Traicionando la confianza de mis vecinos con Lukas

Mi vecina Omaira, me confía el cuidado de Lukas, yo se lo di, le di más de lo que esperaban, pero también le robé su castidad

TRAICIONANDO LA CONFIANZA DE MIS VECINOS CON LUKAS

La única forma que he encontrado para no enloquecer durante esta pandemia de los demonios y teniendo que guardar un riguroso y autodeterminado confinamiento, ha sido mi Dante, disfrutar de su compañía es un verdadero privilegio y le agradezco al destino haberlo puesto en mi camino… con él me he “reinventado”, término trillado por estos días del SARS COV 2, a todos nos ha tocado si o si cambiar hábitos y acoplarnos a una nueva situación; a mí personalmente me ha venido de maravillas contar con la dulce compañía de Dante y de un primoroso Beagle que han dejado a mi cuidado unos vecinos que han viajado a un apartamento que tienen en el caribe, donde restringen categóricamente la tenencia de mascotas. Cuando han venido a mí en busca de ayuda, inmediatamente el diablillo del sexo me abordó y me dijo susurrando y con el famoso eco que le ponen en las películas: Hija mía, vas a dejar pasar ese virgo? Yo imbuida por los malos pensamientos, que a la hora de la praxis son excelentes, fui traída a la realidad por mi vecina Omaira, quién al percatarse que estaba ida, me dio un leve sacudón para hacerme aterrizar a lo que yo reaccioné: me decías? Y ella repitió lo que había dicho antes: mira el horario de las comidas de Lukas es el siguiente y comenzó a leer lo que había escrito en una hoja de papel que me entregaría, mientras repetía lo que había escrito, mi mente y mi mirada se tornaron malévolas, yo me decía en esa dieta no me pusiste a mi… esbocé una sonrisa, que ella percibió y me dijo: qué te hace gracia? Yo de inmediato le contesté, que me leas lo que me vas a dejar escrito, tu sabes lo que amo a los perros como para que hagas tano énfasis… ella asintió con la cabeza y me dijo: si tienes razón, tu los mimas más que nosotros; me entregó las instrucciones, me dio la traílla con Lukas, nos dimos un abrazo y un beso, les desee buena suerte y hasta pronto. Cerré la puerta.

Inmediatamente, me puse manos a la obra, Dante chillaba y ladraba desde el patio de ropas y Lukas, estaba un poco nerviosos, lo comencé a acariciar, sobre el lomo primero, su cabeza, sus orejas, mientras no le despintaba con la vista su prepucio, mmmm, me saboreaba de solo pensar que ese virguito sería mío, mmm cómo me excitaba el solo pensarlo, mmm mi lengua mojaba mis labios, como queriendo saborearlo, mmmm mis pensamientos más salvajes me estaban obnubilando… ante los mimos Lukas comenzó a tranquilizarse, eran las 7 de la mañana había desayunado a las 6, había pasado una hora, un poco de ejercicio sexual no le sentaría mal. El pequeño canino lejos de imaginarse lo que iba a suceder, jugueteaba con mi mano, como queriéndola deterner con la suya para mordisquearla suavemente, mientras mi otra mano, la derecha le rascaba un flanco, intentando llegar a su sexo, él suspendía momentáneamente su jugueteo para mirar lo que hacía, pero yo lo distraía con mi mano izquierda; llegué a ese sitio de las costillas donde uno rasca a los perros y ellos por reflejo sacuden la patita trasera, el volteaba a mirar y yo dejé de hacerlo para frotarle su prepucio, él separó sus patitas inclinó su grupa, como cuando van a culear, hizo un leve movimiento “culeatorio”, (no se me ocurre otra palabra, me perdonarán queridos lectores), y se quedó como una estatua, emitió un chillido de felicidad y se dejó tocar más y más, su cola rígida como cuando descubren una presa de caza, el Beagle es cazador, y yo le meneaba ese prepucio suave y rítmicamente, hasta que empezó a salir la punta del premio mayor que yo esperaba… rosada pálida esa puntita, tímida, yo le corrí el forro peludo, él se quejó, aun así seguí masajeándolo o pajeándolo, eso ya era una verdadera y franca paja, él inmóvil aún, yo con la mano izquierda comencé a abrir campo para retirar a un lado mis bragas y acariciar mi vulva que para ese momento destilaba ese líquido viscoso, transparente y almizclado, que siempre invita a cualquier pene a ponerse erecto, bueno en este caso no, pues mi Lukas era virgen.

Allá en el patio de ropas Dante. Como intuyendo mi infidelidad, seguía ladrando, fui a tranquilizarlo pues podría molestar a los vecinos, afortunadamente acató y quedó algo tranquilo.

