Trampas (1): Nunca apuestes...
Colección de relatos independientes entre sí, con un único denominador común: artimañas para conseguir sexo o control sobre alguien: esposas, maridos, amantes, familiares... La serie se agrupará en categorías diferentes según proceda.
TRAMPAS (1): NUNCA APUESTES ...
Cristina se levantó sudorosa de la cama. Su piel desnuda y brillante mostraba en zonas estratégicas los restos de una gran fiesta. Miró el reloj de la mesilla: la 1:45 de la madrugada del viernes al sábado; aún pronto para el placer, tarde para los remordimientos.
Cris, así la llama con cariño su esposo, no estaba en su casa. Le costó asimilar su situación actual. Hace unas horas, era esposa fiel y devota de su marido. Ahora... ahora no sabía cómo se sentía; un bienestar físico contrarrestaba unos remordimientos enormes. Pero... ¿estaba realmente arrepentida? Quería estarlo, pero no podía. Buscó apoyo en los cuerpos que dormían plácidamente en ese tálamo enorme, pero no había respuesta. Su mejor amiga, Elena, se acoplaba con los ojos cerrados entre Oscar y Toni, que se empezaban a desperezar lentamente por los movimientos del colchón de agua que los soportaba. Sentada, Cris notó humedad que salía de su sexo y mojaba la arrugada sábana. Tocó con los dedos esa pasta blanca, y llevándosela a la nariz, detectó que su aroma era similar a gotas semisecas que tenía en pechos y cara. Esperma, magma que en su ebullición se derramó entre sus piernas mientras ella permitía que a su marido le aflorara una cornamenta invisible. Casi por reflejo, lamió sus propios dedos, mientras pensó en el brutal cambio de su vida esa misma noche. Empezó a recordar esa misma tarde:
Viernes, 15:05 horas.
Siempre con prisas, parecía que ése era el sino de Cristina, funcionaria de carrera, que a sus 40 años estaba en su máximo apogeo profesional: había logrado por promoción interna una plaza en el Ministerio de Economía y Hacienda, y ahora estaba al mando de un departamento importante, con varias personas a su cargo. Casada felizmente con un marido que la tenía en un pedestal, optó por no querer ser madre porque no se veía capacitada para bregar con infantes. No hubo discusión por este punto en su casa, y a pesar de la crisis, vivían razonablemente bien en un piso amplio y céntrico, y mantenían amistades tanto comunes como propias, que les permitían a uno y a otro salir cuando les apetecía. La confianza mutua era total.
Siempre hay un pero cuando se habla de vidas felices. En este caso el “pero” se llamaba Elena, amiga desde siempre, compañera inseparable, madrina de boda y confidente íntima. Y también viciosa como pocas y envidiosa como ninguna. Siempre de manera sibilina, imperceptiblemente, con la constancia de una hormiga, luchaba ferozmente para demostrar ser mejor que Cris en todo. La vida la condujo a ser una abogada de renombre en un bufete de prestigio, a una boda sin amor y con prisas (apenas unas semanas antes que la de su amiga) que desembocó en un duro divorcio, y a unos celos terribles por la felicidad de su amiga.
Cris sabía que cuando hablaba de su marido, a Elena le cambiaba la cara. No era que le desagradase, pero parecía incomodarle y trataba de compensarla aceptando casi sumisamente sus peticiones compulsivas. Como la de hoy, que la esperaba a las tres y cuarto para comer en la cafetería del Corte Inglés- Por eso iba casi corriendo, no es de las que les gusta llegar tarde- y además así haría feliz a su amiga. La pobre, pensaba ella, siempre saltando de tipo en tipo sin encontrar su media naranja ideal. Ya veía los grandes almacenes. Llegaría a tiempo. Como siempre.
15:50 horas.
Dos ensaladas y pechugas de pollo a la plancha más tarde, y con el sabor de un vino rosado fresco en los labios, la espera del café era distendida, alegre. Hablaban de todo, pero sobretodo Elena le pedía quedar toda la tarde y noche, ellas dos solas, como en los viejos tiempos. Hacía tiempo que no lo hacían. Recordaba las últimas, un poco achispadas, acababan en casa de Elena hablando sobre hombres y sobre sexo. Era divertido, más que nada por la espontaneidad. Así que aceptó, aunque llamó por el móvil a Sergio, su marido, para decírselo. De espaldas a Elena, no vio la sonrisa de triunfo que se dibujó en la cara de ésta.
16:35 horas.
