Trás la vida íntima de Erendira

La vida de Erendira desde su punto íntimo

Deseo que les agrade este relato.

Erendira era una mujer elegante, alta, morena, de cabello negro como las noches que caían en Francia, con un cuerpo delgado, unos senos medianos, una cintura definida y unos glúteos totalmente tonificados, era muralista, amante del arte en París, y contaba apenas con dieciocho años cuando aquél hombre la sedujo inevitablemente.

Ellos frecuentaban verse cada noche ya que el trabajo de Erendira no les permitían verse en las mañanas, solían ir a tomar café y terminar sus noches haciendo el amor, aunque la aventura no había durado más que tres semanas, en ese breve espacio de tiempo quedó imbuida, por contagio, de la filosofía de la vida y de la manera expeditiva de resolver los problemas propios de Andrés .

Una tarde nublada Erendira le llamo a Andrés para verse, ya que le habían dado el día libre en el museo, decidieron pasar el rato a solas en una pequeña habitación en donde apenas se podía ver un rayo de luz pasar por la ventana, era la habitación que solían frecuentar para entregarse su amor cada noche fugaz, pasaron la tarde acariciando sus cuerpos tocándose, besándose, perdían el control desenfrenadamente y comenzaban a hacer el amor.

La cogió y comenzó a abrazarla y a acariciarla. Ella abrió los ojos y le sonrió, lentamente Andrés inserto un aguja en el brazo de Erendira y lentamente inyectó el líquido que contenía la jeringa, ese líquido enviciador que hacía que la mente perdiera razón y se convirtieran en una bestias sexuales, así pasaron la noche, drogándose y teniendo sexo, teniendo sexo y drogándose al mismo tiempo.

Al día siguiente Erendira vio que su cuerpo estaba cubierto de arañazos y pequeñas heridas, ella había recordado que la noche anterior su cuerpo había estado rebosante de éxtasis provocada por los fármacos , en ese momento la necesidad desesperada de sentir un poco más de placer alucinante, hizo que Erendira optara por cumplir sus más terribles deseos, ella sostenía una ampolla en una mano, y en la otra una pluma estilográfica y una navaja; Andrés aún es su estado miró con horror, ella rompió el extremo de la ampolla con el dedo, sacudiendo los fragmentos, luego en lugar de introducir una jeringa hipodérmica, metió la estilográfica y extrajo el líquido, con la navaja se practicó un corte en el brazo, ya cubierto de heridas antiguas y de otras más recientes, se insertó la pluma en el corte e introdujo la cocaína en su carne.

La cocaína la volvía más voluptuosa que sensual; Andrés había inhalado cocaína y en ese momento podían pasarse horas acariciándole las piernas , él le tomaba un seno, mientras que enterraba su besos en la delicada carne del cuello, limitándose a presionar con los labios, porque la cocaína ampliaba todas las sensaciones.

Un beso podía hacer temblar todo el cuerpo, Erendira yacía desnuda en el suelo de la habitación, todos los movimientos eran lentos. Perezosamente, un dedo de él buscaba el sexo de la muchacha, penetraba en el y allí permanecía, entre los labios de la vulva, sin moverse. Otra mano lo pretendía también, se contentaba con describir círculos en torno suyo y al cabo iba en busca de otro orificio.

El hombre ofrecía su miembro a la boca de Erendira que estaba totalmente relajada en el suelo, ella lo succionaba lentamente; todo contacto era magnificado por los efectos ,luego, durante horas, podían yacer tranquilos, soñando, las imágenes eróticas se formaban de nuevo. Andrés comenzó a ver el cuerpo de su amada, hinchado, sin cabeza; una mujer con los pechos de una barinesa, el vientre de una africana y las altas nalgas de una negra, todo confundido con una imagen de carne móvil; una carne que parecía hecha de materia elástica, las piernas se separaban de una forma inhumana e imposible, como si las cercenaran de la mujer, a fin de dejar el sexo expuesto, abierto; como si alguien hubiera tomado una rosa en la mano y lo abriera por completo, forzándolo.

A cada momento parecía que el cuerpo iba a abrirse del todo, hasta rasgarse, Andrés  trató de incorporarse y buscar el seno de Erendira, decidió buscar el vientre, como si aún se tratara de la fotografía que obsesionó su sueño causado por el éxtasis y entonces caería sobre la parte inferior de aquel cuerpo, de manera que pudiera besarlo entre las piernas abiertas.

El placer que experimentaba Erendira acariciando al hombre era inmenso, y las manos de este se deslizaban sobre su cuerpo y lo arrullaban de tal manera, tan regularmente, que raras veces la acometía un orgasmo. Sólo adquiría conciencia de ello una vez se habían marchado el sentir de aquella  piel tan masculina.

Al terminar el acto sexual, Erendira tumbada en la alfombra roja, con su cuerpo sólo he inerte se acordó de Andrés, de su manera de abrirle el sexo como si fuera un capullo, de cómo los aleteos de su rápida lengua cubrían la distancia que mediaba entre el vello púbico y las nalgas, terminando en el hoyuelo al final de la espalda. ¡Cuánto amaba él ese hoyuelo que le impulsaba a seguir con sus dedos y su lengua la curva que se iniciaba más abajo y se desvanecía entre las dos turgentes montañas de carne!, pensando en Andrés, Erendira se sintió invadida por la pasión. Y no podía aguantar su regreso. Se miró las piernas, de ellas corría un líquido transparente que era causa de la excitación que poseían sus recuerdos.

Continuará ...

Deseo que comenten y que me hagan saber si desean más relatos .