Traspasada varias veces (06)

Adelle se encuentra perdida en la fiesta hasta que encuentra a su cliente inicial y éste le procura una experiencia que condicionará su futuro.

Antes de leer este capítulo es preciso leer el anterior. Ello es obvio para cualquier serie y, en mi caso, más porque no acostumbro a recapitular. Sin embargo hay gente estúpida como yo que entra en un episodio solamente para ojear si conviene leer los anteriores fundándose en el estilo de la redacción o el interés del actual. Creo que es un error aunque yo lo cometa reiteradamente.

También quiero decir que nadie que apruebe la conducta de mis personajes, sea de este relato u otro, sean dominantes o sumisos, está en su sano juicio. Recibo gran cantidad de mensajes –que no respondo casi nunca- que revelan la convicción de que los relatos son ciertos en su totalidad. Supongo que son menores de edad o gente inmadura. A todos ellos les manifiesto que la única parte veraz de mis relatos es, desgraciadamente, la oscura, triste, vergonzante y sarcástica. El resto es aderezo para que algun@s disfruten de una masturbación y, en algún caso, un potencial violador pierda capacidad para serlo.

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Cuando desperté no había nadie en el inmenso salón que se encontraba en penumbra, iluminado tan solo por dos pequeñas lámparas de mesilla en ángulos opuestos y por los pilotos de las luminarias de emergencia. Tenía unas enormes ganas de mear y me encontraba bastante sucia de semen y sudor tras el agradable tratamiento que, inesperadamente, me habían proporcionado los tres caballeros. Me pregunté por La Rubita, pero supuse que estaría cumpliendo con su deber en algún otro sitio. Busqué las bolas chinas que el tal …. ¿como era? … Don Nico, me había metido en el culo para reservarme inútilmente y encontré una salida del gran salón.

El salón tenía salida al jardín por un lucernario proporcional al tamaño de su espacio, o sea, también enorme. Desde él pude ver que aún seguía la fiesta alrededor de la piscina. Por no buscar en la casa un baño y no parecer entrometida me pareció buena idea acercarme a los vestuarios de la piscina para mear y darme una ducha. De paso buscaría mi gran bolso de fulana –hay muchas cosas que pueden ser necesarias- y me cambiaría de medias ya que las que llevaba, aparte de sucias, estaban destrozadas. Y después de dos años vestida como dios me trajo al mundo salvo medias y zapatos, la ausencia de alguna de esas dos prendas me hacía sentir totalmente licenciosa. No es que no lo fuera, pero esas dos cosas hacían que me sintiera algo menos depravada. Aunque sabía que si mi Charli me hacía vestir solamente con las medias era porque precisamente me hacía más apetecible. Pero qué quieren que les diga, eran mis únicas pertenencias inembargables y conformaban una coordenada más o menos afianzada de mi inestable vida.

Según intentaba acercarme a los vestuarios sin llamar la atención de los que quedaban en la fiesta, la mayoría borrachos tirando a las colegas a la piscina y haciendo con ellas cosas que no llegaba a ver, escucho:

  • ¡ Eeeehhh, la mamá de culo gordo! ¡Qué passssa! ¿Me olvidaste?

Me giré y me encontré ni más ni menos que con don Nico, precisamente el último que hubiera deseado encontrar antes de asearme y estar otra vez en disposición de servicio.

  • ¡Ah, qué susto! Hola, Don Nico. Estaba pensando en buscarle …. es que me trajeron a la casa grande y … bueno, no he podido cumplir con el servicio prometido, pero ahora si me deja ir al vestuario para asearme yo ….. bueno, y que sepa que yo no he sido mamá nunca.

  • Pues no habrás sido mamá, pero tienes una cara de ello que alguien debiera preñarte. Por cierto, no veo entre tus esplendidas nalgas la tarjeta de reserva de culo que te colgué de las bolas chinas.

  • Es que, disculpe usted, don Nico, pero cuando me trajeron a la casa me follaron por el coño y el culo sin atender a mi aviso de que estaba reservada. Le pido disculpas, pero soy una simple puta y yo creo que Don Guillem era más importante. Si me hubiera opuesto a sus deseos a lo mejor mi chulo me pone el culo como una patena.

  • No te preocupes, zorra, si es deseo del anfitrión usarte, yo ni por asomo me opongo. ¿qué llevas en la mano?.

  • Eeerr …. su rosario de bolas. Mire, hasta lleva su etiqueta de reserva. Pensaba limpiarme en el vestuario de la piscina, volverlas a meter en mi recto y buscarlo a usted para su placer.

