Travestido a la fuerza por un juego
Como, por un tonto e inocente juego, termino convertido en mujer
Vivíamos en una provincia del interior de Argentina. Esto sucedió un invierno, durante una reunión en casa de una de las amigas de mi hermana, donde habíamos ido todos a pasarla bien. Iba acompañando a mi hermana que era menor que yo. Las chicas lucían espectaculares jeans chupines pegados al cuerpo, musculosas de moda y una que otra polera ajustada de cuello alto, otras con camperas al cuerpo, otras con camperas entalladas de cuero, leggins engomadas y muy ajustadas, otras con calzas de lycra de colores y botas largas de taco alto, una de ellas con una mini de charol. Estaban todas ellas muy atractivas y creo que me encontraba muy nervioso por ello. Siempre me he considerado un chico serio, tímido y algo retraído.
Mis amigos estaban allí porque conocían a la dueña de casa, y yo me encontraba de cuidador, ya que mi hermana se quedaría a dormir allí aquella noche. Los padres de la dueña de casa llamada Jessica habían salido al cine y luego se irían a comer, dejándonos solos a todos durante largas horas con una mesa bien dispuesta, servida de gaseosas y una picada. Cuando de improviso las chicas apagaron el televisor donde estaban viendo y cantando karaoke, y nos llamaron a los varones que estábamos a un lado conversando de computadoras, para que participáramos de un supuesto inocente juego.
Se hizo un círculo entre todos, intercalándonos los pocos hombres entre las chicas que nos duplicaban en número. Inmediatamente, Jessica , quien lucía pelo ligeramente corto, estilo paje de un hermoso color rubio, calza de lycra roja brillante, botas largas apretadas de charol y corset entallado negro con cierre en la espalda, colocó una botella en el suelo, pidiéndonos a todos que nos sentáramos sobre la alfombra y participáramos. No pensé mucho al respecto, sólo les seguí el juego a aquellas adolescentes (¡yo tenía ya el doble de su edad!). Dispusieron los turnos para hacer girar la botella, y a quien le tocara tenía que cumplir con un castigo. Inmediatamente repliqué preguntando de qué clase de castigo estábamos hablando. Los demás, incluyendo mis amigos, se burlaron de mí diciendo que era un aguafiestas, lo cual me hizo sonrojarme y callarme, prestándome al juego y sus consecuencias.
Empezó el juego y le tocó el primer turno a una de las chicas presentes llamada Josie . Como las chicas eran mayoría, no era extraño que les tocara más fácilmente a ellas que a nosotros. Era esta joven de rostro delgado, ojos cafés, pelo castaño claro largo que le llegaba a los hombros. Tenía una polera blanca de lycra, prominentes pechos a pesar de su corta edad, que se le pronunciaban y revelaban los pezones en la tela. Su chupín fucsia era muy ajustado, y sandalias blancas. Y las demás en coro le exigieron que le diera un beso a uno de los chicos presentes, lo cual realizó instantáneamente, como si ella misma lo hubiese estado ansiando o esperando. Uno de mis dos amigos llamado Jonathan, resultó el feliz agraciado. Comencé a emocionarme pensando que me tocaría igual suerte con alguna de las otras niñas que no estaban para nada mal.
El siguiente castigo fue para otra chica llamada Vivian , de pelo largo claro, ligeramente entradita en carnes, que tenía un corset con cierre en el frente, brillante, engomado, dorado, muy ajustado, que le marcaba unas prominentes tetas. Tenía unos leggins negros engomadas brillantes negros y botas largas de taco alto. A ella las demás le impusieron que bailara delante de todos. Lo cual nos produjo mucha risa. Y así siguieron los giros y los castigos intercalándose en la primera ronda, besos, declaraciones, bailes. Curiosamente a mí no me tocó en aquella ronda inicial que involucró como a la mitad de los participantes. Luego se hizo un alto en el juego y la dueña de casa vino trayendo algo de licor que mezclo en el ponche que su madre había preparado, revolviéndolo y obligando a todos a tener que consumirlo. La verdad que me mareé un poco. No soy de beber licor, y no tengo cabeza para ello. Pero por no quedar mal, bebí y lamentablemente más que los compañeros ante la insistencia de las chicas.
