Trampas(9):Todo por un reencuentro-2ªparte y final
Colección de relatos independientes entre sí, con un único denominador común: artimañas para conseguir sexo o control sobre alguien: esposas, maridos, amantes, familiares... La serie se agrupará en categorías diferentes según proceda
TRAMPAS (9): TODO POR UN REENCUENTRO. (2ª parte y final)
Esa madrugada Rosa volvió furiosa a su casa. Esther relajada y dilatada, y Javi confundido y temeroso. ¿Qué había fallado?
Chema le envió fotos de Esther doble y triplemente penetrada, con una expresión de lujuria pocas veces vista. Se nota que disfrutaba, y querría más, eso ya era un hecho. La primera parte de su desquite estaba cumplida y al primer intento. No obstante, la segunda fase fue un completo desastre. “Su” Javi aguantó las indirectas y las directas, en aras de una fidelidad ya no compartida con su mujer. Cierto, se desahogo hablando de ella, de sus cambios, pero no quiso ir más allá de un fugaz piquito y la promesa de seguir viéndose, pero como amigos. Para una triunfadora nata como Rosa, aquello era un insulto. Quería el trofeo, quería reconquistar a Javi, y quien sabe, igual lo compartiría con Esther. Sonrió y de nuevo miró las fotos en su móvil... ¡Menuda puta! Pero trabajaba bien. Así que dejó unos días enfriar el asunto. Necesitaba una nueva perspectiva.
Paralelamente, Javi ya estaba medio dormido en la cama cuando entró Esther. Furtiva, silenciosa, y también vacilante en sus pasos. Como él estaba girado hacia la entrada, medio entornando los ojos pudo verla bien. Había algo que no encajaba en la imagen ofrecida. La ropa que llevaba era el maillot del gimnasio y un pantalón de chándal. Pero ahí no había sujetador, y el propio maillot estaba manchado, como salpicado. A la luz de la lamparita parecía que algo la hubiese rociado. Y un escalofrío recorrió su cuerpo cuando su mujer se quitó el pantalón de chándal y tampoco llevaba bragas. Pero es que además, sus agujeros estaban... anormalmente abiertos. Al ver que ella se giraba para ver si aun seguía dormido, él cerró por competo los ojos. Esa noche tardó en dormirse y tuvo pesadillas de lo más inquietantes.
Por la mañana, su mujer yacía dormida y desnuda, con las piernas ligeramente abiertas. Su sueño era profundo. Con cuidado, Javi se aproximó a su coño. Se veía irritado, pero es que el culo estaba aún peor. Olió. Una mezcla de aromas inundó su pituitaria. Demasiadas veces había notado ese aroma cuando tras follar a su mujer, él se dedicaba a comerle el clítoris. No le importaba sentir el aroma y el sabor de los fluidos de ambos en la cavidad carnosa de su esposa. Por eso lo supo enseguida... Esther había follado con otro. Porque hacía ya más de un mes que ella le negaba el sexo. Se sintió irritado, colérico. Él desaprovechando oportunidades, y la puta de su mujer se abría de piernas ante cualquiera. Como médico, aunque de animales, sabía qué hacer. Cogió un bastoncillo y humedeció la punta en el sexo de su infiel esposa. Y otro en su culo. Los puso cada uno en una probeta al vacío, y se fue sin decir nada. Tenía una prueba para el divorcio. Pero antes debería conseguir alguna prueba más gráfica, y pensó en seguir a su esposa ese día al trabajo, y, discretamente, averiguar algo en ese gimnasio. Porque él estaba seguro que era allí donde su mujer era follada.
Seguramente si hubiera llamado a Rosa para decírselo, las cosas habrían sido muy diferentes. Pero no lo hizo. Y llegó a la puerta del trabajo de Esther sobre las 14 horas. Justo a tiempo para ver a alguien conocido entrar en el mismo sitio.
Javi era buena persona, pero no tonto. Al ver a Rosa allí, buscó con su móvil en el Linkedin el perfil de su vieja amiga, apareciendo con todo lujo de detalles su puesto actual... coincidente 100% con el de la jefa de su esposa. Demasiada casualidad que los horarios fueran tan raros, que Esther fuera al gimnasio, y recordaba que Rosa también era una fanática del deporte; y demasiada coincidencia que justo el día que quedaban para cenar ellos dos, su esposa tenía “trabajo”. Tenía pruebas y el móvil del “delito”. Pero faltaba el toque final, algo que Javi pensó como una idea descabellada, pero que, fruto de su desesperación al verse engañado por partida doble, le pareció como el mejor de los planes.
