Traspasada varias veces (03)

Sigo contando unos servicios que prestamos las putas del Charli y cómo, tras ellos, nos arrendó a mi y a La Rubita durante una semana entera.

Antes de leer este capítulo es preciso leer el anterior. Ello es obvio para cualquier serie y, en mi caso, más porque no acostumbro a recapitular. Sin embargo hay gente estúpida como yo que entra en un episodio solamente para ojear si conviene leer los anteriores fundándose en el estilo de la redacción o el interés del actual. Creo que es un error aunque yo lo cometa reiteradamente.

También quiero decir que nadie que apruebe la conducta de mis personajes, sea de este relato u otro, sean dominantes o sumisos, está en su sano juicio. Recibo gran cantidad de mensajes –que no respondo casi nunca- que revelan la convicción de que los relatos son ciertos en su totalidad. Supongo que son menores de edad o gente inmadura. A todos ellos les manifiesto que la única parte veraz de mis relatos es, desgraciadamente, la oscura, triste, vergonzante y sarcástica. El resto es aderezo para que algun@s disfruten de una masturbación y, en algún caso, un potencial violador pierda capacidad para serlo.

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Tras franquear las enormes puertas de la alta tapia que protegía la finca, el individuo aquél se hizo cargo de Jos ... Dolors, ¡mierda, me jode que el Charli no se acuerde de mi nombre y a mi me pasa igual con la putita! … bueno, … o sea, la Rubita y se la llevó tomada de la manita por un camino hacia una lujosa y retirada mansión mientras nos indicaba al resto el camino hacia otra construcción de una sola planta.

Al entrar en el edificio nos esperaban cuatro caballeros.

  • ¿De qué cuadra sois?

  • Nosotras tres del Charli y esas dos del Cheles -respondió prestamente Tess, que dominaba el argot.

  • Veamos: Si alguna tiene pelos en algún sitio que pase con aquellos tipos. Aquí no entra nadie que tenga un resto de pelo salvo de los ojos p’arriba.

Celine agarró a la eslava y se dirigieron donde les indicaban. Recuerdo que la zorrita solamente tenía un pequeño mechón en forma de corazón sobre el vértice de los labios. No sé como sería el conejo de la otra.

  • Vosotras: ¡En pelota picada!. A ver si es cierto que tenéis la panocha pelada. Dejad la ropa en esas cabinas.

Las tres nos desnudamos prestamente y demostramos cómo nuestro conejito estaba como el culito de un bebé.

  • Muy bien furcias. Así nos gustan. Ahora Damián y yo vamos a limpiaros las tripas para que no manchéis las pollas de los clientes.

  • Las putas del Charli siempre llevan las tripas limpias – Objetó Tess – no hacen falta enemas, ya nos los hemos puesto en casa.

  • Me importa un rábano si tenéis las tripas limpias. A Damián y a mi nos gusta poner enemas y ver a las furcias evacuar. Es nuestro fetiche, ¿verdad Damián?.

  • Eso es, igual que a esos otros dos les gusta pelar conejos o a otros vestirse de mujer. Además la mejor manera de comprobar que tenéis las tripas limpias es administraros los enemas. Tú, la vieja, la primera por hablar.

  • Vieja lo será tu madre cabrón. Yo soy una madura muy atractiva.

  • Por bocazas te voy a meter el doble de líquido.

  • Será si me sale de los ovarios.

  • Tu chulo te habrá advertido que hoy hay barra libre y que si te niegas a algo probablemente pruebes su correa.

Tess se acordó de las advertencias del Charli y se resignó al enema doble. Se colocó, como le indicaron, sobre una mesa de mármol a cuatro patas con las tetas contra su superficie y el culo en pompa. Se separó las nalgas siguiendo las órdenes y en un minuto recibió en sus intestinos una buena dosis de líquido que la hizo estremecer antes de terminar la introducción. El tal Damián se había apoderado de la Negra y procedía a efectuar con ella la misma operación en otra mesa contigua.

Terminada la irrigación de Tess, el tipo la colocó un descomunal tapón anal y la ordenó bajar de la mesa a esperar los efectos mientras me invitaba a mí a ocupar su lugar. Cuando me colocaba en la pertinente posición para facilitar la tarea del caballero me fije en que Tess, de perfil a mi, mostraba una barriga tan abultada que parecía preñada. El resultado era encantador. Una mujer de su edad y su refinada figura pareciendo embarazada emanaba tal morbo que mi chumino respondió de inmediato con un cosquilleo del que yo sabía se derivaría una buen caudal de mis néctares vaginales.

