Tratante de mujeres (2/4)
El comprador de la esclava inglesa revisa con detalle el estado de la misma para ver la calidad y obediencia que tiene, antes de fijar definitivamente el precio y cerrar la operación de compra-venta
Tratantes de mujeres (2/4)
Capitulo 2.- Comprobando la calidad de la esclava y fijando su precio
A la mañana siguiente Adam y Lesly, abandonaban el hotel después de pagar la cuenta… Ella iba vestida con un corto y ligero vestido estampado de color rosa suave y Adam, con su traje blanco.
Al subir al taxi, Adam sacó de su bolsillo un papel y se lo entregó al taxista.
- “Primero me lleva a esta dirección y luego al aeropuerto”, le ordeno.
El hombre leyó con atención y después de afirmar con la cabeza, puso en marcha el coche, que se deslizó por las calles abarrotadas de tráfico y al cabo de unos veinte minutos se detuvo frente a una antigua casa.
- “Espere aquí”, le dijo… - “Y tú, también espera aquí, Lesly”, le ordenó mientras bajaba del coche.
Esa antigua casa era en realidad un pequeño bazar, repleto de diversos objetos: tapices, lámparas, alfombras, etc… Un penetrante olor a especies invadía la atmósfera… Al fondo había un pequeño mostrador y detrás, una mujer vieja medio dormida… Adam se dirigió a ella y le dijo:
- “Buenos días, desearía ver al Sr. Mig-Li.
La mujer alzó la cabeza y sin decir palabra se levantó y desapareció detrás de una vieja y raída cortina.
Apenas un minuto después apareció un hombre pequeño, con el rostro amarillo, de manos delgadas, vestido con un kimono rojo adornado con figuras en negro… Dirigiéndose a Adam le dijo:
- “¿A quién tengo el honor de recibir en mi humilde casa?”
Adam sacó una pequeña tarjeta de su bolsillo y se la ofreció al chino, que ceremoniosamente, la leyó e inclinándose con respeto le dijo:
- “Bienvenido a mi casa Sr Tober… ¿Quiere pasar?, al mismo tiempo que sus manos apartaban la deteriorada cortina y le indicaba el interior de la tienda.
Aceptando la invitación, Adam entró y seguido del chino desaparecieron ambos en el interior siguiendo por un pasillo hasta una escalera que va hacia abajo unos 10 m… Tras bajar la escalera, abre una puerta y hay una habitación amplia y ricamente amueblada al más puro estilo oriental.
Siéntese por favor Sr Tober… ¿Desea tomar algo?... ¿Una taza de té?, preguntó el chino al tiempo que da una ligera palmada y aparece una joven china totalmente desnuda con el pelo corto y unos pequeños pechos del tamaño de media naranja, cintura fina pero de anchas caderas y un esplendido culo juvenil.
“No, gracias”,contestó el ingles al tiempo que miraba a la joven.
“Puedes retirarte”, le dijo el chino a la muchacha… Y dirigiéndose al ingles, le preguntó:
“Supongo que ha traído la mercancía, Sr Tober, no?”
“Si, Sr Mig-Li… Nuestro común amigo me envía con la mercancía para que Vd se haga cargo de ella.”
“En este caso es preciso que revise la mercancía para establecer el precio definitivo.”
“Por supuesto”, respondió Tober.
Mig alcanzó una campanilla que se encontraba sobre la mesa y la hizo sonar repetidamente… Casi al instante aparecieron dos jovenes chinas vestidas con quimonos de seda que se inclinaron ante Mig-Li.
“Id a buscar a la mujer rubia que espera en el coche y bajarla al sótano para una revisión en profundidad”, ordeno el chino.
“Y ahora, por favor, Sr Tober, me gustaría que me acompañara.”
Tober asintió con la cabeza y levantándose siguió al chino que se dirigió a una puerta disimulada tras unas cortinas… Después de atravesar dos estancias ricamente decoradas, el chino se detuvo frente a una puerta que abrió y traspasó, seguido de Tober.
La habitación era una estancia parecida a un gabinete médico, con un sillón ginecológico y un pequeño armario provisto de instrumental médico de brillante acero… Había una lámpara similar a las utilizadas en quirófanos… El resto del mobiliario era una banqueta baja y un perchero.