Elena pasó primera por la puerta opaca del salón. Como Cris estaba acostumbrada a ciertas excentricidades de su amiga, no le importó que la hubiera llevado al “mejor centro de belleza de Barcelona” según sus propias palabras. Allí -ella invitaba- se darían el capricho de un masaje relajante tras una manicura y una sesión de rayos UVA. Y comenzarían por esto último. No obstante, en el vestuario de la sala de rayos, Elena observó que el sexo de su compañera era antiestéticamente piloso al verse los pelos sobresalir de una discreta braga blanca de algodón. Pese a ser castaña de cabellera, su vello púbico era negro azabache. Lo esperaba, tenía información privilegiada... Así que llamó a una de las estheticienne, y le dijo que le arreglara “eso” antes de ponerse morenita. Cris se negó rotundamente, pero su no era insignificante ante los argumentos de su amiga, quien la acabó de convencer diciéndole que su marido disfrutaría de ello, y que notaría las sensaciones mucho mejor. Y ni corta ni perezosa, Elena bajó su tanga negro (calculó todos los detalles minuciosamente) mostrándole su vulva impoluta.
Así pues, se separaron, era lo que le convenía a Elena para seguir con su plan... Sara era una lesbiana declarada, y para depilar el coñito de Cris sabía que se tomaría tiempo, disfrutaba con las novatas, sacándoles los colores mientras se dejaban toquetear, para acabar arrancándoles un orgasmo. Pero esta vez, sólo debía calentar, nada más... la jugosa propina que había dejado Elena era motivo más que suficiente. Cris iba sólo en ropa interior hacia su destino.
16:55 horas.
Cristina estaba muerta de vergüenza; apenas llevaba unos minutos con las cremas sobre su monte de venus, y unos dedos hábiles trabajaban sus labios mayores para recortar con una cuchilla especial los rizos más largos. Sara debía repetir que no se moviera, siempre tan respetuosa, pero es que ese roce involuntario con su clítoris la ponía nerviosa. Ya le incomodaba ir al ginecólogo, y nunca se había dejado su entrepierna como cuando Sara le mostró la sonrisa vertical en un espejo. Se recordaba así sobre los 16 años, en plena fiebre de hormonas, cuando el sexo dejó de ser algo prohibido a algo tácito, cómplice, y sobre todo, placentero. Con estos pensamientos volvió a notar humedades en su interior. Enseguida se preocupó, puesto que no quería que la profesional notara el olor de su excitación, y sintió alivio momentáneo al empezar a ponerle una crema hidratante... que extendió tan diligentemente y con una suavidad tan exquisita que instintivamente levantaba su pelvis al encuentro de los dedos hábiles de Sara.
Y de repente, ésta le comunicó casi en un susurro al oído, que ya había finalizado.. Tuvo que oírlo por segunda vez antes de que las manos que tanto placer le habían dado, la ayudaran a incorporarse de la camilla.
17:00 horas.
Desmadejada como estaba, fue llevada a “la sandwichera”, las dos tapas de rayos UVA para una mini sesión de 10 minutos. La estiraron entre dos trabajadoras, le pusieron los protectores de ojos y una crema, y la dejaron sólo en braguitas, ya que la zona de su sexo estaba demasiado sensible con la depilación. Cris notaba calorcito, sólo le faltaba eso a su entrepierna. Trató de relajarse, pero no podía. Además no sabía cómo funcionaba esto, para ella era su primera vez.
17:10 horas.
Cuando se apagó, otra chica que trabajaba allí la destapó de la máquina, y la hizo ir a una camilla justo en la habitación de al lado. Había otra camilla, con un cabezal agujereado en medio. Supo que había llegado la hora del masaje, y sin rastro de su amiga. La chica que la había acompañado, la hizo tumbarse boca abajo, y antes que Cris dijera nada, con suavidad la despojó de sus braguitas. Sin tiempo para protestar, fue informada que le iba a aplicar una crema aftersun para fijar el bronceado, y que luego vendría el masajista a completar el trabajo.
¿”EL” masajista? ¿Lo había oído bien, género masculino? Y ella desnuda ante otra chica que aplicó un fluido espeso y frío a lo largo de su columna vertebral hasta la raya de separación de los glúteos. Sin empezar a esparcir la crema, hizo lo propio con sus piernas. Una vez “rayada”, las manos firmes de la chica extendieron suavemente la loción hasta que la piel la absorbió toda. Se dedicó muy especialmente a los glúteos, que amasaba con todo descaro, incluso separando los cachetes para mostrarle sus dos intimidades que esa tarde recibían más visitas que el museo Picasso. Como en ningún caso fue tocada de más en esos puntos, Cristina no dijo nada para no quedar como una mojigata, pero era persistentemente una fuente de excitación. Volvía a notarse húmeda, y trató de no pensar en el masajista, no le miraría entre las piernas, no haría nada de eso, no... y entonces la hizo dar la vuelta, a la que no opuso resistencia. De nuevo el ritual de la crema, pero esta vez doble raya, desde la clavícula de cada lado, pasando por los pechos, caderas, muslos y acabando en el empeine. La fría pomada puso de punta los pezones, demasiado sensibles a las suaves caricias de la hábil profesional. De nuevo a las puertas de su tesoro, pero sin ser violado, los dedos esquivaban los ligeros movimientos acompasados de Cris, que deseaban un contacto mayor. Volvía a oler las fragancias de su sexo, pero no podía taparse tampoco ahí. Estaba cohibida, pero caliente, bastante caliente.
