Trampas (11): laberinto de deseos
Colección de relatos independientes entre sí, con un único denominador común:artimañas para conseguir sexo o control sobre alguien: esposas, maridos, amantes, familiares...La serie se agrupa en categorías diferentes según proceda.Este relato en concreto tiene final abierto a la espera de comentarios
TRAMPAS 11: LABERINTO DE DESEOS
En un matrimonio es normal que hayan secretos. Pero si éstos salen a la luz, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Roberto nunca amó a otra mujer como a Maite. Era el amor de su vida. A los 15 años era su “pagafantas”. Él lo dio todo a cambio de nada; apenas unas migajas de amistad. Lo pasó mal viendo cómo ella se hacía novia de uno de los “peligrosos” del colegio; y llegó a vomitar de dolor de corazón cuando fue pasando por casi todos sus compañeros de clase... menos él. A él le vetó todo, incluso el derecho a queja por soportarla y cubrirla en los estudios haciéndole los trabajos.
Con ese panorama, Roberto creció. Fue a la Universidad. Se graduó, tuvo otra novia, se casaron, y al lustro se divorciaron. Ella decía que su amor era asfixiante. No obstante, a su amante le aguantaba una garganta profunda con descarga de leche sin soltar un quejido por falta de aire. Cosas de la vida.
Maite también creció, cómo no. Pero no llegó a la universidad. Se quedó en el BUP y una FP de puericultura que nunca le dio un trabajo. Optó por lo fácil. Un matrimonio de “penalty” (Así se le solía decir al embarazo fuera del matrimonio) con un marido al que le tiraban más de las dos tetas de Maite; Luego vinieron las lágrimas, una segunda hija, y un abandono conyugal porque él prefirió a una de 25 más puta que las gallinas.
Y la vida siguió. Pasaron los años, y casi en la cuarentena, Maite y Roberto se reencontraron. A él las humillaciones del pasado le desaparecieron en un instante; a ella se le abrió el mundo con una tabla de salvación inesperada. Además, los años habían favorecido físicamente a Roberto. Así que tras un escaso cortejo, decidieron dar el paso y vivir juntos. primero como pareja, y luego con el compromiso ante juzgado.
Las niñas no fueron obstáculo para la pareja. A él lo adoraban, porque se desvivía por ellas. Y por Maite también. Cada día le regalaba una flor. Cada día una caricia, un beso. Casi cada noche le hacía el amor. Él era feliz. Y Maite también, en apariencia.
Para ella Roberto fue una sorpresa. Tan amable, considerado, nunca le decía que no a nada, la trataba como una reina. Incluso la contrató para sustituciones en su empresa para así ganarse ella un sustento que aunque no necesitaba, le iría bien para su jubilación. Sus hijas lo veían como un padre, y así lo denominaban. Era apasionado, tierno, dulce, y cariñoso. Y estaba bien dotado para el sexo. La hacía estremecer y se corría siempre. Entonces... ¿qué era lo que hacía que Maite no se abandonara a una vida de princesa?
Ella se hacía esta pregunta cada noche. Lo quería, lo apreciaba, lo amaba. Pero no sentía pasión por él. Ella nunca le dijo el tipo de sexo que tenía con su ex marido: salvaje, duro, brutal, sin piedad. Eso era lo que ella necesitaba, no caricias y mimos. Cada noche se corría con Roberto, pero por su mente no pasaba su actual marido, sino el anterior, estampándola contra la pared, arrancándole la ropa, follándole el culo sin piedad, corriéndose luego en su boca, obligándola a tragar todo. Incluso una vez, borracho, la compartió con un amigo. Esa noche ella tuvo el orgasmo de su vida. Incluso eyaculó y perdió el conocimiento. Y luego hubo más, muchas más...
Eso es lo que Maite necesitaba para ser completamente feliz. Pero no podía decírselo a Roberto. No se atrevía a compararlo con su ex, por miedo a tener que dar más explicaciones de las necesarias, o peor aún, romper su autoestima. Lo quería, sí, aunque no la llenara sexualmente.
Un día lluvioso el coche de Maite se quedó sin batería por una avería en el alternador. La casualidad o el diablo quisieron que fuera junto a un taller. La casualidad fue buena: se evitó mojarse demasiado. El diablo estuvo a la altura de su maldad: el encargado del taller era Jorge,su ex.
Cuando medio empapada por la lluvia entró en el taller para advertir que en doble fila se le había calado el coche, tuvo la sorpresa de verlo. Desaliñado, enfundado en un mono sucio, de pie junto a un antediluviano Ford Fiesta. Le pareció atractivo, pinta de chico malo, duro. Como lo recordaba.
La sorpresa fue mutua, aunque más por parte de Maite, que notó un calorcillo en el vientre, seguido de una humedad en sus bragas, no debida a la lluvia.