Un manotazo del tipo en mis nalgas me devolvió a la realidad y procedí a separar mis gordas nalgas con las manos para facilitar al caballero su apreciada y voluntariosa tarea. Noté la cánula penetrar bien adentro y de inmediato el familiar fluir en mis intestinos. Mientras el señor esperaba la introducción del total del depósito, se puso a examinar mi otro agujero manoseándolo y metiendo sus dedos sin olvidar tironear de la plaquita del clítoris con el nombre de mi chulo.

  • Joder zorra, que mojada estás. Te va el oficio ¿no?

  • Si señor. Me gusta ser puta, sobre todo con distinguidos caballeros como usted.

  • Estás la mar de maciza. Me gustan las putas con buenas carnes como tu. Buenas ancas, buenos muslos largos tipo ibérico de pata negra, tetas abundantes y mórbidas. Donde estén las buenas zorras de siempre como tu que se quiten las top model.

  • Muchas gracias por sus lisonjeros comentarios, caballero. Servidora para lo que disponga.

  • Si no fuera porque me gusta más esa negraza, te reservaba para mí. ¡Eh Damián, resérvame a esa jamona negra!

  • Ni hablar Nico. Esta negraza rolliza es para mí. Después de que termine te la paso. Pero primero la uso yo.

  • Bueno, me quedaré con ésta, que no le anda muy a la zaga en abundancia.

Terminada la irrigación me colocó el tapón anal, bajé de la mesa y me dispuse a esperar licencia para la evacuación. Tess ya mostraba una incomodidad rayana en la tortura. Sudaba y respiraba agitadamente y su cara mostraba la lividez de las archiconocidas secuelas de un enema copioso y demasiado prolongado en la contención.

El tal Damián se llevó a La Negra a una cabina con ducha y, poniéndola a cuatro patas, la hizo separar las enormes nalgas y la retiró el tapón anal observando interesado cómo salía despedido el líquido.

Cuando La Negra terminó de aliviarse y fue enviada a otra cabina con taza y bidet, Nico me condujo a la ducha y me destaponó vigilando mi evacuación mientras cuatro dedos suyos en mi vagina volvían a confirmar mis humedades y explorar la acogedora gruta que en poco rato utilizaría para albergar su polla.

No se me pasó por alto que había ignorado a Tess, la cual gemía bajo aquel martirio de su tripa completamente llena de líquido. Me alegré de ello y deseé que hubiese alguna manera de que su barriga de preñada quedara así para siempre y me dejase disfrutarla. Estaba insultantemente atractiva su estilizada y elegante figura con aquella deformante barriga exótica en una mujer de su edad.

El tipo me introdujo en el ano, con poco esfuerzo, un rosario de bolas chinas de látex de considerable grosor y, de la arandela de extracción colgó una tarjeta.

  • Es mi nota de reserva. No le des el coño y el culo a nadie hasta que yo te haya usado. Aún tengo que atender a las fulanas del Cheles que ya están afeitadas y a otras dos que faltan de la lista y estarán a punto de llegar. Ve por ahí y diviértete. Pero a la vista, que te pueda encontrar.

  • ¡Oiga, por dios, ya no aguanto más. Voy a reventar! – aulló Tess.

  • Ven para acá que te destapone vieja ramera bocazas. Así aprenderás a tener la lengua guardadita y usarla solo para lamer pollas, que es para lo que se te paga.

Antes de salir del lugar me volví a poner las medias con elástico solo, a calzar los altísimos zapatos clásicos en mi oficio y coloqué las argollas de los pezones y la plaquita del clítoris de frente para que brillasen debidamente. Dejé el resto de la ropa en la cabina pues no creí que la fuese a utilizar mucho rato y sería un incordio. Al salir, contoneándome como es propio del oficio, me encontré con una gran piscina en cuyas aguas y alrededores se divertía una buena cantidad de gente. El edificio donde me habían administrado los enemas eran los vestuarios de la piscina. La mansión se encontraba a la derecha y un tanto retirada.

