Travesura con cuatro hombres

Asistí a la reunión de ex compañeros de la Prepa, sin mi marido, y me dieron una súper cogida.

Travesura con cuatro hombres

Hacía mucho que no veía a mis antiguos compañeros de la Preparatoria. La invitación llegó a mi casa el miércoles y me emocioné de imaginar cómo estarían mis viejos amigos. La fiesta era el domingo siguiente. Mi esposo no quiso ir pues tenía trabajo, así que iría sola.

Después de bañarme saqué del cajón una pantaleta color canela y un sostén semitransparente del mismo color. Abrí el clóset para elegir un buen atuendo, y pensé en un vestido formal pero desistí ya que no quería que mis amigas pensaran que estaba convertida en algo distinto a lo que fui siempre. Opté por unos jeans ajustados que me hacían ver más nalgona de lo que estoy, y una camiseta de rayas horizontales. Quería presumirles que he mantenido mi cuerpo en forma. La línea del pantalón vaquero acentuaba mis caderas y nalgas que siempre han sido mi mayor atractivo.

Como toda hembra vanidosa, me miré de frente y de perfil y me pareció que el sostén aplastaba mis pechos, así que decidí quitármelo. Di unos pasos y sentí cómo se bamboleaban mis senos ya sin la presión del bra. Mis pezones se endurecieron al roce con la tela, estaba cachonda y ansiosa de una buena verga. Un poco de maquillaje y unos zapatos bajos dieron fin a mi atuendo. Me peiné con una coleta que me daba un aspecto de adolescente desenfadada. Sin presumir, creo que por ningún lado se me notaban mis 33 años.

Tomé la autopista hacia el sur. No conocía la dirección que venía en la invitación así que traté de no distraerme. Pasé todas las señales que me habían indicado para llegar, pero no encontré la dirección correcta; regresé un poco y decidí preguntar pero no había nadie a la vista. Finalmente alcancé a un hombre que caminaba sin prisa. Detuve el auto junto a él y lo saludé. Cuando se volvió no pude evitar la sorpresa, era Pedro, uno de mis antiguos novios. Me bajé del auto y nos abrazamos. Al sentir su cuerpo pasaron por mi mente algunas imágenes de las muchas veces que estuvimos desnudos en la misma posición.

¡Estás igualita, pincha "Flaca"!... -, ese era el apodo que yo tenía en la Prepa.

¡Tú también, Pedrito!… -, y no mentí, seguía siendo muy guapo.

¡Date una vuelta y déjame verte bien!... -, giré sobre mis talones mostrándole mi redondo culo.

¡Estás mejor que nunca!... -, dijo dándome una nalgada y poniendo su mano en mi cintura. -Sería bueno recordar los viejos tiempos… -, agregó con una mirada de malicia.

Ambos reímos, se subió a mi automóvil y avanzamos, él sabía bien la ubicación de la casa. En cuestión de minutos nos encontramos en la dirección correcta… Entre más saludaba a los invitados, más sorprendida estaba yo del paso del tiempo. Casi todos estaban casados y con hijos. La mayoría hablaba de sus aburridos empleos o de sus problemas familiares, enfermedades o problemas con los hijos. Hacía calor y la fiesta estaba de lo más aburrida. Estaba decepcionada de esa reunión y solo pensaba en algún pretexto para huir. Cerca de las nueve de la noche, decidí despedirme. Cuando me acerqué a Pedro con ese fin, me tomó de la mano y me dijo al oído:

Nena, no te vayas aún, te estoy preparando una sorpresita… -

Esas fueron como unas palabras mágicas, sabía que cuando Pedro decía algo así, tenía algo muy divertido en mente. Media hora más tarde, se acercó a mí y me dijo discretamente:

Sígueme, todo está listo… -

Tratando de pasar inadvertida, lo seguí hacía lo que parecía un garaje. La luz estaba apagada y se escuchaban risitas. Entramos y sentí la presencia de varios hombres. Traté de mirar a Pedro pero su mano en mi hombro me tranquilizó.

No te preocupes-, dijo a mi oído. - Son Luis, Juan Manuel y Francisco... Les dije que no había nadie como tú para mamar una verga… -

Sus palabras surtieron un efecto doble, por un lado me hacían sentir como una puta, pero por otro, me ponían nerviosa; nunca había estado con más de dos machos a la vez… Ellos se acercaron, ciertamente reconocí a todos mis antiguos compañeros. No podía negar que la situación comenzaba a excitarme, además sus comentarios no parecían ninguna amenaza.

Hola "Flaquita"… -, me saludó Paco.

¡Mira nada más que sorpresota!... –, agregó Luis.

Nos dice Pedro que eres muy cachonda, ¿es cierto?... Siempre me gustaste, pero no imaginé que te gustara tanto la verga… -, las palabras de Manolo me encendieron y decidí ponerme a la altura de la situación.

Pues ya vez querido, te has perdido de lo mejor… -, dije echando mis pechos al frente, donde resaltaban mis erectas bolitas.

