Trasvase (1)

En un futuro las mentes se pueden copiar y traspasar. Una pareja hace un interesante intercambio de papeles...

La transfusión estaba a punto de comenzar. Estaba muy nerviosa. El doctor nos había repetido una y mil veces que el margen de error era mínimo. "Es más probable que os caiga un rayo, a que la transfusión salga mal. No os preocupéis". No éramos los primeros, ni ibamos a ser los últimos en hacerlo, pero ni todas las experiencias positivas que nos habían transmitido nuestros conocidos, ni la aparente seguridad en sí mismo, que destilaba el dóctor, me lograban calmar.

– "Empezamos en un minuto".- Dijo la enfermera.

El proceso era simple. Un escáner tomaba una imagen tridimensional microscópica de la ubicación de todas y cada una de mis neuronas, registraba todos los impúlsos eléctricos durante una noche, y traspasaba toda la información al ordenador, donde se almacenaba. Posteriormente, mi cerebro recibía una descarga controlada que borraba todo. Por último, el cerebro de mi marido se grababa en el mío, y el mío en el de mi marido. Al día siguiente seríamos las mismas personas pero con distinto cuerpo. La idea era extremadamente excitante, y desde que el transvasador se había perfeccionado eran muchas las personas que lo habían usado. No se conocía ningún caso fallido, pero yo sospechaba que esto no era del todo cierto. Ahora iba a ser yo la conejillo de indias.

– "¿Preparados?" - preguntó el doctor miestras ajustaba los últimos parámetros del transvasador.

En ese momento noté un pequeño pinchazo en el dedo índice. La anestesia. En unos minutos entraría en un profundo sueño de una noche, del que despertaría con un cuerpo de hombre. Me excité.

Me desperté muy poco a poco. Estaba descolocada. Me dolía la espalda y el cuello, y tenía la boca completamente seca. ¡Agua, Dios mío!. Además me estaba meando y de repente sentí algo extaño, algo de lo que no tenía recuerdos. Me dolía la entrepierna, pero era un dolor concentrado en un sitio que antes no tenía. Me incorporé, y bajo las sábana blanca de hospital pude percibir un bulto enorme.

Aparté la sábana y entonces fué cuando desperté por completo, y recordé dónde estaba y qué había pasado. Entre mis piernas tenía un pene completamente erecto, que me dolía, y que no podía dejar de mirar. Me lo toqué, bajé la piel hasta descubrir completamente el capullo, y con una mano cogí los huevos. ¡Qué redonditos, y pesaban!. Y ... ¡Dios mío! ¡mis tetas!. En mi pecho solo tenía una enorme mata de pelo negro. Me incorporé de un salto y fui a buscar el baño. No podía creer lo que veía ante el espejo. Era Hiro, pero la que estaba analizando esa imagen era yo, y yo era Mushio. Ya estaba hecho, ahí tenía mi cuerpo de hombre. Pelo en pecho, barba incipiente, nariz grande, espalda enorme y aquella cosa enorme y dolorida entre las piernas. "Tengo que mear". Mi primer pensamiento fue sentarme en la taza, pero decidí probar de pie con mi nuevo físico. Al principio, y a pesar de las ganas que tenía no podía, pero cuando se me bajó un poco, un tremendo chorro salió disparado contra la tapa del inodoro. Intenté controlarlo pero no pude.

– "Creo que será mejor que te sientes."

Me volví sobresaltada y allí estaba... yo, bueno, mi cuerpo. Era Hiro. Me senté lo más rápido que pude sin quitar ojo a Mush... es decir, a Hiro. Allí estaba mi cuerpo. Mis rubios cabellos rizados, mis hombros delicados, mis pechos grandes pechos caidos, mi cintura, mi sexo rubio, y mis fuertes piernas. No podía evitar la terrible sensación de sentirme muerta, como si mi alma estuviera en un sitio y estuviera contemplando el cuerpo desde arriba.

Terminé de mear y me levante para dirigirme a Hiro. Ella, me miró de arriba a abajo, y se fijó en mi tremenda la erección que aún conservaba. Sin decir nada, se acercó a mi, se arrodilló y se metió todo mi pene en su boca. Fue como un acto instintivo. No pude reaccionar. Miré hacia abajo, y allí estaba ella, agarrando con una mano mis huevos, con la otra mi polla, y chupando como si no lo hubiera hecho nunco. La excitación más intensa que he sentido nunca me invadió. La agarré la cabeza con las dos manos y le obligué a chupar más adentro. Notaba como mi erección se volvía de nuevo dolorosa, y cómo poco a poco un cosquilleo en la entrepierna iba creciendo.

El ruido de su saliba lubricando mi polla me exitaba cada vez más. Sentía que iba a reventar. Notaba los huevos duros como piedras. De pronto el cosquilleo se hizo insoportable. Una fuerte contracción cerca del culo y una oleada de placer me invadió. Hiro/Mushio se sacó la polla de la boca, y vi como la siguiente descarga provocaba que un tremendo chorro de semen se estrellara contra su cara, la terncera oleada cayó en su pecho izquierdo, y el resto entre sus tetas, mientras me masturbaba suavemente. Luego, volvió a coger mi polla, y se la volvió a meter en la boca. Pasó su lengua con delicadeza por toda ella y me la limpió.

-" siempre quise que me hiceras esto por la mañana."