“Voy a proceder a la inspección de la mujer para saber hasta donde llega su sumisión y reconocer físicamente su estado para ver el desgaste físico sufrido por el trabajo”, le dijo Mig-Li.
“Me parece correcto… Pero le puedo adelantar que Lesly es muy sumisa y acepta generalmente cualquier orden, en cuanto a su estado físico es bueno, pues a pesar de que lleva ejerciendo su profesión desde hace cinco años lo cierto es que el tipo de clientes y la asiduidad de los mismos la han mantenido en un perfecto estado”, respondió Tober.
“Veremos”, fue el lacónico comentario del chino.
Casi en aquel instante golpearon a la puerta.
- “Adelante”, digo Mig-Li.
La puerta se abrió y apareció Lesly acompañada por las dos jóvenes chinas… Al ver a Tober, su cara se iluminó de alegría y una sonrisa apareció en sus labios.
- “Adelante Lesly”, le dijo Tober animándola a pasar.
Lesly se acercó a Tober y las dos jóvenes chinas se colocaron junto a la puerta.
- “Quiero presentarte a tu nuevo Amo… Permanecerás bajo su custodia hasta nueva orden”, le dijo Tober dirigiéndose a ella.
Lesly palideció al oír estas palabras y dirigió su mirada al chino que permanecía de pie unos pasos detrás de Tober que observaba con atención a la recién llegada.
“Bienvenida a mi casa”, le dijo el chino y Lesly sólo hizo un ligero movimiento de afirmación con la cabeza cómo respuesta.
Tu nuevo Amo desea conocer cual es tu grado de sumisión y efectuar un pequeño examen físico para verificar tu estado de salud, así pues obedece sus ordenes”, le dijo Tober.
“Acércate, hermosa hembra”, le dijo el chino.
Lesly dudo un instante pero alzando la cabeza se acercó al chino… Cuando la tuvo a su lado le dijo:
- “Abre la boca y saca la lengua.”
Lesly obedeció y abrió su boca mostrando el rosado paladar y la hilera de blancos y brillantes dientes al mismo tiempo que su fina lengua se ofrecía a su inspección.
El chino observó con atención durante medio minuto el interior de la boca de Lesly, después se dirigió al armario mientras le decía:
- “Permanece con la boca abierta, hermosa hembra.”
Lesly obedeció y permaneció de pie en medio de la habitación con la boca abierta y la lengua fuera, mientras enlazaba sus dedos y dejaba caer sus brazos sobre su regazo.
Mientras, el chino abrió el armario y cogió un instrumento metálico parecida a una brida que se prolongaba por cada lado abriéndose como unas tijeras.
Acercándose a Lesly, lo colocó dentro de su boca apoyándolo sobre los dientes premolares.
Después, colocándose frente a Lesly, miró a la joven a los ojos y con sus manos colocadas a cada lado de la cabeza de la chica, apretó cada uno de los resortes que sobresalían del aparato y la boca de Lesly empezó a abrirse más y más, al mismo tiempo que el seco chasquido del mecanismo al pasar uno tras otro los dientes del engranaje imposibilitaban que pudiera cerrar la boca.
Sorprendida Lesly, abrió los ojos al mismo tiempo que sus manos abandonaban su postura y se dirigían a su boca para detener el avance del instrumento que la obligaba a abrir la boca desmesuradamente, pero el chino, que esperaba esta reacción, le dijo:
- “¡Quieta!... ¡Obedece!”
Lesly, angustiada empezó a bajar de nuevo sus brazos, mientras atenazada por la brida, su boca se abría exageradamente y las primeras lágrimas se asomaron a sus ojos.
- “¡Aaaahhhggg!”, fue su única respuesta, mientras su pecho se alzaba en entrecortada respiración y un gran temor angustiado.
El chino, después de dejar el aparato en su correcta posición se separó un paso y observó el rostro desencajado por la mueca.
Sus ojos repasaron con atención el desfigurado rostro de la esclava y su mirada fue descendiendo a lo largo del bien torneado cuello que por la angustia y la forzada posición de las mandíbulas, se estiraba tensando la piel y transparentando las venas azules y los músculos del cuello.
El chino sonrió y su mirada se dirigió esta vez a los prominentes pechos, que debido a la forzada posición de la esclava se ofrecían altivos.
