Tras El Perfume...
Me había relajado considerablemente esperando y el sonido de la puerta, el sonido de los tacones que se antojaban finos y altos, me pilló todo de sorpresa haciéndome dar un respingo. Una mano firme se posó sobre mi hombro izquierdo y la voz de Lorena me indico que no me moviese en absoluto. Con firmeza puso el collar de postura firmemente sujeto en mi cuello. Su voz volvió a susurrar que pusiera mis manos a la espalda. El armbinder fue colocado rápido y sin apenas dejarme espacio para sorprenderme. El primer azote fue doloroso, era un aviso de lo que iba a pasar.
Entre el vaivén de la gente en plena plaza del ayuntamiento, yo estaba sentado disfrutando del hermoso día que hacía. Era mediados de marzo, las temperaturas ya llamaban a irse despojando del abrigo, incluso a ir en mangas de camisa. Valencia en esa época se vuelve todo bullicio, las fallas son una hermosa fiesta; el gran monumento de la plaza ya estaba casi montado.
Mientras la gente pasaba yo apreciaba los placeres de la vida, un buen libro “El perfume” y pequeños sorbos de un delicioso cappuccino. De vez en cuando miraba a la gente pasar, las prisas, el desasosiego, pero nada de aquello me hacía evadirme del libro. Volví de lleno a la lectura “ Habría podido escribir una carta perfumada al papa y revelarse como el nuevo Mesías. Habría podido hacer todo esto y más, si lo hubiera deseado. Poseía un poder más fuerte que el dinero, el terror o la muerte.. .” La imaginación volaba mientras leía esas palabras hasta que oí la voz de una mujer a mi lado.
No me había percatado de que ella se había sentado a mi lado hasta que me volvió a hablar, ni siquiera pidió permiso para sentarse o eso creía yo.
Era una mujer de hermoso cabelle negro que le caía en bucles sobre sus firmes hombros. Tenía una sonrisa endiablada que podría mandarte a la guerra si quisiera, conjuntamente con sus hermosos ojos verdes. Tan hermosa que en un principio no supe que decir. Le dije hola con un atisbo de sonrojo.
Me comento que se había sentado a mi lado al ver el libro que me traía entre manos, le llamó poderosamente la atención que alguien se desvaneciera de entre el gentío para poder leer ese libro a esas horas. Debía saber quién era yo, quien podía ensimismarse de esa manera y mostrarse al público con aquel “diabólico” libro.
Nos presentamos formalmente, su nombre era Lorena. Durante largos minutos hablamos sobre el libro, porque las pelirrojas eran tan deseables y tan deliciosas. Más tarde estuvimos hablando de cosas mundanas, incluso de política, de sexo, de BDSM y de amor. Al cabo de un par de horas más o menos ella hizo una mueca de frustración, tenía que marcharse pero no sin antes darme una dirección para que la visitase ese mismo día. Yo accedí, la conversación me había gustado no tenía nada mejor que hacer y ella era una mujer francamente interesante. Me indico una hora y me ofreció su tarjeta con dirección y número de teléfono por si surgía algo que me impedía acudir pudiera llamarle. Las 18:00 fue la hora marcada.
Me tome lo que quedaba del cappuccino, puse la señal en el libro y me dispuse a ir a casa, comer, ducharme y arreglarme para acudir a la dirección en la hora señalada.
La casa estaba en las afueras, era casi una mansión observe sorprendido nada más llegar. Recordaba que le había echado un buen vistazo a Lorena, vestía bien pero nada que hiciese sospechar donde vivía realmente. Llame a la puerta, con el corazón acelerado como si aún tuviese 18 años. La puerta se abrió automáticamente pero nadie estaba tras ella. Mire presuroso a ambos lados sin decidirme a entrar, finalmente una voz en el interfono me hizo pasar y me indico esperase allí.
Observe el lugar detenidamente, era un acogedor recibidor, no demasiado grande, ni demasiado decorado. De pronto mi vista se posó sobre un papel que estaba sobre la pequeña mesa que decoraba el centro del recibidor. Para mi sorpresa eran indicaciones para mí; debía desnudarme y volverme de cara a la puerta principal, dando la espalda completamente a la puerta que en esos momentos quedaba frente a mí. La nota indicaba que si no deseaba seguir podía salir por la puerta y no volver jamás.
Pese a que el temor me hizo pensar en marchar pudo más la curiosidad. Me desnude con parsimonia, doblando las prendas delicadamente y dejándolas sobre una de las sillas que allí había. Finalmente me puse mirando a la puerta principal esperando los acontecimientos.
Me había relajado considerablemente esperando y el sonido de la puerta, el sonido de los tacones que se antojaban finos y altos, me pilló todo de sorpresa haciéndome dar un respingo. Una mano firme se posó sobre mi hombro izquierdo y la voz de Lorena me indico que no me moviese en absoluto. Con firmeza puso el collar de postura firmemente sujeto en mi cuello. Su voz volvió a susurrar que pusiera mis manos a la espalda. El armbinder fue colocado rápido y sin apenas dejarme espacio para sorprenderme. El primer azote fue doloroso, era un aviso de lo que iba a pasar.
Una vez inmovilizados mis brazos vi por fin de nuevo a Lorena cara a cara. Iba vestida con un conjunto de látex negro, con un corsé negro con pequeñas láminas de color rojo, guantes negros a juego y unas botas de caña alta del mismo color. Me observaba de arriba abajo y sonreía maliciosamente. Me enseñó la mordaza, era un arnés estilo araña que mantenía la boca abierta mediante un aro. Una vez me puso la mordaza, aseguro una cadena a la argolla del collar y me hizo seguirla.
Pasamos por una serie de puertas hasta llegar a una habitación donde estaban dos chicas vestidas con batas blancas que supuse eran de látex y guantes blancos del mismo material. En el centro de la habitación había una mesa camilla especial, había un hueco por donde me hicieron pasar los brazos, que quedaron sujetos por una cadena que se adhería al aro que poseía el armbinder, sujetándome firmemente al suelo por la cadena.
Comenzaron a depilarme completamente, sin dejar ni un vello en todo mi cuerpo. Yo no daba crédito a lo que veía, por primera vez comencé a protestar a través de la mordaza, pero tan solo se oía un balbuceo extraño. Tras un rato me dieron la vuelta para terminar de depilarme entero. Tras esto me pusieron una especie de antifaz que me impedía ver absolutamente nada. Me vi obligado a ir de rodillas a donde fuese que me llevaban.
Tras un rato caminando de rodillas llegamos a otra habitación. Unas manos se posaron sobre mis nalgas abriéndolas totalmente, noté que un líquido iba siendo introducido en mi ano y posteriormente un objeto ancho y bastante largo era introducido en el oscuro agujero sin dejarme tiempo a relajar mi recto.
Al poco rato me quitaron el antifaz por unos segundos. Estaba totalmente humillado ante varias personas, hombres, mujeres. Y junto a mí en la misma posición había otros dos hombres y una mujer. Me llamo poderosamente la atención que todos ellos tenían anillados los pezones y los genitales. Incluso estaban marcados, supuse que a fuego, en sus nalgas.
Antes de que me pusieran el antifaz de nuevo note la presencia de Lorena a mi lado y con una voz decidida y potente me dijo “vas a comenzar a ser una verdadera zorra a partir de hoy, querida Lulu”…