Traición resuelta
Estoy tirada sobre un suelo sucio y mugriento, desnuda, manchada de grasa y con el coño y el culo abiertos y rezumando de leche. No me siento bien. Me acaban de follar como a una sucia ramera.¿Realmente es esto lo que quiero en mi vida?
Estoy tirada sobre un suelo sucio y mugriento, desnuda, manchada de grasa y con el coño y el culo abiertos y rezumando de leche. No me siento bien. Me acaban de follar como a una sucia ramera, me han roto el culo como a un puto travesti y aún tengo el sabor de sus pollas en la boca. Mi cuerpo está satisfecho por el sexo. Pero yo no estoy bien. ¿Realmente es esto lo que quiero en mi vida? No, desde luego que no.
Me levanto para coger unas toallitas húmedas de mi bolso para asearme. Los tipos no paran de soltar comentario soez tras otro, dedicando comentarios despectivos hacia mi persona. Pero ni los oigo. Mi mente está ahora lejos de ese sucio taller en donde me acaban de poner a punto el coche (y a mí).
(Hace media hora)
– ¡Vamos cabrones! Dadme fuerte… ¿O es que sois unas nenazas, impotentes de mierda?
Eso último les ha cabreado de lo lindo. El tío que tengo debajo consigue que suba un poco y me bombea el coño con fuerza. Siento los movimientos de su polla llegar muy profundo en mi interior. Y con cada embestida, cuando se entierra en mí, su pubis roza mi clítoris que manda calambrazos de placer a mi cerebro. Tengo otro mecánico sobre mí que mete su polla en mi culo. Hace mucho que descubrí los placeres del sexo anal y es una práctica que no me niego a realizar por lo que mi agujero trasero está más que acostumbrado a recibir visitas. Y además, éste tío en particular que me sodomiza la tiene larga, sí, pero es algo más fina de lo normal. Por ello sólo siento que la multitud de nervios de mi anillo anal mandan sólo sensaciones de placer por la enculada pese a que el tío, perfectamente sincronizado con el que me folla, hace golpear duramente su cuerpo contra mis nalgas y sus pelotas rebotan en mi perineo. Y si eso es poco, un tercer tío me está follando la boca como si fuera una vagina llegando hasta el final de la misma. Me dan arcadas cuando lo hace, pero también estoy acostumbrada a aguantármelas pero eso no quita que de mi boca cuelguen babas que empapan su miembro y que incluso caen sobre el pecho del tipo que me folla el coño. Y dos más se masturban mientras esperan su turno para meterme sus miembros en alguno de mis agujeros.
Puede ser que alguien o muchos digan eso de "¡Pero qué puta!". Pues vale, pues sí… ¡¡y mi coño lo disfruta!! ¿Qué pasa? ¿Envidia? Puede. Sólo sé que siempre he pasado por encima de muchos convencionalismos sociales. Y en el sexo, también. Un hombre puede follar con cuantas mujeres quiera y eso le convierte en un machote, un conquistador, un cazador… Pero si es una mujer, ¿es una ramera? Yo pienso que no y que les follen a los que piensen lo contrario. A lo mejor es eso, que no se les follan bien follados y tienen que ir "jodiendo" a los demás para compensar.
Esto alguna vez me ha podido dar algún pequeño problema pero las satisfacciones han sido más y mayores por lo que me compensa seguir pensando así. Como ahora en la que estoy en plena orgía con cinco tíos que me están haciendo ver el cielo…
(Después del polvo…)
Ya estoy vestida y lista para montarme en el coche e irme a mi casa. Miento a los mecánicos diciendo que pronto volveré a pasarme por tener que cambiar la correa de distribución. Es la primera cosa que se me ocurrió porque no hace un mes que la tuve que cambiar en otro taller. Obviamente es para quitármelos de encima. Nunca volverán a verme. Es una norma que me puse hace mucho cuando tengo sexo casual con desconocidos. Pero ellos no lo saben y se lee en sus ojos la posibilidad de gozar de nuevo de mí. No creo que se follen a menudo a chicas como yo. Porque, sin faltar a la verdad, soy un pibonazo. No creo que se follen a chicas de veintipocos, cuerpo duro, de abundante pecho y firme como mi culo respingón. Y además guapísima. Y mucho menos follar en toda una orgía. Los tíos aún alucinan por lo ocurrido. ¡Pobres estúpidos!
Estoy tan metida en mis propios pensamientos que voy conduciendo en automático sin apenas ver nada de lo que me rodea. Y es que, por primera vez en mi vida, me siento sucia. Si es cierto que estoy satisfechísimima sexualmente hablando, a nivel sentimental estoy mal, bastante mal. ¿Cómo es posible que mi vida haya cambiado tanto en tan poco tiempo?
(Recordando…)
Todo empezó hace dos meses. Ese día estaba súper emocionada. Mi amiga más íntima, Ana, volvía por fin de terminar sus estudios en una universidad. Había ido a estudiar Derecho en Cambridge y hacía dos años que no la veía. Por distintas circunstancias estaba siempre fuera cuando ella venía. Y la eché de menos de una forma que nadie se imagina. Y es que Ana es una persona muy especial para mí por ser mi mejor amiga, casi mi hermana, mi consejera, compañera de correrías y, también, amante ocasional. Y había mucho que contarnos. Yo de mi trabajo, ella de su carrera, nuestras aventuras y, sobre todo, nuestros ligues. Aunque ella volvía "con bicho". Había empezado a salir con un chico también de Madrid (como nosotras) y terminaba también este año su carrera. Y por lo que me contaba iban en serio.
