Traicion a su cariño

Una gran aventura que realmente viví y gocé. Me encanto cómo hicieron uso de mi cuerpo

Esta historia es una reedición de la que ya publiqué y es de las que yo más amo, pero después de leer un comentario de una persona que me hizo el favor de leerla y comentarla, la reedito siguiendo su consejo, con el deseo de que les guste mucho.

Horacio y yo nos conocimos al ser vecinos en un edificio, en dos compañías diferentes. Coincidíamos en horarios de trabajo y nuestra relación se desarrolló al coincidir nuestros horarios de oficina. Al medio día salíamos y comíamos en un pequeño restaurante y ahí platicábamos y nos contábamos nuestros problemas. También a la hora de salida buscábamos algún lugar para platicar y pasar un buen rato.

Los dos nos sentíamos solos con la necesidad de tener a alguien con quién compartir la vida. Pero hasta ese momento ninguno de los dos quería perder su independencia, yo, muy joven, 22 años en ese entonces, muy inquieta y alegre, juvenil y bonitilla y él 14 más que yo, no muy serio  pero abierto a todo. Mis planes nunca fueron de casarme. Él era feliz que yo gozara y me divirtiera, como un verdadero hermano mayor, y, como él decía, lo que me correspondía por mi edad.

La mayoría de las veces él me iniciaba en algún tema y era yo la que hablaba, aunque no soy una mujer de mucha plática, pero con él me sentía y sigo sintiéndome, muy feliz al hablarle y decirle hasta los detalles más íntimos de mi imaginación, estoy segura de que él también siente lo mismo y así pasamos horas y horas platicando sin aburrirnos.

Al él tener mucha mayor edad que yo su preocupación era que yo debería de tener la vida que me correspondiera de joven.

Por mi lado, yo asistía a muchos eventos, pero siempre regresaba a él. Nunca lo dejaría. Él mismo me animaba a que participara en esos eventos y me anticipaba que porque me veía tan atractiva muchos tratarían de conquistarme.

Entre los temas que un día platicamos me pidió mi opinión sobre la compra de un condominio en la costa, los estaban ofreciendo a muy buen precio. Me emocioné e investigamos todo lo relacionado, desde ubicación, clima y así y lo animé.

Pasó un tiempo por los papeleos necesarios, pero llegó el día.

Días antes de su inauguración y de que se lo entregaran, los de la inmobiliaria convocaron a una reunión que se efectuó en la playa que quedaba enfrente, a la que tuvimos que asistir. Entre los nuevos condóminos, la mayoría extranjeros, asistía uno, experto tal vez en asuntos legales. La mayoría de los asistentes fue retirándose, Horacio estaba traduciendo así que tuvimos que quedarnos un rato más y el experto se quedó atrás e hizo plática conmigo, muy amable mientras Horacio terminaba.

Al desocuparse Horacio caminamos hacia el pequeño edificio del condominio y le dije que la persona con la que había estado platicando nos había invitado a cenar. A Horacio, que digamos, no le había caído nada bien este señor, pero no puso objeción, le expliqué que a mí me había agradado, que tenía algo que me gustaba, como su forma de platicar y de decir las cosas, muy tierno y cortés en su trato.

Decidimos ir, pero nos quedaba muy poco tiempo para prepararnos y echarnos un regaderazo para quitarse el agua de mar del cuerpo, teníamos que darnos prisa. En el camino me dijo que sospechaba que este señor sí traía algunas intenciones y me preguntó si la invitación era para los dos. Que si yo quería podía ir sola.

“No”, le dije, “seguro me insistió en que fuéramos los dos, nos invitaba como pareja”.

Se quedó pensativo y le pregunté que debía hacer si este señor se sobrepasaba y sí intentaba algo. Ya en el momento de la cena yo no iba a poder levantarme y salir corriendo o cancelarle la invitación me daría pena.

Horacio insistió en que fuéramos, además que me tenía que vestir muy bonita, para eso me escogió un jumpsuite para salir en la noche, algo translucido, con el escote frontal con cremallera que se podía bajar hasta donde se deseara o resbalaba por sí solo, la cremallera terminaba hasta entre la entrepierna, muy apretadito que me acentuaba la cintura y las asentaderas, sin mangas solo los tirantes holgados que eran de adorno, que se abrochaban a la altura del cuello y solo para detener el frente de la blusa que me cubría los pechos. Pero debía tener en cuenta que para cualquier emergencia de ir al baño tendría que desnudarme completamente. Por la parte trasera totalmente descubierto, hasta la cintura. Antes de ponerme la ropa nos bañamos, le pedí a Horacio me ayudara a bañarme, pero no sé el por qué, le pedí no me tocara para nada la pepita, que él y yo ya sabíamos que estaba empapada, no sé porque, tal vez por pena o recato, o por una preparación velada, no sabía de qué, no recuerdo, pero hasta la fecha el recordar esa negativa mía hace que me ponga caliente y que apriete las piernas buscando sentir algo y me empape, a la vez que siento pena por habermele negado a Horacio.

