Transformado por una travesti

Estoy parado ante el espejo vestido con ropas de mujer y no me veo mal. Un hombre me espera ansioso en el living, es mi primera vez con un hombre de verdad. Un repentino sentimiento me golpeó, como si despertara de un sueño, y me pregunto¿ cómo llegué a esto?.

TRANSFORMADO POR UNA TRAVESTI

Estoy parado ante el espejo vestido con ropas de mujer y no me veo mal. Un hombre me espera ansioso en el living, es mi primera vez con un hombre de verdad. Un repentino sentimiento me golpeó, como si despertara de un sueño, y me pregunto¿ cómo llegué a esto?.

Todo empezó hace un par de años con mi separación. Estuve casado con una mujer durante 12 años, tuve 2 hijos, pero las cosas nunca anduvieron del todo bien y por culpa mía. En realidad nunca pude satisfacer sexualmente a mi mujer, en realidad a ninguna mujer. Si bien ellas siempre me atrajeron, por alguna razón que desconozco, al llegar al momento del sexo algo fallaba, perdía mi líbido y muchas veces no tenía erección. El tedio de un matrimonio complicó las cosas aún más y finalmente dejamos de tener sexo.

Aún casado comencé a tener aventuras con mujeres fáciles y prostitutas con distinto grado de éxito, hasta que un día descubrí a las travestis. Fuera por lo novedoso o por esa extraña mezcla de mujer-hombre, con ellas tuve el mejor sexo de mi vida. Así fue como conocí a Mariela. Una noche la ví parada en una esquina esperando clientes. Era hermosa, un cuerpo escultural, piernas increíbles y un largo pelo negro. Nos fuimos a un hotel. A diferencia de con todas las demás, inmediatamente ella tomó la iniciativa y durante estos dos años la siguió teniendo hasta convertirme en lo que soy hoy.

Esa primera vez, ni bien entramos al cuarto, comenzó a desvestirse sensualmente, como si me estuviera haciendo un strip-tease. Yo quedé parado observando ese hermoso cuerpo que se me iba descubriendo. Cuando solo le quedaban las tangas, pensé que se iba a detener , como hace la mayoría de ellas, nada de eso, manteniendo la mirada fija en mí comenzó a quitárselas. Tenía un pene de tamaño normal, el que al estar totalmente depilado parecía más grande de lo que era. Para resumir, luego de desvestirme y besar y lamer todo mi cuerpo me llevó a la cama y comenzó a realizarme la más exquisita mamada. Lentamente fue girando su cuerpo hasta la posición de 69. Allí estaba yo, con esa diosa dándome un enorme placer y con su pene frotándose contra mi cara. Era mi primera vez, nunca había tocado un pene ajeno, pero como en todo lo demás, ella me llevó a hacer lo que quería aunque sin obligarme. Comencé por besarlo, el olor no era desagradable y finalmente lo metí en mi boca. Mientras yo hacía esto, ella dejó mi pene, corrió mis testículos y comenzó a lamer por debajo de ellos, acercándose lentamente a mi ano. Inicialmente intenté evitarlo, pero era un placer inmenso y terminé por separar mis nalgas. Sentir su lengua caliente alrededor de mi ano y luego intentar penetrarlo fue demasiado para mí, tuve la eyaculación más brutal que recordara.

Ella abandonó mi ano y comenzó a lamer mi pene, prolongando mi placer. A todo esto su erección era descomunal, yo temía que se viniera en mi boca. Sin embargo, una vez que yo terminé se levantó fue al baño se higienizó y comenzó a vestirse. Tuve una sensación extraña, como un sentimiento de culpa por no haberla complacido. Tal vez por ello rompí mi regla de oro, que era no estar dos veces con la misma travesti. Una semana después la busqué en la esquina en que la había encontrado. Allí estaba, más bella aún de lo que la recordaba. Repitió su rutina de la primera vez, pero en determinado momento con suaves empujones me hizo dar vuelta, quedando boca abajo, puso una almohada debajo de mi vientre, levantando mi cola y enterró su cara entre mis nalgas. No se si a todos los hombres les pasa, pero ella había descubierto algo que yo desconocía, el placer que te mamen el culo. Cada tanto introducía un dedo mientras lamía mi pene, con lo que lograba mantenerme muy caliente. Luego de más de media hora de este placer sin fin, se incorporó y sentí la presión de su pene en mi agujero. Entre la lubricación de su saliva y la dilatación de sus dedos, comenzó a entrar, pero inmediatamente sentí un fuerte dolor.