El abrazo que nos dimos nada más vernos fue épico. Gritábamos histéricas como adolescentes tontas viendo al imbécil ése de Justin Bieber, riéndonos y besándonos mientras saltábamos en pequeños brinquitos. Más de uno se reía de nosotras pero, con todo lo que nos echábamos de menos, nos sudaba el coño ampliamente. Tras las frases típicas de bienvenida, preguntas sobre el estado de cada una y demás… se dispuso a presentarme a su chico.
– Mira, éste es Alfonso, mi chico. Alfonso, ella es Nuria, la amiga de quien tanto te he hablado. –se volvió hacia mí– ¿A que es guapo mi niño, ¿eh Nury?
Ella me miraba radiante. Y yo me quedé bloqueada. Ante mí había un espécimen de hombre merecedor de esconderle en las cámaras de Fort Knox y no sacarle no fuera que se lo llevaran. Moreno, ojos verdes, labios carnosos, dientes blanquísimos, alto, fuerte, de manos grandes y cuidadas, sin un gramo de grasa porque tenía que quemarla para sacar los músculos que marcaba y que tampoco eran tantos como para que afearan el conjunto. Además, se le veía una sonrisa franca, de mirada limpia y cargada de picardía al mismo tiempo. Y, aunque suene basto, el paquete que marcaban sus vaqueros también prometía…
¡¡¡Peazo maromo!!!
– Hola… Nuria… soy… Alfonso –me trastabillé de una forma tan vergonzosa que aún me pongo roja cuando lo recuerdo. Debió ser también muy gracioso por la forma en que ambos se metieron conmigo riéndose de mí.
– ¿Qué te ha "pasao"? –reía Ana– ¿A estas alturas te atascas con un chico?
– No. Bueno, es que… ¡¡Joder, vete a la porra!! –la medio grité por el apuro del momento.
Lejos de enfadarla tuvo el efecto contrario al, literalmente, descojonarse en mi cara. Su chico, Alfonso, también se reía con una mueca burlona. Para terminar de rematarme…
– ¡Pues menos mal que tu amiga era tan descarada y "abierta"… –eso me sonó algo raro– No la veo capaz de todas las cosas que me has contado de ella.
– Pues es toooooodo cierto, cielo. Pero todo, TODO.
¡Ostras Pedrín! O soy tonta o mi querida amiga del alma le había contado todas nuestras locuras, incluidas las de habernos enrollado cuando nos picaba el chichi de mala manera. No sabía ahora mismo ni dónde meterme ni cómo reaccionar. ¿Enfadada por la indiscreción sin haberme consultado o avergonzada por saberme "desnuda" ante el chico de mi amiga?
Y el resto de la noche no fue mejor que la presentación. Se mezclaba ese sentimiento de "desnudez" emocional al ver que Alfonso conocía cosas de mí que no debía saber. Por otro lado, estaba un poco celosa de mi amiga porque no se separaba de su chico ni un momento y se veía una afinidad tremenda entre ambos, cosa que envidiaba más de lo recomendable. Tampoco ese sentimiento de desazón que me golpeaba cuando Alfonso me tocaba o me hablaba con su profunda y melodiosa voz ayudaba a sentirme bien porque, aunque quiera quitar hierro al asunto, este chico me llamaba mucho la atención, a tal grado que casi pudiera decir que me estaba obsesionando con él.
Fue una noche terrible. Tener que esconder todo eso mientras estaba con mi amiga íntima intentando que no se me notara nada, riendo las gracias, los chistes… siguiendo las historias que nos contábamos y demás cosas propias del reencuentro de dos supuestas "mejores amigas" (ya me entendéis) mientras por dentro me deshacía de deseo por Alfonso, por su chico. Atormentada por la traición de estar llena de esos malos sentimientos, llena de envidia por tenerle y verla feliz y contenta,… y sucia por todo ello.
Ya por la noche, en la soledad de mi casa, en todo el tiempo que me costó conciliar el sueño, no hice más que seguir dando vueltas y más vueltas a todo. Alfonso me había encandilado, de eso no había duda. Me había encaprichado (o enamorado, que tampoco lo sabía entonces) del novio de mi mejor amiga. Pero a pesar de desearlo para mí, nunca intentaría nada mientras estuviese con Ana. Ella era también muy importante en mi vida y la quería como a nadie en el mundo (a excepción de mis padres, claro). Decididamente me tendría que mantener apartada de su novio.
Pero fácil es decirlo y otra cosa es hacerlo. Todas y cada una de las veces en las que estábamos los tres juntos, que era la mayor parte de los días (si no todos), me colgaba más y más de Alfonso. Y es que el muy ladrón era encantador, divertido y simpático con todo el mundo pero con nosotras es como se pasara a jugar en la Liga de Campeones. Entonces se deshacía por nosotras estando atento a cualquier cosa que tuviera relación con nosotras.