Volví a mi quehacer con lucas que estaba echado lamiéndose su pene; tuve que reiniciar la jugarreta para que se levantara y me permitiera seguir la faena y así fue, más rápido que antes pude hacer que su verga, ya más colorada, saliera más, retiré mi braga emparamada de mi fluido y metí dos dedos, los saqué cargados de ese líquido espeso y se lo puse en la boca a Lukas quién lo lamió y tragó con avidez y después de hacerlo se quedó mirándome como diciendo, quiero más, dame más que está exquisito… yo los satisfice y le di más y más, mientras la acariciaba su polla que crecía y se iba tornando rojo con púrpura y blanco, no quise sacarle el nudo, pues lo quería para mí. Como mi nuevo amante no tenía la experticia de Dante, no me puse en cuatro patas, para no alargar el trance, pues yo estaba necesitada de esa verga angelical, casta y pura… decidí acostarme sobre mi espalda, abrí mis piernas, puse a Lukas entre ellas y lo acerqué para ubicar la punta de su pollita a la entrada de mi vagina, de mi chocho que ardía en deseos; comencé a pasear la punta circundando mis labios mayores, gordos y calientes y cuando llegué a mi clit, los azoté con la punta del estilete de Lukas… uf sentía palpitar ese gallito mío, gallo le decimos en Colombia al clítoris, estaba turgente y quería más y más estímulos salvajes… él quería menearse para bombear su trozo de verga dentro mío, él no lo sabía, yo sí y eso me hacía estremecer, porque lo anhelaba, pero al mismo tiempo quería prodigarme más ganas y lo hacía paseando la verga sin meterla, hasta que de sopetón, la puse en el centro y dejé que Lukitas la empujara de un empellón hasta sus raíz y yo grité de dicha, Lukas, el inocente Lukas me poseía haciéndome un misionero de antología, yo sentía cómo sus patitas traseras revelaban en el piso y no le daban suficiente tracción, entonces yo le ayudé tomándole de sus muslos y lo empujé hacia mí y ah! Felicidad infinita, cerré los ojos y dejé que mi amante me estremeciera en cada envión, que cada vez era más seguido, yo le crucé mis piernas como una tenaza sobre su lomo, para no dejarlo ir, como queriendo que se fundiera contra mí… el comenzó a mermar en sus bombeo fálico y comencé a sentir los chorros de su lechita cálida y abundante, el jadeaba como loco, sus orejas echadas para atrás y sus ojos entrecerrados daban crédito al goce que estaba viviendo.

De pronto se quedó quieto, pero sentía que su vergota se contraía para expulsar sus efluvios seminales a tiempo que su nudo crecía buscando a como diera lugar espacio en mi conducto vaginal, lo que me producía un dolorcillo exquisitamente embriagador, era delicado todo, mientras ese nudo se hinchaba para asegurar que su extremo se quedase en ese sitio; yo comencé mi danza del cautivo, como la bauticé, mi vagina tenía un reo, pues su nudo lo mantenía “in situ” y yo contraje mis músculos en lo que se llama el “pompoir”, luego a mis amigas les explicaré qué es y cómo se logra. Yo sabía que él sentía el pompoir pues al contraer mis músculos vaginales, le apretaba la verga y el hacía ligeros brinquitos y movía la lengua, mi vagina estana siendo inundada por ese “calostro” seminal, era su primera eyaculación y me la estaba regalando a mí, solo a mí, de solo pensar en ello comencé a sentir cómo mi vagina se contraía involuntariamente, estaba teniendo mi anhelado orgasmo, un, dos, tres,  estertores y botaba mi leche que se mezclaba con la de mi amante canino “novirgen” para ese momento, lo tenía capturado mientras seguía el ritual eyaculatorio de él y mío, el de él por mucho, más extenso que el de un humano y yo gozaba como una niña con juguete nuevo, pero mi gozo era lascivo, carnal, era salvaje, mi lengua buscaba la de él, quien me esquivaba, todo era nuevo para Lukas, yo, me sentía la más puta de las putas por abusar de él, por “Estar traicionando la confianza de mis vecinos con Lukas”.

Estuvimos pegados lo que mandan los cánones del amor canino, hasta que comenzó a brotar de mi vaginita la bola tornasol, luego salió el estilete goteando, y después un chorrillo de líquidos suyos y míos, por orden de cantidad, llenos de espuma y haciendo un singular y característico sonido, mi amante luchando por zafarse de mi, lo que logró una vez descrucé mis piernas, quiso lamerse de inmediato su vergota hinchada, se lo impedí, pues ese postre era para mí, aun salían chisguetes de ese manjar que estaba pronta a engullirme, lo lamí con avidez por todos los lados para asegurarme de tragar y no desperdiciar toda esa nutritiva crema, antes de introducirlo en mi boca hasta mi úvula, lo dejé salir un poquitín lo sellé con mis labios y le pegué una succionada, de padre y señor, hasta que mis carrillos se juntaron y mi boca se llenó de lo que aún le quedaba; él se mosqueó, pero nada, yo lo ignoré, le detuve su cabeza, hasta que cedió y dejó de resistirse; la mamada que le pegué casi lo vuelve al revés, literalmente, nunca había mamado una verga con tanto ahínco, los dedos de mi mano libre frotaban mi gallito, para sacarle otro orgasmo, hasta que acudió al llamado.

Lo solté, me abandoné, con las piernas abiertas aún escurriendo semen perruno, mis brazos extendidos, mi blusa abierta, mi sostén desacomodado, mis tetas al aire llenas de sudor y del licor del amor, mis ojos cerrados seguían, permitían que yo siguiera fantaseando, fantasear la mejor pócima para relajarnos, de soslayo lo miré  y se estaba lamiendo su verga ahora muy disminuida. Seguí así hasta que me dormí extenuada.

Así fue como pude apoderarme de esa virginidad… y a mi mente vino la idea de cuidar perros para tener un harem perruno… ya les contaré qué ha sido de Lukas y cómo va lo del harem. Hasta pronto amigas y amigos míos.