TRAMPAS(8):TODO POR UN REENCUENTRO (¿1ª parte?)
Colección de relatos independientes entre sí, con un único denominador común: artimañas para conseguir sexo o control sobre alguien: esposas, maridos, amantes, familiares... La serie se agrupará en categorías diferentes según proceda.
TRAMPAS (8): TODO POR UN REENCUENTRO. (Posible 1ª parte)
En la radio sonaban los últimos compases de Class of 69, de Bryan Adams. Pero eso a Rosa y a Javi no les importaba. La música sólo les servía para apagar los gemidos y jadeos que acompañaban los orgasmos que sentían. Llevaban casi tres horas follando sin parar. Bendita juventud. Eran los reyes del instituto, la parejita de moda en COU. Inteligentes, mucho. Pero ardientes más aún. Se estrenaron a los 15 años en una fiesta en casa de alguien que ya ni recuerdan, y desde entonces casi a diario, sofocaban sus ardores el uno con el otro. La paga semanal de Javi se fundía casi toda en condones. pero no le importaba. Les encantaba follar, y sentían un vínculo especial. Hasta que empezaron la carrera universitaria...
Rosa empezó Económicas en la Universidad central de Barcelona, y Javi Veterinaria en la Autónoma, a unos 20 km de la ciudad. Demasiada distancia, demasiado dispares los estudios. Duraron un curso más, pero luego, decidieron ser amigos. Unos amigos especiales. Se respetaron cuando uno de los dos empezó a salir con alguien; pero si duraba poco, y el otro estaba disponible...vamos, que eran los follamigos de ahora, pero ubicados en los primeros años 90.
Nunca perdieron el contacto, aunque se veían cada vez menos. Hasta que un dia Javi le soltó la bomba: se había enamorado de una chica que conoció en una fiesta. Rosa le leyó en los ojos algo que nunca había visto en él. Un brillo especial que le decía claramente que la relegaba a un segundo plano. Aunque se sintió dolida y celosa, supo disimularlo bien, y se alegró por él. Tanto lo disimuló, que hasta fue invitada a la boda unos años más tarde, pero declinó la oferta. No podía resistir ver a su gran amor, aunque siempre se lo negó a sí misma, entregar su corazón a otra mujer. Y pese a ello, de vez en cuando hablaban por teléfono o se felicitaban en los aniversarios o por Navidad. Internet lo hizo aún más fácil e impersonal. Y los años fueron pasando...
Ya en la treintena, muy bien puesta, Rosa se convirtió en una brillante ejecutiva de una multinacional. Guapa, morena azabache con media melena perfectamente lisa y peinada siempre, con una figura esculpida por horas de gimnasio, envidiada por sus compañeras y subordinadas, y deseada por sus compañeros y jefes. Como cada año, felicitaba a Javi por su aniversario, y estaba al corriente de su consulta perruna. Además veía en su perfil de facebook que la madurez había curtido más ese cuerpo que tantas veces la había poseído en su juventud. No era una obsesión, pero sí alguna vez con sus amantes ocasionales se había corrido gimiendo su nombre en vez del del propietario de la polla que la penetraba.
Rosa supo capear bien la crisis. Una serie de decisiones acertadas permitió a la compañía para la que trabaja no sólo salir adelante, sino convertirse en una empresa líder de su segmento a nivel nacional. En la central de Londres supieron valorarlo, concediéndole el puesto de directora ejecutiva cuando se jubiló su antecesor. Obtuvo presupuesto para conseguir contratar una secretaria. Se empeñó en repasar los currículos que respondieran al anuncio en prensa y hacer una primera criba. Del resto, le pasaría la gestión el departamento de recursos humanos hasta que le presentaran a las tres finalistas. De entre los cientos que recibió, se fijó en uno por el nombre de la mujer, Esther Rocamora De Los Angeles-Díaz. Un nombre tan completo y rimbombante que no le era desconocido del todo. Lo repasó un poco por encima, una mujer de 30 años, con diplomatura y en el paro. Cumplía con el estándard prefijado por ella, y lo preseleccionó. No se preocupó más hasta que lo volvió a ver como una de las tres finalistas. Estuvo un par de días dándole vueltas al nombrecito de marras, hasta que de repente tuvo una premonición. Se pidió el resto del dia libre. Tenía que rebuscar entre cajas antiguas en el altillo de su casa.
