Transferencia Erótica [07].
Sorpresa.
Capítulo 7.
Sorpresa.
—1—
Fue un gran alivio no tener que esperar tanto tiempo para asistir a terapia con Sabrina. Ésta era la primera vez en la que las sesiones se darían dos veces a la semana. La primera fue el martes y para mí fue un gran avance. Me animé a contarle mi segunda experiencia con Lucas. Pero mi ansiedad desbordaba por una promesa que ella me había hecho durante esta misma sesión.
Llegó el jueves y no me hice esperar, a las seis en punto de la tarde toqué el timbre del consultorio y, como si ella me hubiera estado esperando, la puerta se abrió al instante.
La escena con la que me encontré me llevó a pensar que realidad no me estaba esperando; Sabrina se estaba despidiendo de uno de sus pacientes. Un flaco al que no le di mayor importancia, ni siquiera lo saludé, porque mis ojos fueron atraídos por la minifalda de jean de la psicóloga. Era muy pequeña para su voluptuosa anatomía. Tal vez en una chica más delgada no hubiera causado tanto impacto; a ella le quedaba muy ajustada.
Iniciamos el ritual anterior a cada sesión: subir las largas escaleras de mármol. Pensé que, por su particular atuendo, me diría que vaya primero; pero no. Empezó a subir los escalones sin mirar atrás.
Levanté la mirada y me encontré con una imagen casi obscena. Puede ver buena parte del gran culo de Sabrina, y su ropa interior… se trataba de una tanga roja que se le metía entre las nalgas y le marcaba muy bien la vulva. Casi se me pone la verga dura ahí nomás. Subí despacio, midiendo el ritmo para poder seguir contemplando ese espectáculo erótico. Con cada paso que daba, Sabrina me mostraba una parte de su entrepierna. La tenía tan cerca que hubiera podido tocarla tan solo con estirar el brazo… por supuesto no hice tal cosa.
Entré al consultorio, después de ella, completamente excitado. No tenía una erección de puro milagro.
Sabrina se sentó en uno de los sillones blancos y yo en el otro. Casi de inmediato me di cuenta de que si ella no tenía suficiente cuidado, podría cometer el error de mostrar la tanga, si es que separaba las piernas demasiado. Probablemente era consciente de esto, ya que sus piernas estaban muy juntas. Esta vez no había mates ni café, pero no me importó, yo había venido por otra cosa.
—Estuve esperando mucho por este día —le dije, emocionado.
—¿Ah sí? ¿Y por qué?
—Por lo que me prometiste contarme la semana pasada… algo sobre una experiencia incómoda.
—Ya veo. Está bien, si te lo prometí, entonces te lo voy a contar. Pero desde ya te aviso que no se parece en casi nada a tu experiencia con Lucas. Lo digo para que no empieces a imaginar cosas raras.
—Está bien, no imaginé nada de nada. De verdad. Solamente quiero escuchar lo que me vas a contar.
—Bueno, mejor así. Lo que te voy a contar es sobre un paciente que tuve hace un tiempo… obviamente no te puedo dar su nombre real. Pero para facilitar un poco el relato podemos decir que se llamaba… em… no sé… ayudame vos, sos el que tiene creatividad. Ponele nombre al paciente.
—Mmm ¿Nacho? Lo digo porque no conozco muchos Nachos… solo de vista.
—Está bien, mientras más lejano sea el nombre, mejor. Yo tampoco conozco algún Nacho que sea cercano a mí, así que servirá. De ahora en adelante este paciente anónimo se llama “Nacho”.
—Perfecto —asentí con la cabeza y me quedé sentado muy recto, con las manos sobre las rodillas.
—Desde el primer momento me di cuenta de que Nacho no sería un paciente común y corriente, ya había actitudes que delataban que traería problemas. Por ejemplo, lo primero que hizo al entrar al consultorio fue mirar por todos lados, como si fuera un perro olisqueando el aire. Le pregunté si estaba buscando algo en particular y él me dijo que solo quería asegurarse de que “todo estuviera en orden”. Vos estás viendo prácticamente el mismo consultorio que él —señaló a nuestro alrededor—. Lo único que no había en ese entonces eran estos sillones blancos, pero tenía otros, más chicos. Unos marrones, que tuve que tirar porque ya daban vergüenza, en ese entonces todavía servían; pero no eran muy bonitos. En fin, la cuestión es que no hay mucho para analizar dentro de esta habitación, tiene lo justo y necesario. Pero él miraba todo como si de pronto la abrochadora fuera a saltarle al cuello, o como si el piso fuera a desmoronarse. No me gusta prejuzgar a la gente, pero mi formación como terapeuta me brinda las herramientas para ir notando ciertos patrones de conducta. Me di cuenta de que Nacho era bastante paranoico. Sin embargo éste resultó ser el menor de sus problemas.