Empezó entonces la segunda ronda, y nos volvimos a sentar en el suelo, y el turno del castigo recayó sobre otra de las chicas, Betsy , Inmediatamente uno de mis amigos varones le dio como castigo tomando la iniciativa, que se quitara la remera. Las demás chicas interrumpieron diciendo que ella no llevaba corpiño debajo, y que, si aceptaba hacerlo, nosotros como varones también tendríamos que aceptar cualquier castigo que se nos impusiera. Yo como estaba ya bastante mareado y "alegre", redoblé la apuesta, dije que sí, que deje de quejarse y lo haga, de eso se trataba el juego y de ahora en más, a toda la que se queje, doble castigo. Sin medir las consecuencias de algo que al parecer estaba más que preparado, agregué: ¡Besty además ahora tendrá que besarse en la boca con Jessica ya que ella tuvo la idea de jugar a esto! ¡Y que sea beso con lengua, por un minuto!
Luego de poner una tremenda cara de espanto y de que armaron un escándalo y se quejaron, por insistencia del resto de los varones terminaron aceptando. La niña que era muy bonita, con el pelo largo y enrulado moreno, se dio la vuelta y se fue quitando lentamente su remera ajustada mangas largas de lycra, tapándose con sus brazos y manos sus hermosos senos, mirándome con picardía y luego esgrimiendo una sonrisa malvada que me resultó sospechosa, se acercó a Jessica estirando sus brazos y dejando ver sus enormes pechos y agarrándola del cuello casi por sorpresa, le estampo flor de beso en la boca. Cerrando los ojos más por vergüenza que por placer, completamente sonrojadas, juguetearon con sus lenguas y se mordieron los labios hasta que transcurrió el minuto.
Fue el minuto más excitante y emocionante de mi vida. Inmediatamente después, una de las compañeras la acompaño al baño para que se volviera a vestir y pintar los labios, y a los cinco minutos estábamos todos nuevamente enfrascados en el juego. Y el siguiente giro recayó sobre mí. Me agarró por sorpresa, casi había olvidado que a mí también podía tocarme. Hubo en ese momento un silencio total.
Al levantar la vista y mirar a las chicas me impresioné de sus miradas y sonrisas de complicidad, lo que hizo que me pusiera pálido pensando en una terrible maldad. Sentí entonces que me venía algo terrible y que no me podría echar para atrás. Realmente había caído inocentemente en una trampa.
Muy valiente me levanté y pregunté:
-Bueno… ¿cuál es mi castigo?- Esperaba quizás que me tocara besar a todas las chicas y luego tendría que descubrir mi pecho... Pero no fue así. La dueña de casa me dijo que aguardara unos instantes, y luego regresó del baño que estaba al final de la sala, y me dijo que tenía que vestirme con todo lo que allí estaba, sino me acusarían a los papás que obligué a Betsy que mostrara sus tetas a todos los presentes y que se besaran entre las chicas. Dirían además que yo las había besado y manoseado a todas. Todas asintieron casi a coro, mostrándose de acuerdo con ella. ¡Cuando escuché eso, se me paro el corazón! ¡Me puse pálido! Me sentí mareado y empecé a temblar de terror por dentro. Me sonó a un chantaje tremendo.
¿Pero qué podría haber en el baño que fuese demasiado malo? ¿Quizás un disfraz de bebé o de conejo con el cual se la pasarían burlándose de mí toda la noche? No lo pensé dos veces y muy valiente me fui al baño. Cuanta sería mi sorpresa que al entrar en él me encontré todo bien dispuesto. Había allí una peluca de pelo largo castaño ondulado, un portaligas de raso negro, brillante con medias del mismo material y una tanga de igual color, un pantalón de charol negro muy ajustado, botas bucaneras de charol, también negras, muy angostas, un corset armado de cuero negro con cordones en la espalda, también había un body engomado con cuello alto y mangas largas, con cierre en la espalda, una campera negra, de cuero, con cuello alto, entallada. Me di la vuelta, y dije que no veía que tenía que ponerme. Todas las niñas gritaron en coro:
- ¡Todo lo que estaba allí!- Dijeron mientras festejaban con risas y seguían consumiendo alegres el ponche que a mí me había mareado.