Era evidente que ella deseaba hacerlo, pero el dolor era muy intenso. Sin decir una palabra, dejó de intentarlo, tomó mi pene y con una rápida mamada me hizo llegar. La dejé en su esquina sin decirnos una palabra, ella evidentemente molesta y yo con la sensación de haber llegado demasiado lejos. Me decía a mi mismo que me estaba convirtiendo en un puto, que debía parar.

Con el transcurso de los días esa sensación se fue diluyendo y la fascinación que Mariela me provocaba me obligó a volver a buscarla. Antes de subir al automóvil, ella me preguntó:

-Voy si estás dispuesto a terminar lo del otro día.

Yo pensé contestarle que pagaba por sus servicios, pero con ella nada era lo que parecía.

Luego de desvestirse se me acercó, aún parados, y mientras me daba un profundo beso en la boca, tomó mi mano y la llevó a su pene, el que rápidamente empezó a crecer. Me llevó a la cama y directamente comenzó a prepararme. Boca abajo, almohada debajo del vientre, y el placer de su lengua introduciéndose entre mis nalgas. Luego de un buen rato, tomo un pomo de crema de su cartera y me untó abundantemente y comenzó a introducir los dedos.

Cuando lo consideró adecuado, se lubricó el pene y me lo introdujo. Esta vez el dolor fue mucho más tolerable. Un par de veces sacó su pene y volvió a lubricar. Finalmente sentí su pelvis contra mis nalgas y comenzó a bombear suavemente. Cada tanto retiraba su pene, esperaba un rato y lo volvía a meter. Yo sentía la necesidad que ocupara mi hueco, que entrara de nuevo. En un momento se retiró y dijo:

-Pedímelo. – parecía que me leía la mente. No pude más y dije:

-Metémelo, rápido por favor.

Lo introdujo de un solo tirón y comenzó a bombearme furiosamente. Apoyó sus senos contra mi espalda y con una mano comenzó a masturbarme. Tuve mi primer orgasmo con un pene metido en mi culo. Al rato comencé a sentir sus contracciones y creí sentir el calor de su semen dentro mío. Fue algo placentero no solo mi orgasmo, sino percibir el de ella gracias a mi cuerpo. Nos bañamos juntos, nos besamos. Al dejarla me entregó una tarjeta con su teléfono.

Durante un par de días me dolió el trasero y permanentemente me decía que ya basta, que era suficiente, que nunca más. Sin embargo rápidamente me di cuenta que estaba preso de ella, como si me hubiera embrujado. La llamé y me invitó (¿ordenó?) para que fuera a su casa. Me besó y me llevó al baño, me desvistió y nos metimos a la ducha. Nos enjabonamos y acariciamos. Su pene se paró rápidamente, me empujó suavemente por los hombros, me arrodillé y comencé a mamárselo. Esta vez estaba dispuesto a hacerla llegar. En determinado momento me tomó de la cabeza y me obligó a parar. Salimos, me hizo parar de espaldas a ella y me ordenó levantar un pie y luego el otro y luego subió con sus dos manos hasta calzarme una tanga. El hilo se introducía profundamente entre mis nalgas, la suave leta de adelante acarició mi pene mientras se iba parando. Me llevó a la cama me acostó de espaldas y besó mi pene por encima de la tanga y lamió la cabeza que sobresalía de la tela.

Puso una almohada debajo de mis nalgas y comenzó a lamerlas y jugar con el hilo. Levanté mis piernas para hacerle lugar, corrió el hilo y me dio placer con su lengua. Apoyó mis piernas en sus hombros y me penetró. Me hizo rodear su cintura con mis piernas y apoyar los talones en sus nalgas, con lo que acompañaba sus movimientos de penetración. Se reclinó sobre mío y metió su lengua profundamente en mi boca. Era como si me penetrara por dos lugares al mismo tiempo. Sus hermosos senos se apoyaban y frotaban contra mi pecho. Mi pene recibía el placer del roce de la suave tela y su vientre. Exploté en un orgasmo maravilloso e inmediatamente ella dentro mío.