—Cómo habrá sido el peor…
Ella me mostró media sonrisa.
—A eso voy a llegar. Charlando con Nacho comprendí que en realidad lo que él buscaba era algún micrófono, o alguna cámara. Algo que dejara registro sobre las conversaciones que tendríamos. Tuve que prometerle que no grabaría nada y le aclaré que yo ni siquiera acostumbro a tomar notas. Le llevó un par de sesiones entrar un poquito en confianza. Cuando por fin se convenció de que no quedarían registros de las sesiones, me contó su problema. Él tenía una especie de fascinación secreta por exhibirse, por ser visto en actos sexuales. Me contó que había convencido a algunas de sus novias para tener sexo en la playa o en algún otro lugar público, y que su excitación máxima llegaba si alguien los sorprendía.
—Sé de mucha gente a la que le gusta tener sexo en la playa; pero generalmente no les gusta ser descubiertos.
—Claro, si lo hacen es por la emoción del riesgo; pero Nacho no, él lo hacía con la esperanza de que lo descubrieran. Decía ser un hombre sexualmente bien dotado, aseguraba tener la verga de buen tamaño, y estaba muy orgulloso de eso. En parte esto lo motiva a exhibirse. Una clara actitud narcisista. Con el paso de las sesiones empezó a contarme algunos episodios en los que él se exhibió delante de mujeres, no tanto con la intención de provocarlas, sino por el placer de ser visto. Por supuesto que él disfrutaba del acto sexual; pero lo que más lo excitaba era que otra persona lo viera desnudo, especialmente si era mujer. Él tenía miedo de que esta práctica de exhibirse lo lleve a perder su trabajo, o a la cárcel.
—Bueno, al menos era consciente del riesgo… no era un loquito que andaba corriendo en bolas por la calle.
—Así es. Es más, si lo vieras lo tomarías por una persona común y corriente, es un buen conversador, un tipo inteligente y culto… pero tenía esta imperiosa necesidad de mostrarse desnudo delante de la gente. Inició terapia porque ya estaba desesperado, necesitaba encontrar una solución a ese dilema. Le prometí que lo ayudaría en todo lo que fuera necesario, y creo que él se lo tomó muy a pecho. Un día entramos al consultorio, me senté en el sillón, revisé algo en el celular y cuando levanté la mirada me encontré con que Nacho estaba desnudo de la cintura para abajo.
—A la mierda.
—Imaginate… yo era una psicóloga inexperta, hacía poco había terminado la universidad y todavía me daba un poco de miedo tratar con algunos pacientes… y este tipo viene y se queda en bolas.
—¿Y era cierto que estaba bien dotado?
—Sí, muy cierto —dijo ella, con una sonrisa picarona—. La tenía larga y bien ancha, completamente depilada. Como si fuera un actor porno. Es más, creo que con ese pedazo de pija pudo haber sido actor porno tranquilamente.
—No sería mala idea… si le gusta exhibirse y está bien dotado…
—Sí, pero había cuestiones en su entorno que le hubieran complicado mucho las cosas. No quiero entrar en demasiados detalles de su vida, ya que pretendo que Nacho siga siendo un tipo anónimo. Pero ser actor porno no era una posibilidad para él.
—Entiendo, no voy a preguntar más sobre eso.
—Lo que sí te puedo decir es que me quedé asombrada por la pija que tiene. Lo primero que hizo fue pedirme perdón, me dijo que no tenía que asustarme, ya que él no pretendía hacerme nada. Hizo eso porque ya no aguantaba más… necesitaba mostrarse delante de alguien… de una mujer, y yo era la única que no levantaría una denuncia contra él. Y, a ver… yo podría haberlo denunciado, si quería. Que yo sea su psicóloga no le da derecho a desnudarse en terapia. Sin embargo lo vi como una oportunidad para aprender a manejar casos atípicos. Le dije que no me iba a enojar con él, pero que eso que hacía no debía ocurrir en todas las sesiones, le aclaré que yo estaba para ayudarlo psicológicamente, no para mirarle el pito. Él me preguntó si podía quedarse así durante unos minutos, yo le dije que sí (como una boluda), con la condición de que siguiéramos hablando de sus problemas. El accedió. Durante toda esa sesión me costó mucho mirarlo a los ojos, no porque ésto me pusiera incómoda, sino porque su verga siempre conseguía captar mi atención. Es muy difícil no mirarle la verga a un tipo que está desnudo, tenés que tener mucha práctica en el tema, tal vez concurrir a playas nudistas o algo así. Algo que yo no hice nunca, ni pienso hacer. No me siento nada cómoda desnudándome delante de la gente.