- “Desnudarla”, fue su orden dirigida esta vez a las dos chinas que permanecían hasta aquel instante como mudas espectadoras.
Lesly no opuso resistencia cuando las manos de las dos chinas desabrocharon los botones de su vestido e hicieron resbalar la prenda por encima de su cabeza, dejándola solamente con sus pequeñas braguitas de fina seda, ni tampoco opuso resistencia cuando esta última prenda fue retirada de su cuerpo dejándola completamente desnuda, sólo subida sobre sus finos zapatos de tacón alto.
Su cuerpo perfecto se ofrecía como un regalo a los ojos de los presentes y a medida que las carnes de Lesly quedaban al descubierto hacían brillar de lujuria los ojos de los dos hombres.
El chino se acercó a Lesly y colocando sus manos huesudas y amarillentas sobre sus pechos, empezó a palpar la dureza de ellas, primero apretándolas y estirando los pezones para comprobar su elasticidad… Después, tomando las tiernas puntas entre los dedos pulgar e índice de cada mano y haciéndolas rodar hasta que endureció los pezones y estos se levantaron erguidos en todo su esplendor.
Lentamente el chino abandonó sus caricias y palpoteos mientras Lesly seguía con su rostro desencajado por el aparato introducido en su cavidad bucal… Una vez que las manos del chino abandonaron los pechos de Lesly, descendieron para acariciarle su culo.
El chino le abrió y cerro varias veces sus nalgas, hasta que reparó en los trazos rojizos dejados por los varazos que Tober le había pegado la noche anterior.
“¿Y estas señales todavía frescas?”, preguntó al observar las marcas dejadas por la fustigación.
“Son de ayer noche… Me gusta azotarla antes de follarla” respondió.
El chino asintió con la cabeza y continuó con la inspección.
Sus huesudos dedos se insinuaron en la hendidura del culo de Lesly y el dedo índice presionó sobre el orificio anal de la joven, que al sentirlo contrajo los músculos de sus nalgas aprisionando la mano y tratando de evitar el reconocimiento al que estaba siendo sometida.
- “¡Ábrete!, ordenó el oriental.
Lesly obedeció y se relajó.
El chino extrajo los dedos de la hendidura del culo donde se encontraban aprisionados y colocándolos frente al rostro de Lesly que permanecía con la boca abierta, los introdujo dentro de su cavidad bucal, restregándolos sobre su blanda lengua y dejando que la saliva que manaba abundantemente, los lubrificara.
Después, extrayendo los dedos de la boca de Lesly, los hundió de nuevo entre las dos nalgas, buscando con su dedo índice el orificio anal y una vez encontrado lo hundió profundamente, mientras ella reaccionaba de nuevo contrayendo las nalgas al sentirse tan brutalmente penetrada.
- “¡Ábrete!”, le ordenó de nuevo el chino y Lesly, habituada a obedecer, abrió sus nalgas y el dedo del oriental quedó libre para manipular profundamente en el intestino de la joven.
El chino hundió un poco más el dedo en las profundidades del estrecho intestino de Lesly y lo removió en sentido circular lubrificando bien este orificio.
Lesly, con el rostro desencajado por el aparato que apretaba sus mandíbulas se dejaba hacer, incapaz de articular ninguna palabra… Sólo algunos sonidos guturales se escapaban del fondo de su garganta, expresando tan sólo a través de la crispación de sus ojos el estado de animo que la amenazaba.
Finalmente el chino abandonó el culo de Lesly y sus dedos se sumergieron de nuevo en la cavidad bucal, buscando en la saliva de la joven y en la lengua que pendía fuera de la boca, la limpieza deseada.
El sabor amargo de su propio intestino invadió el paladar de la muchacha que sometida al aparato bucal no podía hacer nada para escapar de la tortura a la que estaba sometida.
Finalmente y cuando consideró que la lengua de Lesly había limpiado suficientemente el dedo que había introducido en su culo, fue el bajo vientre el que acaparó la atención del chino, que lo palpó con sus dedos, buscando el orificio del coño de la muchacha.
La lubrificación conseguida a través de la lengua y saliva de Lesly, así como la humedad del coño de la joven hicieron que los largos y finos dedos del oriental no encontraran ninguna dificultad para introducirse en la profundidad de la vagina de la muchacha que se dejaba hacer, impotente para finalizar el suplicio a la que se veía sometida.