Cuando me fijé en la multitud se me vino el alma al suelo: Había demasiada puta para que la cosa prometiera. A ojo calculé que habría dos colegas por pene. Y encima los penes no pertenecían a gente con una media de edad satisfactoria. Por si fuera poco, con un examen más detenido observé que entre aquella ONU de colegas no se encontraba casi ninguna que pudiera ser calificada de lujo, es decir, de servicios caros. Había algunas demasiado mayores, más incluso que Tess, pocas jovencitas y la mayoría de mi edad. Entre todas, las tres putas del Charli estábamos en la cuarta parte de las más potables. Las había de toda raza y lengua, españolas pocas. Muchas con sobrepeso, si bien yo no puedo considerarme una sílfide, gorda no soy, pero algunas .... Tengo las carnes acordes con mi complexión, al igual que La Negra, que esa sí que no tiene un gramo de grasa, la palpas y es toda ella magro. Y Tess es escultural.

Pero sospeché que allí había mucha golfa guarra y maleducada y que aquello iba a ser una orgía de pervertidos y de sucias putas de baja estofa que se prestan a cualquier cosa. Bueno, sí ... hasta en la web donde ofrezco mis servicios se dice que me presto a todo, pero yo, si no refinada, por lo menos sé hablar correctamente, aunque no sepa catalán y otros idiomas, sé escribir y soy educada y respetuosa. Y me sé comportar en la mesa y no cuento chistes tontos y soy muy limpia. La mayor parte de las fulanas habían optado, como yo, por dejar casi toda la ropa en los vestuarios. Pero la mayoría conservaban tangas y sujetador o bikinis más o menos impúdicos como deben ser en una prostituta que se precie. También las había vestidas de dominatrix con cueros y latex, Los caballeros estaban en su mayoría vestidos ... aún.

En esas apreciaciones estaba sumida cuando escuché:

  • Tú, furcia, la jamona con cara de mamá, acércate.

Lo de "cara de mamá" supe que inevitablemente iba por mi. Y eso que aquel día había procurado peinarme y maquillarme de forma que mostrase inequívocamente cual era mi función en esta sociedad. Me giré y encontré a un tipo barrigudo, velludo y sesentón que tenía sus brazos rodeando a la izquierda las caderas de una fulana cuarentona cuyo cuerpo estaba tatuado con la mitad de las posturas del Kamasutra y sus labios vaginales soportaban una ferretería doble que la mía. Su cara de vicio, aunque no estuviera despelotada, hubiera indicado a cualquiera cual era su oficio. El tipo, con el brazo derecho hurgaba el coñito de una jovencita rubia con apariencia eslava y vestida de colegiala cuyos pechitos sobresalían de la desabrochada blusa mostrando unos pezones perforados con unas barritas.

  • Sí tú, furcia jamona, ven acá, móntate una tortilla con esta puta tatuada mientras yo me follo la boca de la nena. ¡Venga pasmada, muévete!

Fue la colega tatuada la que, dejando a su cliente, se acercó a mí y se puso a morrearme mientras una mano me sobaba las nalgas y la otra me amasaba un pecho. No besaba mal la golfa, y además con entusiasmo. Me metía la lengua hasta la garganta explorando toda mi boca. Tal era su esmero que no tuve por menos que corresponder con idéntica aplicación cruzando nuestras lenguas para deleite del caballero, que se había aposentado en una silla de piscina con la cabeza de la chiquita entre sus muslos y sujetándola de los cabellos a ambos lados para dirigir a su gusto la operación de follado oral. La falsa colegiala se limitaba a tener la boca bien abierta y controlar la respiración.

  • Venga, zorras, comeos el conejo. Quiero un sesenta y nueve.

Mientras la dos nos acomodábamos sobre una tumbona para la labor –por supuesto yo abajo y ella arriba dada la diferencia en masa- la tatuada me comenta irónicamente:

  • ¿Cuántos nenes tienes, mamá?

  • Ninguno. ¿de dónde te sacas eso?

-Tiene razón el tipo. Tienes pinta de mamá. O, al menos de ama de casa. Tú no eres puta desde hace mucho tiempo.

  • Pues no. Solo llevo ejerciendo seis meses, pero ya soy una buena profesional.

  • ¿Y no eres mamá?

  • No, joer. Qué manía.

  • Pues lo pareces. Pero ama de casa sí que eras.

  • Bueno, eso sí.

  • Anda que no se te nota. Te falta oficio.

  • De eso nada, puedo ser tan golfa como tú, que seguro que te follaron nada más nacer.

