Tras la jornada laboral
Esperaba que volvieses del trabajo a mediodía para que me vieses masturbarme. Por la noche te esperaría, con un corsé y unas ligas, dispuesta a lo que fuese.
Habías estado toda la mañana trabajando y faltaba poco para tu llegada. Yo me imaginaba cómo sería porque había estado pensando toda la mañana en ti, en el momento en que con una insinuación notara tu erección bajo los pantalones.
Ya lo tenía todo pensado, como me encontrarías cuando abrieras la puerta de tu casa. Faltaba poco para este momento. Fui directa a tu cama y antes de dejarme caer en ella me quité la camiseta y los pantalones. Sólo verías mi conjunto de lencería roja. Y escuché como introducías la clave en la cerradura.
Dije tu nombre cuando entraste. Vi en tus ojos las ganas de metérmela en aquel momento... Pero yo te rogué que te sentaras en el borde de la cama, frente a mí. Entonces empecé a acariciar mi coño sobre las braguitas mientras mirabas atentamente. Una sonrisa cruzó tu cara.
Con lentitud me quité las braguitas de bordados y te la lancé. Con suavidad abrí las piernas para exponértelo sin censura, totalmente depilado: te encantaba observarlo. Miré tu pantalón para ver como se había empalmado tu polla mientras me traía un dedo a la boca para mojarlo y fregarlo contra mi clítoris. Te rogué que te la sacaras. Quería ver cómo te masturbabas. Y lo hiciste de buena gana.
Liberé un pezón para acariciarlo y pellizcarlo mientras me observabas y movías la polla arriba y abajo mientras yo miraba con atención. Me metí dos dedos y gemí, me había mojado por el morbo de la situación. Tu polla iba creciendo además de mis ganas de meterla en mi boca y que me la llenaras entera. Pero no era el momento.
Después me introduje tres dedos, alternando para tocarme el clítoris mientras gemía. Tú también gemías y resoplabas mientras aumentaban tus ganas de metérmela de golpe. Quería que me follaras, pero todo llegaría. Así estuvimos un rato hasta que te dije que acabaría en poco tiempo. Tú aumentaste el ritmo, yo aumenté el ritmo... Hasta que cerré mis piernas por el placer del orgasmo y tú habías dejado que se esparciese todo tu semen por el pene y la mano.
Me acerqué hasta el borde de la cama, a cuatro patas como una perra, y lamí todo el semen que te había quedado en la polla y en los dedos, como si fueran caramelos. Cuando volviste a trabajar no pude evitar masturbarme mientras pensaba en cómo te la movías mientras mirabas mi coño bien abierto. Estaba en la ducha, enjabonándome los pechos y no pude evitar acercar los chorros del agua hacia mi clítoris. En poco de tiempo gemí de placer de nuevo.
De nuevo faltaba poco para tu llegada y yo te había preparado otra sorpresa. Me puse un corpiño rojo con unos bordados negros, un culotte a conjunto enganchado a un liguero y unas medias negras muy brillantes. Me pinté los labios de rojo sangre con una intención muy clara. Entonces te esperaría a la puerta de casa, con una bata que ocultaba qué vestía debajo...
De nuevo, al escuchar como sacabas las claves y las introducías en la cerradura, me mojé. Con sólo abrir la puerta te enganché, dejando caer todo lo que traías a las manos en medio del pasillo, y estampándote contra el armario para desabrocharte los pantalones y meterte la mano dentro de los calzoncillos. Estuve sobándote un rato, deseando mamártela cómo nunca lo había hecho hasta que me rogaste que parara.
Pero te cogí de la corbata para traerte a la cama. Desabrochaste mi bata y observaste qué me había puesto debajo. Me pusiste las manos a las caderas inmediatamente, pasando tus manos por mis nalgas y acercando tu cara a mis pechos sobresalientes de las copas del sujetador.
Te eché hacia atrás para quitarte los pantalones y los calzoncillos, y como una gata en celo, totalmente desesperada, me la clavé en la boca para disfrutarla. Mis labios subían y bajaban por el tronco mientras tú excitabas cada vez más. De vez en cuando, me metía todo el capullo hasta el interior de mi garganta mientras unos espasmos recorrían tu cuerpo. Cuando dejé de mamarla te hice ver que te había marcado toda la polla con el carmín de mis labios. El carmín también se me había corrido por la cara, mezclado con mi saliva y tus líquidos preseminales. Me relamí alrededor de la boca mientras te desabrochaba la camisa y te dejaba la corbata en medio, complacida de ver y tocar el pecho que tanto me gustaba.