- “Abre las piernas y flexiónalas”, le ordenó el chino.
Lesly obedeció separando sus muslos.
- “Más”, le ordenó de nuevo.
Lesly flexionó y separó más sus piernas para que la huesuda mano del oriental pudiera profundizar más dentro de su coño.
El chino, mientras manipulaba en el interior del coño de Lesly, seguía con atención la angustia de la chica en el deformado rostro, comprobando con satisfacción cómo los movimientos de sus expertos dedos transmitían la angustia a los ojos de Lesly, únicos elementos al margen de sus guturales gemidos que expresaban los sentimientos de humillación de la esclava.
Cuando el oriental consideró que sus maniobras dentro del coño de la joven comenzaban a obtener frutos de la manipulación al notar una mayor lubrificación, se separó de Lesly, que permanecía con la boca abierta y los brazos caídos a lo largo de su cuerpo y las piernas completamente separadas y flexionadas, sin apenas moverse por la angustia que atenazaba su mente.
El oriental ordenó a sus dos esclavas chinas:
- “Colocarla en el sillón de inspección… Quiero ver sus orificios.”
Las dos esclavas chinas obedecieron la orden y cogiendo a Lesly por cada brazo la ayudaron a subir a un sillón ginecológico, al mismo tiempo que le separaban las piernas y le ponían los pies en los estribos del aparato.
El chino acercó una banqueta que situó entre las piernas de la joven y colocándose una lámpara sobre la frente, iluminó con un rayo de luz la hendidura del coño de Lesly
- “¡Especulo!”, pidió el chino y una de las esclavas se acercó a un armario, cogió un objeto brillante y se lo entregó.
Cogiendo el especulo, lo introdujo en el conducto anal de Lesly, que se crispó al notar la introducción del frío metal en su culo… Lentamente comenzó a girar entornillo que abría los dos brazos del aparato hundido profundamente en las entrañas de Lesly, hasta que alcanzó su abertura máxima.
- “¡Otro!”, fue su siguiente orden y la esclava se dirigió de nuevo al armario y le entregó un nuevo especulo.
El oriental colocó el nuevo aparato en la entrada vaginal del coño de la joven y lo hundió también profundamente… Luego, lentamente empezó a girar el tornillo que abría el aparato y las carnes del interior del coño aparecieron bajo el rayo de luz.
Cuando consideró que la abertura era máxima, dejo implantados los dos aparatos en el ano y coño de Lesly y dirigió el rayo de luz de la lámpara que tenía en su frente hacia las dos aberturas que ofrecieron a sus ojos las rosadas carnes del interior del cuerpo de la muchacha.
Los dos conductos completamente abiertos por los aparatos dejaban al descubierto las intimas carnes del cuerpo de la esclava que tendida en el sillón ginecológico se dejaba manipular sin siquiera poder expresar su dolor, sujeta como estaba por la brida que abría su boca.
El chino dirigió lentamente la luz de su lámpara al interior del coño de Lesly y sus rasgados ojos escudriñaron las tiernas mucosidades de la vulva que se contraía espasmódicamente en lo más profundo del vientre de Lesly.
Después, bajo el reflector e iluminó el conducto anal completamente abierto y observó los anillos del forzado esfínter, presionando el duro metal en un acto reflejo para cerrarse.
Finalizada la inspección al cabo de unos minutos, el chino dejó los aparatos hundidos en el joven cuerpo y levantándose se dirigió a Tober, que permanecía de pié a la espera de que terminara.
“Está en buenas condiciones y se podrá sacar partido de ella… Su boca es profunda y podrá albergar pollas largas y gruesas… En cuanto a su culo, los esfínteres están duros y prometen una buena retención… Y su coño parece también profundo y jugoso.”
“Ya se lo dije… A pesar de haber trabajado ocho años a nuestro servicio, ha sido bien tratada y los clientes han disfrutado plenamente de su cuerpo… Un médico la ha revisado periódicamente y se encuentra en perfectas condiciones para seguir trabajando, sólo que a nuestros clientes, es preciso ofrecerles mercancía nueva de forma periódica y una chica que haya trabajado durante ocho años está ya gastada y no la quieren, pero es muy buena para ser aprovechada aquí”, le explicó Tober.