—Me pasa lo mismo, nunca iría a un lugar de esos. —Después de lo que dijo Sabrina, no me sentí tan culpable al estar mirando la tanga roja que asomaba entre sus piernas.
—Si bien yo no miraba con deseo a Nacho, no puedo negar que su verga era llamativa. Me recordó a la verga de mi compañero de curso, a ese que se la chupé mientras hacíamos un trabajo práctico. Posiblemente a vos te hubiera recordado a la verga de Lucas. Así que, imaginate cómo te sentirías delante de un tipo así, aunque no pretendieras tener un encuentro sexual con él.
—Te entiendo perfectamente, yo tampoco hubiera podido dejar de mirarle la verga. Y tal vez incluso se me hubiera despertado alguna fantasía.
—Bueno, eso me pasó a mí. Más que fantasías me despertó recuerdos, de mis experiencias pasadas con tipos bien dotados. Para colmo Nacho no se quedó solamente un rato desnudo, se quedó así durante toda la sesión. Eso fue culpa mía, por no animarme a pedirle que se vistiera. Como te dije, en esa época yo era una psicóloga con poca experiencia. Hoy en día hubiera actuado de otra manera.
—¿Volvió a ocurrir algo así con Nacho?
—No sé. Tal vez. Puede ser —me mostró una sonrisa desafiante—. Pero no estamos acá para hablar de mí. Te prometí que te contaría eso, y ya te lo conté. El que está haciendo terapia sos vos, no yo.
Me dolió un poquito que ella me recordara de forma tan directa que no estábamos en igualdad de condiciones, que no éramos “grandes amigos”, sino un paciente y su terapeuta. Sin embargo no puedo enojarme, ella solo está haciendo su trabajo, y me da muchas libertades. No debo abusar de ellas.
—¿Sobre qué vamos a hablar hoy? —Me preguntó, con tono profesional.
Me costó acomodar mis pensamientos, como un boludo creí que nos pasariamos esta sesión hablando de la vida de Sabrina. No tenía nada preparado.
—En la sesión pasada me hablaste de Lucas —dijo, porque yo no respondí—. También me habías hablado de esa chica tan linda con la que tuviste sexo, Karen. ¿Hay algo más para contar sobre ellos?
—Sí, bastante. Creo que ahora debería hablarte de Karen…
En ese momento sonó mi teléfono, instintivamente lo revisé y vi que había recibido varios mensajes de Romina, mi ex novia. La mayoría eran imágenes.
—¿Es quien yo creo que es? —Preguntó Sabrina.
—¿Y quién creés que es?
—Romina.
—Sí, es ella —respondí con media sonrisa—. Está mandándome unas fotos. Me dice: “Esta es la sorpresita que tenía preparada para vos. Te vas a morir de la angustia”.
—¡Apa! ¿Y por qué te dice eso?
—No sé… mandó fotos, pero…
—¿Me vas a decir que te da vergüenza revisarlas delante de mí?
—No, no… eso sería absurdo. Si ya te mostré fotos y videos de Romina, es que…
—¿Qué?
—Me gustaría mirarlas ahora —dije—. ¿Vos las querés ver conmigo?
—Si no te molesta… Romina es una chica sumamente interesante. Tengo que admitir que estoy super intrigada por esa “sorpresita” que te preparó. Pero no quiero que te sientas obligado a mostrarme nada.
—Yo quiero mostrarte…
—Entonces dejá de dar tantas vueltas y vení —dio dos golpecitos al sofá, invitándome a sentarme con ella.
No perdí el tiempo, crucé de sillón y me senté a su lado. Quedamos tan cerca que pude sentir la calidez de su cuerpo. Tragué saliva y abrí la primera imágen que mandó Romina. Incliné un poco la pantalla para que Sabrina también pudiera ver, ella se inclinó hacia mí, y quedamos incluso más cerca. En la pantalla estaba Romina, con una gruesa y larga pija metida en la boca, ella miraba a cámara, con alegría, como si estuviera diciendo: “Miren qué pedazo de poronga me estoy comiendo”.
