Tras un sueño

Una forma muy agradable de dar los buenos dias

Bueno, hacía mucho que no me decidía a volver a escribir nada y casualmente mientras revisaba unos documentos al hacer limpieza, encontré un boceto de esta historia, no he encontrado aún la primera parte, donde narro el sueño erótico en sí del protagonista, pero me pondré a ello y ya lo intentaré terminar a modo de precuela.

Como he tenido mucho tiempo para reescribirlo y terminarlo, creo que lo que mas me ha gustado ha sido el poder variar tanto el lenguaje como me ha dejado el diccionario... De ahí que prefiera ponerlo en la seccion de Erotismo y Amor, a pesar de que bajo tanto recurso literario, considero que es una escena completa y muy excitante. Que lo disfruteis.

Me despertaron los sonidos aun poco familiares de los pájaros cantando sobre los árboles de los alrededores en la pequeña casita donde nos encontrábamos, saludando al nuevo día.

No recordaba ni creo que deseara saber la hora que era. Vagamente, entorne los ojos, para acostumbrarme a la luz matinal que se colaba furtiva por la ventana. Dado que apenas parecía estar empezando a clarear, supuse que presumiblemente aun era muy pronto.

Volví a recostarme con las manos sobre mi cabeza para incorporarme un poco, cuando casi con sobresalto, te vi dormida a mi lado, boca arriba, con un esbelto brazo por encima de la cabeza, que descansaba sobre la almohada. Tu bello rostro estaba sereno, inocente, y casi pude sentir en mi fuero interno, vulnerable.

Me gire para mirar al techo, y con el ceño fruncido, recordé... Sólo había un sido un sueño, real y memorable, pero solo un sueño... aun así, mientras que tu dormías plácidamente, con tu parsimoniosa y acompasada respiración, aun mantenía mi miembro excitado como resultado de mis voluptuosos pensamientos.

Hasta cierto punto, llegué a tener remordimientos al recordar, ahora con mayor claridad entre el silencio de la estancia, que no eras tu quien se me aparecía en aquella fantasía. Durante unos instantes no solo me olvide de ti, sino que por mi mente sobrevoló la posibilidad de dedicarme a la tan suplida auto gratificación que parecía pedir a gritos mi sexo.

Mientras mis ojos saltaban sobre las pocas imperfecciones del techo de la habitación, mi vergüenza por esa forma de pensar, paso a convertirse en furia, no se exactamente porque, pero mi amor me hizo darme cuenta del egoísmo onírico pasado, y poco después, este dejo paso a una brillante idea que según me giraba, para quedar de costado y contemplar tu bello cuerpo, tomaba forma.

Delicadamente, acaricie tu rostro, apartando tu pelo para ver ese magnifico rostro en toda su plenitud. Fue imposible evitar que una gran sonrisa se dibujase al instante en mi cara. Con sumo cuidado, bajé la liviana sábana que te cubría poco a poco, para no llegar a molestarte entre tus ensoñaciones.

De forma descarada, casi vouyerista, pude de esta forma terminar descubriendo al fin tus cautivadores y perfectos senos. Sin saberlo mi corazón estaba grabado cual columna balaustrada de marfil en mi cerebro, la sensación de mujer deseable que eras, y de alguna manera, tenia que hacértelo saber...

Y sentir.

Supongo que cuando la imagen de tu ser quedo grabada en mi mente, esta se aferro a la idea de conseguir que me perdonaras por ese intento de engañarte, aunque fuera entre sueños.

Mis cálidos dedos se posaron sobre esa tersa piel, ante lo que reaccionaste con un leve movimiento, quizá mas propio de tu ensoñación que de los cuidados que te estaba dedicando con toda mi ternura.

Poco a poco, y pese a tu estado de vigilia, tus rojizos pezones que coronaban esos adorables pechos, fueron endureciéndose ante lo que los toque con la punta vibrante de mi lengua ese rosado capuchón que se presentaba ante mí, mientras inhalaba el delicado perfume de tu piel, que tanto había llegado a apreciar.

