra mi cara, puso la mano de Javier en mi culo agarrándolo fuerte con toda la palma abierta, yo estaba tremendamente excitada.
Por la posición que estábamos podíamos hablarnos en la oreja sin ser oídos
Javier - Estamos completamente locos, espero que mi hijo no sepa nunca esto
Yo - Es una travesura Javier, una travesura gorda, pero me parece lo más bonito del mundo
Javier - sin duda lo es
Noté como Javier me besaba el cuello con pasión, yo cada vez más excitada moví levemente mi cadera frotando muy sutilmente mi clítoris contra su pene y aumenté la respiración, Javier apretaba con la mano que estaba en mi culo para que no parara de moverme siguiendo el ritmo de mis movimientos, miré a Alberto a los ojos, Javier no lo podía ver porque estaba de espaldas, él notó mi excitación y los movimientos que hacía sobre Javier y me sonrió, notaba el calor en mi cara, debía estar roja como un tomate. Dejó de dibujar y se puso la mano sobre su paquete mientras con la otra mano se ponía el dedo delante de la boca para que no dijera nada, yo loca de excitación levanté mi cadera para que Javier entrara en mi vagina que, por supuesto, hizo muy fácilmente casi automáticamente, por lo lubricada que estaba, no podía creer lo que estaba haciendo, me estaba follando a mi suegro delante de otro hombre que se estaba masturbando. Javier respiraba fuerte pero no decía nada, Alberto se sacó su pene mientras miraba la escena y siguió con su masturbación, yo seguía abrazando y moviendo las caderas con mi suegro dentro, empezamos a sudar abundantemente, las estufas ya sobraban.
Javier movió la mano que tenía en mi trasero y bajó uno de sus dedos hasta el ojete de mi culo presionándolo levemente, el placer fue enorme, mi marido nunca me tocaba así, Alberto se levantó sin hacer ruido y se acercó a mí, se quedó a escasos 30 centímetros, con su pene en la mano, exhibiéndose orgulloso, era un pene precioso, más grande que el de mi marido o el de Javier, pero sin ser extraordinario, la punta brillaba, yo lo miraba fijamente, me pareció muy apetecible, alargué mi mano para tocárselo y lo estuve manoseando un rato sin apartar la vista, recogí el líquido de la punta y me lo llevé a la boca, le hice una señal para que se mantuviera en silencio y se retirara, era tal la excitación que tuve uno, dos, tres orgasmos uno detrás de otro, como nunca, y en el último, Javier tensó todo su cuerpo para vaciarse dentro de mí. Alberto también se corrió delante mío, se limpió y se quedó mirándome con una sonrisa de satisfacción. Javier continuaba dentro de mi agotado dándome besos en el cuello yo se los devolví en agradecimiento.
Alberto entonces dijo - Chicos, estoy bastante agotado y esta escena se merece mucho cariño, creo que deberíamos seguir mañana, y se alejó para dejarnos vestirnos y limpiarnos en la intimidad.
Javier no se atrevía a mirarme a la cara
Yo - Javier, esto ha venido como ha venido, no debes arrepentirte de nada, ha sido precioso y ocupará siempre un lugar enorme en mi corazón, pero ya te dije que yo quiero a Juan más que a nadie en este mundo y no voy a hacerle daño, él nunca lo sabrá, ha sido sólo una travesura
Javier sin decir nada me abrazó todavía desnudo y me dijo - Lo sé Ana, no me arrepiento, y tampoco quiero que mi hijo sufra, esto va a quedarse aquí, no se repetirá, y te puedo asegurar que lo recordaré cada día de mi vida.
Yo - Estoy de acuerdo, pero, primero deberíamos dejar que Alberto acabe su cuadro mañana, ¿no?