  • ¡EEEEEHHHH!. Joder con las zorras, ¿ya estáis de cháchara como todas las mujeres?. Quiero una buena tortilla entre vosotras que me ponga el rabo como un hierro para taladrar a la nena ésta.

Dejamos la discusión y nos colocamos para que el caballero observase debidamente cómo cada una se comía el coño de la otra. Comer, comer, no lo hicimos, porque la tatuada se puso a estirar con sus dientes de los anillos de mis labios, y sobre todo de la plaquita de mi clítoris y yo le correspondí con unos buenos tirones de su más abundante chatarra. Llegó un momento en que la cosa parecía un intento de hacer una carnicería cada una en los genitales de la otra. Sin embargo yo empecé a soltar mis abundantes fluidos vaginales que inundaron la boca de mi oponente. Ella, sorprendida, dejó el combate y empezó a lamer y sorber. Intenté corresponderle pero la fulana no soltaba gota.

  • ¡Bueno, vale ya! A ver, la mamá que me chupe el agujero del culo y la tatuada que me coma los huevos.

El viejales colocó a la nena con un pié en el suelo y otro elevado sobre el brazo de la tumbona y él se colocó igual para penetrarla desde atrás.

  • Tú, la mamá, méteme la polla en el culo de la putita.

Hice de mamporrera comprobando que la putita no debía tener muy ensayado ese agujero ya que estaba rígida, sudorosa y temblorosa. Me escupí en los dedos y le metí dos en el agujero para lubricarla y dilatarla mientras mamaba la polla del cliente para lubricarla también. Advertí que la tatuada cooperaba ya que, mientras se metía en la boca uno de los testículos, frotaba el chumino de la putita para obtener de ella los necesarios jugos y extenderlos hacia el ano.

Después de un rato de infructuosos esfuerzos, la tatuada se cabreó:

  • ¡A quién cojones se le ocurre traer una virgen a este tinglado! Venga tío, dame a mi por el culo y que la nena te coma los huevos.

  • Quiero dar por el culo a la colegiala. Así que a trabajar furcias.

  • Pues hay que hacerlo de otra manera. Que se ponga con el culo en pompa y ya nos encargamos.

  • Está bien, vale.

Colocamos a la nena, que tenía la cara empapada de lágrimas y llena de mocos, en la debida postura. La tatuada se encargó de abrirle el ano con dos dedos de cada mano estirando hacia los lados y yo de soltar escupitajos en el agujero y la polla para lubricar. La faena ya fue más fácil y la no muy consistente polla consiguió alojarse en su objetivo.

Una vez el viejo se puso a bombear el virginal ano, la tatuada se metió los huevos en la boca para cumplir su cometido. Le dirigí su hermosa y enjoyada mano al ano del cliente para que no notase mi ausencia y fuí a capturar unas servilletas de papel de las bandejas que pasaban unas camareras vestidas exclusivamente con medias, delantal corto y zapatos de enormes plataforma y tacón, para limpiar la cara de la nena.

Al limpiársela me di cuenta de que no tendría siquiera los 18 cumplidos. Me recordó a …. Jos … la Rubita y me pregunté qué estaría haciendo.

Tras limpiar la cara de la niña, me apliqué a chupar el ano de viejo, pero poco tuve que hacer ya que se corrió al poco rato. Solo pidió que yo le limpiase la polla y que la tatuada le comiese a la nena el semen de su culo. Dado que el vejete poco depósito tenía, el servicio duró poco.

El tipo se largó a buscar una copa sin decirnos "ahí te pudras". La tatuada se llevó a la colegiala a los vestuarios consolándola y yo me puse a pasear entre la gente para contemplar la actividad y capturar también una copa y algún canapé.

Las bandejas que hacían circular las putitas camareras estaban bien provistas, y entre las copas y los canapés había pastillas de viagra, de éxtasis y bolsitas de coca, así como condones y tubos de lubricantes. En varias mesas se podía proveer quien quisiera de consoladores, tapones anales, bolas chinas, mordazas de bola, abrebocas, látigos y toda otra numerosa clase de artilugios propios de un sex shop. Muy llamativo me resultó la abundancia de paquetes de guantes de látex y de bolsas de plástico del tamaño de las de vomitar en los viajes.

Provista de un plato de canapés y un generoso cubata me fijé más en la actividad sexual y llegué a la conclusión de que mi impresión inicial era cierta: Sobraba tanta puta para tan viejo y poco pene.

Continuará.