  • Bueno, ya te daba por perdida y me he solazado con otras dos colegas tuyas. Lo malo es que una de ellas, la negraza que vino contigo, tenía ya el recto repleto de semen y no me ha gustado su servicio. Me la hubiera llevado a limpiar, pero otro tipo estaba dispuesto a usarla tal como estaba y me la hubiera quitado. La negra esa y tú sois las mejores fulanas de la fiesta para mi gusto.

  • Mil gracias que no se merecen, Don Nico. Si me permite ir a orinar, que no puedo más, y asearme le agradeceré como se merece su piropo. Estoy segura de levantarle el mástil aunque ya haya echado dos kikis.

  • ¿Te está meando?. Pues mea aquí, vamos a que te vean, que ya están en ello a falta de huevos llenos.

  • ¡Ah, no! Yo no meo en público.

  • O vienes o lo sabe el Charli.

  • Bueno, qué quiere que haga.

  • Pues te vas ahí, en medio de la fiesta alrededor del estrado, te subes, te abres los labios del coño y meas de pie ante todos como un hombre.

  • Joooder, Don Nico, eso es muy fuerte para mi. Yo soy una puta discreta y tímida.

  • Déjate de rollos y hazlo.

Haciendo de tripas corazón subí al estrado, alrededor del cual había unas veinte personas bailando, unas en pelotas y otras vestidas, me acerqué al borde del estrado para mear donde no me salpicase, me abrí de piernas, sujeté hacia fuera mis labios vaginales y tras cerca de un minuto de espera porque la vergüenza me quitaba las ganas, al fin salió el chorro.

Nunca había probado a mear como los hombres, pero visto el éxito de aquel intento, cuyo chorro salió tan derecho y copioso, me prometí en adelante mear de pie. Hubo gente que me aplaudió, y tan pronto terminé les dirigí una reverencia de agradecimiento y bajé a reunirme con Don Nico.

  • Vamos a los vestuarios zorra, que quiero que te limpies para jugar después con esos agujeros tan apetitosos que tienes.

En las duchas de los vestuarios, Don Nico, que vestía solamente una camiseta polo e iba con la verga colgando, se desprendió de ella y entró conmigo en el plato para enjabonarme y limpiarme concienzudamente todo el cuerpo, especialmente los agujeros, donde no cesaba de meter los dedos.

Tras ducharnos se empeñó en administrarme otro enema por si había acumulado algo de caca en mi recto. Comprendí que si el caballero quería jugar con mis agujeros no desease pringarse de mis cacas, así que le dejé hacer sin protestar.

Después de cerciorarse de que mi intestino estaba en condiciones de no dar desagradables sorpresas, me rodeó el talle con el brazo y regresamos al núcleo de la orgía.

  • Túmbate en esa mesa boca arriba, que voy a aprovisionarme de algunos juguetes y de viagra.

Obedecí diligentemente y le esperé mientras algunos –y algunas- al pasar me pegaban algún manoseo, pero nadie me pidió echar un kiki abiertamente. Debía ser que los testículos de los asistentes estaban ya algo consumidos.

Regresó Don Nico con una gran bolsa y me dijo:

  • Veamos esos soberbios agujeros que tienes. Anda sube esos jamones pa’rriba y te sujetas los tobillos con las manos pero bien espatarrada. Primero voy a atender ese chuminón tan bien pelado y tan adornadito.

No puedo contar bien qué estuvo haciéndome en la vagina porque las tetas no me dejaban ver, pero sí estuvo buen rato jugando con mis anillos, estirando de ellos y metiéndome vibradores y otras cosas. El caso es que alcancé un bonito orgasmo y solté mi habitual manantial de jugos. A partir de ahí, con mi entrada sobre lubricada empezó a meterme los dedos hasta que noté su mano toda entera en mi cavidad y, con el puño cerrado, empezó a follarme con él lenta pero profundamente. Notaba como el puño alcanzaba lo más profundo de mi aparato genital y como después lo extraía para casi sacar la mano de entre mis labios. Antes de salir, volvía a penetrarme hasta llegar otra vez al tope. Segundo orgasmo que alcancé con él.

El espectáculo debía ser interesante porque bien pronto se montó un corrillo de caballeros mirones que tenían una o dos colegas mías a su lado intentando satisfacer su deseo de levantarles la verga fuera con incentivos orales o manuales. De cuando en cuando se producía el flasazo de una cámara digital para llevarse un recuerdo de la escena. Por sus comentarios deduje que antes de meterme el puño había usado un speculum y alguna sonda con iluminación para examinar el interior de mi intimidad. Cuando me procuró el orgasmo decidió pasar a jugar con el otro orificio, así que me invitó a ponerme a cuatro patas con las tetas aplastadas sobre la mesa y las nalgas bien levantadas.