Para otra persona esa primera foto de Romina hubiera sido muy impactante, sin embargo yo ya había visto muchas como esa. Aunque todavía me provocaban un buen subidón en la temperatura. Estuve a punto de preguntarle a Sabrina qué opinaba ella, pero habló antes de que yo pudiera decir algo.
—Es preciosa… y me encanta la actitud que tiene al chuparla. Me recuerda un poco a mí.
Y sí, mi cerebro interpretó esas señales como: “Ahora pensá en Sabrina, con esa misma pija en la boca”. Esa sí que era una imagen impactante.
Pasé a la siguiente, era como la primera, solo que ahora la verga estaba más adentro de la boca. La tercer foto sí que traía un cambio significativo, pudimos todo el culo y la concha de Romina, ella estaba en cuatro y el falo enterrado hasta la mitad… en el orto.
—¡Ah, esta chica no pierde el tiempo! —Exclamó Sabrina.
—Para nada. Nunca tuvo problemas en entregar el orto a la primera.
—Pero tal vez antes se la metieron por la concha, solo que esa foto no la vimos.
—No creo, si conozco bien a Romina, es muy probable que haya empezado por el culo. —Leí en voz alta el mensaje que mi ex novia dejó debajo de esa imagen—. Esa poronga me pone loca, ésta sí que me llena bien el orto. Soy muy culona, si no me garchan con una pija grande, ni la siento.
Sabrina soltó una risita.
—¿Eso lo dice por vos?
—Seguramente.
—¿En serio no te molesta que ella te diga esas cosas?
—Un poco sí; pero es parte del encanto. Si no me generara cierta bronca, no sería…
—No sería masoquismo. Entiendo. Bueno, dejame decirte que es una pija muy grande, yo también me pondría loca como ella, si viniera a cogerme un tipo con ese calibre. Entiendo por qué te dice esas cosas. La foto es super impactante, sí que es culona… como yo. Me imagino cómo habrá cambiado su vida sexual… digo, no es fácil dejarse meter en el orto pijas como esa.
—¿Vos…? —Me quedé mudo, arrepintiéndome de haber abierto la boca.
—¿Yo qué?
—Nada, dejá…
—Ah, ya entendí —me miró a los ojos con una sonrisa picarona—. Sí, ya me dieron por el orto. Más de una vez.
Cuando dijo esas palabras la pija se me puso dura al instante. Fue como si tuviera un resorte adentro, y Sabrina encontró la forma de activar el mecanismo. Lo peor de todo es que ella se dio cuenta del bulto que crecía en mi pantalón.
—Perdón —dije, completamente avergonzado.
—No seas tarado, che —dijo, dándome un golpecito en el brazo—. Estamos viendo fotos porno de tu ex novia. Mirá si me voy a ofender porque se te para la verga. ¿Acaso no te conté que llegué a ver un tipo en pelotas dentro de mi consultorio? ¿Pensás que sos el primer paciente que tiene una erección delante mío?
—Em… sí.
—Bueno, te aseguro que no. Este es un consultorio psicológico y acá se habla mucho de sexo. Estoy acostumbrada a ver cosas que otras personas considerarían… raras. A muchos de mis pacientes se les paró la verga mientras me contaban sus anécdotas… y muchas chicas se les mojó la concha por lo mismo. Aunque las mujeres podemos disimular un poquito mejor la excitación, a veces se nota igual. Especialmente si la chica tiene una pollera cortita… ahí si se te moja la concha, se te nota en la ropa interior.
En un acto fallido miré hacia su entrepierna, donde su minifalda se había subido casi por completo. Sabrina terminó de subirla, separó ligeramente las piernas y me mostró su tanga roja, que aprisionaba su vulva.
—A mí todavía no se me mojó —dijo, con total naturalidad—. Pero no me extrañaría terminar mojada, porque las fotos de Romina son muy porno… y muy buenas. Me encantan. ¿Me las vas a pasar?
Abrí tanto los ojos que casi se me salen de las órbitas. A mi cerebro le llevó varios segundos procesar todo lo que había dicho Sabrina. Desde confesar que su culo había sido penetrado más de una vez, pasando por mostrarme su ropa interior… “Pero no me extrañaría terminar mojada”. Además esta vez era ella quien me estaba pidiendo las fotos de Romina. Hice lo posible para no llegar a conclusiones absurdas, lo más probable es que Sabrina me hubiera dicho todo eso para que yo me sintiera más cómodo; o tal vez era parte de su ingeniosa terapia.