Un agradable calor empezó a apoderarse de mi cuerpo, mi respiración se hacía más intensa y sentí que la ropa me estorbaba. Se acercaron más aún y sus manos empezaron a acariciarme. En la oscuridad, podía sentir su deseo, unas manos se deslizaron por debajo de mi camiseta y se apoderaron de mis pechos desnudos. Sentí mis pezones endurecerse más todavía por la presión de unos dedos como tenazas. Un gemido escapó de mi boca y arqueé la espalda mientras otras manos acariciaban mis nalgas por encima del pantalón.

Alargué el brazo izquierdo y tomé la cabeza de uno de ellos, la acerqué a mis pechos y él, inmediatamente levantó mi camiseta. El calor de su boca rodeó uno de mis pezones y comenzó a lamer despacio. Alguien más siguió el ejemplo y pronto sentí una boca en cada una de mis tetas lamiendo y succionándolas con un deseo incontrolable, como si quisieran extraer leche de ellas.

En ese momento, alguien comenzó a desbrochar mis jeans, el sonido del zíper se mezcló con las risitas y jadeos de todos nosotros. El que estaba detrás de mí deslizó los jeans a lo largo de mis piernas aprovechando la oportunidad para morder mis nalgas. Levanté una pierna para que me quitara el pantalón y después la otra. Para este momento, algunos de ellos ya se habían despojado de su ropa y rozaban mis piernas y pompas con sus erectos troncos.

Mis manos buscaban en la oscuridad sus endurecidas vergas, al principio con timidez y poco a poco con más descaro. Mientras se turnaban para chupar mis tetas y mis nalgas, alguien empezó a jalar mi pantaleta hacia arriba haciendo que ésta se metiera entre mi culo y mi rajita provocando una sensación de incomodidad pero a la vez, haciendo crecer en mi el deseo de sentir algo más que la tela. Aunado a estas caricias, no paraban de decirme obscenidades.

¡Pinche Pedro, eres un egoísta!, ¿por qué no nos dejaste probar esta delicia cuando íbamos en la escuela?… -

¡Esta nena tiene las nalgas más sabrosas que he visto!... –

¡Te vamos a dar la cogida de tu vida, cabrona!... ¡Hoy tu culo va a probar mi verga!... –

Putita, ¿quieres probar mi garrote?... –

Yo misma me quité las pantaletas, y de inmediato varias manos buscaron sentir mi entrepierna. Por delante y por detrás, manos y dedos recorrían mis nalgas y mis orificios que para ese momento lo único que deseaban era ser poseídos. El placer crecía sin piedad pero ellos no parecían tener prisa, se daban su tiempo conscientes de que no pasaría mucho tiempo sin que yo les suplicara que me la metieran.

Lentamente me arrodillé buscando a ciegas algún pene próximo, deseosa de apagar mi sed de mamar una endurecida macana. No fue uno si no dos los que pusieron sus animales a la altura de mis labios. Tomándolos con cada mano, comencé a alternar mis caricias a lo largo de sus vergas ardientes. Los otros dos se acercaron y empecé a repartir caricias con mis labios y lengua a cuatro animales que ansiosamente buscaban introducirse en mi boca. Por un momento me pareció que era demasiado pero supe de algún modo que en ese momento habría mamado las vergas de otros cuatro.

Alguno de ellos se fue hacia atrás de mí, me tomó por las nalgas y me ayudó a levantarlas. Sentí su lengua deslizarse entre mis pompas y un dedo se introdujo en mi ano. Después de unos minutos de comerme por detrás, comenzó a cogerme finalmente. Uno a uno fueron hacia atrás de mí, logré asirme de una pared y mi conchita probó todos y cada uno de los hombres que me estaban dando el placer más grande de mi vida.

Después de cogerme en esa posición uno de ellos se sentó en un banco próximo y me dispuse a montarlo. Cuando traté de introducir su falo en mi vagina, él retiró mi mano y tomándome por la cintura, acercó su vergota a mi culo. El dolor que sentí fue grande pero apreté los labios para no gritar. Ya antes había probado las delicias de ser enculada, pero nunca con una estaca como la que me estaban metiendo… Empecé a moverme tratando de olvidar el dolor. Concentré mi atención en las manos que acariciaban mis tetas.

En ese momento alguien se paró frente a mí. Imaginé lo que quería hacer y me dispuse a aceptarlo. Con cuidado, puso su verga en la entrada de mi papaya y comenzó a penetrarme. Ambos se sincronizaron y me vi invadida en mi cuca y en mi ano al mismo tiempo. Los otros dos no desaprovecharon la oportunidad de ofrecerme sus reatas poniéndolas muy cerca de mi boca. Tratando de aprovechar al máximo toda la carne que se me ofrecía, empecé a mamárselas alternadamente.

Cambiamos de posición y esta vez, uno de ellos se acosté en el piso y me clavó su leño en mi panochita. Me incliné lo más que pude sobre su pecho dejando al descubierto mi tremendo trasero. Mientras cabalgaba en esa posición se fueron turnando para encularme… Seguimos cambiando varias veces de posición y en todas me las arreglé para ofrecerles mi cuerpo al máximo. El placer me hizo venirme más de una vez y finalmente ellos acabaron en mis tetas.

Después de vestirnos me las arreglé para salir sin ser vista por los invitados que parecían no haberse dado cuenta de nuestra travesura.

Paty

la_hembra@yahoo.com