17:20 horas.
Si no hubiera sido por las manos de la chica que la había untado de algo brillante por todo el cuerpo, que la sujetaban a la camilla, se habría levantado como un rayo y habría salido corriendo. Un mulato que casi medía dos metros, totalmente vestido de blanco hizo su aparición. Y ni siquiera la voz atiplada que indicaba una más que probable homosexualidad serenó sus ánimos, puesto que notó por el relieve de su pantalón, que algo enorme se escondía detrás de la cremallera. ¿Por qué lo miraba “ahí”? Él se dio cuenta y sonrió mostrando una dentadura blanca, brillante. No hubo palabras. Diligentemente cogió un frasco de aceites esenciales y derramó en su mano una pequeña porción. Luego hizo lo propio con la espalda de una muy tensa Cristina, y empezó a castigar hombros y lumbares con presiones fuertes pero nada dolorosas. En puntos cercanos a la columna vertebral notaba una presión mayor, pero automáticamente ella sentía un alivio más grande aún. Y empezó a relajarse. Además, la otra chica se sentó enfrente de ella y empezó a masajear el cuero cabelludo, mientras obligaba suavemente a mantener su cara oculta en el hueco de la camilla..
Cris cerró los ojos. Realmente se sentía bien, notaba que las tensiones volvían a desaparecer, y lo que era más importante, esos puntos que apretaba en el centro de su espalda la aliviaban mucho Y esas caricias en su cabella le gustaban mucho... así, sin quererlo, se durmió. No supo cuánto rato estuvo así, ni siquiera notó que el centro de atención del hombre estaba en sus glúteos y la cara interior de sus muslos, tal era el relajamiento que sentía. No por ello las caricias y sobeos dejaran de surtir efecto. Su sexo estaba licuado. Siguiendo órdenes, fue la única parte del cuerpo que se quedó sin ser tocada y manoseada. Sólo se despertó cuando casi besando su oreja, la chica le decía que se diera la vuelta.
Somnolienta, obedeció deprisa. Sólo cuando sintió el aceite aromático caer sobre sus pechos abrió los ojos. Nada había cambiado. El mulato estaba ahí. La chica detrás de ella ahora acariciando las sienes circularmente. El hombre le sonrió, y ella por deferencia hizo lo mismo, pero al huir de su mirada, sus ojos se clavaron de nuevo en su entrepierna. Ahí sí había una diferencia, y muy notable. Nunca había visto tamaño semejante. Bueno, en películas sí, pero tan cerca, en directo, no. Y eso la turbó. Y más aún cuando empezó el masaje pectoral, circularmente, esquivando el contacto directo con sus pezones, que desafiaban, erectos como nunca, que fueran tocados, pellizcados. Nunca se lo había dicho a nadie, ni a Sergio, lo mucho que le gustaba cuando recibía algún pellizco o mordisquito. Un latigazo recorría su cuerpo enervándolo más. Y ahora ese desconocido, apenas los rozaba. Casi se impacienta y le exige que se los toque. Pero se reprime. El hombre hace su trabajo sin propasarse ni un pelo. Pero en su cabeza bulle el deseo, piensa que le gusta, si no, no tendría eso de ahí abajo tan grande, tan enorme...
Ahora acaricia suavemente su abdomen, y hace círculos con la yema de sus dedos por la zona ovárica. Con los ojos aún cerrados, se le escapa un gesto que a la pareja de masajistas les ha encantado: Se ha mordido levemente el labio inferior. El masajista pasa a las piernas entonces. Juega con ellas. Cris es una muñequita que se deja hacer. Espera en algún momento ser usada sexualmente, eso la excita muchísimo a la vez que le da miedo. Ella siempre fue fiel a Sergio, y ahora, desea que otra persona que la ve desnuda, que huele su deseo, la sobe como nunca nadie lo había hecho. Se rendía incondicionalmente. Inconscientemente elevaba su pelvis al encuentro de unas manos que se quedaban a las puertas del cielo. Lo deseaba, lo necesitaba. Sin darse cuenta, y en el momento en que él la tenía con una pierna abierta y flexionada hacia delante, Cris se acarició el clítoris, delante de dos desconocidos, y en apenas cinco segundos explotó en un orgasmo como nunca antes se había corrido. Estaba desmadejada, feliz y avergonzada, pero lo necesitaba.