Te pedí que me lamieras el coño, necesitaba notar tu lengua probando mi excitación y tu tacto. Lo hiciste de buena gana, escupiéndome en el clítoris para hacerlo crecer y succionándolo. Me encantaba. Me excitaba y te miraba de vez en cuando, encantado de abrirme los labios para verlo bien e introducir tres y cuatro dedos mientras yo gemía con desesperación. Me estimulabas el culo, poniéndome lubricante y deseando metérmela de golpe. Te complací y acabé en tu boca, saboreando todo lo que pudiste. Y quería más, quería mucho más de ti.
Me puse ante ti, poniéndote mi culo en la cara para que me la metieras poco a poco. Quería que me la metieras por el culo y sabía cómo de excitado te ponías. Poco a poco te acercaste, frotándomela para notar tu calor en mi agujero. La empapaste con el lubricante y acercaste el capullo a mi culo, mientras resoplabas de nuevo. Me sentía como una puta, sólo tu puta. Poco a poco la introducías más y la sacabas, y volvías a meterla mientras me agarrabas con determinación de las nalgas.
Cuando tu polla notó que estaba muy abierto, empezaste a embestirme, al principio más lento y después más rápido y profundo, como un animal. Me decías que era tu puta, y me dejaba que me agarrases con fuerza de las carnes y me dieras palmadas a las nalgas mientras aumentaba mi excitación. Empezaba a perder la cabeza. Estaba notando como me llenabas por completo y te pegaste a mí para pellizcar mis pezones y tocarme mi erecto clítoris.
Me cuchicheabas a la oreja que ibas a llenarme el culo con tu semen, que me saldría de dentro poco a poco... Yo te decía que continuaras follándome como una bestia, que no pararas. Tú continuabas diciéndome que era una puta, que sólo era tuya.
Me separé de ti para besarte y lamerte la lengua, los labios. Te tumbé a la cama, con la polla erecta hacia arriba. Me abrí de piernas para ponerme encima y frotar tu capullo por mi culo ya entonces muy abierto y que esperaba para acoger tu polla de nuevo. Me la clavé de golpe mientras tú cerrabas los ojos y me agarrabas de nuevo de las nalgas, sabías que me encantaba. De vez en cuando me dabas palmadas, marcando tu mano, mientras yo ponía los ojos en blanco.
Empecé a frotarme contra ti y a moverme en círculos, apretaba el culo para darle más placer a tu polla: temblabas. La dejaba salir del todo y me la metía entera, cada vez con más rapidez y fuerza. Mientras me la metía hasta el fondo te decía al oído que me hacías sentir como una perra, que me encantaba que me follaras el culo. Destapé mis pechos mientras yo te cabalgaba y con sus movimientos chocaban contra tu cara. Sacabas la lengua como un desesperado, buscando lamer los pezones. Yo te dejaba con mucho placer. Me sentía muy sucia.
Cuando dejaste mis nalgas libres te pedí que no las soltaras, quería sentir tu tacto, saber que era toda tuya. Levanté el torso y me puse recta sobre tu polla para que me pudieras ver el corpiño y los grandes pechos muy puestos sobresaliendo de la copa mientras me movía arriba y abajo, y mientras echaba la cabeza atrás dominada por el placer. Me decías cuánto te ponía.
Volví a pegarme a ti, para lamerte los labios y buscar tu lengua con la mía. Continuaba cabalgándote y notaba que si seguía así, me correría de nuevo. Te dije que me dieses palmadas al culo y me complaciste. Tu polla continuaba saliendo y entrando de mi culo y yo aceleré más el ritmo, clavándomela hasta el fondo. Tú empezaste a acelerarte, a sentir espasmos. Yo notaba que me corría y tú lo sabías. Me aproximé a tu cuello para respirarte y gemirte cerca de la oreja. Empecé a tener el orgasmo y tú lo notaste, poniéndose más erecto tu pene.
Tomaste la iniciativa, follándome como un loco con el culo totalmente abierto. Empezaste a gritar, casi sin oxígeno mientras yo lo hacía también. Tu semen se esparcía por mi culo mientras yo me agarraba a ti con fuerza mientras hacías los últimos empujones con excitación dentro de mí. La sacaste para esparcir tu semen por fuera también, totalmente complacido.
Tenía ganas de follarte de esa manera. Y tú todavía tenías ganas de más. Me pusiste la cara a la almohada y me dejaste a cuatro patas como la perra que era. Me hiciste una palmada más en las nalgas y esparciste también por mi coño el semen que poco a poco salía del agujero ante tu atenta mirada.