Tras la ventana

Llevan meses observándose en la distancia, hoy será el día que vivan su pasión

El día amanece radiante. Esther se despereza despacio. Está cansada y no tiene ganas de moverse de la cama. A pesar del sol hace mucho frio, pero hay mucha gente ya en la calle, cada uno dirigiéndose a su trabajo, a sus ocupaciones, a sus quehaceres diarios.

Con lentitud se dirige a la ventana. Son las once y sabe que a esa hora él estará en su ventana esperándola. Hace meses que los dos se observan en la distancia. Esther está desnuda. Ella siempre duerme así y para asomarse a la ventana y dejar que él la observe no se pone nada encima. El la mira como siempre. Sin perder detalle. Pero ella ni siquiera sabe su nombre. El es sólo un desconocido que durante meses ha estado espiándola desde una ventana que ni siquiera es la de su casa. El está en su trabajo y desde su mesa la observa, amparado en la privacidad.

Hasta ahora Esther ha tenido suficiente con eso, pero tanto ha fantaseado con un encuentro con ese desconocido, que excepto su nombre, pareciera que lo conoce todo de él. En su imaginación ha recorrido el cuerpo de él cientos de veces, ha pasado sus manos por su pelo oscuro, por ese flequillo que cae hace un lado de la cara, que tanto le gusta y que lo hace tan atractivo.

Hoy está decidida a hacer algo más. No está dispuesta a dejar que esta pasión la consuma, no quiere que él la observe más en la distancia, no quiere imaginar más. Ha decidido que ha llegado el momento de hacer realidad sus fantasías.

Conoce algunas cosas de él. Sabe a qué hora sale de trabajar, por qué puerta del edificio sale y cual su coche. Hoy ha planeado esperarlo a la hora de la salida.

Todavía le quedan un par de horas. Toma un baño, se lava el pelo y se peina con intención de estar guapísima. Se maquilla impecablemente. El resultado no puede ser mejor. Sabe que es guapa y se gusta cuando se mira al espejo.

La ropa que llevará también está decidida de antemano. El siempre la ha visto desnuda, así que esta vez quiere llevar su mejor ropa interior para él. Un precioso conjunto blanco de encaje, de sujetador y coulotte. El resto de la ropa está compuesto por una camisa blanca con escote de pico que favorece sus exuberantes pechos, un pantalón gris y botas negras con tacón de diez centímetros. Se coloca varios complementos y sabe que está perfecta.

Camina hacia el coche. Sólo doscientos metros los separan. Han estado tan cerca y a la vez tan lejos. Pero hoy es el día. Hoy sabrá si él la desea con la misma intensidad con la que la ha observado durante todos estos meses.

A la hora de la salida ella está esperando cerca de su coche. Mira directamente a la puerta del edificio. Quiere que él la vea al salir, que tenga tiempo de decidir qué va a decirle.

La puerta se abre una y otra vez pero nunca es él. De repente teme que precisamente hoy algo se haya complicado y tenga que quedarse en la oficina. Pero no, ya sale. Va mirando hacia abajo, buscando las llaves del coche en sus bolsillos. Por fin mira hacia la dirección donde ella está y se queda petrificado. No está seguro de que sea ella. Siempre la vio desnuda y tiene que mirar varias veces para asegurarse. Una mezcla de deseo e intriga recorren sus ingles. Esa preciosa mujer lo está esperando a él y es difícil saber qué siente realmente. La ha deseado durante meses, en la distancia y ahora no sabe cómo actuar.

Ella lo mira fijamente. Tiene los labios entreabiertos, llenos de pasión. El es mucho más guapo de cerca y también más alto de lo que ella imaginó. Ahora se alegra de llevar tacones. El se mueve nervioso, se saludan y se presentan. Javier. Así se llama. Javier, quieres subir a mi casa?, ella se sorprende al escucharse preguntar eso.

El duda un segundo pero al momento la toma de la mano y la conduce al portal de su oficina. Ella se deja llevar, intrigada y al mismo tiempo excitada. Ya no queda nadie en la oficina. Le muestra el camino hacia su despacho. Lo primero que hace Esther es acercarse a la ventana donde él se coloca para verla todos los días. Echa un rápido vistazo al despacho. Es amplio, cómodo y elegante.