El masaje llegaba a su fin. Sin palabras, sin reproches ni intentos extraños. Los dos trabajadores la arroparon y la dejaron descansar. Cuando salían de la habitación, a través de un cristal de un solo sentido, que por la banda de la sala de masajes era un vulgar espejo, Elena reía y se masturbaba.
19:00 horas.
Las amigas salían del centro de salud, cogidas del brazo. Elena, habladora. Cristina, pensativa. No se creía aún lo que había hecho en aquel sitio, y trataba de auto convencerse que aquello no era una infidelidad.. Nadie la forzó, ella no se entregó. Simplemente necesitó un orgasmo y se lo provocó ella misma. No hubo más. Pero entonces, ¿por qué se sentía tan insegura? Y lo que según ella era peor aún: ¿Por qué deseaba que la cosa hubiera ido a más? No sabía si decírselo a su amiga. Y lo que es peor, no podía evitar imaginársela en la misma situación.
Elena sabía que debía dejar unos minutos para que su amiga reflexionara un poco antes de dar una vuelta de tuerca más. Estaba disfrutando de lo lindo, y aún faltaba la traca final. Ante una tienda de lencería, le preguntó si se animaba a comprar algo. Cristina negó con la cabeza, pero entraron igualmente. Elena le quiso regalar un conjunto que, en palabras textuales “haría las delicias de Sergio”, y luego pícaramente, añadió: “y de cualquier otra persona que te lo vea puesto”. La hizo sonrojar, y más aún cuando no sólo la hizo probárselo, sino que pidió opinión a la vendedora, que admiró y alabó sospechosamente cómo le quedaba puesto. Era un conjunto de sujetador de rejilla con aros que parecía aumentarle el tamaño de los senos, y una mini braga transparente negra que por delante tenía unos nuditos en la zona del clítoris, y que se apretaban a él. Cris lo interpretó como unas costuras que eran internas, y las aceptó sin problemas
Cuando pagaron, Cris llevaba el conjunto puesto. Elena se lo pidió así, y ella de nuevo se dejó llevar. Mientras su ropa interior normalita fue guardada discretamente en una bolsa que rápidamente recogió Elena y se la metió en su bolso sin posibilidad de réplica.
Invisible para el resto de los mortales, pero trabajando constantemente: esos nuditos rozaban el clítoris con cada paso que daba, y pronto notó que empapaba las braguitas con sus flujos. Sin quererlo se estaba excitando muchísimo mientras caminaban sin rumbo fijo, parando en escaparates. Poco a poco la eterna verborrea de Elena se iba convirtiendo en un murmullo en su cabeza, ya que toda su atención se centraba en el roce de la protuberancia de las bragas sobre su impúber sexo. Así que contestó con un sí casi de cortesía algo que le preguntó ella, sin saber de qué se trataba.
20:15 horas.
Casi al borde del orgasmo, Cris vio que llegaron a casa de Elena. Mientras ella buscaba las llaves para entrar a la escalera, pudo comprender que la había invitado a cenar a casa. Y se disponía a llamar a Sergio para decírselo, cuando vio que detrás de ella había dos hombres esperando. Elena los saludó mientras dejaba franca la entrada del portal para que pasaran todos. Eran vecinos suyos. Los presentó como Oscar y Toni, vecinos de rellano. Sin cortarse un pelo, la besaron ambos. Eran unos treintañeros agradables físicamente, altos, con ese estilo entre villano y descuidado que atrae a ciertas mujeres. Ellos elogiaron la forma de vestir de Cris, quien por primera vez pareció recordar que hoy estuvo trabajando, y que aún llevaba un traje chaqueta con falda muy formal, y no pudo evitar pensar si la humedad que empapaba sus bragas nuevas habría traspasado límites y habría calado en la falda gris perla. Eso la hizo sonrojar y bajar los ojos, ante la mirada franca y la sonrisa amplia de ambos. Elena les dijo que iban a cenar algo y luego ver una película, y al momento las invitaron a tomar algo en su casa. Para alivio de Cris, su amiga declinó la oferta, pero para contraofertar con un refrigerio y unas copas en su propia casa, cosa que ellos aceptaron. Subieron en el ascensor entre risas y planes de qué traían, salvo Cris, quien tras un breve sms a Sergio avisando que cenaba con Elena, permaneció en silencio hasta que entraron en casa. En media hora aproximadamente acudirían.
