Traspasada varias veces (07)

Siendo prostituta novata como yo, hay que ser tonta para enfrentarse a la madre de mi chulo, que es su puta también, y favorita en la cama, pese al incesto que ello supone

Antes de leer este capítulo es preciso leer los anteriores. Ello es obvio para cualquier serie y, en mi caso, más porque no acostumbro a recapitular. Sin embargo hay gente estúpida como yo que entra en un episodio solamente para ojear si conviene leer los anteriores fundándose en el estilo de la redacción o el interés del actual. Creo que es un error aunque yo lo cometa reiteradamente.

También quiero decir que nadie que apruebe la conducta de mis personajes, sea de este relato u otro, sean dominantes o sumisos, está en su sano juicio. Recibo gran cantidad de mensajes –que no respondo casi nunca- que revelan la convicción de que los relatos son ciertos en su totalidad. Supongo que son menores de edad o gente inmadura. A todos ellos les manifiesto que la única parte veraz de mis relatos es, desgraciadamente, la oscura, triste, vergonzante y sarcástica. El resto es aderezo para que algun@s disfruten de una masturbación y, en algún caso, un potencial violador pierda capacidad para serlo.

Cuando desperté, el jardín y la piscina estaban desiertos y no se veía ninguna luz ni en la casa principal ni en el edificio de vestuarios. Estaba aterida de frío, sucia y con el cuerpo pegajoso. Me acerqué al edificio de vestuarios con la intención de asearme y buscar mi exigua ropa en la taquilla asignada. La puerta estaba cerrada. Deshice mis pasos para regresar a la casa tanteando entrar por donde salí: Cerrado. Busqué más entradas: Cerrado.

De repente escuché un ruido y al mirar hacia él me encontré a la fiera que me había follado ante Don Guillem y su mamá corriendo hacia mí. Me llevé las manos a la garganta pensando que eran mis últimos minutos de vida. Pero la bestia frenó a unos tres metros, se agachó, olfateó y por fin vino coleando a meter la lengua en mi depilado coño. Se irguió poniendo sus recias patas en mis hombros demostrando así que tenía más envergadura que yo.

Percibí el calor de su piel contra la frígida mía y no tuve más remedio que abrazarlo buscando entibiar mis heladas tetazas que, junto a mis nalgas y mis manos, eran las partes de mi cuerpo más necesitadas de calor.

El perrazo comenzó a lamerme el cuello y la cara apoyado sobre mis hombros. Después puso su hocico ante el mío y me lamió toda la cara embadurnándola más de lo que ya estaba. Noté su verga enhiesta contra mi vientre y pensé que era mi oportunidad para calentar mis voluminosas y ateridas nalgas y, mejor, toda mi generosa humanidad.

  • Ven chucho, mi perrito, baja. Eso es, buen perrito. Tranquilo …. Tranquilo. Ya me coloco. Ahora vete para atrás de mí. Mira, soy una perrita grande y gordita y en celo. Ven lame este coño gordo y lampiño. …. Así … muy bien …. Anda, móntame.

La fiera aquella me ensartó al primer intento por el ano. Sin duda el bicho estaba adiestrado para montar a hembras humanas y de los dos agujeros míos, tan usados y abusados aquel día, fue a acertar con el más alto o el más dilatado, no sé.

El caso es que su frenético acoplamiento consiguió simultáneamente calentar mi cuerpo y mi cada vez más retorcida lascivia. Tomé con mis dedos el anillo de mi clítoris y comencé a estirarlo con un ritmo acoplado a la misma desmesurada frecuencia de sus acometidas. Con la mano libre, y apoyada sobre el cuello solamente, metí tres dedos en la vagina intentando introducir el resto. Mis tres dedos notaban la enorme polla del perro bombeando en mi recto y, ante la imagen morbosa que se formó en mi mente, alcancé el orgasmo. No bien terminaba ese placentero efecto de la fisiología humana, la bestia me soltó su caliente y abundante semen en las tripas y me produjo otro orgasmo a unos segundos del anterior.

El bicho se desacopló de mi dilatado ano como quien saca un dedo de mi coño: o sea, como si nada. Volvió el hocico a mi entrepierna mientras yo me derrumbaba sobre las frías baldosas, me comenzó a lamer el inmenso caudal de su propio esperma que brotaba de mi ya incontrolable agujero anal y me proporcionó otro orgasmo.