Fue una sensación tremenda la de aquella noche en el baño, por una parte, estaba con una profunda vergüenza. La vergüenza se mezclaba con placer cada vez que pensaba en el beso que se dieron las chicas y de imaginarme a mí, besándolas a todas, algo que lamentablemente no ocurrió. Y con esas imágenes en mente, antes de que pudiera terminar de colocarme toda esa ropa terriblemente ajustada, tuve un orgasmo, lo cual me obligó a dirigirme al lavatorio. Felizmente no ensucié la ropa ni el piso. La parte difícil era salir del baño y ser visto por los amigos y las niñas.
En ese momento me preguntaron detrás de la puerta si estaba listo, y sin esperar mi contestación ingresaron violentamente tres de las chicas, una de ellas Jessica la dueña de casa, quien extrajo una cámara de video con la que había estado filmando toda mi transformación, y que había sido colocada de manera muy disimulada (camuflada), entre los objetos del baño. Casi muero de un infarto y de angustia al verme travestido por la fuerza y saber que me habían filmado desnudo, disfrazándome y teniendo un orgasmo. Y sabiendo que quien lo viera al video, pensaría que lo hice por gusto, y hasta con placer, no imaginarían que fui obligado. Sentí un miedo terrible. Protesté, pero ella me prometió que me daría el video al final de la velada, pero que, si lo quería, tendría que dejar que terminaran el trabajo conmigo y obedecerlas en todo lo que me ordenaran esa noche. No quise ponerme violento temiendo que luego pudiera ser aquello usado en contra mía cuando llegáran sus padres, e inventarán alguna otra acusación, además de la que ya me habían advertido. Así que resignado y temblando de nervios pregunté:
- ¿Y ahora qué? ¿Qué tenía que hacer a continuación?
Me ordenaron que me sentara frente al espejo, y las otras dos chicas sacaron su mochila de maquillaje y durante unos quince minutos me estuvieron echando polvo al rostro, colocándome lápiz de labio rojo, pintándome los párpados y trabajándome las pestañas. Realmente al terminar parecía una chica. Entonces las dos maquilladoras me tomaron de los brazos y me los ataron a la espalda con una soga gruesa, amarrándome con una fuerza tremenda y me pidieron que cerrara lo ojos y la dueña de casa me dijo:
-Ahora vas a ser iniciada con tu nuevo nombre para nosotras. Un nombre mágico que permitirá que salga tu esencia femenina. Y éste será “Mariana.”
Y como recuerdo de este momento, esto que te vamos a poner, es para que nunca lo olvides.
Estaba con los ojos bien cerrados, y de pronto sentí un agudo dolor en las dos orejas al mismo tiempo, lo que me hizo gritar, saltar las lágrimas y de la silla. A continuación, me limpiaron las orejas con alcohol y algodón. ¡¡¡Me habían perforado las orejas!!!, y colgado unos aretes muy femeninos! ¡Yo seguía algo mareado, y estaba indignado y sorprendido sin saber cómo reaccionar ante semejante situación! ¡Locas de mierda! ¡Me perforaron las orejas! Están re pasadas, que tienen en la cabeza? Se re pasaron, están en pedo? ¡Qué mierda les pasa! ¡Eso no se me va a ir más! ¡les grite 10 veces, enfermo de bronca! Me hicieron callar y me volvieron a sentar entre todas, desafiantes y recordándome las amenazas anteriores y el video que tenían y que una de ellas ya estaba preparando para subir a internet si yo seguía quejándome.
Me obligaron entonces a beber otro vaso de ponche para que tuviera valor de salir donde los demás me estaban esperando. Mi mareo fue mayor todavía, y al salir se escucharon risas, comentarios de sorpresa y aplausos. Me costaba caminar con aquellos tacos altos, y el solo roce del pantalón engomado con la ropa interior de raso me estremecían. A cada paso que daba, la ropa me friccionaba el miembro, me sentía violado. Detrás de mí ingresó otra de las niñas al baño para ordenar y recoger mis cosas escondiéndolas en una mochila, a la que le pusieron un candado. Me llevaron a la sala, y me daba cuenta que Jessica me seguía filmando sin descuidar detalle alguno, como queriéndose hacer de un trofeo.