“Ahora voy a probarla”, dijo el chino que se dirigió de nuevo al sillón ginecológico.
Lentamente aflojó el tornillo del especulo hundido en la vagina de Lesly y lo extrajo… Luego hizo lo mismo con el especulo hundido en su culo, quedando los dos conductos abiertos para ser penetrados por su polla.
El chino se desabrocho el quimono y se lo quitó quedando desnudo ante el cuerpo de Lesly… Apoyándose sobre los muslos separados colocó su polla sobre la entrada abierta de su coño y se la clavó completamente hasta el fondo.
Lesly permaneció quieta dejándose hacer… De lo más profundo de su garganta se escapaba un sordo gemido al compás de las embestidas del chino que la follaba tenazmente.
Al cabo de unos minutos de follarla lenta y profundamente y cuando observó que Lesly empezaba a sentir crecer en ella el placer, el oriental sacó su amarillenta y endurecida polla del coño de Lesly y con sus dedos la apuntaló en el abierto agujero del culo que todavía permanecía semiabierto.
De un solo golpe se hundió en la estrecha abertura, provocando con su embestida una nueva crispación del cuerpo de la esclava que se dejó cabalgar de nuevo por esta nueva vía, la vía anal.
Pero el chino deseaba probar todos los orificios de Lesly y después de cabalgarla durante unos minutos se retiró del intestino de la joven y le dijo a las dos jovenes esclavas chinas:
- “Bajarla del sillón.”
Las dos chinas obedecieron incorporando a Lesly y ayudándola a bajar.
- “¡De rodillas!, ordenó el chino a Lesly.
La joven obedeció quedando frente al chino con la boca completamente abierta por la brida metálica que le había colocado.
El chino se acercó y le dijo:
- “Acaríciame la polla sólo con la lengua.”
Lesly sacó la lengua y empezó a lamer el miembro del oriental… Su suave lengua lamía todo el tronco de la tiesa polla por todos lados y se paraba en la punta del capullo que babeaba gotas de líquido preseminal, precursor de la corrida que se avecinaba.
- “¡Mastúrbate!”, le ordenó el chino.
Lesly obedeció y hundió sus dedos en su lubrificada vagina, iniciando la masturbación que le ordenaban que se hiciera.
Mientras, el oriental siguió hundiendo su amarilla polla en la abierta boca de Lesly dejando que la lengua y el roce del paladar de la joven fueran los únicos elementos que acariciaran su polla y le dieran el placer que deseaba.
Lentamente las sacudidas precursoras de la eyaculación fueron haciéndose más fuertes y el chino comprendió que pronto alcanzaría su placer.
Por su parte Lesly había entrado también en el juego y sus dedos hundidos navegaban en los jugos que su coño dejaba escapar abundantemente buscando satisfacer el placer que la liberara de su propia excitación.
Cuando el chino notó estremecimientos de placer de la esclava que le indicaron que se estaba corriendo, apoyó sus manos en la cabeza de Lesly y la atrajo hacia sí, haciendo que su polla se metiera en lo más profundo de la garganta de la chica y empezó a escupir chorros de semen directamente en el esófago.
Satisfecho porel placer obtenido, el chino se dirigió a Tober y le dijo:
“Si queréis satisfaceros, podéis escoger cualquiera de mis esclavas.”
“Gracias, pero es tarde y debo proseguir mi viaje… Ahora me gustaría fijar el precio y proceder al cobro.
El chino sonrió y dirigiéndose a sus esclavas les dio una breve orden en su idioma.”
Las dos jóvenes ayudaron a levantar a Lesly que continuaba de rodillas extenuada por el sufrimiento, por las humillaciones y por el placer conseguido por su propia automasturbación.
Una de ellas se colocó delante de la joven europea y presionando sobre las barras de la brida que abrían la boca de Lesly soltó los mecanismos de retención y la esclava notó como sus dientes quedaban libres y podía finalmente volver a su posición normal.
Pero el largo período a que había estado sometida su boca en la forzada postura, habían engarrotado los músculos faciales y un latigazo de dolor sacudió los maxilares de Lesly que contrajo los músculos de su cara en una mueca de dolor.