Otro más me sobrevino cuando después de limpiarme el ano, dedicó su larga y rasposa lengua a limpiar mis anillados labios vaginales y el clítoris. Éste último fue tan intenso que, despojándole de su collar de perro me lo coloqué en mi cuello y le dije:

  • ¡Ay, mi perrito! Qué suerte tienen tus perras, empezando por la madre de tu dueño. Yo seré tu mejor perra el tiempo que siga aquí. Déjame gozar de tu calorcito. ¡Joder, cuatro orgasmos!. Me voy a hacer puta de perros.

El resto de la noche no me abandonó mi generoso y circunstancial compañero que me proporcionó su calor bajo un porche abrigado por unos arbustos. Entrelazados los dos de forma que no se me escapase tuve unos hechiceros sueños en los cuales me veía como la única perra para cuatro machos que me preñaban día tras día –lo que son los sueños- y yo les paría camadas y camadas de cachorros que a su vez se apareaban otra vez conmigo.

Los sueños se interrumpieron cuando uno de los guardaespaldas de Don Guillem me despertó. El perro ya estaba desembarazándose de mi abrazo sabiendo lo que le esperaba:

  • Anda, Colino, a comer, que ya es hora. Y tu, puta ¿no te bastó la fiesta que te tienes que tirar a un perro?. Vamos, te estaba buscando. ¿Dónde te metiste?

  • Pues es que fui a buscar mi ropa al vestuario y estaba cerrado, y al volver estaba cerrada la casa y … pasaba frío … y llegó el perro … y … y me calentó.

  • Qué cerda eres. ¿Por qué no llamaste a la casa? Siempre hay alguien en vela vigilando.

  • Yo … eer … no sabía …. y no quería molestar … y … vino el perro y me asusté … pero después

  • Ya, no sigas. ¡Joder que guarra!. Vamos, a la ducha y a desayunar.

Me condujo a los vestuarios donde me duché, me administré un enema con las peras que allí quedaban de Don Nico y su amigo y me acicalé. Después me dirigí a la casa principal.

Por el camino advertí que aún llevaba el collar del perro Colino, decidí dejármelo puesto en honor al único macho que me había proporcionado cuatro orgasmos seguidos y el único que se había comportado en aquella fiesta. Me recibió Don Guillem, otros seis caballeros, Tess y otra preciosa mujer que estaban sentados a una mesa dando cuenta de un opíparo desayuno.

  • ¡Vaya, vaya!, la zorra perdida y hallada junto al pene de un perro.

Me dio mucha vergüenza y me puse colorada segura de que toda aquella gente estaba ya al tanto de mi noche. Así que di los buenos días y me senté dispuesta a rellenar mi vacío estómago.

  • Oye, oronda ramera, mira lo que han grabado las cámaras de vigilancia esta noche.

Don Guillem pulsó un mando a distancia y una enorme pantalla mostró a todos los reunidos mi actividad nocturna con el chucho. No creo que el centro de la tierra fuera suficiente para que me tragase ante aquellas imágenes. Solo sé que no pude comer nada del apetitoso desayuno mientras las imágenes desfilaban y la mirada de Tess oscilaba entre la pantalla y mi sonrojada cara. A todo esto la única persona que estaba desnuda era yo, que solamente me había vestido unas medias nuevas que llevaba de repuesto en el bolso y los típicos zapatos de fulana.

  • Pues caballeros, ya han visto una muestra de la calidad de las rameras que les he seleccionado para pasar estos días en mi casa, estancia que espero les agrade. Se preguntarán por qué he seleccionado tres putas de tan diferente edad. Les presentaré: La vieja, se llama Tess, anda en los cincuenta. Esta perra convicta es Adelle –mi cara ardió- y se acerca a los cuarenta, la belleza que tienen a la izquierda tiene veintidos y, por la tarde, podrán disfrutar de un ejemplar en proyecto de la diosa Venus que solo cuenta con dieciseis añitos. Carecemos de la de treinta años, pero es que a la zorra seleccionada le ha sobrevenido una enfermedad con su hijo y me ha fallado. A lo largo del día buscaremos una sustituta.

  • ¡Ah! Don Guillem, le agradecemos infinitamente su hospitalidad en esta acogedora mansión y que nos la amenice con tan magníficas putas, pero no entiendo yo su elección por escala de edades. Aunque supongo que nos lo va a explicar.

