Trata de blancos (4)
Mi prima utilizada como yegua de cría.
Recostada en un sillón una joven negra de ventidos años se aburría dulcemente. Hacía mucho calor y vestía únicamente un tanta de color amarillo. Era la hija del amo.
Sus pies descalzos reposaban sobre un muchacho blanco de unos quince años. Estaba tumbado desnudo y las planta de los pies de su ama estaban apoyados en sus nalgas.
De vez en cuando le hacia dar la vuelta y apoyaba sus pies en sus testículos o pene jugueteando y provocando la erección del miembro del jovencísimo esclavo. Ello le divertía y provocaba una perversa sonrisa.
A un lado la prima no paraba de mover un gigantesco abanico que producía una enorme corriente de aire. De vez en cuando la negra con un enorme látigo se encargaba de que su particular aire acondicionado funcionara a tope. Vamos perra blanca no pares! Un par de latigazos y la temperatura descendía. Todo negro tenía una blanca que lo abanique.
Recogida las cosechas los blancos eran dedicados a otras tareas. Era un buen momento para dedicarlos a criar.
Esa labor era competencia de la negra de la que hablamos. Desde muy jovencita le encantaba juguetear con los esclavos blancos. Tenía apenas doce años y asombraba por su sadismo y sexualidad. Acariciaba sin ningún pudor los penes de los esclavos y utilizaba la lengua de las esclavas para calmar su incipiente deseo sexual.
Cuando cumplió dieciocho años viajó en un blanquero. Había que verla con que soltura palpaba a los esclavos capturados. Como cogía el pene lo acariciaba , lo chupaba y lo ponía firme. Como comprobaba su musculatura, su dentadura.
Bajo un sol abrasador ordenó a los esclavos látigo en mano a toda serie de ejercicios.
Les obligó a correr, a saltar hacia arriba y hacia abajo, a saltar en cuclillas a hacer flexiones a cargar pesadas piedras y ello a latigazos. Los negros y ella se divertían y reían a carcajadas. Los blancos estaban agotados sudaban y tenían heridas sangrantes por todo el cuerpo especialmente en la espaldas culos y piernas.
Había que tener cuidado con la selección del ganado humano, solamente los más fuertes y jóvenes garantizaban la rentabilidad. En el viaje de regreso le encantaba contemplar a los blancos desnudos y encadenados por los tobillos manos y cuello bailar en la bodega.
Con una mano se tocaba el coño y con la otra sujetaba el látigo: bailad malditos blancos!
También bajaba a la bodega y se entretenía mirando a aquellos desgraciados tumbados, centenares de planta de pies asomaban en los cuatro pisos que de vez en cuando se movían todo lo que podía hacerlo con sus tobillos encadenados. Si alguno estaba muy quieto le cruzaba la planta del pie con un latigazo. Un grito le advertía de que el esclavo o esclava seguía con vida.
Pero otra forma de obtener nuevos animales humanos era criarlos en lugar de capturarlos. Y a esto de dedicaba la joven estos dos últimos años.
Reunió a varias docenas de jóvenes esclavos entre 18 y 35 años. Muchas hembras eran ya madres de varios hijos, había una de 34 que tenía 16 crías.
Una de las más jóvenes con 18 recién cumplidos llevaba una cadena en el pie en cuyo extremo se encontraba una enorme bola de hierro. Hacía un par de meses se escapó de la plantación. Fue inútil los perros de presa dieron con ella . Llevaron a los perros a oler el sitio donde dormía. La cazaron. La trajeron encadenada de pie a un caballo a la vez que otro hombre también a caballo la azotaba la espalda. Una vez en la propiedad la azotaron hasta que perdió el conocimiento.
La prima fue emparejada con un tipo bastante fuerte y repugnante. No era precisamente su tipo. A la vista de todos y sin ninguna intimidad fueron obligados a realizar el acto sexual. Sin ningún preámbulo. Sin romanticismo el bruto se puso encima de mi prima. Esta con cara de repugnancia pero el macho si se lo pasaba en grande. En pocos minutos 3 o 4 se corrió dentro. Varios negros esperaban con cubos de aguas. Cuando comprobaron que el monstruo dejó de moverse arrojaron el agua sobre su
espalda, el macho se apartó y parte del agua helada cayó sobre la prima tumbada boca arriba. Lanzó un grito y se movía de un lado a otro se revolcaba hacia arriba y hacia abajo llorando y llevandose las manos a su parte íntima. La negra sonrío satisfecha.