De esta manera, paseando mi cálida lengua por toda su extensión, dejando caer mi atención también hacia tu otro seno, pase un largo periodo de tiempo, sin ninguna prisa, sin ningún otro deseo mas que el deleitarme con tu sabor, con  furtivas miradas hacia tu rostro, lleno de complacencia.

Tú suspiraste entre sueños. Sueños de amor sin duda, como resultado de las agradables sensaciones que mis gentiles cuidados te producían. Baje un poco mas la sabana para ver tu vientre, y lo acicalé con suavidad. Sabía que eras hermosa, pero ahora estaba inundado por tu presencia, mientras mis dedos revoloteaban gráciles en ese perfecto ombligo que por ahora concentraba mi atención.

Comencé a acariciar tu cintura, descendiendo lentamente, dejando en los alrededores de tu pradera mis más tiernos besos, mientras alcanzaba tu cadera, descendiendo la blanca sábana que te cubría, como blancas y ligeras dunas. Conteniendo la respiración, lleno de devoción amorosa. Para mi mayor gozo, que tú yacías con esas piernas torneadas que posees, ligeramente separadas.

Las yemas de mis dedos rodearon tu oscuro y pulcramente recortado vellón que se encontraba entre ellas, acariciando tus torneados muslos, primero su tersa cara exterior, y mientras que ahondaba en mis roces, pasa a la cálida parte interior hasta que les deje llegar a los alrededores de tu entrepierna, permitiendo que los mas largos dedos de ella descansaran sobre tus secretos labios, tan ardientes, tan tiernos, que me invitaban a besarlos y haceros míos...

Pero me contuve, por ahora, mientras algún suspiro de profundo amor se me escapaba.

Tú levemente también suspirabas, mientras crecientes sensaciones de placer que te estaba regalando te exhortaban a despertar. Manteniendo fijos mis ojos sobre tu ya enardecida cara, deje que mis dedos siguieran acariciando tus hinchados pétalos, notando como se manifestaba el rocío de tu excitación, mientras dirigía uno de ellos a la abertura que se me prestaba entre ellos, dejándole recorrer libremente tu sensible sexo de arriba a abajo, con premeditada y constante lentitud.

Al final, mientras por fin mis aventureros dedos se dedicaban a rozar tu botón oculto, ya erguido sobre el resto de tu henchida gruta, con tanta suavidad como se posa una mariposa, batiendo las alas sobre una flor de verano, noté como tu suspirabas, casi despierta ya., separando tus elegantes y sedosas piernas en un tierno gesto de rendición frente a mis roces. Finalmente, mi dedo mas valiente terminó internándose en tu humedecida desde hacia tiempo alcoba, mientras tus movimientos de cadera, complacientes, me invitaban a seguir.

Con la otra mano termine de retirar esa tela que antaño cubría aquel tu perfecto cuerpo que tienes, y manteniendo ese movimiento lento y firme sobre tu sexo, comencé a bajar, mientras cubría tu cuerpo de besos erráticos, dibujando esporádicamente líneas sobre él, con mi lengua, notando tus leves estremecimientos.

Una vez a la altura de tu cintura, empecé a besar tu vientre, dejando mi lengua juguetear con los alrededores carnosos de tu ombligo, mientras notaba con la yema de mi dedo como vibraba todo tu interior, contrayéndose, atrapándolo con ansia, como esos fluidos que lo impregnaban iban en aumento, al igual que tu excitación creciente mi boca termino sobre tus piernas, besando tus rodillas, tus muslos...

Y por fin llegaron a tu enrojecida abertura, donde lentamente saqué mis dedos, casi sin querer hacerlo, para dejar que mi boca, con la lengua como avanzadilla de mi amor hacia ti, recogiera ese néctar que nacía en tu interior y del que mis dedos se habían quedado impregnados de forma copiosa