Tanto fue así que, sin darme cuenta de ello, empecé a fantasear en mis momentos más onanísticos. Me imaginaba follando con Alfonso mientras mis dedos se hundían en mi interior en furiosas masturbaciones. Clavaba mi consolador dentro de mi culo pensando que era Alfonso el que me sodomizaba con su gran miembro. Me pellizcaba los pezones hasta el dolor estimulando mi coño o culo imaginado que Alfonso me tomaba salvajemente por ser tan puta como para quitarle el novio a mi mejor amiga… Eran momentos de gran intensidad en los momentos en los que me alcanzaba el orgasmo… que eran seguidos por sentimientos de traición hacia Ana. Esta situación me podía. Definitivamente me estaba dejando hecha unos zorros. Así que empecé a poner excusas para salir con ellos.
No tenía ganas de salir porque estaba muy cansada. Estaba trabajando todavía porque había un pico de curro. Me dolía mucho la tripa por la regla. Había quedado ya con otra gente… ¡Yo que sé cuántas fueron! Todo lo que se me ocurría valía. El caso es que conseguí evitar estar con ellos casi un mes de esta forma.
Y para rematar, durante el último mes, me había dado por follar como una puta salida, como una ninfómana insaciable. Todo valía para intentar olvidarme de los sentimientos hacia el novio de mi amiga. Hacia Alfonso. Y, como se puede suponer, fue casi peor el remedio que la enfermedad…
…
– ¡Nuria, tía! ¿Se puede saber qué te pasa últimamente?
Acababa de aparcar el coche en el aparcamiento de mi barrio e iba a abrir mi portal cuando me abordó Ana. Era la última persona a la que me esperaba encontrar en ese momento. Y era uno de los peores de ellos porque, tal como me pasaba, después de haber sido follada por cinco tíos hasta casi la extenuación, los sentimientos de suciedad, miseria y culpabilidad habían venido a mí. Por eso es que no tuve ninguna capacidad de reacción.
– ¡Ufff! Tía, ¿de dónde vienes? ¡Apestas! –Ana se retiró de mi al olerme sin darme su beso de hola acostumbrado.
– Ah… hola Ana… de por ahí… –más que contestar, balbuceaba.
– ¿De por ahí? Pues hueles a recién follada que te pasas. Se huele el olor de semen desde aquí. ¿Con quién estás yendo ahora que hace que no quieras ni verme, pillina?
Me lo preguntó sonriendo pícaramente. Lo malo es que, debido a mi estado emocional actual, la contesté de manera muy borde.
– ¡Con todos los que me dé la gana! –la sonrisa se esfumó de su cara– Lo… lo siento. Yo… no quise…
– ¡Vaya! Parece que al final sí te he debido hacer algo. Pasas de mí y encima te pones borde. Vale, muy bien. –Se dio la vuelta con intención de irse.
– No… ¡espera Ana! –la sujeté del brazo– Perdóname tía… no quise contestarte así. Es que no estoy bien. Yo… –me callé en ese momento. Tarde, porque Ana me preguntó inmediatamente.
– Bueno, vale. ¿Qué te está pasando que estás tan rara? Ha pasado algo entre nosotras para no hablarme o, ¿qué?
– No tía. No has hecho nada. Es por mí, que estoy… –me volví a callar. No podía reconocerla la verdad de lo que me pasaba… no podía.
– Pues ya me dirás tú entonces. ¿Qué te ha pasado para estar tan mal como pareces?
– No… nada. No es nada importante. Es algo que sólo es tema mío.
– ¡Unos cojones no es importante! Venga, cuéntamelo anda.
– No tía, en serio. No pasa nada. –me quise escaquear, pero Ana me mandó un torpedo a la línea de flotación.
– ¿Qué pasa? ¿Es que ya no te fías de mí, me has perdido la confianza?
Me sentía fatal. Llevábamos años siendo las mejores compinches para todo y ahora se había dado cuenta que lo que me pasaba no se lo contaba. Eso incrementó aún más mi malestar interior. La estaba traicionando doblemente.
– Noooo… Ana, sé que puedo contar contigo para todo… pero no para esto.
– ¿Qué te pasa, tía? –su cara era de preocupación. Estaba notando que, lo que fuera, era gordo.
– No, Ana. De verdad. No me lo preguntes. No puedo decírtelo. Es muy gordo y me supera del todo…
– Venga Nury, no te enrolles y habla ya. –se puso en plan mandona.
– No tía, que no puedo de verd… –me interrumpió violentamente.
– ¡Vamos! ¡¡¡HABLA!!! –me pegó un gritó que me descolocó del todo.
– ¡No sé cómo decirte que me he enamorado de Alfonso!
Se quedó parada, mirándome con los ojos desorbitados. No la pude aguantar sus ojos y bajé la mirada hasta sus pies.
– Lo siento. No quería que pasara. Me siento fatal porque sé que es traicionarte. No quiero perderte y por eso decidí apartarme para…
No pude seguir. Al estar con la cabeza agachada no vi venir el ostión que Ana me lanzaba, impactándome su mano abierta en toda la mejilla izquierda de la cara llegando incluso al oído. Del guantazo di la vuelta entera cayendo de rodillas. Supe en ese momento que había perdido a mi mejor amiga y no pude evitar echarme a llorar. Y lo peor es que la entendía perfectamente. Quizás en su situación yo no me habría conformado con una sola leche, por gorda que fuera.