La tormenta estaba en su apogeo. Apenas se vislumbraba la calle por la cortina de lluvia que caía. Y dentro del taller no hubo piedad. No hubo ninguna palabra previa, ni siquiera un saludo. El se acercó a ella. Ella lo miró con deseo. Y se fundieron en un abrazo y un beso desesperado. La ropa húmeda fue casi arrancada entre gemidos, mientras él la metía dentro del Fiesta, en el asiento trasero. Estirada con la falda levantada, casi se corre al sentir el tirón brusco que rompía sus caras bragas, regalo de Roberto.
No hubo siquiera un triste sentimiento de culpabilidad hacia Roberto. Los instintos primarios se desataron. La rápida comida de coño acabó de encharcar el lago interior que ya rebosaba en Maite, y su primer orgasmo se simultaneó con la primera embestida de polla. Una polla gorda, venosa, que la volvía a abrir en canal entre suspiros y gozos. Un rabo que chocaba contra su útero provocándole espasmos con los ojos en blanco. Y una espesa descarga en el fondo de su ser que la llenó y la hizo enloquecer.
Media hora más tarde, la lluvia se llevó los restos de la furia sexual vivida. Sentada impúdicamente con las piernas bien abiertas en la minúscula oficina, goterones de esperma salpicaban el suelo tras rebosar el sexo de Maite exageradamente abierto. Se miraron el uno al otro, y por primera vez hablaron.
-No sé cuándo podré mirar tu coche. Tengo mucho trabajo. Ven mañana a la hora de comer a ver qué te puedo decir.
Ella captó la sonrisa maliciosa, y recogió el guante: -Bien, pero no esperes que ésto se repita... pocas veces. Cogió un kleenex, se limpió la entrada del coño, y, tras adecentar un poco la ropa, se fue.
Esa noche se sentía eufórica, exultante, feliz... completa. Por fin había vuelto a satisfacer sus fantasías, se había corrido como hacía años que no lo había hecho. Y Roberto... bueno, el pobre no tenía por qué saber nada. A él lo quería mucho. Lo compensaría, pero no hoy. Estaba reventada, poco habituada, y necesitaba un reposo táctico. Ni una sombra de culpabilidad o remordimiento. Ni siquiera se le pasó por la cabeza.
Roberto era una persona tranquila, pausada, amante de su familia, fiel, cariñoso, pero también escarmentado. Había ocultado un pasado a Maite que para él fue vergonzante. Tenía una novia, que acabó poniéndole los cuernos con uno de sus mejores amigos.
Tuvo el desengaño más fuerte que puede vivir una persona enamorada. Le dolió más aún que aquel efímero amor primerizo con Maite. Eso le convirtió en una persona observadora, calculadora, y sobre todo, concienzuda. Conocía las pautas de la infidelidad, cómo huele un sexo tras follar, o fijarse en pequeños detalles insignificantes, pero terriblemente clarificadores. No tuvo ningún escrúpulo en humillar públicamente a la pareja adúltera para resarcirse mínimamente del dolor recibido.Y eso Maite lo ignoraba. en esos momentos, hasta pasado un tiempo, no sabría que tenía en casa a un perro de presa, en vez de un cornudo sumiso.
Maite se veía casi a diario con su ex. Lo que parecía una simple infidelidad, un día que apareció un “amigo” de Jorge por casualidad, se transformó en un trío salvaje. Una sinfonía de orgasmos sacudió su cuerpo al sentirse doblemente empalada, tanto una polla por cada agujero, como las dos a la vez por el coño. Y como con su ex, le encantaba sentir los rabos tiesos sin goma alguna, y los disparos de semen impactar contra su útero.
En unos días, ese amigo fue sustituido por otro. Y luego por dos más. en un mes, Maite tenía auténticas maratones de sexo, “gang bangs” que reunían hasta diez tíos, que acababan en un auténtico baño de leche. Maite tenía dificultades para “engañar” a su marido con sexo, porque llegaba reventada. Literalmente reventada.
Había dos cosas que nuestra protagonista desconocía. Una, que el marido pudiera saber algo de sus infidelidades. Y la otra, que Jorge había montado un lucrativo negocio con su ex. Esos supuestos amigos, eran clientes que pagaban hasta 100 euros cada uno por follarse una mujer no profesional que fuera capaz de hacer cuanto se le pidiera. Hasta tenía una web, montada a espaldas de ella, en la que ofrecía sus especiales servicios, con fotos tapándole la cara.
Si bien los dos primeros encuentros pasaron desapercibidos para Roberto, a partir del tercero, la semilla de la incertidumbre se instaló en su cabeza. Esa misma tarde Jorge estuvo alternando follada culo y coño durante mucho rato, y lo dejó con los labios menores ligeramente irritados, además de que el ano mostraba señales inequívocas que ahí había entrado algo grueso. No obstante, lamió y se dedicó hasta sentir los gemidos de Maite al correrse...
Sin embargo no se había corrido. Había fingido el orgasmo para que parara de torturar su sexo con la lengua. Necesitaba descansar. Pero ella nunca se dio cuenta que con un orgasmo real, su coño tenía contracciones, que Roberto las notaba, bien con los dedos, bien con la lengua. Esa vez no hubo nada de nada.