Después, cogiéndola cada una por un brazo la ayudaron a salir de la habitación, dejando a los dos hombres solos para negociar su precio… El chino se dirigió a un mueble lacado en rojo y después de abrir uno de los cajones sacó un paquete de dólares y le dijo:
Sr Tober, el precio de la esclava se puede fijar en 6.000 dólares, ¿le parece correcto?
No… Vd ha dicho hace unos instantes que la mercancía esta en perfectas condiciones y también ha podido comprobar su docilidad… Considero que el precio de mi esclava es 12.000 €.
El chino sonrió y dijo.
Sr Tober, su esclava está en perfectas condiciones, si exceptuamos las ligeras señales que le dejó por azotarla ayer noche y en cuanto a la obediencia que usted dice, debe reconocer que para satisfacer nuestros gustos orientales, Lesly deberá ser sometida a un duro entrenamiento y a un determinado acondicionamiento de sus agujeros de placer y eso provocará un encarecimiento considerable antes de estar en condiciones de ser vendida definitivamente, por ello los 6.000 € que le ofrezco considero que es un precio de venta justo.
“No… Si no me da los 12.000 € por la esclava, no hay trato… Lo siento.”
“No es posible Sr Tober, la transformación de Lesly requiere bastante tiempo… Quizas diez o doce semanas y durante ese tiempo ella deberá soportar sesiones durísimas que mermarán su condición física que requerirá también un tiempo re recuperación, antes de ser entregada un Amo final… No le puedo pagar tanto.”
“Pues de no ser así, no le dejo a Lesly… No hay trato.”
“Aún a riesgo de perder mi beneficio estoy dispuesto a subir hasta 9.000 dólares como oferta final.”
“No… Si no son 12.000 dólares, no realizamos la operación.”
El chino comprendió la dureza de la negociación de compra-venta de la esclava y cómo la adquisición le interesaba porque la tenía ya adjudicada a uno de sus clientes, dijo:
“De acuerdo, 12.000 dólares… Pero serán con dos condiciones.”
¿Qué condiciones?, preguntó extrañado Tober.
la primera, que no le pagaré 3.000 dólares hasta dentro de diez semanas, que será el tiempo que preveo que durará el acondicionamiento de Lesly… La segundo, que le pagaré siempre que Lesly haya soportado el tratamiento y se encuentre en perfectas condiciones de ser utilizada por mis clientes después de e estas diez semanas.
“De acuerdo… Entonces hasta dentro de diez semanas”… Y se marcho recogiendo los 9.000 dolares.
Mientras Tober salía de la habitación, el chino sonreía y dirigió su mirada hacia un espejo que ocupaba gran parte de una de las paredes de la habitación.
Tras el espejo, Lesly acompañada por sus nuevas compañeras había escuchado y observado la escena… Gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas y sus labios murmuraron en voz baja:
- “No… No…”
Una de sus compañeras que había escuchado este lamente, le dijo:
“No desesperes… Tu estancia entre nosotras no te será fácil hasta que tu cuerpo se haya habituado a lo que de él se espera… Nosotras dos sabremos atenuar tu ansiedad y satisfacer tus necesidades.”
“Gracias por tus palabras, pero mi deseo es volver a mi país.. Siempre pensé que algún día dejaría mi profesión de puta de lujo y podría vivir otra vida, pero ahora he visto que nunca más volveré junto a mi familia”, le respondió.
El chino que había escuchado sus palabras, se acerco y le dijo:
- “Tu vida está marcada por el sello de la esclavitud… Tus deseos no pueden ser escuchados ya que tu cuerpo me pertenece y cuando te prepare le pertenecerá al hombre que te compre… Pero para ello tu cuerpo debe ser transformado para atender a las necesidades que te exigirán, especialmente tu orificio anal… y debes obedecer siempre… No es nuestra costumbre utilizar los golpes de vara, como te aplicaba tu antiguo Amo pero piensa que los castigos orientales son tan dolorosos como jamás lo hayas imaginado.”
Las lágrimas de nuevo asomaron a los ojos de Lesly y resbalaron por sus mejillas, mientras pensaba en las últimas palabras que le dijeron… El largo periodo de entrenamiento empezaba ya sin perder tiempo.
Continuará.....