Y encontró lo que buscaba. En un sobre elegante, un tarjetón en el que dos pares de padres anunciaban la boda de sus hijos. Los apellidos de los de la novia eran Rocamora y De Los Angeles-Díaz. Y el nombre de la chica: Esther. Acababa de descubrir que la mujer de “su” Javi le pedía trabajo. Lo tenía claro: la haría perder el tiempo unos días y luego le daría la patada. No sería muy ético, pero en ese momento le pareció una venganza razonable. Y más relajada, se duchó y se plantó con una ensalada ante la tele para disfrutar de una tarde tranquila. En uno de los canales de pago, pasaban “La boda de mi mejor amigo”. Una película en la que Julia Roberts hace el patético papel de amiga despechada que no le sale nada bien recuperar a su antiguo novio, al que se da cuenta tarde que lo quería. Se sintió identificada con ese rol, y tuvo un atisbo de vergüenza. Ella no merecía convertirse en una mala perdedora. Ella es una ganadora nata.
Entonces tuvo una idea. Una terrible idea para la pareja. Así que ya tendrá nueva secretaria. Pero no para despedirla inmediatamente. Era un plan maestro, y seguramente acabaría bien para todos. Incluso a la “pobre” Esther le correspondería un final menos agrio, si jugaba bien sus cartas... Eso la excitó. Se tumbó en la cama y se hizo una fenomenal masturbación. Se relamió con un orgasmo fruto de sus dedos; se sentía fuerte, poderosa, y se convenció que todo saldría bien.
Rosa convenció a la cúpula directiva que con las reuniones y visitas que tenía durante el día, lo mejor era que la secretaria que contratara tuviera jornada continua, y de turno de tarde. Adujo que así podía preparar bien las reuniones del día siguiente con ella sin interrupciones. Evidentemente aceptaron su propuesta, y Esther se incorporó a los dos días, con un horario poco habitual, de 13 a 21 horas. No hace falta decir que en casa de Javi hubo fiesta por todo lo alto, al reincorporarse su esposa al mundo laboral, aunque fuera con un horario tan poco compatible con la vida privada.
Y así fue. Rosa pudo comprobar que su “fichaje” era muy buena en su trabajo, y no ponía reparos a incuso alargar su jornada si el trabajo lo requería. Además, ella daba ejemplo y se quedaba con ella preparando agendas, viajes, etc. Más de una vez la acompañó a su casa, como muestra de gratitud (y también para ver donde vivían, un piso céntrico y modesto, aunque nunca quiso bajar del coche. No quería que Javi la descubriese. No aún...).
Un día, Rosa quiso recompensar a Esther, apuntándola a un gimnasio que estaba en el edificio contiguo a las oficinas. Eso implicaba que por una punta u otra de su horario, su subordinada estaría un rato más sin marido. Eso era lo que pretendía su jefa... Los planes variaron un poco por la eficiencia de la secretaria, pero el objetivo permanecía invariable.
A todo esto, la relación del matrimonio se empezaba a resentir... Esther llegaba cada día tarde y cansada. Con pocos ánimos para juegos de cama, y además la situación dejó a Javi al mando de las cosas de casa también. Se sentía cansado y poco valorado, por esa falta de cariño. No es que fuera machista ni mucho menos, pero esperaba una caricia, un agradecimiento por todo lo que hacía para que su mujer se sintiera cómoda. Pero le desesperaba ver que él se iba a trabajar temprano, y cuando volvía por la noche, ella ni siquiera había dejado en el fregadero el plato del desayuno. Pero pensó que era temporal. Además, se enteró de lo del gimnasio porque vio ropa deportiva sudada en el cesto del lavadero. Esther no se lo quiso ocultar, pero tampoco hizo el esfuerzo de hablarlo hasta que él lo descubrió. Tampoco se disculpó. Era el primer jaque de la pareja...
Y es que el gimnasio alteró la conciencia marital de Esther. No había excesiva gente en el local; los usuarios eran trabajadores de las empresas de los alrededores, y bien a las 12, o bien a las 20 horas (su jefa le dio permiso para ir al gimnasio en la hora final del trabajo con la condición de que fueran juntas), había ejecutivos tratando de perder barriga cervecera, pero había otros que no podía evitar mirarlos con algo más que asombro. Ella no estaba acostumbrada a ver cuerpos musculados, pero es que encima guapos... se le iban los ojos. Y eso no pasó desapercibido a los ojos de su jefa. De hecho es lo que ésta previó...
Así que ésta dio un acelerón a su plan, haciendo que uno de los entrenadores, casualmente el más guaperas (y uno de los “aliviadores sexuales” de Rosa), se puso a asesorarlas en los movimientos de estiramiento y de máquinas. Eso a Esther la turbaba y mucho. Sentir la calidez de un cuerpo tableta de chocolate abriéndole o flexionando sus piernas, a veces incluso haciendo él fuerza para acabar de estirarla, la ponía a tope, aunque se lo negaba constantemente. Más de una vez tuvo que recordarse a sí misma que estaba casada. Pero es que lo encontraba terriblemente morboso eso de que alguien le abriera las piernas, aunque llevara mallas que tapaban su coñito depilado, que no podía por menos que mojar las bragas.