—Claro que te las paso —dije, cuando pude reaccionar—. A Romina no le molesta que lo haga. Es más, yo sospecho que ella está al borde de subir estas fotos y videos a internet. Le gusta que otras personas las vean. Puede que ya haya algunas cosas publicadas, en las que no se le ve la cara.
—Como dije, Romina es una chica sumamente interesante. Gracias por pasarme las fotos, te prometo que no se las muestro a nadie. —Apoyó su mano sobre mi muslo y eso provocó que mi verga mantuviera el máximo de su rigidez. Para colmo ella no bajó su minifalda, yo aún podía ver un pequeño triángulo rojo entre las piernas de la psicóloga.
Hasta ahora lo más impactante para mi habían sido los comentarios de Sabrina, sin embargo las fotos captaron toda mi atención cuando Romina apareció en pantalla con dos vergas, una en cada mano. Por supuesto que estaba chupando una.
—¡Apa! Esto sí que no me lo esperaba —dijo la psicóloga.
—Yo tampoco.
—¿Alguna vez ella te comentó que estuvo con dos hombres a la vez?
—No, nunca. Me dijo que tenía una sorpresa para mí, y que me iba a volver loco.
—Qué bueno que haya una psicóloga cerca, para tratarte. ¿Ya te volviste loco?
—¿Una psicóloga le puede preguntar eso a su paciente?
—Si hay suficiente confianza, sí. ¿Creés que ya tenemos suficiente confianza? —Me mostró una sonrisa radiante y mis ojos se quedaron fijos en su tanga roja, que aún asomaba debajo de la minifalda.
—Sí, creo que sí —sonreí—. Todavía no me volví loco, pero admito que esto es muy fuerte para mí. Tal vez porque hace unos años tuve la fantasia de cogerme a Romina junto con otro hombre. Ella me parece una chica sumamente sensual, y siempre quise verla con dos pijas a la vez.
—¿Alguna vez se lo dijiste?
—Sí.
—¿Se negó?
—Dijo que la idea no le entusiasmaba demasiado, aunque no descartó la posibilidad de probarlo alguna vez, si es que a mí me resultaba algo tan atractivo. Quedó en eso, nunca llegamos a concretarlo.
—Y ahora ella lo concretó… sin vos.
—Sí, eso es lo que me tiene un poquito loco… y celoso. Sin embargo son unos celos raros. Casi que hasta me alegra que lo haya hecho sin mí.
—Porque así sufrís más. Y mientras más sufras, más te calentás. —Señaló mi entrepierna, mi erección era indisimulable.
—Así es. Romina lo sabe muy bien… sabe que me calienta que me haga sufrir.
—Entonces sigamos mirando, a ver cuánto te hace sufrir.
Pasé a la siguiente foto, esta vez pudimos ver a Romina chupando una pija, eso ocupaba todo el primer plano. Detrás de ella estaba un tipo, metiéndosela. Pasé de imagen y ésta tomaba la escena desde el punto de vista de ese tipo que estaba atrás… se la estaba metiendo por el orto, mientras ella le comía la verga al otro.
—¡Uf! Tremenda puta esta Romina —dijo Sabrina—. ¡Uy, perdón! —Se tapó la boca con ambas manos—. Se me escapó… no pienses que lo dije como algo malo.
—¿Sabés una cosa? Yo creo que ella se calentaría si le dijeras puta… o sea, ella tiene ese morbo… ser puta. Así como a mí me gusta ser cornudo, sé que a ella le calienta quedar como una puta. Es algo que solo me confesó en ciertos estados de ebriedad.
—¿Ah si?
—Sí. Una vez, cuando todavía estábamos en pareja, me dijo que se cogería a un tipo y me metería los cuernos, solo para demostrarme lo puta que era. Claro, estaba borracha, y me imaginé que no lo decía en serio…
—A veces cuando tomamos mucho alcohol terminamos mostrando esa parte de nosotros que no nos atrevemos a mostrarle al mundo. Y a ver, creo que ella ya lo tiene un poquito superado a este asunto. O sea, organizó un trío con dos tipos… algo habrá tenido que hablar con ellos. ¿Qué les dijo? “Cójanme el sábado, que estoy disponible”. No sé… pero me imagino que los tipos habrán pensado, en algún momento: “Esta es una puta que se va a dejar coger por los dos”.
—Es muy probable, sí…
—En cambio ella lo hizo. Se animó a hacerlo. Lo que no sé es si lo hizo poniendo en primer lugar su fantasía de quedar como una puta, o el aprecio que tiene por vos.
