Traicionada 1
Hice aquello que un Amo no debe nunca hacer, fue delicioso. Introducción.
Si una persona pudiese definirse como un objeto en su totalidad, yo sería un enorme dado con mil caras.
Ese hombre trabajador mostraría la cara pública, ese diablo tentador la oculta y entre ambas una miriada de facetas intermedias, pero tarde o temprano todas caen hacia el lado más oscuro, cada día me quedan menos caras que mostrar y esta es la historia de como mi lado más oscuro se hizo denso y opresivo.
Hacía ya varios meses que mantenía una relación de dominación y sumisión con Eslava, nos conocimos como se conoce tanta gente y el proceso de pasar de una tierna y aburrida amistad a una excitante y rompedora relación de sexo y dominación fue largo y placentero, durante meses notaba como su resistencia, su pudor y su inocencia se iban resquebrajando lentamente bajo el peso de mis insinuaciones, provocaciones y directamente retos a aceptar una verdad oscura que crecía en su interior.
Ya no le bastaba una larga sesión de sexo a distancia, los consoladores no apagan el fuego de su entrepierna y aunque yo disfrutaba enormente del poder que ejercía sobre ella deseaba con desesperación disfruta de su carne que tanto trabajo me había costado mantener ardiente y febril.
No lo retrase más de lo necesario y disfruté de cada uno de sus encantos, descubrí que tenía un don para las felaciones, podía tomar entre sus pequeñas manos mi polla y lamerla con fruición durante horas, literalmente podía chupar y chupar de mí como si quisiese quedarse con mi propia esencia, esto la hacía estremecer de puro placer y no paraba de frotar su cálido coñito en mi pierna, mientras la tela de sus braguitas se iba empapando hasta el punto de notar como se iba corriendo lentamente mientras seguía introduciendose toda la longitud de mi sexo en su garganta disfrutando como una buena sumisa de las acometidas que hacían vibrar su cuerpo pero sin osar despegar ni un sólo centímetro sus labios del fondo de mi polla.
Disfruté de su cueva húmeda y hambrienta, sacie mi hambre devorando cada milimetro de su dulce coñito, repasaba con mi lengua arriba y abajo cada pliegue mientras ahondaba lentamente con mis dedos en su delicoso ano. Trasvasaba toda su humedad de la vagina al ano, sin dejar de presionar ni un momento con mi lengua en su clítorix y morder uno trás otros todos sus labios.
Penetré su ano durante lo que parecieron semanas, lentamente abriendo paso a la luz al interior de esa criatura amoldada a mi mano, pendiente de cada susurro y apremienta en cumplir cada orden.
Apretaba su culo contra mi verga obedeciendo un leve gesto de mi mano, yo permanecía firme y sin moverme disfrutando de su placer y su agonía, notaba como el dolor tensaba sus músculos y como con un gesto de empeño y devoción continuaba empalandose lentamente contra mi pene, azotaba su nalga y ella paraba el suplicio para respirar y pedir más azotes con una leve inclinación de su cadera, sabía que cada golpe era un minuto de paz, un instante de preparación antes de continuar la acometida de tragarse toda la polla con su carnoso culo.
Cuando ya lo tenía rojo y su excitación regaba el suelo continuaba empujando soltando por igual gemidos de placer y dolor, mordiendose los labios, soltando una lágrima con un giro de cabeza y gritando de placer al notar como llegaba al final, para quedarse muy quieta mientras yo comenzaba a sacar el instrumento de sus entrañas, para luego volver a penetrarla, cada vez con menos lentitud, cada vez más dilatada sus gemidos cubrian todo sonido y sus muerdos arrancaban pedazos de tela a la almohada.
Recuerdo cuantas veces me sacaba el pene de su interior, y con golosa anticipación retiraba el condón a toda prisa, y apretaba sus labios contra mi glande mientras masajeaba mis huevos a la espera de su merecida descarga de leche, era glotona hasta la morbosidad, no podía tolerar que una sóla gota quedase en mi interior y lamía y chupaba y hasta aspiraba en busca de cada minuscula parte de semen que pudises quedar dentro de mi.
Esto fue lo que fue provocando el cambio en mí, esa maníatica obsesión por mi semen fue lo que despertó a la bestía dormida, mi placer era absoluto con una criatura así que bastaba un chasquido de mis dedos para que saltase del sofá y se desvistiese en un instante, se arrojaba al suelo y sobre sus rodillas inclinaba su cuerpo tendiendo las manos al techo, en una muda súplica por un poco de atención de su Amo, podía permanecer así durante incontables minutos, hasta que yo la hacía saber con un golpe seco en sus nalgas que su ano me pertenecía ante lo cual saltaba de emoción y se tiraba sobre su almohadon de perrita separandose las nalgas sin saber si esta vez iba a ser una penetración placentera o un engaño que dejaría su trasero rosado y ardiente.
A pesar de todo esto jamás consentía que mi pene rozase su vagina o su ano sin ir enfundado, y esto llego a enervarme de tal manera que el oscuro pensamiento siguió creciendo dentro de mí.
Me sentía aprisionado por este pensamiento, cada vez más, notaba como la veia limpiar cada rincón del mueble con las manos atadas a la espalda y un pequeño consolador sobresaliendo por su rosado ano, y yo la contemplaba con el control remoto en la mano, torturandora lentamente, mientras que mi mente volvía una y otra vez al pensamiento negro.
Debía llevar a cabo ese pensamiento o todo se derrumbaría a mi alrededor.
Y llevé a cabo ese pensamiento con una precisión aterradora.