Trato
Él
Él no tenía idea de las cosas que podía lograr con ella, que separaba espacios solo para respirar el mismo aire.
Siquiera era necesario ser tocada, con solo observar esa mirada lobuna sus entrañas se estremecían, revolucionaban sus hormonas y presionaban justo un camino en declive hasta su entrepierna.
Él la consideraba inexperta, pero es que solo desconocía los anhelos de su cuerpo, de su mente apasionada, de sus necesidades más oscuras.
Intuía él, el dominio conseguido, pero la entrega recibida aún no lo satisfacía, y es que faltaba ese algo que solo se siente en la calentura… En la necesidad. ¿Pero cómo motivar al que no es necesitado?.
La mirada experta cruzaba límites en el imaginario, destrozaba raciocinios y ganaba con certeza la fiereza del deseo.
¿Pasión?...¡No tenía idea que era la pasión!...antes de simplemente rozar su grandeza… de probar su sabor adictivo, caliente y espeso, vibrante, delicioso.
Cuantas noches deseó un hombre, uno como él, con la palabra sexo pegada a la frente, con el eslogan de tentación en el andar, y la expresión de un domador.
La transacción era inevitable, excitación por excitación, calentura por orgasmo, cachondeo bilateral, “quid pro quo”, un trato perfecto.
Las condiciones eran elevadas y claras, sin novedad no hay placer.
Sin motivación, no hay placer.
Sin conexión, no hay placer.
¡Y rayos como deseaba el placer!
En más de una oportunidad, se vio forzada por la calentura a tocar hasta saciar, hasta cubrir, hasta gozar… Tenía que controlar esta transformación de niña a zorra, de zorra a más.
Había jugado esa tarde a ser protagonista de alguna escena erótica, la típica cinta en la que la chica gime como posesa y pide que le den más y más duro, en la que amasa sus tetas y chorrea todo de lo extasiada de que está… comenzó como juego y terminó chorreando su propia cama… qué ganas de ser penetrada, de vibrar al contacto, de situarse en el punto exacto en el que su dueño se pierda en el submundo del deseo, en el que bombee litros de calentura sobre su piel y complete la primera parte de su película mental.
Tenían deudas, muchas, que irían saldando, construyendo y calentando ahí, en el horno, entre coño y polla, entre saborear y saboreado…