Cuando levanté la cara Ana ya no estaba. Los sollozos pasaron a un llanto roto, como estaba yo. Como un autómata me levanté y subí a casa. No me lavé, no me desnudé, no me descalcé… Tal cual estaba me tumbé en la cama llorando mi pérdida, sintiéndome sucia y rastrera por lo que había hecho a mi amiga. En la mesilla de mi habitación había una foto de nosotras dos juntas. La cogí y la estreché contra mi pecho, abrazándola. Vinieron a mí recuerdos de nosotras dos juntas. Riendo. Saliendo. Haciendo excursiones. De fiesta por ahí, ligando. Abrazadas. Besándonos. Haciendo el amor entre nosotras…
No cabía duda. No sólo había perdido a mi amiga. Había perdido también a alguien amado. Sí. En ese momento supe que la amaba. Y me sentí de nuevo una vil y rastrera furcia, una traidora de la peor especie. Y volví a llorar hasta que el cansancio me pudo…
La luz entraba por la ventana de la habitación al no haber bajado la noche anterior la persiana. No me sentía bien con luz, como si ésta mostrara más mi traición. Me levanté de la cama para bajarla y para ir al vaciar la vejiga y me volví a tumbar tal cual estaba sobre la cama. No tenía fuerzas para nada. Sólo quería meterme en un agujero y quedarme allí hasta el día de mi muerte. Tumbada sobre la cama volví a aferrarme a la foto de Ana como si fuera una tabla salvavidas y lloré de nuevo hasta la extenuación.
No sé qué hora era. Sentía que me acariciaban. Me parecía oír una voz que me llamaba de forma dulce y esa voz me parecía la de Ana. Era imposible que sucediera eso por lo que debía ser un sueño. Bendito sueño porque me recordaba alguna vez que Ana me tuvo que consolar por algo y sabía que eso ya no pasaría. Medio dormida aún volví a llorar.
– Venga… Ya vale Nury… No llores más cariño.
No sé por qué pero abrí los ojos. Aún con ellos llorosos vi que Ana estaba sentada a mi lado, acariciando mi cabeza con dulzura y una tranquila sonrisa en la cara. Me sentí sucia de nuevo y lloré de nuevo como toda la noche. La única diferencia es que, en vez de aferrarme a la foto lo hice al cuerpo de Ana.
– Perdóname Ana, por favor. Sé que no lo merezco, pero no puedo vivir sin ti. No quedaré contigo cuando estés con Alfonso para que no pienses nada. Pero no me dejes, por favor. ¡Te quiero! ¡No quiero vivir sin ti! ¡Te necesito! ¡Te amo!
– Venga tontita… Tranquilízate anda, que tenemos que hablar de esto.
Seguía con sus caricias mientras cogía mi mano y tiraba de mí para que me levantara. Me llegó a la nariz mi propio olor. Puag, olía a rayos… a humanidad podrida. Ana tiró de mí para llevarme al baño mientras yo me dejaba hacer sumisamente. Abrió el grifo de la ducha para que se fuera caldeando y me desnudó en un momento mientras yo seguía dejando que hiciera conmigo lo que quisiera. Cuando estuve en pelotas me metió bajo el chorro de la alcachofa de la ducha.
Ante mi propio asombro, Ana se deshizo del vestido que llevaba en un periquete y se bajó el tanga que llevaba para meterse totalmente desnuda también en la bañera conmigo. Al intentar Ana coger el gel que estaba a mi espalda me abracé con fuerza a ella, notando sus pechos rozarse contra los míos y enterré mi cara en su cuello en donde, de nuevo, me puse a llorar.
Ana me consoló mientras me duró la enésima llorera, acariciando mi espalda, mis costados y mi cara sin decir nada. Tampoco hacía falta. Me soltó para llenarse las manos de gel y esparcirlo por mi cuerpo con calma, arrancando la suciedad que se había pegado a mi piel. Mientras lo hacía aún se me escapaba algún sollozo que ella calmaba con palabras dulces y algún besito. Esas muestras de cariño me hacían comprender por qué la amaba. Siempre, a pesar de lo fogosos que hubieran sido nuestros roces, siempre acabábamos con caricias tiernas llenas de cariño que nos hacían suspirar a las dos. Recordando el dulce sentimiento hacia Ana y mi traición mis ojos volvieron a aguarse sólo que, en esta ocasión, Ana contuvo la llorera fundiendo su boca con la mía.
Fue un beso sin prisas, tierno, con amor… pero apasionado. Las lenguas empezaron a bailar en nuestras bocas de forma lenta, buscando el mayor roce posible entre ellas. No había ninguna prisa y ese beso era una muestra de ello. Me aferré a su cuerpo, acariciando toda la cantidad posible de piel a la que llegué sin agacharme. Cuando mis manos bajaron (sin que yo me diera cuenta) a acariciar la vulva de mi amada Ana me la encontré calentita, hinchada y babosita. Un dedo pasó acariciando su rajita y Ana suspiró cuando mi dedo paso sobre su clítoris. Mientras la hacía un dedito la miraba a la cara. Sus gestos y los ojos cerrados decían que estaba concentrada en el placer que mis dedos la proporcionaban, lo que me animaba al ser yo la que la confortara a ella.
Aumenté la velocidad de mis dedos sobre su intimidad a la vez que sentí como ella me devolvía las caricias. Un calambrazo de placer me recorrió de arriba a abajo, dando un ahogado suspiro en su boca que seguía besándome. Me metió dos dedos en mi conejo que casi me llevan a correrme como una loca, algo que evité concentrándome en hacerla lo mismo solo que yo tuve más mala leche y la metí, de postre, el meñique por su culito a la vez que el índice y anular se hundían en su coño (eso sin contar las diabluras de mi pulgar sobre su clítoris. El conjunto llevó a Ana a un fuerte orgasmo en apenas un par de minutos que hizo que cayera de rodillas con el bajón del mismo.