20:20 horas.
Fue Elena quien anticipándose a los reproches que iba a recibir, le pidió disculpas por este cambio de planes, pero que eran unas personas divertidísimas, que las conoce mucho (y al decir ese “mucho” exhibió una sonrisa maléfica y un guiño de ojo); que al presentarse esa oportunidad, quería que viera que son unos amigos formidables. Cris, sumisamente, aceptó el comentario sin más, resignada, pero internamente sabía que estaba jugando con fuego, y encima con esa excitación que manaba de su sexo, la cosa sería difícil para ella. Y lo que dijo Elena aún contribuyó a aumentar su desazón. Le dijo que iba demasiado clásica y formal, que hacía calor, y que se pusiera cómoda. Y cogiéndola de la mano, la llevó al dormitorio para que escogieran qué ropa ponerse.
20:30 horas.
Ambas mujeres estaban en ropa interior en el dormitorio, ante un montón de vestidos sobre la cama. A Cris le dio corte mostrar sus bragas húmedas a Elena, pero aparentemente éstas no mostraban manchas delatadoras. El color negro ayudó en este caso, pero se notaban más transparentes que antes. Supuso que era el efecto colateral. Sumida en sus pensamientos, no reparó en que Elena fue a una mesita que tenía en la misma habitación, y consultó algo en el ordenador portátil. Y tampoco se fijó que en un rápido gesto, giró en la tapa de la pantalla su webcam, que apuntaba directamente al cuerpo de Cris. Apenas fue un minuto, pero que sería de vital importancia.
Finalmente, Ambas escogieron vestidos veraniegos de una sola pieza. El de Elena era blanco largo y muy entallado, mientras que el de Cris era negro muy transparente y bastante corto. Al mirarse ambas abrazadas en el espejo, ella supo que no debería llevarlo, se transparentaba todo, y se le veía la ropa interior también. Iba a decirlo cuando llamaron a la puerta. Eran ellos. Ya no había tiempo. Así que como pudo trató de que quedara más holgado y no se transparentara mucho, pero no lo consiguió. La suerte empezaba a echar sus dados.
21:00 horas.
La cena empezaba a ser divertida; realmente los chicos eran unos genios del entretenimiento, divertidos, conversadores y amables. Aportaron 4 jarras de sangría de cava bien frescas, que empezaban a menguar rápidamente. Si a eso se une un frugal picoteo, el achispamiento estaba cantado, en especial de Cris, que no acostumbraba a beber demasiado. Preocupada en exceso por su vestimenta, que fue muy elogiada, no prestó atención a que su copa estaba siempre llena, así como tampoco a otro ordenador portátil que estaba en un rincón del salón, con la tapa levantada, pero sin mostrar la pantalla.
21:45 horas.
A Cris no le importaba ya el vestido; reía como todos, ligeramente achispada, pero sin llegar a borrachera. Era ese famoso “puntillo” en el que te desinhibes, pero no te encuentras mal. Además, Elena le pedía que bebiera agua para que no se le subiera a la cabeza. Eso le dio tranquilidad; por un momento se le pasó por la cabeza que quería emborracharla, pero desechó esa idea. Era su amiga.
Casi subrepticiamente, salió el tema del sexo en la conversación. Elena no se cortaba un pelo al explicar sus batallitas, y los otros le replicaban lo exagerada que era. El silencio de Cris, que seguía los diálogos, pero no se atrevía a decir nada, porque tampoco tenía nada que aportar, ya que había sido mujer de un solo hombre, no pasó desapercibido, y al final “confesó” su situación ante una audiencia que la escuchó con solemnidad y respeto. Toni le dijo que eso sí era más creíble que lo de Elena, y ésta, molesta por la comparación, cogió un dvd que tenía guardado en un estante, lo puso en el reproductor y conectó la tv. Y casi ordenó a todos que se sentaran en el sofá. Cristina quedó casualmente entre los dos hombres
22:00 horas .
