Tras los arbustos
Hacer deporte es muy saludable... no saben cuanto
La mujer estaba allí sentada en la acera de la calle. Esperaba pacientemente su llegada. Miraba indolente el ir y venir de las personas que diariamente al parque nacional. Disimulaba acomodando su ropa, su calzado y hasta realizando estiramientos. Tardaba, llego a pensar que no se presentaría. De repente su mirada cambio y un brillo especial se mostro en sus ojos. Ahí estaba él.
Un hombre moreno, alto, delgado pero bien definido, ojos oscuros trotaba por una de las caminerías, como todas las tardes. Angelina se levantó y estiro su cuerpo. No era muy alta pero su buena figura restaba importancia a ese detalle. Morena, cabello largo y rizado, ojos negros y algo achinados, complementaban muy bien ese cuerpo atlético.
Espero que el la adelantara y comenzó a correr detrás de él. Si era cierto lo de las feromonas él debía olerla a distancia, pero no, no daba indicios de saber que ella existía. “tonta, después de grande obsesionarte por un hombre, no tiene sentido”. A pesar de su auto regaño seguía corriendo tras él. No retiraba su mirada de ese trasero duro y firme. De repente un niño en bicicleta se cruzo en su camino, lo que le hizo perder la concentración y el equilibrio. Recuperada de su traspiés se dio cuenta que perdió de vista a su galán. Trato de recuperar el tiempo perdido pero no lo alcanzo, lo perdió de vista y no lo encontró. Se sentía frustrada.
Siguió corriendo, pero su rabia hizo que no lograra recuperar el ritmo, tras veinte minutos de correr sin sentido freno su carrera y comenzó a caminar. Estaba agotada, correr en las tardes la desestresaba pero hoy no había dado resultado. Su piel, morena por el sol, brillaba sudorosa. “Me regreso a mi casa, hoy no fue”. Paso sus manos por su piel sudorosa y ardiente. En ese momento pasaba por un sector del parque donde había unos arbustos de bambu muy tupidos, sembrados en cirulo, caminaba lento y de repente el ambiente cambio. Sintió unas manos grandes y fuertes tapar su boca y agarrarla de la cintura. Alguien la empujaba hacia los bambú, atravesaron los arbusto y se vio en el centro del círculo. Todo a su alrededor estaba cubierto por los arbustos, seria difícil que alguien la viera desde el exterior.
Observaba asustada alguna forma de escapar de su captor. De repente el hombre la soltó y volteo hacia él de forma brusca, preparada para gritar, no pudo emitir ningún sonido cuando se dio cuenta quien la había llevado hasta allí. Ahí frente a ella estaba él, el hombre que todas las tardes seguía, su obsesión y su frustración. Y ella estaba paralizada.
El la miro, se quito la camiseta deportiva que llevaba mostrando su pecho fibroso y delgado, llevo sus manos a la camiseta de Angelina y se la saco por la cabeza, sus ojos brillaron con lujuria, la tomo de la cintura y la pego a su torso aplastando sus senos aun con sostén, sin decir nada la beso. Su boca pedía la respuesta a Angelina, quien no se hizo del rogar, comenzando a responder a ese beso urgido y fiero.
Las manos de el acariciaban sus costados, ella le paso los brazos por su cuello, besándose con deseo. Con los arbustos como refugio, Angelina se sentía más que nunca viva, ese hombre desconocido le estaba haciendo sentir como jamás se había sentido. Sus ojos, la manera de mirarla… la habían embrujado.
Boca con boca, cuerpo con cuerpo, ambos escondidos entre arbustos. El paraíso. El control se había perdido por completo. En pocos segundos, ambos se encontraban acostados en el suelo. El se coloco sobre ella. Sus labios se volvieron a encontrar. Angelina no podía pensar. Tampoco quería hacerlo.
- ¿Qué estamos haciendo? – murmuro Angelina contra sus labios.
Él le mordisqueo el labio inferior de manera erótica y negó con la cabeza.
- No tengo idea, pero me encanta.
- A mi también.
A Angelina se le volvió a quedar la cabeza en blanco cuando él la siguió besando de manera rápida y desesperada, urgiéndola a seguirlo. La locura se apoderó de ella y sus besos se tornaron apasionados.
Él apretó sus caderas contra su pelvis, ella en un intento por recobrar el control, se apartó de él un milímetro y lo miró a los ojos. En ellos no encontró más que deseo y urgencia. El hombre gruño frustrado y Angelina lo silencio con un beso. Con movimientos salvajes él le quito el sostén y bajo sus pantaloncillos con todo y bragas. A Angelina no le dio tiempo de pensar y con el corazón latiéndole apresuradamente le quito a él su pantaloncillo y ropa interior.
El acaricio sus pechos voluptuosos y jugueteo con sus pezones. Angelina grito excitada y se frotó contra su erección. Estaba al borde del orgasmo. Él siguió jugueteando con sus pezones mientras ella mantenía aquel ritmo contra su polla. Él comenzó a moverse con ella y, de repente, Angelina gritó, ante el intenso orgasmo y se apretó contra él.
El hombre completamente excitado, se retiro de ella, se arrodillo, abrió sus piernas y la taladro con su polla de una manera brutal e intensa. Ella comenzó a mover sus caderas en una danza frenética que él no tardó en acompañar. Los movimientos de ambos eran bruscos, agresivos pero acompasados. Angelina abrazaba con sus piernas los costados del hombre y en un momento lo empujo hacia un lado con su cuerpo quedando encima de él. Una vez en esa posición comenzó a establecer su propio ritmo, haciendo que ese hombre que se encontraba entre sus piernas gimiera por el placer que estaba recibiendo. Aumentó la velocidad de sus movimientos, y tensó sus piernas sintiendo el placer de su orgasmo recorriendo todo su cuerpo.
La intensidad del mismo la dejó sin palabras, bajó su torso acercándolo a la cabeza de ese hombre. Él no perdió tiempo, tomó sus pezones lamiéndolos y mordiéndolos como si su vida dependiera de ello. Con sus manos la aprisionó y fue él quien comenzó un movimiento de mete- saca tan rápido que ella sentía que el orgasmo que acababa de sentir regresaba y se adueñaba de su cuerpo. La tortura que recibía en sus senos y en su vagina era indescriptible y los orgasmos iban y venían dejando su mente en blanco.
El hombre la empujó acostándola en la tierra levanto una de las piernas de Angelina colocándola en su hombro y arrodillado la penetro profundamente, tan profundamente que Angelina sentía un dolor mezclado con placer y un gozo que jamás había sentido. Él tenso sus músculos y aumento su ritmo, Angelina noto el cambio y bajo la pierna a la altura del torso de él prensándolo a si misma, hundiéndolo mas en su cuerpo. Él con un gemido derramo su semen en el interior de Angelina y ella a su vez se corrió mezclando las leches de ambos
Culminado el arrebato sexual de ambos. Él se incorporó y miro a Angelina, la beso en los labios y sonriendo le dijo: “Un placer, mi nombre es Miguel”. Angelina sonrió y dijo: “un placer igual, soy Angelina”. Ambos se besaron nuevamente, se separaron, se vistieron deprisa y se despidieron con un “hasta mañana” cargado de promesas.