Con paciencia infinita, esperó que anocheciera para ver a las dos mujeres salir del edificio para entrar en el gimnasio de al lado. Las vio salir del vestuario hacia una sala, con unos maillots finísimos, y se veía claramente, pese a la distancia, que debajo no había nada.
Pensó en irrumpir en el gimnasio, pero no podría pasar de la recepción, era un sitio de esos con tronos automáticos, y saltaría alguna especie de alarma si lo saltaba. Igualmente descartó comprar un acceso. Se las encontraría de cara, y eso tampoco serviría para sus planes. Así que cual detective americano de tercera, fue al callejón de atrás, donde había una puerta medio abierta para que entrara y saliera la mujer de la limpieza, por la que se coló.
Había unos cristales que dejaban ver lo que acontecía en la sala de las máquinas de fitness, pero allí no había nadie. Decidió ir al vestuario masculino, y tampoco. Pero una vez allí oyó gemidos provenientes del vestuario de chicas. Y, viendo que no había cámaras en el pasillo, se atrevió a entrar.
La visión que tuvo a la vuelta de una fila de taquillas rompió todos sus esquemas. Esther estaba siendo follada por culo y coño a la vez por dos musculitos clembuterados, mientras un negro hundía su larga y gruesa verga en su garganta, sin que su esposa diera signos de pasarlo mal. Y al lado mismo, su amiga Rosa recibía un tratamiento parecido con otros tres. Parecía que llevaban rato así, porque a Esther se le escapó decir que más duro, que quería llegar a su quinto orgasmo, y fue decir esto cuando el maromo que tenía Rosa en la boca descargó en la cara de ella. Y ambas mujeres se lamieron la cara para sorber la lefa escupida.
Pese a la indignación, Javi tuvo la suficiente sangre fría como para hacer numerosas fotos y vídeo, sin delatar su presencia. Cuando ya acababan la orgía y se retiraba discretamente, sus ojos se cruzaron con los de una chica joven que llevaba una bata puesta y que estaba al otro extremo de la fila de taquillas. Debía ser la chica de la limpieza. Discretamente salieron ambos al callejón.
-Esto es casi cada día así, dijo ella. La morenita se ha iniciado hace poco, pero la otra, es una máquina de follar.
-¿Qué haces aquí? Preguntó ella, y al instante lo comprendió todo. Era el marido de una de las dos. Le dijo que lo sentía mucho, pero a continuación ella le dio un beso en la boca. Javi, en estado de shock aún, se dejó hacer. Ese callejón culminó una venganza menor. La chica era una delicia, también casada, pero le dijo que su marido la engañaba, y necesitaba algo así para rehacer su autoestima. Él asintió. Se sentía igual. Se dieron los teléfonos y quedaron para verse más tranquilamente en otras ocasiones.
Ahora Javi seguiría con su plan. Ya tenía todo pensado, pero necesitaba unos días. Días que fueron aprovechados con todos los excesos del mundo por Esther, cada vez más emputecida, hasta el punto de no importarle recibir dos pollas a la vez por su coño, o bien que su jefa le hundiera el puño por el culo en un alarde de dominación. En este marasmo de sexo desenfrenado, hasta Rosa descuidó su objetivo, y lo que es peor, su discreción.
Javi llenó diez tarjetas de memoria con fotos y vídeos, y cada noche finalizaba su larga jornada con un polvo desesperado con su nueva amiga, Miriam; la chica de la limpieza. Su marido se marchó de su casa, y ella no le lloró. Al contrario, su carita mona y su cuerpo dulce llenaron los huecos de odio que cubrían a Javi, sustituyéndolos por ternura, y por qué no, amor.
Un sábado, Javi llamó a Rosa, para quedar a cenar y hablar con ella. A la vez, esa misma noche él había quedado a cenar también con su mujer, que aducía trabajo para escaparse una vez más, y que quedaban en el restaurante.
Follada y satisfecha, llegó al sitio y le dijeron que la esperaban en un reservado. La condujeron allí, y para su sorpresa, se encontró con Rosa. Apenas 5 segundos más tarde, Javi, que ya estaba desde hacía rato esperando, hizo acto de presencia ante las dos damas.
Esther se puso a llorar. Javi la cortó diciendo que lágrimas de cocodrilo no, por favor. Rosa se removía inquieta en su silla, expectante. Había cometido un error subestimando a Javi. Y ahora simplemente esperaba poder arreglarlo.