Cris no se podía creer lo que veía. En la pantalla de plasma se mostraba Elena desnuda y gimiendo sentada de espaldas sobre un hombre. Éste llevaba una máscara que le tapaba casi toda la cara, pero bufaba mientras algo semejante a un palo entre sus piernas desaparecía en el interior de la mujer casi violentamente. Elena estaba de pie ante el trío, mirando la televisión y mirando también al público que había permanecido en silencio. Los gemidos de los protagonistas llenaron la salita, mientras la Elena real hizo un avance rápido hasta reanudar la filmación en un punto en que se ve claramente que la verga erecta de ese hombre entraba como si nada en su culo ansioso. Durante cinco largos minutos, los cuerpos sudorosos se entregaron a un frenesí de movimientos y gemidos, hasta que un grito de la Elena-actriz indicaba su orgasmo, casi simultáneo con bufidos más fuertes del hombre. A Cris esos bufidos le parecían familiares, pero hipnotizada por la escena no dedicó más tiempo a pensar en ellos. Luego, fundido en negro, pero no acabó ahí la película. A continuación una escena que aún impactó más a Cris: Elena, besando apasionadamente a otra mujer, mientras cuatro hombres miraban la escena. Y había alguien más que filmaba, pues la cámara se movía en planos en que las manos de las mujeres se aferran casi dolorosamente a las vergas de los tipos.
Aquello era ya demasiado para Cris, sobreexcitada en todos los sentidos, su coñito estaba licuado. No se atrevía a mover ni un músculo, pero sin darse cuenta, su pelvis sí se movía levemente adelante y atrás, puesto que las protuberancias de las bragas seguían con su cometido, estimular su clítoris, que estaba sobresalido. De reojo Elena lo notó, y sentándose sobre uno de los brazos del sofá, se dirigió a los tres espectadores sobre qué pensaban ahora. Oscar y Toni se mostraron encantados, y dijeron que les encantaría participar. Como Cris no decía nada, le preguntó directamente. Ésta la miró a los ojos, casi suplicante. Fue Elena quien habló por ambas, afirmando que le gustaría pero no se atreve a planteárselo.
En la pantalla ahora Elena era objeto de una doble penetración, mientras le comía el coño a su compañera. Los gemidos seguían pesando más en el ambiente.
Elena se volvió a dirigir a Cris. Le pidió que mirara a sus compañeros de sofá. Entendió que no tenía que mirar a los ojos, sino a sus entrepiernas, abultadas, sobre los dockers. Los tamaños eran más que considerables. Elena se puso de cuclillas ante su amiga, y le cogió las manos para depositarlas en cada bulto. Al primer contacto, rehuyó levemente, pero luego se aposentaron, cálidas sobre las vergas. Elena sonrió ante una Cris que no se reconocía a sí misma. Acariciaba con ansia las pollas, mientras sumisamente dejaba que su amiga le abriera levemente las piernas. El corto vestido mostró unas bragas negras brillantes, fruto de la excitación. Visualmente hizo una señal a los hombres para que atacaran. La presa estaba en la trampa.
22:50 horas.
A Elena le pareció muy sencilla la entrega de Cris, demasiado, y quería que no se arrepintiera. Por eso fue ella quien rápidamente se desnudó y se ofreció a ambos hombres a la vez. Había comprendido que su amiga necesitaba estímulos visuales para seguir adelante. Por ello, cogiendo a ambos de sus vergas (tuvieron récord en desvestirse, menos de 20 segundos), los llevó al dormitorio mientras con un gesto le dijo a Cris que los acompañara. Hipnotizada por lo que veía, siguió al grupo sumisamente.
En a cama, amplia, cuadrada, Elena empezó a estimular oralmente a Toni, mientras Oscar era quien le hacía un lavado lingual de su depilado coño. La polla de éste estaba muy cerca de Cris, sentada en un ángulo del tálamo, y casi instintivamente, la cogió y empezó a moverla arriba y abajo. Le pareció mucho más grande que la de Sergio, y así depilada también, era como un imán para sus ojos. La cogía suavemente y la acariciaba. Empezó a pensar que no estaría mal sentirla dentro de ella, pero no debía, no quería ser infiel a Sergio, aunque si no, ¿qué demonios estaban haciendo allí asiendo una verga enorme?
Elena, siempre atenta a todo, se dio cuenta del avance de su amiga, y sobre todo de sus dudas, así que se la jugó a todo o nada. Girándose, dejó a Toni, y sin que Cris quitara la mano, engulló el mástil de Oscar, hasta que sus labios tocaron los finos dedos de ella.
Ambas se miraron a los ojos. Cris sintió una punzada de celos, y en un momento acercó su boca a la polla de Oscar. Podía lamer la carne que le dejaba su amiga, pero no le parecía justo, así que casi rozando sus labios con los de ella, empezó a subir hacia la punta. Elena le dejó el campo libre, y se dispuso a desvestir a su amiga, que no opuso resistencia.
Todos ya en igualdad de condiciones, escogieron sus parejas. Oscar se centró en el cuerpo de Cris, lamiéndolo centímetro a centímetro en un 69 maravilloso, para la gloria de su verga, que entraba y salía de la boca de ésta con un movimiento succionador digno de la más experimentada felatriz. Elena tampoco se quedaba atrás, pero ya había entrado en trabajo fonador, y sentada sobre Toni, disfrutaba de una muy buena enculada.