Acariciaba su cabeza con amor cuando Ana llevó su boca hacia mi coñito. Me hizo abrir las piernas poniendo una sobre el poyete de la bañera quedando expuesta del todo ante ella, cosa que aprovechó para hacerme una comida de coño que hizo que mis piernas, al igual que las suyas, flaquearan en otro par de minutos al ser presa de un brutal orgasmo. Aún tenía la respiración agitada cuando me lancé a besar a Ana que me devolvía el morreo. Pese a mi reciente corrida estaba caliente como el palo de un churrero. Quería más. Quería correrme muchas más veces. Quería que Ana se corriera conmigo otras tantas más. La quería hacer el amor. Necesitaba amarla.
Ya limpitas las dos (y sin dejar de darnos calientes y lascivos besos) salimos de la ducha y nos secamos entre risas. Me sentía ahora ya contenta y feliz al parecerme que Ana no estaba ya enfadada conmigo. Pese a eso aún me quedaba un resquemor en la cabeza porque, no hay que rebajar la importancia del tema, lo que la había hecho al enamorarme de su chico era una puñalada trapera en toda regla. Aquí y en la Luna. ¿O no?
Nos fuimos a la cama. Después de acariciarnos y besarnos un rato Ana me dejó sola un momento para, según ella, quitarse las lentillas de los ojos porque la estaban molestando. Cuando vino unos minutos después se tumbó a mis pies.
– ¿Me has echado de menos, putita? –me dijo. Lejos de sentirme mal por el insulto me gustó, seguramente porque volvía a estar caliente como una perra.
– Síiiii. No quiero que me dejes ni un momento… ¡¡¡Arrggg!!!
Gemí cuando Ana enterró su cara en mi coñito y me empezó a devorar la almeja. Y no digo comer porque me chupaba fuerte, casi con violencia. Cuando me frotaba el coño no usaba sólo la lengua, sino que notaba toda la boca lo que aumentaba en mucho la superficie de estimulación. Además, que no lo hacía con su suavidad de otras veces sino como lo hacen los chicos que parece que te quieren meter la cabeza en el útero de lo que te aprietan la cara. Y me estaba volviendo loca. Tanto era así que notaba que no sólo era la saliva de Ana lo que escurría desde mi coño hasta el colchón. Soltaba jugos exageradamente.
Y Ana lo aprovechó. En un momento en que me notó distraída (bueno, más bien con la tensión esa que precede al orgasmo) sentí como profanaba mi culo con los dedos. No sé cuántos me metería de golpe, pero sentí la piel del ano estirada a tope. Imagino que no debieron ser menos de tres si no me metió cuatro de sus dedos en el culo de golpe. La bastó que los moviera en el interior de mi recto unos pocos segundos y unos chupetones fuerte sobre mi clítoris para que me corriera intensamente. El mundo se me escapó de los sentidos siendo sólo los dedos de Ana y los calambrazos de placer que procedían desde mi coñito lo que sentía. Fue una corrida tan intensa como larga.
Ana se las ingenió para que rotásemos y me pusiera sobre ella en posición de un 69 sólo que yo todavía estaba muy floja tras el impresionante momento de gozo y apenas me sostenía. Tampoco sé cómo lo consiguió, pero me hizo poner las rodillas muy hacia delante quedando mi culo en pompa y abierto. Lo sé por el fresquito del aire que se me metía por mi abierto culo.
– Bueno, ya te has corrido. Ahora me toca a mí, pero no voy a dejar de follarte, zorrita mía. –me dijo Ana con la voz cargada de promesas.
– Me vas a matar Ana. Tengo el coño en carne viva aún. –reconocí. Y no era mentira. Tenía el chichi a flor de piel por todo el placer que me estaba dando Ana.
– Pues aún no has empezado, putita. Ésta va a ser mi forma de "castigarte" por querer quitarme a mi chico.
– Ana, lo siento. De verdad que… –me interrumpió.
– Déjalo ahora Nury, anda. Luego lo hablamos cuando termine contigo. Ahora, ¡cómeme el coño mi amor!
Huelga decir que obedecí al pie de la letra. Se lo debía por todo el placer que me había dado y por lo de Alfonso. Bajé mi cara a su vulva e inicié una comida de coño con toda la intensidad que pude. Por lo posición no podía hacer lo mismo que ella me había hecho a mí, pero sí que podía hacer otra cosita. Ana tiene el clítoris un poco grande de tal manera que cuando sale de su capuchón, parece una mini pollita. Y ahora estaba fuera así que lo que hice fue simular una mamada en su durito apéndice. Y debía acertar porque los suspiros de Ana duraron muy poco mutando a grititos de placer.
Entre los chupetones y las caricias de mis dedos sobre su culito estaba llevándola al orgasmo. Y debía ser de los grandes cuando llegara porque, presa de la lujuria, sentí cómo empezaba a culear buscando incrementar las sensaciones y cómo me abría aún más los cachetes de mi culo. Y se empezó a correr. Sus jadeos eran fuertes y de su gruta surgió también mucha cantidad de flujo casi como si se meara lo que aproveché para meterla dentro de culo dos deditos embadurnados en él. Tan concentrada estaba en la tarea que no me di cuenta…
Cuando Ana terminó de correrse me sujetó con fuerza tanto las piernas como la cabeza con las suyas propias. Me extrañé mucho cuando dijo: "AHORA". Pero lo supe enseguida. De un golpe una polla se enterró en mi culo. Además, una polla de las grandes porque noté estirarse al máximo mi esfínter y me parecía que se me iba a salir por la boca de lo dentro que la tenía.