—¿Aprecio?
—Y sí, Horacio. ¿Acaso me vas a decir que todavía no te diste cuenta de que ella siente cosas muy fuertes por vos?
Esas palabras fueron como un cachetazo en toda la cara.
—No sé… no creo… ya cortamos…
—No seas ingenuo, Horacio. Esta chica está buscando llamar tu atención, desesperadamente. Sí, claro… cabe la posibilidad de que se haya dejado coger por dos, solo por puro gusto. Sin embargo se tomó el trabajo de sacar fotos y mandártelas. Eso lo hizo por vos. Tengo entendido que te anunció esta “sorpresita” antes de concretarla.
—Así fue.
—Entonces es más probable que lo haya hecho pensando en vos. Tal vez ella quiere demostrarte que sigue siendo capaz de excitarte, y que sigue pensando en vos.
—Carajo —agaché la cabeza y me quedé mirando fijamente la pantalla. Había vuelto a la imagen de Romina con la pija en la boca. Estaba hermosa. El corazón me dio un vuelco al pensar que tal vez ella había hecho todo esto por mí—. Me parece que voy a tener que llamar a Romina.
—Este asunto no lo pueden hablar por teléfono. Se tienen que ver cara a cara. Esto te lo digo más como mujer que como psicóloga. Mi parte de psicoterapeuta me dice “Sabrina, no te metas en la relación de estos dos, vos no sos cupido”. Sin embargo hay una parte de mí que ya te considera como un amigo, y quiero que estés bien. Romina me parece una chica muy buena, por lo que me contaste. Estas imágenes son super impactactantes, me encantan… y pienso que ella te las mandó a vos con una clara intención: que pienses en ella.
—Eso lo hago siempre… especialmente cuando me manda este tipo de cosas. Tenés razón, cuando la llame le voy a pedir que venga a pasar unos días conmigo. No creo que tenga problemas con eso. Aunque sea que venga un fin de semana.
—Me parece muy bien, ustedes tienen mucho de qué hablar.
—Sí, demasiado… y no me había dado cuenta. Soy un boludo.
—Bueno, para eso estoy yo… para que abras los ojos.
—Yo siempre le digo que es la mejor ex novia del mundo, nunca se me ocurrió pensar que tal vez ella hiciera estas cosas para demostrarme que me sigue queriendo.
—A ver, no conozco tanto a Romina; pero soy mujer. Por más que ella sea una gran ex novia y que se tome esto de la separación con buena cara, me resulta difícil de creer que ella se tome tantas molestias en hacerte llegar todo este material simplemente porque sí. Con esto de dejarse coger por dos tipos me lo dejó bien en claro: ella quiere hacerte reaccionar.
—Gracias, Sabrina. Una vez más tengo que admitir que me estás ayudando muchísimo.
—Ojalá todos mis pacientes fueran tan agradecidos como vos. Hay algunos a los que les empieza a ir bien en la vida y en lugar de reconocer que eso se debe a la terapia, me dicen cosas como: “Me está yendo bien porque fui a ver a aquella señora que tira las cartas” o bien, “Se están arreglando mis problemas porque le prendí una velita a San Cayetano”.
—Eso nunca lo vas a escuchar de mi boca. No confío en el “pensamiento mágico”. No creo que mis problemas se vayan a solucionar porque una estafadora me tire las cartas o por prender una vela. Tu terapia es muy extraña, eso tengo que reconocerlo; pero es altamente efectiva.
—Te dije, tengo métodos poco convencionales.
—Y sé que los estás aplicando conmigo. Nunca me imaginé que en terapia terminaría sentado al lado de mi psicóloga, mirando como a mi ex novia se la garchan entre dos.
—Pero eso nos sirvió de mucho.
—Sí, es muy cierto.
—Y ahora… sólo por curiosidad… me gustaría seguir mirando esas fotos. Algo me dice que quedan algunas muy interesantes.
—Seguramente.
La siguiente foto fue espectacular, vimos a Romina recibiendo una doble penetración, posiblemente la primera de su vida. Se me revolvió el estómago al fantasear con que todavía éramos novios y ella me ponía los cuernos con dos tipos a la vez. Una completa locura, porque lo estaba disfrutando y yo sabía muy bien que si esa fantasía fuera realidad, no la pasaría nada bien. Para colmo tenía otro punto a favor de mi calentura: Sabrina estaba muy cerca mío y su tanga aún era visible. A ella parecía no importarle en lo más mínimo que yo tuviera una marcada erección. Tenía ganas de sacar la pija del pantalón y hacerme una paja allí mismo. Obviamente no lo hice, eso sería demasiado.