Al despedirme me entregó un paquete y me indicó que la próxima vez debería llevar esas prendas puestas. Al llegar a mi casa de separado abrí el paquete y me encontré unas tangas similares a las que había usado, un par de medias de nylon y una crema depilatoria. Esa noche dormí con su tanga puesta. Luego de un par de días de dudas decidí acometer la tarea. La crema era fantástica, uno se la esparcía sobre la piel y al recogerla se llevaba todos los pelos, que no son muchos debo decir. Fue una sensación extraña ver mis piernas depiladas, al mirarlas en el espejo parecían las de una mujer. Me puse las tangas y las medias, decidí depilarme las nalgas también. No pude aguantar toda una semana, la llamé y fui, con mis medias y tanga debajo de los pantalones. Ni bien llegué, me los hizo quitar para verme. Sus caricias en mis piernas con medias fue algo extraordinario. Me llevó a su habitación, me paró delante del espejo y tapó la mitad superior, para que solo viera de la cintura para abajo.

Mientras me contemplaba, se acercó por detrás y me colocó unas faldas tableadas, del tipo colegial. Estaba subyugado, era como ver a una mujer. Nuevamente se acercó y tomándome un brazo quiso colocarme un sostén. Me quise oponer, era demasiado, pero me convenció diciendo que estábamos solos y que a ella eso le daba placer. Se lo permití, debajo puso unos rellenos y luego me hizo poner una remera ajustada. Subió la tela hasta la altura de mi cuello. Ahora veía una mujer de cuerpo entero, con un buen par de senos, giré para ver como mis nalgas abultaban la pollerita. Solo desentonaba mi vientre algo abultado, resolví que debía adelgazar. ¿Qué me pasaba, estaba empezando a pensar como una mujer?. Mariela no me dejó pensar demasiado. Se había desvestido y su erección demostraba que le gustaba lo que veía. Con una mano comenzó a acariciar mis nuevos senos y la otra la introdujo debajo de la pollera y me dio uno de sus besos profundos. Con cierta violencia me hizo girar, apoyar mis brazos sobre la cama, recogió mis faldas, corrió el hilo de mi tanga y me penetró. Jugó conmigo, me hizo decirle que era su puta, pedirle que me penetrara. Me bombeó hasta que tuve un gran orgasmo dentro mío. Esta vez no se había preocupado de mi pene, sin embargo yo sentía placer, hasta creí tener un orgasmo distinto, como dentro mío.

A partir de ese día comencé un severo régimen de comidas y adelgacé muchos kilos. Al mismo tiempo comencé a realizar largas caminatas que ayudaron a estilizar mi cuerpo. Mariela me compró una peluca, me enseño a maquillarme y a caminar sobre tacos.

Salvo mi voz hay me desempeño como toda una mujer y ya me puedo ver a espejo entero. No soy una belleza, pero estoy pasable. Todo esto para ella, vivo pensando en nuestros encuentros. Sin embargo, hoy llegué a su departamento y mientras me vestía y maquillaba escuché que alguien llamaba a la puerta y una conversación entre Mariela y un hombre. Ella entró al baño y me dijo que me tenía una sorpresa. Era un amigo de ella a quien le había mostrado mis fotos y que quería conocerme. Le dije que no, que no quería estar con un hombre, que no era un puto. Me dijo con rudeza:

-Mirate al espejo. Que ves, sino un travesti. Para que te enseñé todo esto. Ya sos puto, tarde o temprano vas a estar con un hombre y mejor que sea con uno bueno como el que está esperándote. Yo me voy, los dejo solos, hacé lo que quieras-

Escuché como le decía al hombre que yo enseguida saldría y el ruido de la puerta de calle al irse ella.

Estoy parada/o ante el espejo, un hombre me espera. No se que hacer y me pregunto ¿cómo llegué a esto?