– ¡Fóllatela cariño! –oí decir a Ana. ¡Pártela el culo a esta puta!
No me hizo falta girarme para saber quién era el que me enculaba. No podía ser otro que Alfonso. Y qué pedazo polla tenía si la sentía como lo estaba haciendo. Incluso, a pesar de la dilatación por los dedos de Ana que antes me metió, me ardía un poco el ojete por el grosor del miembro que lo estaba atascando. ¡¡Qué cabrona!! Me los había metido para que estuviera lista para cuando su novio me enculara. Lo que digo, qué cabrona más deliciosa…
Alfonso empezó a follarme el culo con fuerza pero no muy rápido. Imagino que sería para que me acostumbrara a su grosor. Pero esos no eran los planes de Ana.
– Cielo, dale duro a esta zorra que está más acostumbrada aún que yo a que la llenen el culo de polla.
La orden de su chica fue acatada por Alfonso. Se empezó a mover a una velocidad exagerada. Parecía el pistón de una máquina. Cada acuchillada de su pollaza en mi culo se traducía en un seco chasquido al golpear sus piernas contra mis nalgas. Menos mal que debía haberse puesto algún lubricante porque, pese al ardor de mi pobre anito, su piel resbalaba perfectamente lubricada en mi ojete.
El muy cabrón me estaba llevando a la cima del placer otra vez. Y para ayudar Ana le ayudó comiéndose mi coño nuevamente. Estallé. Juro por Dios que no pude ni gritar. Todos los músculos de mi cuerpo se contrajeron por la llegada tan brutal que hice al monte del orgasmo. De nuevo el mundo se escapó de mis sentidos y sólo veía estrellas explotar en mis ojos cerrados.
Esperé tras el reciente orgasmo que pararan un poco y me dieran tregua. Nada más lejos de la realidad. Alfonso no bajó la fuerza ni la velocidad de su enculada, haciendo gala de una estupenda forma física. Y Ana seguía con su comida de coño frenética. Lo único es que cambió sus manos quitándolas de las nalgas y llevándolas a mis endurecidos pezones que pellizcó con un poco más de fuerza de la normal. El dolorcillo producido, lejos de enfriarme me pegó un calentón que se mostró en un largo jadeo que emití. Ana alternó los pellizcos a los pezones con fuertes magreos a mis tetas haciendo que sus dedos se clavaran en la carne. Esa rudeza me encantó y me calentó aún más.
Siguieron jugando conmigo como les vino en gana a los dos. Ana no me dejó que la comiera a ella el coño así que sólo podía concentrarme en mis propias sensaciones. Y eso me llevó a otro orgasmo. Y después tuve otro… y otro… Perdí la cuenta de todos los que tuve casi seguidos y machacando sobre machacado hasta que llegó el último.
Ahí no pude más y chillé mi placer a pleno pulmón. Mi culo apretó tanto la polla que lo atravesaba que parecía que la quería diseccionar. Los dedos se me engarfiaron y quedaron rígidos. Los pezones me dolían de tanta excitación. Y de mis entrañas salió un chorro de flujo que cayó sobre la boca de Ana. Me sentí volar por el aire hasta que perdí el conocimiento.
No sé el tiempo que estuve así. Cuando me recobré estaba a un lado de la cama tapadita para no coger frío. Alfonso estaba follándose a Ana que se retorcía de placer bajo el masculino cuerpo. ¡Qué bueno está el cabrón! Ahora sí me fije en su desnudo cuerpo. Se le notaban los musculitos perfectamente marcados sobre su piel pero sin llegar a ser feo. Estaban tensos ante el esfuerzo de hacer gozar a su novia. Se movía más despacio de lo que hizo con ella, con mimo pero profundamente. Ana gozaba claramente. Conocía sus gestos. Se acercaba también el momento en que se correría.
Y lo hizo. Su cuerpo se empezó a tensar bajo el peso de Alfonso preludio de lo que venía. Me incorporé y acerqué mi boca a las tetas de Ana, chupando y mordisqueando con mimo sus pezones mientras una de mis manos bajaba para estimular su clítoris. Y el orgasmo la llegó. Por experiencia sé que, si bien Ana no puede encadenar varios orgasmos seguidos como yo, ella sí es capaz de mantener el suyo durante mucho tiempo. Es como si sus orgasmos fueran exponenciales y no explosivos. Empiezan suaves y van cogiendo fuerza y son dilatados en el tiempo.
Y como tantas veces estuvo en lo alto del placer como dos o tres minutos en todo lo alto. Su cara crispada por el placer, sus jadeos, esa forma de parecer que está haciendo fuerza al ser presa de los estertores de la "pequeña muerte" que dicen los franceses… mostraba claramente sus sensaciones y su placer. Su cara en esa tesitura se vuelve súper morbosa y encantadora a la vez.