Me secó muy bien, me perfumó discretamente con el perfume que él me había regalado, no me dejó ponerme brasier, que en realidad casi siempre podía darme el lujo de quedarme sin él, mis pechos siempre han estado duritos y paraditos, aunque algo pequeños en ese entonces. Me quedé con algo de preocupación si eso iba a ser como una invitación a que éste señor se metiera con ellos y me los  manoseara, además que la cremallera resbalaba fácilmente aumentando la vista a mis pechos y podría llegar a suceder sin yo darme cuenta, algo peligroso que requeriría mantuviera puesta mucha atención.

En realidad, la única decisión que tuvo que tomarse entre nosotros, fue la de si me ponía unos pantis u otros, o ningunos. Horacio me escogió unas pequeñas, bordadas que en realidad desaparecían en mi zona del pubis y solo me cubrían los bellos de la venus. Los pantis debían de protegerme que no se me notara la humedad en la entrepierna del jumpsuite.

Ya bonita y preparada, lista para la aventura, todavía le pregunté a Horacio si aún le nacía decirme que fueranos. Claro, dijo, tienes que conocer y aprender.

“Te ves tan bonita y deseable. Te adoro y me sentiría muy mal perderte, pero creo que con esta aventura, sea lo que sea, pase lo que pase, o hagas lo que hagas, no te perderé. En cambio, si te digo que no vayas, además de que no tengo derecho de privarte de algo que sí puede darte mucha felicidad y experiencia y que además de que está en tu edad y sexo lo que te vaya a suceder, sentiría que te quité la oportunidad. ¡Y ésta, tu solita la has encontrado!”

Le pedí que me dijera que era lo que él pensaba podría suceder, que me iba a hacer. Respondió que este señor se ve muy experimentado y él te irá llevando, solo tu date el mayor placer que encuentres y usa también tu iniciativa.

El que me dijera que me diera el mayor placer que pudiera me puso peor, le dije

“Tengo miedo, ya no siento mi cuerpo mío, siento cosquilleo por todas partes, creo que se me nota que estoy empapada y ¿él que irá a decir?”

¿PERO, QUE ME ESTABA YO IMAGINANDO QUE ME IBA A PASAR?, ¿A QUÉ IBA? ¿ME ESTABA PREDISPONIENDO?

Horacio cayó y sonrió, no supe si fue por burla o cariño. Así continuó todo el camino de ida, a él le toco conducir, muy callado y no me daba consejos.

De nuestro departamento fuimos al de él, que quedaba al lado. Al llegar, él también estaba muy bien arreglado.  Nos había preparado unas Margaritas para de ahí ir al restorán de su selección. Nos saludamos amablemente, el me besó suavemente, pero ya en ese beso sentí sus intenciones, un beso entre la mejilla y mis labios, yo le respondí y creo que ahí, en ese beso yo también le envié un mensaje.

Todo el camino Horacio me trató de calmar. Me preguntó si aún me caía bien este señor y por qué nos había invitado a los dos si no se caían bien entre ellos.

“Ya verás”, le dije, “es muy buena gente y tiene muy buena plática, es simpático solo en la junta no se dejó que le impusieran algunos puntos”.

“Vamos a ver”, fue todo lo que contestó.

Él también venía muy excitado y su plática y sus comentarios no eran los comunes de siempre. Me sorprendió muchísimo ese estado en el que él también se encontraba y hasta me di cuenta de que a ratos temblaba de nervios.

Entramos los tres, en el restorán nos recibieron con mucha cortesía y nos llevaron a una mesa que quedaba rodeada de plantas, hermosa, y en esquina, según parece ya la había pedido especialmente éste señor. Fue ahí en donde, por fin, me enteré del nombre de este señor, se llama Greg. Nos presentamos muy amigablemente y comenzamos a platicar de mí, nuestra acompañante de lujo, de lo bonita que era, mis atributos, mis dimensiones y todo lo más que se puede decir de una mujer hermosa, de la que está uno enamorado. Sus palabras me halagaron y me sentí realmente como él decía, y Horacio recalcaba, muy hermosa.

“¿No creen? ¡Ella esta hermosa y deliciosa!” dijo.

Eso de deliciosa me sorprendió, no comprendí el significado en ese momento, por lo menos. Me abrazó sin pedir permiso, de repente sentí su mano sobre mi piel, le contesté el abrazo con muchos besos ya húmedos, como él me los regresó enseguida. Me di cuenta de que, con mucha discreción, no me quitaba la vista de mis pechos que se asomaban cada vez más a los dos lados del zíper, su vista me excitaba, estaba muy nerviosa solo observando que su mirada constantemente estaba en mis pechos, más que en mi cara. En un momento llevé mi mano instintivamente a mis pechos, tal vez para cubrírmelos o subir la cremallera que ya estaba casi a la altura de mi ombligo, o bajarla todavía más, pero él, sutilmente, me detuvo la mano y me la beso. Claramente escuché que me dijo en voz baja:

“¡por favor, no!”

Me estaba saboreando, empezaba a entender el porqué ‘deliciosa’.