—¡Uy, cuánto aguante que tiene Romina! —dijo la psicóloga—. No debe ser nada fácil soportar esas dos vergas tan grandes a la vez… ¡y una por el culo! Tremendo.
Mi mente divagó por un terreno peligroso, empecé a imaginar a Sabrina en esa misma situación. No era difícil, ya que su contextura física es muy parecida a la de Romina, las dos sos bien culonas. En la foto solo se veían las nalgas de Romina y las penetraciones, claras y profundas; pero no se veía su cara. Por lo que podía fantasear con que ese era el culo de Sabrina… y a ella se la estaban garchando entre dos… ¿pacientes? La idea era tan ridícula como morbosa. Una vez más tuve que luchar contra la tentación. Me moría de ganas de preguntarle a Sabrina si alguna vez había experimentado una doble penetración. Pero supe que recibiría una evasiva como respuesta. Ella ya me había confesado que su culo no era virgen, y supuse que no me aclararía nada más sobre ese tema.
—¿Sabés una cosa? —Preguntó Sabrina—. Me gustaría hablar con Romina, sobre este tema. Estoy segura de que ella la pasó genial.
—¿Querés que la invite a sesión y se lo preguntás vos misma?
—Puede ser, pero no quiero que ella se sienta presionada a contarme nada. Al fin y al cabo ella no es mi paciente.
—No creo que le moleste contarte. Ella sabe que te muestro las fotos.
—Sí, es cierto. De verdad me resulta una chica de lo más excitante, por las cosas que se anima a hacer. No creo que yo me animara a mandarle a un ex fotos tan explícitas.
Pasé a la siguiente imágen, no era muy distinta a la anterior, solo se veía la pija del orto aún más adentro. Las siguientes fotos fueron una seguidilla del acto sexual, ella siempre recibiendo las dos vergas a la vez. La situación cambió cuando la vimos de rodilla ante las pijas… y ya tenía la cara llena de semen.
—¡Ay, Dios… qué envidia! —Exclamó Sabrina—. Con lo que me calienta que me acaben en la cara… y esta chica lo recibió de dos pijas a la vez… ¡mirá cómo la dejaron! Está toda
Estuve a punto de acabar dentro del pantalón. Las palabras de Sabrina combinadas con la foto de Romina enlechada, fueron demasiado para mí. No pude evitar tocarme un poco la pija, por encima de la tela. La psicóloga no dijo nada sobre esto, pero sé que lo vio.
Una vez más, mi traicionera imaginación me llevó a pensar que esa chica con semen en su cara y con una pija en cada mano, era Sabrina. Después de las cosas que me relató, ya no me costaba tanto imaginarla en esa situación. Y claro, también pasé por esa fantasía recurrente…
—Siempre imagino que Romina y yo seguimos de novios —confesé, casi sin darme cuenta—. Me imagino que ella me pone los cuernos y que yo descubro las fotos en su teléfono.
—Mmm… interesante —dijo, con un tonito que me recordó que, al fin y al cabo, ésto era una sesión terapéutica—. ¿Y cómo te hace sentir eso?
—Mal y bien a la vez.
—Sí, me imaginé. Ese masoquismo que tanto te gusta. Te pone mal que ella te haga cornudo, y que la pase tan bien con dos tipos bien pijudos… pero al mismo tiempo te calienta. Estoy segura de que lo que más te calienta es que los dos tipos sean más dotados que vos. Es decir, ella va a sentir mucho más las penetraciones. Además vos le propusiste la idea de hacer un trío; pero en lugar de hacerlo con vos —mientras ella hablaba, mi verga palpitaba—, prefirió buscarse dos tipos con pijas bien grandes. Casi como si te estuviera diciendo: “Horacio, me moría de ganas de probar la doble penetración; pero si iba a experimentarlo por primera vez, tenía que hacerlo con dos tipos bien dotados; no con vos”. ¿Estoy muy errada?
—Es como si pudieras leerme la mente… carajo. Hasta me da miedo. Te juro que pensé todo eso, paso por paso. Tal cual lo describiste. Me duele un montón que su primer trío haya sido con otros tipos, y al mismo tiempo… me recontra calienta. Hasta me alegra que me haya hecho cornudo… bueno, en el hipotético caso en el que siguiéramos juntos.