  • Pues sí, querido amigo. Se lo voy a decir: es una idea de mi madre, a la que hay que añadir como puta en la lista –y que ruego disculpen su ausencia porque hasta mediodía no suele levantarse de la cama- que mantiene que el placer que una hembra bien dispuesta puede proporcionar no depende de su edad, sino de su habilidad. Tras disfrutar a su antojo de las seis putas, más mi señora madre, ustedes deberán calificar a las hembras, en escala de siete a uno, a aquellas que de mayor a menor placer les hayan proporcionado. Según mamá será sorprendente, y solo con seis votos.

  • Disculpa, Guillem, pero un matiz: ¿tenemos que usar todos a todas las putas? … excluyendo de tal calificativo a su señora madre, por supuesto. Que ya advierto evidentemente que se incluye en el juego por interés científico o diversión, o por …. ejemm, bueno, no por dinero, obviamente.

  • No te disculpes Arnau, mi madre es tan puta o más que todas estas. Es más, lo suyo tiene menos disculpa, porque estas damas tienen que ganarse la vida y ella no. ¿quién de ellas es la más licenciosa?. No me respondas. Ya lo sé.

  • Joder, Guillem, no iba por ahí, pero ya que lo has dicho …. pues que tengo que darte la razón. Pero no me has respondido. Porque, qué quieres que te diga, pero ya estoy en una edad en que follarme a siete mujeres en tres días me resulta arduo.

  • Tranquilo Arnau, que habrá alicientes: las putas también serán folladas ante vosotros, mis queridos invitados, por dotados actores del porno para estimularos a la acción y se grabarán las escenas para que las llevéis de recuerdo de la estancia en mi casa. Por supuesto, en las escenas en que intervengáis no se tomará vuestra cara. Estoy seguro de que ninguno de vosotros, tenga la potencia sexual que tenga, quedará insatisfecho de su estancia en mi casa. Y ahora, amigos, que cada cual haga lo que quiera y dentro de una hora os emplazo a estar ante el estrado de la fiesta de anoche para disfrutar de estas selectas putas.

Los caballeros se retiraron salvo uno de ellos que entabló conversación con la puta joven. Yo me dediqué a saciar mi inmenso apetito pensando que quedaba y libre de las críticas por mi coyunda voluntaria con el perro. Pero no. Allí se quedó Tess. Para amargarme el desayuno.

  • Y bien, cretina ¿Qué tienes que decir?. Cuando mi hijo vea eso te va a moler a palos.

  • Bueno Tess, porfa, déjame desayunar. Tengo un hambre de muerte. Déjalo para después.

  • Sabe dios si tendremos tiempo después. A lo mejor nos tienen todo el rato follando y separadas. Mira, furcia, como mi hijo vea ese video con el perro y de gratis, te va a poner las nalgas y el chumino con la correa que no vas a trabajar en un mes.

  • ¿Y qué le importa al Charli eso?

-¿Qué qué le importa? Tú eres una necia. Imagina que uno de los distinguidos caballeros invitados de Don Guillem dice que no mete su pene en el mismo agujero donde lo ha metido un animal. Pues se jode un negocio donde se podía sacar mucha pasta. Date cuenta de que de las putas seleccionadas para el experimento de la madre de Don Guillem, tres somos del Charli, que solo tiene cuatro putas en su cuadra y yo ya me quiero retirar. Eso era un triunfo enorme para un negocio tan incipiente. Y fíjate que La Negra hubiera sido más resultona que tú si no hubiera sido porque dos de los caballeros son un tanto racistas.

  • Pero no entiendo que … lo del perro …es que a La Rubita también la ayuntaron con él y … yo, …. Yo no … vamos .. que no sé cual es mi pecado. Ser guarra, pues vaya. Tú y El Charli me lo habéis hecho.

  • ¡Idiota! Si no te hubieses perdido por ahí sabrías que los invitados de anoche no son los mismos que estos. Que el contrato es diferente y los caballeros también. Estos son más selectos y tratan de negocios. No quieren putas baratas y guarras. Quieren putas finas.

  • Y yo qué sabía, podías haberme buscado para decírmelo.