Cuando Ana no lo pudo soportar más le pidió a Alfonso que la dejara descansar un rato. Le miré y supe que aún no se había corrido. No era plan de dejar a Alfonso a dos velas. Yo estaba reventada y no podría alojar de nuevo su polla ni por el culete ni por el chochete. Ana sé que no es muy amiga del sexo anal aunque sí lo practique ocasionalmente pero no sabía si habría dejado que Alfonso la follara por detrás, más aún por cómo la tenía en ese momento de grande por la excitación que debía tener el chico. No se había corrido ni antes conmigo ni con su novia.
Sólo me quedaba una opción. Acerqué la cabeza y la puse sobre el pubis de Ana. Cuando Alfonso me miró abrí mi boca, ofreciéndosela, siendo captada mi idea inmediatamente porque la metió en mi boca.
Chupé y succioné su polla con mimo sin dejar de mover la lengua sobre la punta de su capullo. Sabía rara, mezcla de los juguitos de Ana con algo extraño pero no me importaba. Me concentré en darle placer a Alfonso con mi boca. Él estaba follándome la boca… de forma literal. Cada estocada llegaba hasta la campanilla y tenía que hacer esfuerzos por aguantarme las arcadas reflejas. Pero no me distraje de mi faena. Sorbía de su polla como si fuera una pajita y quisiera extraer el líquido de sus huevos y succionaba con fuerza.
Alfonso me bombeó en la boca entre cinco o diez minutos. Ana se había recuperado algo y me acariciaba la espalda y me daba pequeños empujones como si quisiera que la polla de su chico me llegara más profunda en mi garganta. Por fin Alfonso empezó a bufar y a tensarse y… se corrió.
En el interior de mi boca se vertió una catarata blanca impresionante. Con el tercer latigazo con el que se vaciaba me llenó la boca no quedando más remedio que tragar o escupirlo. Tragué. Tuve que tragar otras dos veces más para que el contenido de sus huevos pasase a mi estómago antes que Alfonso terminara de vaciar su esencia.
Por fin sacó su rabo de mi boca y se tumbó junto a su chica. Me quedé ahí encima del vientre de Ana sin saber qué hacer. Ella se dio cuenta y me tiró de mí para que me pusiera también a su lado. Me besó y su lengua saboreó también los restos del semen de su chico.
Me abracé a ella. Pasada ahora la excitación del momento venían a mí todas las dudas del mundo. Haberme acostado con los dos me había encantado. Ahora estaba segura de mis sentimientos hacia ambos. Amaba a los dos y los quería para mí. Pero eso era imposible. Y esto llevaba a la pregunta más difícil de responder de mi vida… Y ahora, ¿qué?
Creo que Ana malinterpretó mi repentina seriedad y silencio. Debía pensar, por cómo empezó la conversación, que mi estado se debía al porqué había ocurrido lo de acostarnos los tres. Pero como también era una cosa que quería saber la dejé hablar.
– Nury, no te rayes más. Si hemos acabado en la cama los tres ha sido porque me he dado cuenta de lo que te había ocurrido y de cómo estabas.
– Ejem EJEM… –carraspeó irónicamente Alfonso.
– Bueeeeeno, con un poquito de ayuda.
– Jajaja. ¿Con un poquito, jodía?
– Vale, joder. Fue Alfonso quien me convenció porque en un primer momento estaba cegada de rabia y de celos.
– Y llevabas razón Ana. Alfonso me hipnotizó desde que me le presentaste. –reconocí– Pero no quise nunca hacerte daño y por eso… –Ana me interrumpió.
– Y por eso te apartaste. Eso fue lo que Alfonso me hizo ver. A pesar de todo lo que somos preferiste quitarte de en medio que joder mi relación con él. Reconozco que estaba dolida precisamente por ese alejamiento y no vi los motivos de fondo. Tendría que decir que me lo deberías haber dicho antes, pero dada la forma en que reaccioné sonaría muy falsa.
– Intenté quitarme de la cabeza todo. Haciendo incluso locuras. Todo me valía si podía quitarme de la cabeza todo.
– ¿Qué locuras Nury? Me acojonas, tía. –Ana me miró muy preocupada, pensando quizás en que me refería a emborracharme, drogarme o incluso quitarme la vida.
– No, Ana. Tranquila, Las locuras que hice fue comportarme con una puta zorra. Cada vez que me decías de quedar y te ponía una excusa me iba a que me follasen por ahí. Intentaba encontrar a alguien que me quitara de la cabeza a Alfonso… e incluso a tí. He follado con tías y con tíos para ver si acabando rendida de follar me olvidaba de mis sentimientos. Y lo conseguía hasta que volvía a mi casa. A mi solitaria casa. Me parece tan vacía como mi vida. Y cuando me acostaba y veía nuestra foto juntas…
Se me rompió la voz en medio de mi confesión. Dos lágrimas recorrieron mis mejillas. Ana me hizo levantar la cara y me las quitó con sus labios en un beso tierno, un beso de cariño profundo.
– Vale ya, Nury cielo. No me llores más. –intentaba consolarme Ana.
– Es que… me he sentido tan sola… desde que te fuiste… Ahora sé que era porque te quería y te echaba de menos. Estos dos años no encontraba a nadie especial porque ya tenía a alguien. Y cuando me dijiste que volvías me sentí flotar. Y me presentaste a Alfonso y eso me provocó este cruce de sentimientos… Ana, estos días han sido horribles. Y ayer fue el que peor estaba. Venía de follar con cinco tíos y me sentí sucia. Y después tú…
De nuevo mi voz se quebró. No pude seguir hablando. Sentía presión en mi pecho por los nervios hasta incluso jadear. Ana le pidió a Alfonso que se fuera a la cocina y me preparara una tila bien cargada mientras se abrazaba a mí. De nuevo lloré con profundos sollozos. La tensión de estos meses salía afuera y no podía retener todo el chorro de sentimientos que me habían estado amargando este tiempo. Ana me acariciaba la cabeza mientras me susurraba palabras dulces para que me tranquilizara.