La duda fue acrecentándose en días sucesivos, a medida que las excusas para no ser tocada aumentaban. que si la regla (Roberto sabía perfectamente que es cada 28 días, no cada semana), que si dolor de cabeza, el trabajo...
Así que decidió coger el toro por los cuernos, y preguntarle a su todavía amada qué pasaba. Ella, sin mirarle a los ojos (nuevo signo de culpabilidad), le dijo que era una mala racha, y que esperaba compensarle si tenia un poco de paciencia.
Y era verdad. Maite tenía remordimientos... pero sólo tras acabar cada sesión de sexo extremo, tras múltiples orgasmos, tras algunas experiencias duras, como la vez que sintió el puño de su amante dentro de su coño y cómo la bombeó sin piedad hasta que ésta se orinó encima tras un salvaje orgasmo. O la otra en que probó por primera vez las mieles de otra mujer, y le encantó. Sólo entonces se acordaba de su marido. Y se prometía no volver a caer más... hasta la próxima.
Para compensar a su pobre cornudo, Maite se arrodilló ante él, y le hizo una mamada de campeonato. Roberto se dejó llevar por las gratas sensaciones, pero en un rincón de su mente se preguntaba cómo era que su mujer, que nunca había soportado el semen, ahora se lo tragaba y se relamía como una gatita golosa...
Roberto decidió no tener más relaciones sexuales con su mujer mientras no aclarara la incertidumbre que sufría. además se hizo pruebas médicas, y no sufría ninguna patología de transmisión sexual. Así que, armándose de valor, confió los hechos y dudas a su mejor amigo. Ambos llegaron a idéntica conclusión. Juan era un fanático de los “gadgets” y de las nuevas tecnologías, y en seguida pensó en usar alguna mini cámara para espiarla. Como a él ella no lo conocía, le sería más fácil seguirla y poder filmar algo comprometido si lo hubiera. Roberto correría con todos los gastos. Así que optó por un reloj de pulsera con cámara incorporada, que podía grabar vídeo hasta 3 horas. El pedido lo recibiría Juan en tres días, así que decidieron iniciar la labor detectivesca el cuarto día, que era martes.
Ese día Roberto tenía la mente en otra parte. Seguía enamorado de su mujer, pero todo conducía a una infidelidad, y él ya no podría soportar estar al lado de su amada. Por otro lado estaban las hijas de ella, las quería y a él lo trataban como a un padre. ¿Qué sería de ellos si decide divorciarse? Preguntas para las que no quería responder aún.
No tuvo noticias de Juan hasta el sábado. Lo citó en su casa, y allí le tenia preparado un dvd con las pruebas de lo que Maite hacía. Se le rompió el corazón verla empalada por el culo mientras un chico joven luchaba por meterle su inexperto pene por el coño, y tres tipos más se rifaban sus manos y boca. vio cómo la follaban sin condón y se corrían sin miramientos dentro de ella. Y tras esos, otros que hacían cola. Hasta que acabó con la cara pringosa y satisfecha, mientras sacaba con su mano grumos de lefa de su tumefacto coño para tragarlos a continuación.
Con los ojos llorosos, le preguntó a su amigo si también se la folló. Por respeto y para consolarlo le dijo que sólo se dejó mamar, y que ni siquiera se corrió. Pero la realidad fue muy diferente. Fue de los más activos. Y repitió los tres días siguientes, y más que planea seguir usándola cuando su buen amigo se divorcie. En su fuero interno piensa que esa puta necesita caña de la dura, y él le puede mostrar aspectos aún más oscuros del deseo.
Cuando Roberto volvió de madrugada, Maite lo esperaba nerviosa. Él nunca se ausentaba sin decirle nada, y llevaba desde el medio día sin saber nada de él. No obstante, algo vio en sus ojos cuando iba a recriminarle su acción.
Él, por toda expicación, puso el dvd en el aparato. Se aseguró que los niños dormían, y le dio al play.
Los propios gemidos de Maite la sobresaltaron. Sus ojos iban de la pantalla a los vidriosos de su esposo. Y ella empezó a llorar también...
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Hasta aquí la historia ha seguido su desarrollo habitual. No obstante, he pensado tres continuaciones para esta historia, que propongo a los lectores para que elijan. Hasta el 30-09-15 pueden comentar cuál prefieren, y la continuación derivará hacia la opción elegida, con el final que corresponda a la ganadora:
1.- Maite no logra el perdón de Roberto; éste pide el divorcio, y batalla por la custodia de sus hijastros. Pero...
2.- Maite intenta ganarse a su marido para hacer borrón y cuenta nueva, pero sigue follando con todo el mundo pese a la nueva oportunidad que le concede un Roberto enamorado. Aparentemente todo sigue igual. Pero...
3.- Juan hace doble juego, aliándose con Jorge y emputeciendo más aún a una Maite recién divorciada. Pero...