En ese momento se acercaba uno de los guardaespaldas de Don Guillem y Tess se calló no sin susurrarme antes:

  • Cuando volvamos a casa te voy a meter en el coño dos litros de vinagre y te voy a zurrar el chumino con la correa del Charli hasta que esté morado. ¡Palabra! Aunque el médico te dé tres meses de baja.

Llegó el guardaespaldas y preguntó:

  • ¿Cuál de vosotras es la zorra Adelle?

  • Servidora. Pero lo de "zorra" no es necesario para "diferenciarme". Con el nombre bastaba, somos dos ¡Vamos creo yo!

  • Don Guillem quiere que para las actividades de esta mañana se vista usted con esta ropa. Y me arrojó a la cara cuatro trapos.

Nada más largarse el fornido guardaespaldas, Tess me arreó una bofetada.

  • Encima de lo que has hecho con el perro te pones chula. Desde luego no eres buena puta. Le voy a aconsejar a mi niño que te traspase.

  • Escucha, vieja ramera incestuosa. ¿Y qué pasa si os expulso de mi casa a ti, tu hijo pervertido y esa negraza medio autista? ¿Y si me paso por una comisaría y denuncio el negocio con una menor como La Rubita?

  • ¡Te vas a enterar! No tienes ni puta idea de con quién te juegas los cuartos. Esa cara de ama de casa inocente, y que tantos clientes consigue, veremos cómo se ve después de ser tratada con ácido sulfúrico. ¡Nos vemos después imbécil!

Nada más largarse la incestuosa madre de mi chulo ya estaba yo arrepentida de mi rebelión. Más que arrepentida estaba aterrorizada. En mi simpleza culpé al hambre que tenía y al disgusto por ser expuesta en público sometida sexualmente al perro sin obligación alguna en mi contrato de puta.

Comprendí entonces a Tess y su disgusto. Una prostituta lo es porque gana dinero con sus servicios sexuales. Yo se los había prestado a un animal sin solvencia económica alguna salvo la de su dueño.

La única manera de conseguir que El Charli y su madre no me metiesen dos litros de vinagre en la vagina y no me vertiesen ácido sulfúrico en la cara era conseguir que Don Guillem me pagase los servicios a su perro.

De todas maneras, insultar a Tess llamándola "vieja incestuosa" no me iba a librar de una buena venganza.

Las ganas de desayunar se me fueron. Me dirigí al estrado donde habíamos sido citadas las putas colocándome la ropa que me había dado el guardaespaldas. Solamente consistía en un portaligas, unas braguitas sin entrepierna y un corsé con sujetador de media copa para levantar y exhibir las tetas.

De las pocas veces que me dan en la vida por pensar, me llegó una: ¿Para qué servirían unas braguitas sin entrepierna?.

Pero enseguida lo comprobé. A la zorra de 22 años que ya estaba dispuesta sobre la tarima de tal manera que me eclipsaría a mi, a Tess, a la madre de Don Guillem, con seguridad a la ramera de 30 años que vendría en sustitución de la mamá con nene enfermo, y veríamos sobre La Rubita, le pregunté:

  • Oye, ¿hay algunos servicios de señoras por aquí?

  • ¿De señoras? Hay un sitio que he utilizado para vestirme y maquillarme ahí detrás. Pero yo soy puta. ¿Tú eres señora?

  • No ….. soy también puta.

  • Pues ahí está el camerino.

Soy tan inútil que la jodí otra vez. Se me había olvidado llevarme el bolso con el maquillaje. Entré en el "camerino", que eran unos aseos ordinarios, y no pude hacer más que lavarme la cara, peinarme con los dedos y mirarme en un espejo para comprobar como me sentaban la braga sin entrepierna, el liguero y el corsé.

Un rayo de sol entraba por una ventana de forma tal que me favorecía: Las bragas sin entrepierna impulsaban obscenamente hacia fuera mis labios vaginales con sus anillos relucientes. El corsé levantaba mis pechos orgullosamente y mostrando atrevidamente los gruesos anillos de los pezones. El liguero enmarcaba mis muslazos y mis grandes y erguidas nalgas acentuando su atractivo.

¡¡¡Y MI CARA DE AMA DE CASA ME GUSTABA!!!

Salí fuera a comerme el mundo. El altercado con Tess y sus consecuencias quedaron en segundo plano en mi cerebro. Salí queriendo ser la mejor prostituta del mundo y segura de que lo era. Mi triunfo borraría mis errores.

CONTINUARÁ.