-¡Es increíble que un chico tenga piernas tan bien formadas y se le pare tan bien el culo!- Comentaron entre todas las chicas.
-¡Realmente tienes unas piernas muy bonitas Martín, perdón, quise decir Mariana!-Insinuó Jessica mientras filmaba. En ese momento se escuchó la llegada del auto de los padres de la niña, por lo que me puse pálido, pasándoseme los efectos del alcohol por la adrenalina generada por el miedo. Ahora sí que estaba en problemas y no sabía qué hacer. En un instante me desataron rápidamente entre 2 de las chicas.
La madre entró presurosa por detrás, por el área que correspondía a la cocina para no interrumpirnos en la sala, dirigiéndose inmediatamente al baño porque estaba con apuro. Yo sudé frío porque ahí estaba mi ropa. Al ver mi susto Jessica me dijo que no me angustiara porque ellas se habían preocupado de poner todo en una mochila sin dejar huellas de nada. También la mamá había ingresado así porque estaba interesada en ver cómo le habíamos dejado todo en su cocina.
Como el baño estaba al fondo y al lado de la puerta de la cocina, se abrieron las puertas de ambos lados sin dejarme tiempo a reaccionar. Los padres entraron saludándonos a todos, y yo lo único que hice fue sentarme y arrimarme bien al lado de las chicas en el sofá, escondiéndome entre ellas como si fuese una más de su grupo. Tratando a la vez de taparme el rostro.
Seguidamente los amigos varones se disculparon y propiamente salieron huyendo de la casa, dejándome solo con las chicas y ahora con los padres. Yo no sabía cómo organizar mi propia fuga sin llamar la atención. Fueron unos minutos eternos.
Al rato, tocaron el timbre y una de las chicas se levantó y se despidió. Disimulando la voz hice lo propio y la acompañé hasta la puerta antes que me pudieran reconocer. Salí a la calle vestido como una chica adolescente acompañando a la otra niña, dejando a mi hermana Gene en la casa de Jessica. Afuera estaban los padres esperándole en el coche. Ella me animó a que entrara en su conversación. Esta chica llamada Anie me presentó con ellos como Mariana, amiga suya, y del equipo de básquet de la escuela.
Lo hizo obviamente para salvar la situación. Ahora resultaba que era su amiga del colegio. La madre de esta niña se me acercó y me dio un beso en la mejilla, confesándome que se me veía muy bonita, y me preguntó en que puesto jugaba en el equipo de baloncesto. Yo le contesté de alero derecho, que es donde normalmente jugaba yo realmente. El padre de ella no pudo disimular una mirada pícara a mis piernas que lucían estilizadas por el ajustado y brillante del pantalón de charol, la campera entallada y los tacos altos.
Pero ¿qué podía hacer ahora?, ¿cómo recuperaba mi ropa?, ¿cómo llegaría a mi casa si estaba del otro lado de la ciudad y tenía que tomar el tren subterráneo? Felizmente los padres de esta amiga de mi hermana se ofrecieron a llevarme, pero como no podía dejar que vieran que era yo, ni donde vivía, les pedí que me dejaran a unas cuantas calles de mi verdadero hogar, disimulando que entraba en el jardín de una bonita casa de estilo campestre, hasta que vi que se alejaron e inicié el terrible camino vestido como estaba hasta mi domicilio.
Era de noche, pero las calles estaban muy concurridas, y por esas cosas que tiene el destino, un grupo de compañeros y conocidos del barrio estaban caminando en mi dirección y pasaron cerca mío, felizmente no me reconocieron, pero me avergonzaron por la cantidad de silbadas, piropos y propuestas que me hacían mientras me miraban las piernas. Fui prácticamente fusilado por sus miradas, sintiendo una vergüenza absoluta, pero en buena cuenta, siempre siendo mirado de los hombros para abajo. Hubiese sido el fin si se hubiesen dado cuenta que era yo. Me pareció una eternidad ese tramo que hice caminando lo más rápido que podía y que me permitían los tacones, tratando a la vez de esconderme entre las sombras. Cuando llegué a casa, recordé que las llaves se habían quedado en mis pantalones vaqueros, por lo que no tendría forma de entrar a menos que tocara la puerta de casa. Sería terrible que la familia me viese así.