23:18 horas.
Por fin Oscar empezó a follar a Cris. Lentamente, con suavidad y amor, mientras la besaba en la boca, mezclándose los fluidos de ambos. La escena era tierna y tremendamente erótica a ojos de Elena. Su amiga se dejó caer lentamente sobre el rabo de Oscar. Cuando se tensó porque había llegado al fondo de su vulva, aún quedaba un buen trozo de carne fuera. Y empezó a moverse lentamente, disfrutando cada momento. Se puso a su espalda y empezó a acariciarle la espalda y a darle besitos en el cuello. Cris sintió esas caricias, y las encontraba placenteras, muchísimo, pero estaba concentrada en las sensaciones que tamaño rodillo de carne le daba en el fondo de su coño, chocando dos veces por segundo, y los remordimientos, pensó en su Sergio, le estaba siendo infiel, y ella no quería, pero esa vocecita de Pepito Grillo se iba alejando más a medida que se acercaba un orgasmo gigantesco.
Y estalló. Se arqueó como nunca lo había hecho, y mientras sentía las contracciones vaginales y su útero vibraba como nunca, la mano sabia de Elena rozaba su clítoris, dándole esa agonía larga que no quería que nunca finalizase.
No se salió de Oscar. Sentía que aún podía tener más placer, aunque se le abrazó con cariño. Ahora cualquier movimiento amplificaba la sensación de rozamiento, y notó que su clítoris acariciaba el pubis del macho. La tenía toda adentro, y le gustaba. Miró a su lado cómo Toni follaba el culo de Elena a 4 patas, y ésta se corría entre quejidos de placer.
Estaban muy cerca los cuatro, y en un descuido, Elena le robó un piquito a Cris en los labios. Y luego otro, y otro, hasta que abrieron los labios ambas y se regalaron las lenguas.
Lo que siguió hasta que se durmieron, sobre la una de la madrugada fue una sucesión de sensaciones para Cris; tres personas a su disposición, y cada caricia, cada beso, la alejaban más de esos remordimientos. Era el presente, y ese “ahora” era correrse como nunca. Entregó su culo virgen a Oscar, y Toni le brindó su primera doble penetración, sin olvidar también su estreno lésbico con Elena. Sólo cuando no pudo más se durmió de puro placer.
Sábado 1:45 horas
Cris, ya despierta del todo, ha recordado esa memorable tarde/noche. Los mira, y ve que Elena se ha despertado. Con cuidado se desprende de sus amantes, y se pone en un rincón de la cama, cerca de su ordenador, y hace que Cris se siente a su lado. Ambas tienen restos de flujos y semen por todas partes. Se besan con cariño y se abrazan. Han cruzado una frontera, y saben que las cosas serán diferentes a partir de ahora. Elena aún le mete dos dedos en su coño, y mientras le recuerda que casi le metió toda la mano, le pide que se quede toda la noche a dormir. Elena duda, debería llamar a Sergio, y no se atreve, pero esos dedos buceando en su coño la activan de nuevo. Perversamente, Elena le dice que lo llame mientras ella le hace “cositas”. Cris sonríe, dice que no, pero ya ha cogido su móvil, y marcando, se lo pasa a Cris. Ésta no tiene más remedio que hablar, pero le cuesta concentrarse con 3 dedos ya ahondando entre el semen que tiene dentro de su abertura.
Se disculpa ante su marido por llamarlo tan tarde, pero se tranquiliza al saber que está despierto. Le dice que se quedará a dormir en casa de Elena, y para sorpresa de ésta, le dice que igual apura todo el fin de semana. Se está casi despidiendo de él con un beso y un “te quiero mucho” cuando los dos hombres, despiertos, se suman al coro de manos que soban por todas partes a Cris. Nada más colgar, es Toni quien acerca su polla a la boca y ella la acoge con deleite. Ya no piensa más, es hora del placer, y recuperar el tiempo perdido.
Sábado 1:52 horas.
Si Cris hubiera podido ver a Sergio, se habría sorprendido. Estaba desnudo, ante su ordenador. Su polla morcillona goteaba aun semen de sus múltiples corridas. Pero además, estaba llorando. Porque estaba mirando en directo a su mujer, la había visto cómo follaba con todos, cómo se lo montaba con su amiga, y sobre todo, cómo le mentía. Exactamente lo que había apostado con Elena que Cris nunca haría. Aún lo recuerda el día que ambos follaron, que ella lo obligó a hacerlo con una máscara que le tapaba media cara, y que para picarlo, le acabó diciendo que cualquier mujer haría lo que ella, incluso Cris. Y él le dijo que no, y apostó por ello. No fue con dinero; ella, como abogada que es, redactó un contrato que firmaron. El objeto de la apuesta era averiguar si Cris sería capaz de:
a.- Ser infiel
b.- Ser capaz de tener relaciones con dos o más personas a la vez
c.- Tener una relación lésbica con otra mujer
y d.- Ser capaz de mentir a su esposo.