Porque Esther, pese a la falta de sexo, nunca renunció a su coquetería y sus ganas de gustar. Con Javi descubrió el placer de hacer el amor, aunque tuvo un primer novio anterior que la inició en el arte de follar, la trataba con poca consideración, pero los orgasmos que le proporcionaba con un sexo salvaje y morboso marcaron su líbido, hasta el punto de llevar desde siempre su coño sin vello, a usar lencería cargada de erotismo, aunque sólo la vieran su marido y las mujeres del vestuario del gimnasio, y a saber cómo encender a un hombre, a pesar de que últimamente su marido no le prestaba tanta atención. Lo atribuía al cansancio y a los horarios que tenía, pero es que este trabajo la llenaba, la hacía sentir viva... y deseada.
Rosa era muy elástica de piernas. Se espatarraba sin problemas, fruto de tanto machacar su cuerpo en ese sitio. Sin embargo, le pidió a Chema, el entrenador, que la ayudara a estirar la pierna mientras la otra la dejaba recta. Un juego “inocente” que no pasó desapercibido para Esther, quien vio con cierta envidia cómo Chema se ponía sobre su hombro derecho la pierna completamente estirada de Rosa, e imprimía movimientos lentos hacia abajo, hasta casi juntar las pelvis de ambos (¿o no era casi?). Además, las miradas de ambos decían mucho. Estuvieron así un rato, hasta que, para sorpresa de la subordinada, Rosa le dijo a Chema que la estirara igual.
Para sofoco de Esther, el movimiento fue tenso, a ella le dolía la ingle por falta de costumbre; pero es que además, notaba que su vulva se abría con tal movimiento. Y Chema llegaba a tocar con su polla tiesa (sí, ella notó la dureza) su caliente entrepierna, y no podía evitar, de manera inconsciente, ligeros movimientos para buscar el choque de pelvis.
Y justo cuando ella iba a agarrarle por la nuca para empujar más y provocar los encontronazos, él se incorporó dejándola con una calentura extrema. Su respiración agitada realzaba su busto talla 95. Los pezones empitonaban la camiseta sudada, y un intenso aroma de sexo llegaba de su coño. Quería más, pero se alegraba de haber parado... La infidelidad aún no entraba en sus planes.
Cuando se serenó un poco, se dio cuenta que estaba sola en la sala de ejercicios. Pensó ir a la ducha, y bajo el chorro de agua caliente, se daría una alegría con los dedos, o tal vez con el envase de gel...un poco grande, pero la forma...
Iba a entrar en el vestuario, cuando le sorprendió oír dentro del femenino gemidos de hombre. ¿sería posible que...?
Entró sin apenas hacer ruido, y le impactó la escena: Rosa, a cuatro patas, hacía una soberana mamada a Chema. La boca abierta engullía ese enhiesto sable, totalmente descapullado, provocando espasmos de placer en el chico. Y su jefa, acariciándose el clítoris con un dedo, pasándolo por su brillante coño.
Confundida, se quedó unos instantes en medio del pasillo, hasta que fue vista por amobs. Le sonrieron. Chema le dijo que se acercara. Esther se negó. Pero sus piernas dieron un paso adelante. Rosa, con total lujuria, dejó de ensalivar el rabo para sentarse sobre él, de cara a su secretaria. Los movimientos eran eróticos, hipnotizantes. La pareja de amantes se desentendió de su espectadora, y se lanzaron a un frenesí de gemidos y movimientos. Al cabo de unos minutos o unas horas, Esther nunca supo cuánto rato estuvieron, para ella el tiempo se detuvo, un orgasmo casi simultáneo, llenó a Rosa su coño, mientras ésta contraía su vientre fruto del placer. Esther se fue corriendo a la ducha, y allí se hizo un dedo rápido, fruto de la excitación que sentía.
Al salir, Se cruzó con su jefa. Ésta tenía restos blancos sospechosos junto a los labios. Sonriente le preguntó a su empleada si le gustó. No esperó respuesta y enfiló el camino de las duchas.
Esa noche Esther pidió guerra a Javi. Pero el pobre estaba rendido. La consulta lo tuvo a tope todo el día, llegó a las 9 de la noche, agotado y encima preparó la cena de ambos, puso una lavadora y lavó los platos que Esther ya por costumbre dejaba sin siquiera recoger, igual que su ropa sucia. Su marido ya no respondió ni al estímulo de la mano de su esposa en la polla fláccida. estaba durmiendo profundamente. Egoístamente, ella se irritó mucho. Y al día siguiente se sintió igual. Ni lo saludó cuando él se fue al trabajo. Es más, ni siquiera hizo la cama. Se puso a navegar por internet. Buscó sexo, y estuvo toda la mañana masturbándose. Y como siempre, sobre el mediodía, se fue de casa.