Él sacó un dvd portátil, que puso en marcha. Se vieron escenas de sexo en grupo con las dos mujeres como únicas participantes femeninas, y un montón de hombres musculitos que las follaban por todas partes. Esther quería decir algo, pero su marido no le dejó. La fría mirada de él le hacía temer lo peor, y ella se sentía triste y apenada, pero por haber sido descubierta. En su fuero interno deseaba seguir follando así.
Javi, en tono serio, les dijo a ambas, y sin alzar en ningún momento la voz, pero con una frialdad que hasta a él mismo le asustaba, que eran unas putas, y como tales las iba a tratar, y que si se negaban, a una (Rosa) le enviaría a sus jefes los vídeos. Y a la otra (Esther), su familia sabría la zorra que es. Además, a Esther le pasó unos papeles de divorcio y una prueba de adn, donde se identificaba que la muestra extraída de la vulva y ano de su mujer contenía restos de semen diferente al de su marido. Ella, implorando, se arrodilló ante él. Duro como una roca, Javi le dio su Mont-blanc para que firmara. Con lágrimas en los ojos, rehusó. Entonces, él le mostró su móvil en modo whatsapp, donde se veía el número de su madre, y una foto de ella en una triple penetración. Javi acercaba su pulgar a la flecha de envío. Entonces Esther se rindió y firmó sin leer las condiciones. Para tranquilidad del lector, salvo el piso y el coche, que eran propiedad de Javi anteriormente, todo lo demás, repartido al 50%
Una vez formalizado el trámite, les dijo que se desnudaran. Entonces Rosa se fijó en un detalle: que la mesa estaba vacía, no había ni cubiertos. Pero no se fijó en otra cosa: que los comensales de ese restaurante vestían de una manera... ligera de ropa. En su encoñamiento con su amigo, ni siquiera miró que era un restaurante que de vez en cuando hacía fiestas sexuales.
Temerosas, lo hicieron. Ambas mujeres se abrazaron desnudas. Él les obligó a tumbarse sobre la mesa, una al lado de la otra. Les dio unos antifaces para que se los pusieran.
A continuación él abrió la puerta del reservado. Enseguida ellas notaron manos diversas magreándolas. Labios chupeteando sus pezones. Dedos hundiéndose en simas encharcadas.
Lo que sucedió a continuación fue una orgía de los sentidos. Mentiría si dijera que al menos 20 hombres las follaron por todos sus agujeros. Pero la cifra es muy aproximada. En ningún momento se quitaron la máscara. En todo momento fueron filmadas y fotografiadas. Rosa nunca supo que uno de sus directivos la estuvo enculando durante casi una hora. Y Esther nunca imaginó que los dos puños que sentía en su coño y culo eran de Miriam, la chica de la limpieza que nunca vio en el gimnasio.
Pasada ya la hora del alba, finalizó la orgía. Estaban bañadas en sudor, semen y flujos. Ni rastro de la gente, sólo el maitre les pidió que se asearan y se fueran. Javi tampoco estaba. Hacía horas que él y Miriam se habían esfumado. Estaban en casa de ella, compartiendo amor, compartiendo sexo, compartiendo su dolor. En su bolso, Esther encontró una nota, que le conminaba, de acuerdo con lo establecido en el divorcio que firmó, dos días para recoger sus cosas de casa y marcharse.
UN AÑO MÁS TARDE
Miriam y Javi están rebosantes. Ella le acaba de anunciar su embarazo. Les va bien en la clínica veterinaria. Él la empleó como ayudante, y juntos encaran un futuro lleno de amor y compañía.
Esther nunca superó la adicción al sexo. Su jefa cambió radicalmente tras esa noche, y al poco tiempo ella renunció voluntariamente a su trabajo. Ahora trabaja de puta en un burdel selecto de la zona alta de la ciudad, haciendo servicios especiales para clientes muy solventes.
Rosa vio que la relegaban en su trabajo tras su meteórico ascenso. Tuvo algo que ver algún comentario insidioso por parte de un directivo, pero siguió en su puesto un tiempo, antes de establecerse por su propia cuenta como asesora fiscal. Se gana bien la vida, pero está sola. Perdió a su amigo para siempre por una estúpida calentura, arruinó un matrimonio por no saber frenar a tiempo, y ahora, con la perspectiva del tiempo en su contra, se pregunta si valió la pena jugárselo todo por un reencuentro. En el momento en que Chema le metió la polla por el culo, se le pasó todo pensamiento existencialista, y se centró en su propio placer.
FIN