Estas cuatro condiciones las puso él mismo, que se tenían que dar en el mismo día, para así garantizarse conseguir la apuesta, dando un plazo de un mes desde la firma del contrato de apuesta. De eso hacía únicamente una semana. Estaba segurísimo de ganar; Elena por su parte sólo puso como condición que nunca debía llegar a oídos de Elena esta apuesta. Él estuvo de acuerdo, se jugaba su matrimonio. El premio para el ganador era la disposición de ambos para sus caprichos sexuales por un año si ella ganaba la apuesta, o bien si era Sergio, entonces Elena sería su esclava sexual por el mismo período de tiempo. Y había perdido claramente. Elena lo había citado ante su messenger para ver la caída del pedestal de su mujer, y lo vivió con terrible dolor y deseo en directo. Disfrutó con dolor de sus recién estrenados cuernos, masturbándose con furia por la visión sexual de su mujer entregada a otros, pero con rabia por no podérselo recriminar nunca, debía callar su penitencia. Cris nunca se lo perdonaría, de eso estaba seguro. Con lágrimas e rabioso estuvo mirando cómo su dulce esposa se corría una vez más entre los brazos de su trío tentador. Hasta que Elena discretamente le cerró la comunicación. Abatido, se puso a dormir esperando que el fin de semana acabara pronto. Sabía que su parte del trato no sería agradable. La perversa Elena se lo había advertido.
Sergio nunca supo que la cámara de Elena siguió emitiendo, sólo interrumpió la comunicación con la suya. Otras personas, que pronto –si no al día siguiente- conocerían profundamente a Cris. Y muchas eran mujeres. La Cris que volvió ese domingo a su casa era diferente. Sus nuevas experiencias cambiaron su manera de ver las cosas. Se extrañó que Sergio no le pidiera relaciones, pero mejor para ella, estaba saciada, e incluso tenía que sentarse poco a poco de tan abierta que se sentía. Y menos mal que su amiga le consiguió dos píldoras del día después, ya que no tomó precauciones con ninguno de los... ¿fueron al final diez? hombres que la poseyeron, Recordaba con agrado que tuvo orgasmos con todos, y los mejores, cuando había otra mujer que a la vez le lamía. No se quiso plantear dudas. Disfrutó, le gustó, y quería continuar. Todos la deseaban, todos la querían. El lunes por la tarde había quedado para hablar con Elena sobre ello. Y con este pensamiento se durmió plácidamente.
Un año más tarde.
Las nuevas amistades que Elena presentó a Cris fueron de lo más fructíferas. Una le ofreció un trabajo mejor que el que tenía, y periódicamente se reunía con otras en fiestas exclusivas donde descubrió nuevas facetas de su personalidad. Pero lo que más le gustaba era su ración diaria de sexo con su amiga Elena. Cómo le gustaba jugar a ser su sumisa. Siempre tenía un nuevo juego o una compañera diferente para compartirla. Abandonó sus prejuicios para siempre, y supo mantener esa doble vida. Elena le dijo que si quería podía dejarlo. Al fin y al cabo vencía la validez de la apuesta. Cris, ignorante de todo ello, le lamió el clítoris con dulzura, y abriendo su ya acostumbrado coño a que entrara la mano entera de su amiga, le dijo que seguiría siempre a su lado. Elena sonrió.
A Sergio le costó mucho asumir su bisexualidad. No tuvo más remedio que aprender a chupar pollas que él sabía perfectamente que habían catado las intimidades de su mujer. Era la agria contrapartida de la derrota. No obstante, Elena supo ser una dominadora de los tiempos, y dosificó esas sesiones con otras más convencionales, en las que Sergio, con máscara, folló a Cris sin que ella lo supiera. No debía hablar para que no lo reconociera, y así fue. Ella tampoco lo relacionó con aquel vídeo que vio aquélla noche, nunca lo identificó como su marido, en su primera infidelidad. También lo cedió a otras amigas suyas, necesitadas de polla. Y al finalizar la apuesta, Elena le mostró un vídeo donde Cris renunciaba a dejar esta vida. Elena esperaba la respuesta de Sergio. Sabia lo que diría, y sonrió al escucharlo: “Sigo contigo”.
FIN