Al llegar, para colmo de males habían venido de visita unos tíos con sus hijas e hijos. La casa estaba llena de gente. Era el remate de la mala suerte. Me fui acercando pensando todas las posibilidades, incluso, qué diría si me descubrieran vestido completamente como una chica y todo pintado. ¿Me creerían si les decía que venía de una fiesta de disfraces?
La casa de estilo americano clásico, pintada de blanco y celeste. Tenía un amplio jardín en el frente, sin cercas, dos pisos independientes, de tal manera que había una escalera lateral del lado izquierdo por sobre el amplio pasillo que llevaba al fondo hacia la cochera. Esta escalera comunicaba con el segundo piso que estaba alquilado a otras personas. La casa estaba en alto, por encima del jardín y un desván tipo sótano, por lo que tenía unas escaleras al frente y columnas blancas sosteniendo el balcón del segundo piso y un techo de tejas.
Subí las escaleras de la entrada y miré por la ventana de la sala. Había una animada reunión dentro, por lo que comencé a revisar las demás ventanas que dan hacia la calle. La puerta trasera que da a la cocina estaba trancada por lo que no podía abrirse, además era una opción muy peligrosa; pero felizmente encontré que la ventana de la habitación de mi hermana Gene si se podía forzar para abrirla, levantándola un poco, y así me deslicé hacia dentro haciendo una contorsión. No pude evitar hacer un poco de ruido por lo que escuché pasos que se dirigían a la habitación, y la puerta se abrió violentamente.
Lo único que me quedo fue ponerme de espaldas, agacharme y meter la cabeza en el ropero dejando ver solo la mitad de mi cuerpo doblado. Era mi papa, Roy Walker, hombre duro y parco, de pelo canoso quien trabajaba en una factoría. El creyó de inmediato que era Gene, mi hermana, cuyo nombre real es Ginebra, y se disculpó de haber entrado así. Fingiendo la voz le dije que no se preocupara, pero lo hice como ella suele hablar para no despertar sospechas. El, por discreción, se colocó detrás de la puerta y me confesó que pensaba que me iba a quedar en la casa de la amiga Jessica, por lo que se retiró y tardó en reaccionar después.
No volví a contestar y escuché cómo sus pasos se alejaban, por lo que sigilosamente me dirigí a mi habitación, cambiándome a la velocidad del rayo, guardando mi ajuar femenino en una caja debajo de la cama. Y luego en el baño me lavé bien la cara, pero muchas veces, como para que no quedara vestigio alguno de la transformación. Aún tenía dolor en las orejas cuando me quite los pendientes. Procuré hacer el menor ruido posible, y al parecer tuve éxito, pudiendo salir de la casa igual que como entré, para luego nuevamente reingresar tocando la puerta y haciéndome al desentendido. Mi padre me dijo entonces:
- ¿Cómo es posible que hayas dejado que tu hermanita Gene se viniera sola?
Le contesté de inmediato:
-Gene se ha quedado en la casa de la familia de Jessica como había avisado.
-¡No puede ser! Yo la he visto hace unos minutos en su cuarto.
Mi papá se fue inmediatamente a la habitación y al ver todo en orden, se pegó el susto de su vida, y comenzó a comentar a los parientes el caso, surgiendo toda clase de interpretaciones parasicológicas. Después de saludar a todos me disculpé para ir a mi habitación a descansar. Siendo interceptado por mi mamá, Esther Walter, mujer delgada de pelo castaño, inteligente pero sumisa, quien se me acercó oliendo el ligero tufo de alcohol en mí, y no hizo al respecto mayor comentario, sólo se refirió a mis orejas recién perforadas, extrañada porque sabía que era un chico muy serio y que no era de estar usando eso. Salí del paso diciéndole que la moda entre los chicos se había impuesto, y que había cambiado de opinión por una apuesta. Ella entonces se ofreció a conseguirme unas argollas de oro para que no se me infectaran las perforaciones y se mantuvieran abiertas. Yo se lo agradecí y me retiré. Mañana iba a tener que hablar detenidamente con Jessica, artífice de la mayor vergüenza de mi vida, a través de aquella trampa premeditada de la que fui víctima quien sabe por qué oscuros fines…