Se acerca a Javier. Le pasa la mano por el pelo, como tantas veces imaginó y lo atrae hacia ella. Los perfumes de ambos se mezclan y surge el deseo. Ella lo besa, él recibe los labios de ella con sed, sus lenguas juegan en la boca del otro, se muerden los labios, las lenguas llegan al cuello, se deslizan saboreando la piel del otro, se recrean y estimulan los sentidos. Las manos de Javier bajan por su espalda, y la atrae fuertemente hacia él. Introduce una de sus piernas entre las de ella mientras le desabrocha la camisa con auténtica urgencia. Contempla la bonita ropa interior. Ha visto muchas veces sus pechos desnudos pero ahora los tiene allí y los desea. Desea morderlos, lamerlos y chupar los pezones erectos como si la vida se le fuese en ello. Esther tiene unos pezones grandes, rosados, que reciben la boca de Javier sedientos de pasión. Se estremece con cada suave mordisco, con la humedad que le transmite su lengua.

Todavía están de pie cerca de la ventana. El la conduce a su mesa. La tumba en ella bocarriba y le arranca el pantalón. El culotte está húmedo por el deseo. Se lo quita también. Sólo le deja las botas. Las manos de él se deslizan por su cuerpo. Bajan por las tetas, se paran en el ombligo, se dirigen hacia las ingles, donde la acaricia de tal forma que ella puede predecir lo que será el placer que sentirá hoy con él. Quiere gritarle que la penetre, que está esperando ese momento desde hace semanas pero sabe que aún debe esperar. El hunde su cabeza en su coño. Lo besa, lo acaricia con su lengua, lo saborea. La ha visto masturbarse muchas veces para él pero esto es incomparable. Su coño sabe a deseo incontrolable, a mujer pasional y a fuego. Su lengua recorre lugares que la hacen gemir, vibrar y estremecerse. Agarra con fuerza el pelo de Javier. Sus ojos cerrados y sus labios hinchados hacen que él la desee aún más. El aún lleva su ropa puesta, pero su polla está completamente dura. Se desabrocha el pantalón y libera su sexo erguido y poderoso. Ella le rodea las caderas con las piernas y él la penetra profundamente, una y otra vez, acompasando su ritmo al de ella, dejándola guiarlo en determinados momentos y poseyéndola con fuerza en otros. Es la pasión desenfrenada que ha sido fruto de muchas horas de encuentros imaginados por ambos. Le agarra las tetas mientras sigue follándola, nota la humedad dentro de ella, el calor ardiente y no querría salir nunca de allí.

Ella le pide que pare. Quiere desnudarlo, ver sus hombros, su culo, su espalda. Quiere morderlo, arañarlo, lamerlo. Mientras le desabrocha la camisa le acaricia la polla y después mete sus dedos en su boca, con los fluidos que salieron su cuerpo de ella. Le gusta probar su sabor, el sabor de su interior, eso la excita.

Lo lleva al sofá. Allí él se sienta y ella de rodillas le come la polla, se la come con gusto, disfruta haciéndolo, disfruta con su polla en la boca, disfruta con la dureza que nota, con los gemidos de él, a ella le encanta el sexo oral, le encanta hacer disfrutar a un hombre, le produce mucho morbo ver el placer de él en su cara, acariciarle los huevos, metérselos en la boca, hacerle sentir tanto placer con su lengua y sus labios que él quiera pedirle que no acabe nunca. Sigue así un rato, ella disfruta tanto como él y sabe que él está a punto de alcanzar el éxtasis, que va a correrse pronto, y se sienta sobre él, sobre su polla dura y se mueve, se mueve arriba y abajo, mientras él gime de placer. Ella controla, sabe que él está a punto de correrse, y ahora va más despacio, ahora aumenta la presión y la rapidez de los movimientos y entonces sabe que él se ha corrido dentro de ella, que ha estallado esa pasión reprimida durante estos meses. Sale de él y le come la polla, le gusta el sabor que tiene el semen, la cara de él mientras ella alarga el placer del orgasmo…y se tumba en el suelo. Le dirige la cabeza hacia su clítoris y lo deja hacer. El disfruta con su coño, están tan húmedo, sabe que ella quiere correrse ya, que ambos han experimentado un placer infinito y mientras su lengua hace su trabajo nota cómo el clítoris y la vagina se contraen, oye los gemidos de ella y sabe que ha alcanzado el orgasmo que ha imaginado estas semanas.

Después de esto y de hoy, saben que ya nunca volverán a observarse por la ventana pero este encuentro jamás se perderá en la memoria….

N.R.L

Nerja, 03/12/2010