Trata de blancos (2)

Los esclavos blancos son vendidos a sus amos negros.

Las cadenas que unen los pies de los esclavos tumbados son recogidas. Unas manos negras cogen por los tobillos a mi prima y la ponen de pie. Cada esclavo es encadenado por el cuello junto a otros diez. TambIén les encadenan las manos a la espalda.

De esta manera los subieron a cubierta donde observaron que habÍan llegado a tierra.

Unas 30 hileras de esclavos de ambos sexos completamente desnudos eran desembarcados. En el puerto había blancos trabajando descargando sacos y cajas, algunos desnudos otros con un somero taparrabo. Fueron pasando por calles y plazas y se daban cuenta del destino que les esperaba. Los negros, muchos de ellos elegantemente vestidos, eran los ciudadanos normales como antes lo eran los ahora esclavos. Los blancos desnudos o con trapos que como mucho iban de la rodilla a la cintura a modo de falda o calzón corto eran dedicados a las mas duras tareas.

Tras dos o tres kilómetros llegaron a una gran plaza. En el centro se encontraban varios corrales. Fueron encerrados separados hombres y mujeres.

A la prima la sujetaron a una argolla de la pared con una cadena que tenia en el cuello.

La dieron de comer una pasta hecha a base de vegetales que no comerían sus amos negros así como desperdicio de carnes que desechaban los carniceros.

A la mañana siguiente la levantaron temprano. Los llevaron a una gran pila llena de agua donde los lavaron. Una vez seca un negro llego con las manos llena de grasa.

Fue untada de por todo el cuerpo. Sin disimular su lujuria se la restregó. La espalda, sus nalgas, las piernas, pies, su rostro, sus senos y su coño.

Fueron llevados encadenados a una amplia plaza. De pie les hicieron esperar. Unos hombres pusieron un gran cartel : HOY SUBASTAS DE ESCLAVOS A LAS 12.

Se fue llenando el lugar de negros. El ambiente era de fiesta pero no para los cientos de blancos que desnudos esperaban con semblante serio, algunos sobre todo las chicas llorando.

A la hora fijada un retoque de tambor fue la señal pare el comienzo de la venta de aquel ganado humano.

Comenzó la presentación. Señoras y señores hemos seleccionado para ustedes los mejores esclavos, jóvenes sanos y robustos, sumisos y buenos trabajadores.

Uno a uno fueron desfilando. Cada uno de ellos era cuidadosamente examinado.

Llego el turno de nuestra protagonista.

La sacaron de la fila. Un negro tiraba de la cadena que llevaba al cuello y que de la que a su vez salía otra cadena que iba a parar a los grilletes que sujetaban sus muñecas.

Sin ningún miramiento como una perra tiraron de ella para subirla a la tarima. La hicieron daño en el cuello y lanzo un grito. El público mas cercano pudo observan su blanca dentadura al lanzar su queja. Con movimientos torpes subió los 4 escalones.

El subastador procedió a describir las excelencias del artículo en venta.

Aquí tenemos una magnífico espécimen de hembra blanca. Unos 20 años, 1.75 , dentadura completa, fuerte como una mula, en la edad ideal para realizar cualquier trabajo por duro que este sea y ser utilizada como criadora.

Todas las miradas se dirigían a su cuerpo desnudo y engrasado. El negro que la sujetaba con la cadena le dio varias vueltas. Su macizo cuerpo era observado. Sus nalgas, sus tetas brillantes.

Un grupo se acerco para palparla sus brazos, espalda y piernas comprobando así su fortaleza. Uno de ellos la cogió del pelo con una mano y con la otra le abrió brutalmente la boca, le miró todas sus piezas dentales., con admiración comprobó su blancura, sus perfectas formas y sus afilados colmillos. Otro toco sus pechos y con los dedos examino su vagina.

Después la puja. Salida 100, 150, 200, 500, al fin un hombre vestido con un bonito traje levantó el brazo 700. Nadie ofreció más. Fue adjudicada a un rico plantador propietario de varias fincas.

La quitaron la cadena del cuello y le dejaron los grilletes de las manos, de estos con una cadena la engancharon a la carreta de su amo. De pie fue llevada al que sería su nuevo hogar. Cerca de 5 kilómetros recorrió de esta manera. Sus nalgas temblaban y sus pechos no paraban de moverse especialmente cuando los caballos aligeraban su marcha.

Por fin llegaron a la gran puerta de hierro de la propiedad de su nuevo dueño donde iniciaría una nueva vida muy distinta a la que había llevado hasta ahora.

CONTINUARA.