En el trabajo, Rosa fue muy directa, le dijo que lo que pasaba en el gimnasio, se quedaba en el gimnasio, y que confiaba en su discreción. Esther asintió. Aunque estaba relajada por la mañana que se había regalado, había un punto de tensión que su jefa, hábil comunicadora, captó al vuelo. Y le preguntó si lo había “celebrado” con su marido. Resentida aún, Esther no se cortó un pelo al juzgar a su marido, ante la mirada atónita de su superior. Simplemente no se creía que “su” Javi hubiera rechazado un bombón tan sugerente como aquel. Ya lanzada, la otra recriminó su cansancio en los últimos meses, y lo sola que se sentía. Rosa, por dentro, daba cabriolas de alegría. Sería mucho más fácil de lo que pensaba. Es más, esa misma noche habría un movimiento clave...
En el gimnasio, cuando ambas mujeres acudieron, sólo había dos chicos y Chema. Estaban con las pesas, sudando la gota gorda cuando entraron ellas con sus maillots ajustados. Esta vez Rosa le sugirió a Esther que hiciera como ella... nada de bragas ni medias. Como si llevaran un bañador. Era un juego. Morboso y perverso. Empezaron con los estiramientos, pero esta vez fue Rosa quien ayudó a Esther, para desilusión de ésta. Pero era un truco para que Chema se ofreciera. Y no le pasó desapercibido el cambio en la entrepierna de Esther. Aunque blancas, fruto de la calor y el sudor, dejaban ver claramente que ahí no había más tela que el nylon.
El roce era intenso. Chema se esforzaba, y Esther empujaba. Cambiaron de pierna. Lo mismo. Entonces, sonó el móvil de Rosa, que nunca se lo dejaba en el vestuario. Salió de la zona para atenderla. Hubo silencio en la sala. Esther estaba tan concentrada en su juego erótico que no se fijó que los otros dos cesaron en sus ejercicios para mirar a la pareja en su danza sexual en el tatami. De pronto, un beso robado. Chema la había dado un pico en los labios. se miraron. un segundo más tarde, el morreo era espectacular, y las dos piernas subieron a los hombros del entrenador. Pasiones desatadas. Esther estaba muy caliente.
Esther fue consciente enseguida que había dos personas más allí, y pidió que se fueran a los vestuarios, y Chema la cogió en volandas, sin despegarse de ella, y se la llevó. Pero les dijo a los otros que si querían estaban invitados. Esas palabras casi hacen que a la futura esposa infiel casi se le escape el pis de los nervios. Pero no dijo nada. Se dejó llevar por los acontecimientos...
En el desierto vestuario femenino, la orgía dio comienzo sacándose ella el maillot, que por abajo ya tenía una mancha de placer más que considerable. Los tres hombres se sacaron sus pocas prendas a la vez, y por primera vez pudo ver tres pollas para ella sola. Como si lo hubiera hecho toda la vida, se arrodilló ante los tres mástiles, y empezó a chuparlos alternativamente. Pero se acordó de un detalle importante, y envió un sms a su esposo. Tenía trabajo y llegaría tarde.
Ajena a la sesión de sexo, pero plenamente consciente, Rosa hizo una llamada. La tercera del día al mismo número. El mismo al que ha estado llamando en las últimas semanas... El de Javi.
Porque provocó el encuentro. “Casualmente” pasó por delante del centro veterinario que lleva, y entró a saludar. Tomaron un café, hablaron, y quedaron para otro día, y volvieron a hablar... cada vez más íntimos, a medida que el distanciamiento con Esther se agrandaba. Hoy, a unos metros de la consumación de la infidelidad, Rosa lanzó su órdago, invitándolo a cenar. Él aceptó. Ella le preguntó si hoy estaría libre. Pensó en el mensaje de su esposa y aceptó. En media hora se encontrarían.
Cuando Rosa entró en el vestuario, sus expectativas se colmaron. Esther estaba mamando dos pollas a la vez, mientras Chema le bombeaba el coño desde atrás. Se miraron, la subordinada dudó, y se sacó los rabos de la boca. Por respuesta, su jefa le dio un pico en los labios, y le recordó que lo que pasaba en el gimnasio, allí se quedaba. Y se fue a ducharse y prepararse... iba a seducir a Javi, sería una presa fácil esa noche, y seguro que la artida seguiría... la putita de su mujer daría mucho juego...
¿Continuará?