Sin hacerla vibrar en esta ocasión, la paseé poco a poco alrededor de tus labios, hinchados, deseosos y abiertos, libando tus dulces jugos, queriendo reconocer el lugar del que manaban. Y así fue, de forma espiral, mi lengua terminó por tener todo tu sexo a su merced, a sabiendas de que dentro de muy poco, llegaría tu imperativo momento de placer. Dedicando toda mi atención a besar y saborear tu amorosa cueva, fui notando como tus suspiros iban convirtiéndose en ligeros gemidos, mientras te movías arqueando tu espalda, dejándote llevar, mientras sin saber ya si soñabas o no, murmurabas mi nombre y acariciabas con gran pasión contenida mis hombros invitándome a incorporarme

Lo hice y por fin pude mirarte a los ojos, brillantes y colmados de deseo, momento en el que profundamente te bese, mientras me dejabas de costado y pasabas una de tus largas piernas por encima de las mías, hasta terminar sobre mí, sintiendo tu lengua y tus carnosos labios sobre los míos, mientras tu agradable peso recorría mi cuerpo.

Pasaste tus brazos por detrás de mi cuello dejando tus manos acariciando mi nuca, notando como la calidez de tus pechos enervaba mi cuerpo. Poco después plegaste levemente tus rodillas, dejando que la cabeza de mi presto miembro de capullo ya casi purpúreo por su inflamación, encontrara por su propia cuenta, casi instintivamente, la entrada a esa calida estancia que tanto deseaba, a al vez que retozábamos y nos besábamos con pasión.

Y con un pequeño empujón tuyo, me alojé en tu interior, llenando mi corazón palpitante de las más tiernas emociones hacia ti, mientras me obligaba a sobreponerme a mis propias sensaciones, para poder mantener los ojos abiertos y deleitarme con la magnifica visión de tu cuerpo sobre mi, con mi sexo siendo engullido por tu lasciva y golosa cavidad, una y otra vez, mientras el ritmo muy poco a poco, iba acelerándose de forma constante, según nuestro estado de excitación lo iba ordenando.

Apoyando las manos sobre mis hombros, me ofrecías tus senos, bamboleantes, casi cimbreantes ante mis ojos, los cuales agarre sensualmente y comencé a acariciar, consiguiendo que aun manteniendo ese gozoso trajín, terminaras tumbada sobre mí, para poder saciar con avidez mi necesidad de tus besos.

El ritmo aumentaba de velocidad, cada vez más, mientras notábamos llegar ese intenso gozo que nos esperaba a ambos... Los suspiros y gemidos de amor llenaban la habitación y escapaban por el resto de la pequeña casa rural, mientras nosotros nos quedábamos allí, con nuestros cuerpos perlados de sudor, que parecían ser lo único que existía en aquellos momentos.

Tras varias declaraciones de amor entrecortadas por los temblores que se acercaban recorriendo nuestros cuerpos, noté como arqueabas la espalda de deseo mientras yo te inundaba de forma pasional, deteniéndome en lo más profundo de ti, pegando tu cuerpo al mió, dejando que tan solo las contracciones de ambos alargasen este ansiado instante en el que nos encontrábamos encaramados.

Poco a poco llego la calma a nuestros seres y también llegaron los besos, miles de ellos, cargados del mutuo amor que nos profesábamos y que acababa de alcanzar su máxima expresión, completamente esplendoroso. Con lentitud, según nuestros cuerpos se relajaron, y cesaron las sacudidas, que cual latigazos nos forzaban a retorcernos placenteramente el uno sobre el otro, te retiras muy lentamente de encima de mí terminando con esa íntima unión de nuestros sexos, quedando entrelazados por nuestros brazos de costado, sobre la ahora deshecha cama.

Alcance con una mano la casi transparente sábana que antaño nos cubría a ambos y la recupere para quedar ligeramente protegidos por ella. Así nos quedamos pues decidimos que aún era ridículamente pronto, y poco después, mientras mis dedos se perdían en algunos de los mechones más claros de tu intensa caballera, te volviste a quedar dormida, con una amplia expresión de complacencia en tu rostro. Yo intente imitarte, y el placer que sentía por mi renovado afecto hacia ti, me lo permitió, dándome la tranquilidad suficiente para saber que ningún sueño me haría despertar del que ahora vivía contigo, en esta apartada casa rodeada de la naturaleza...

Rodeado de tu inmensa naturaleza...