Poco después llegaba Alfonso que me daba una humeante taza de infusión en la que flotaban los restos de un hielo por lo que me instó a beber, cosa que hice. Poco a poco me fui tranquilizando, eso sí, sin soltarme del abrazo de Ana a la que me aferraba como la noche anterior hice con su foto.
– ¿Qué vamos a hacer con ella, cariño? –dijo Ana a Alfonso.
– Pues está fatal. Yo creo que no la puedes dejar sola ahora. –hablaban de mí como si no estuviera yo presente.
– Pues entonces voy a poner mis cosas en el tercer y cuarto cajón del sifonier. Y unas cuantas perchas del armario también serán para mí.
– Vale. Te las traigo mañana cuando vuelva de la entrevista. ¿Necesitas que te traigas algo más?
– Sí. Tráeme la cajita roja de mi armario. Me da que me va a hacer falta.
– Vale. Pero guarda algo para cuando vuelva.
– Tú tranquilo. Jugaré con nuestra putita pero no la destrozaré. La dejaré satisfecha pero lo suficientemente dispuesta para jugar con ella por la tarde los dos.
Miré a Ana ojiplática. Si no hubieran estado sujetos mis ojos por el nervio óptico éstos se habrían caído de sus cuencas. Cuando me vio la cara que había puesto Ana estalló en una risa cristalina. Tuvo que ser Alfonso el que hablara.
– Mira Nuria. Sé que Ana te quiere muchísimo. Se ha tirado horas y horas hablando de ti cuando estábamos fuera y empezábamos. Ana es una chica increíble y me tiene totalmente loquito pero sé también que una parte de su corazón, aunque lo me lo haya querido reconocer abiertamente, siempre ha sido tuyo. Cuando vino ayer echa un basilisco y me contó lo que me dijo leí en ella dos cosas. Estaba cabreada porque te habías enamorado de mí… y porque tuvo celos de que no sintieras nada por ella. Después de un buen rato en la que tuve que ser incluso un poco duro con ella, la hice entender que te habías apartado por ella, no por mí. Y si ese sacrificio no conlleva mucho amor, al menos sí mucho cariño y respeto.
– Después de hablar con él, –siguió Ana– me di cuenta de lo que tenía que haber sido para tí porque, al calmarme, pude analizar tu estado. Y me preocupaste mucho. Alfonso y yo vimos que estabas enamorada de los dos pero que por mí sentías algo muy especial. Los dos hemos llegado a la conclusión de que nos amamos y que queremos estar el uno con el otro. Pero que yo no estaría completa sin tí. Yo también te amo Nuria. Y no me importa que también lo estés de Alfonso puesto que Alfonso y yo pensamos que podríamos ser perfectamente una pareja de tres.
– Así es. –dijo Alfonso– Si tú quieres, seremos un matrimonio de tres personas y no nos importará una mierda lo que diga la gente.
– ¿Qué dices Nury? ¿Quieres ser nuestra novia?
No había terminado aún de hacer Ana la pregunta cuando ya estaba gritando un Sí rotundo y me abrazaba a ella llorando de pura alegría. Alfonso se acercó y nos abrazó a ambas.
– El que va a salir ganando es este bribón. –dijo Ana mientras miraba divertida a Alfonso. Éste respondió…
– Y una mierda. El que va a tener que tomar vitaminas para dar la talla con semejantes lobas soy yo… Si no mira a nuestra putita. Venía de follar con cinco ayer y hoy se ha pegado un homenaje del copón. Y tú de paradita tienes los cojones, no te jodes…
Nos echamos a reír los tres. En medio de la risa nos empezamos a hacer cosquillas los unos a los otros y, como no pudo ser de otro modo, volvimos a liarnos. No lo cuento porque sería muy repetitivo con lo ya relatado. Sólo hubo una pequeña novedad y es que Ana llegó a meter su fino puño por mi vagina mientras era follada por Alfonso. El orgasmo que tuve fue tan bestial al sentirme llena que llegué incluso a mearme encima salpicando su cara que estaba casi pegada al coño por haberlo estado antes comiéndomelo. El caso es que Ana y yo acabamos con nuestros sexos irritados y el pobre de Alfonso tan seco que cuando se corrió por última vez no echó ni leche el pobre llegando incluso a ser doloroso.
Y así llevamos desde entonces. Ana me ha hecho "pagar" mi "traición" haciendo que sea la putita de ambos. Y yo aguanto "mi penitencia" sin quejarme. ¡Cómo para hacerlo! Entre los dos me dejan deshecha. Aunque también contribuyo a destrozar a cada uno de ellos con la ayuda del otro. Nos montamos unas sesiones de la leche…
Se mudaron los dos a mi casa y los tres hemos hecho un particularísimo matrimonio. Pero mira, disfrutamos de nuestra compañía, de nuestro amor y del sexo como ninguna persona del mundo. Los tres somos felices… ¡y mucho!
Es lo que pasa cuando se está enamorad@.