Amablemente me solicitó que cooperase con su trabajo separando mis glúteos con las manos, cosa que inmediatamente hice anhelando que su trabajo con mi agujero negro me procurase un orgasmo tan bueno como los dos anteriores.

Ni qué decir tiene que mis colegas rameras criticaron el hecho de que yo alcanzase el orgasmo con un cliente y no lo simulase. Envidia que tenían por no disfrutar de la profesión como yo.

Por los comentarios debió también examinar mi recto con una sonda con luz y que además ofreció orgulloso a alguno de los espectadores el visor para que comprobasen la inmaculada limpieza de mis conductos fecales.

También mi ano fue visitado por rosarios de bolas y consoladores cada vez de mayor calibre, pero Don Nico fue ampliando su diámetro con tal sabiduría y experiencia que no llegó a producirme molestia. Solamente el último chisme que me insertó, que debió ser un enorme tapón anal me produjo cierta tirantez en el esfínter.

Cuando lo sacó se produjo un rumor de asombro y una avalancha de flases de cámara. Sin duda la abertura de mi ano debía ser algo bastante impresionante. Cómo sería de ancha que no tuve la menor molestia cuando me alojó todo el puño en el recto y comenzó a sodomizarme con él de igual manera que me hizo en el coño.

Al poco rato noté que su otra mano hurgaba entre mis labios vaginales y poco después comenzaba a invadir totalmente mi coño ya bastante abierto del ensayo anterior. Así me ví follada con un puño en cada agujero ante un montón de extraños.

Sea por el morbo del público acumulado alrededor o por la pericia de Don Nico, el caso es que alcancé mi tercer orgasmo con él. Pero éste no fue como los otros dos. Este fue el mejor que gocé en toda mi vida hasta entonces. Posteriormente he gozado de otros mejores aderezados con mi vicio exhibicionista que desde aquella noche adquirí.

Aquel orgasmo lo celebré con unos rugidos parecidos a los de una bestia. Y una bestia era, debo reconocerlo. Ni me importaba un bledo lo que pensase nadie sobre la forma en que Don Nico me había tratado. Para mi era un ser magnífico. Y el hecho de que mi inmunda lascivia se hubiera mostrado tan desvariadamente en público solo sirvió para impulsarme a profundizar en mi degradación.

Porque, qué quieren que les diga, si no tengo explicación. Ser usada sexualmente como una puerca y sin contemplaciones en público fue una experiencia que me cautivó y de cuya adicción ya no pude prescindir jamás.

Para terminar ese día con el caballero, él entregó a otra puta un discreto consolador, me recolocó boca arriba sobre la mesa, se subió a cuatro patas sobre mi, me metió en la boca su fláccido pene y pidió a mi colega que le enculase con el dildo. El efecto de éste sobre su próstata y mi esmerada mamada hicieron efecto y unos diez minutos más tarde depositaba en mi boca su exiguo pero apreciado semen que, agradecida, me tragué sin dudar.

Don Nico se marchó dejándome un maravilloso beso en mi abierto chumino y yo, algo cansada ya me puse a deambular entre la gente buscando algo de beber. Uno de los caballeros que habían sido espectadores del trabajo de Don Nico me siguió y apoderándose de mi mano me solicitó un anal.

Agotada, me puse a cuatro patas en el suelo dispuesta a cumplir, pero él me condujo nuevamente al estrado. Por el camino advertí que su pene no estaba en condiciones de solazarse pero pensé que podría alegrarlo antes con mi boca. Una vez en el estrado me arrodillé ante él y tomando en mi mano su derrotado pene hice ademán de mamárselo pero me lo impidió y me hizo colocar en posición de sodomización. Me encogí de hombros pensando que allá él. Dada la desmedida abertura de mi ano que Don Nico había dejado con su puño, no le fue difícil meterme dentro la patética pilila. Cuando pensaba que su intención era conseguir la erección dentro, noté mis tripas calentadas por un líquido que inmediatamente deduje era su orina, qué si no. El hijoputa se estaba meando dentro con grandes risotadas. Se largó sin más mientras otros cabrones le aplaudían.

Mientras la meada del tipo salía por mi dilatado ano, el agotamiento me llevó al sopor y quedé dormida en pelotas sobre el estrado de madera.

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