—¿Sabés que si volvieras con ella serías re cornudo? —Ella sonrió—. Parece que la idea te gusta. Y lo digo en serio, es decir: Romina puede tener mucho aprecio por vos, tal vez en un sentido romántico. Pero se nota mucho que le encantan las pijas grandes, y no va a aguantar mucho tiempo sin eso. Te va a poner los cuernos, te enteres o no.
—Me gustaría que me lo contara, si es que lo hace… pero… —esta vez me puse un poco triste—. No puedo volver con ella…
—¿Por qué no? —No respondí—. Me imagino la respuesta, pero no voy a decir nada. Tengo que escucharlo directamente de vos, cuando estés listo. ¿Ok?
—Sí. Te prometo que cuando esté listo, te lo digo. Ahora, si no es mucha molestia… ¿podemos dejar la sesión acá?
—Todavía quedan unos minutos.
—Sí, ya sé… pero….
—Pero querés volver a tu casa a hacerte una paja. Lo entiendo.
—Odio que me puedas leer con tanta facilidad.
—Bueno, es mi trabajo. Está bien, hoy podemos dejarlo acá, eso ya debe estar a punto de reventar —señaló mi bulto—. Mejor volvé a tu casa y pasá un lindo momento con las fotos de Romina. Tenés mucho para pensar… y para fantasear.
—Cuando llegue a mi casa, te paso todas las fotos.
—Gracias, creo que yo también les voy a dar un buen uso.
Me quedé helado con esa confesión. Estuve a punto de decirle: “¿Vos también te vas a pajear con las fotos de Romina”? Sin embargo me contuve, Sabrina ya había dejado claro que esa era su intención, insistir en ello sólo me hubiera hecho quedar como un imbécil. Aunque ahora no me podía sacar de la cabeza la imagen de Sabrina haciéndose tremenda paja… mirando las fotos de Romina.
—2—
Nunca había abandonado el consultorio de Sabrina tan rápido. Todavía me parecía una estupidez no haber aprovechado hasta el último minuto de terapia. Pero no aguantaba más. Llegué a mi casa, me bajé el pantalón y me tiré sobre la cama… me pajeé tan rápido como pude. No tuve necesidad de mirar las fotos, me bastó con el recuerdo de ellas, y con las palabras de la psicóloga que aún resonaban en mi mente. Muchas imágenes mentales cruzaron ante mis ojos: Sabrina con una pija en el culo, con otra en la boca… Sabrina con la cara llena de semen. Romina poniéndome los cuernos y diciéndome: “Esas dos pijas me volvieron loca, nada que ver a tu pito, que no me hace sentir nada”.
Acabé… pocas veces en mi vida saltó tanta leche de mi verga. No lo podía creer. Hasta tuve espasmos abdominales, como si todo el cuerpo se me estuviera saliendo a chorros por la punta de la pija.
Esta fue la “paja de descarga”. Fue rápida y efectiva. Sin embargo más tarde, después de haberle pasado todas las fotos a Sabrina, me hice otra paja. Lo hice con más calma, mirando las fotos de Romina y dándome más tiempo para disfrutar de mis fantasías sexuales.
—3—
El domingo le escribí a Sabrina para darle una buena noticia.
—Ya arreglé todo con Romina —le dije—. Va a venir a mi casa el próximo fin de semana. No le dije exactamente para qué; no fue necesario. Al parecer ella tenía ganas de venir.
—No me sorprende —respondió mi terapeuta—. Espero que puedan hablar a fondo sobre su actual relación… y sobre cualquier tema que haya quedado pendiente.
—¿Eso es una indirecta para que le cuente lo que hice con Lucas?
—No, yo no te voy a obligar a que le cuentes nada. Eso queda en vos. Es tu decisión.
—Mejor así, porque no me gusta que me presionen.
—Quedate tranquilo, Horacio. No estoy para presionarte, sino para ayudarte. Pero bueno, de aquí a que llegue Romina vamos a tener dos sesiones más. Ahí vamos a poder hablar tranquilos sobre este tema.
—Sí, tenemos mucho de qué hablar. Al final, con el asunto de las fotos de Romina, no te pude contar sobre Karen.
—Me quedé intrigada por eso, sospecho que entre vos y esa chica pasaron más cosas interesantes.
—Algunas. Después te cuento bien.
Desviamos la charla hacia otros temas de conversación. Quería dejar lo importante para el martes, cuando tendríamos nuestra próxima sesión terapéutica. Como siempre, estaba ansioso por volver a charlar con Sabrina, cara a cara.