Cada vez que Greg quería intentar ir más adelante en sus tentaleos noté que antes le apretaba un brazo a Horacio, parecía que era preguntándole si tenía alguna objeción o si le daba permiso para proseguir, cosa que ya ni era necesario, sus manos ya habían iniciado su investigación por todo mi cuerpo, yo ya las veía y sentía manoseándome por delante y por detrás, por todas partes, le faltaban muy  pocos lugares de investigar sin que se dieran más cuenta los meseros, ni los demás clientes y ni Horacio pudiera objetar. Como noté que Greg le apretaba el brazo a Horacio cada vez pensé que estaban de acuerdo y yo no me había dado cuenta.

Además, Horacio se levantó discretamente y cuando no estaba presente, Greg me preguntó que, si tenía algún acuerdo con mi marido, no entendí bien lo que quería saber, pero le contesté que sí y sentí que se sintió todavía con más libertad.

Mientras tanto Greg continuaba abrazándome libremente y pasando su mano por debajo del tirante, hasta mi axila, me sobaba suavemente el lado del pecho y acariciaba mi pezón, causándome una ¡sensación deliciosa, explosiva, tremenda!, cosa que me puso más débil y desarmada, me derretía y ya no podía oponer resistencia a cualquier cosa que él deseara de mí, o quisiera hacer conmigo. Me acariciaba la espalda desde las axilas hasta mi cintura. Llegó a meterme su mano por enfrente, bajando más el zíper y la bajó hasta alcanzar a sobarme sobre mi  monte de Venus, enredando sus dedos entre mis vellos rizados, hasta sentir mi piel debajo.

Estaban varios meseros viéndonos, pero no los tuve en cuenta y cuando me di cuenta sentí agrado ser vista. Después de esas escenas de exagerado erotismo, tremendas, ya porno, salimos del restorán sin terminar lo que habíamos pedido de cenar, pagamos y nos dirigimos al condominio. Confieso que yo ya iba un poquito pasada de copas.

Conducía Horacio de regreso, pero Greg insistió nos detuviéramos para estar en el mirador mientras nos calmábamos. No nos detuvimos más de 5 minutos, nos bajamos del coche, pero en ese tiempo Greg me bajó totalmente el zíper y encontró el camino para llegar a meterme un par de dedos en mi vagina. Me zafó los hombros del jumpsuite, así que desde ese momento traía descubierto todo el pecho, el vestido solo lo traía detenido de los lados y él me probó los jugos de mi cosita. Los dos me abrazaban, pero Horacio estaba muy reservado y con mucho cuidado y frio, probablemente sufría y sí me apoyaba y gozaba mi cuerpo desnudo y al aire libre, pero no intervenía en la pareja que formábamos Greg y yo. Sí me besaba y hasta me tocó mis labios y me palpó mi vagina, que me dijo que estaba exquisita, empapada, listísima. Le faltó decir que estaba ‘deliciosa’. Yo estaba temblando, la brisa del mar, fresca, que nos llegaba me provocaba ese temblor, pero Greg lo interpretó como que era miedo el mío y hasta me preguntó si ésta iba a ser mi primera vez. No le pude contestar, pero lo dejé con su duda. No aguantamos más y ya nos fuimos al departamento de Greg.

Al llegar, Greg me ayudó a salir del carro, casi me cargó hasta su unidad. No peso mucho ni la distancia es muy grande, pero ya íbamos los dos que explotábamos de excitados. Ya me llevaba casi desnuda, mis pechos y mi vientre al aire libre, el vestido solo me cubría algo de los hombros. ¡Qué cosa más hermosa! Después le platique a Horacio que en esos momentos yo ya no estaba consciente de lo que hacía o lo que me sucedía y no recuerdo muy bien ni adonde me llevó Greg ni en donde me tuvo.

Al entrar al departamento, de un lado queda un closet y del lado de enfrente una barra del bar, algo elevada y con bancos para sentarse y tomar la copa. Greg me sentó en la barra, cargándome, ya totalmente desnuda, solo me quedaban los pantis y, enredadas a la altura de los tobillos las piernas del jumpsuite, enredadas en mis pies. Para tener lo que él quería tuvo que desnudarme completamente y lo que sobraba del jumpsuite ni lo tomó en cuenta. Quedaba con las piernas colgando, abiertas, mi pepita directamente a su vista, accesible a todo lo que él deseaba. Al sentarme me inclinó hacia atrás, con mis codos sobre la cubierta, de esa manera mi pubis sobresalía más, ofreciéndose.

Me di cuenta como comenzó a besarme las piernas, el interior de mis muslos que tengo muy sensibles, y me las abrió, me bajó los pantis y con sus dedos me abría los labios y me metía la lengua con una avidez tremenda, ahí donde yo consideraba que solo le permitía ir a Horacio pero hasta me chupaba la perlita. Me jalaba de las asentaderas y me comía. Me acariciaba sobándome la piel, ¡ahí en donde yo sabía que más me gustaba!, alrededor de la cintura y de mi vientre. Sentía sus deliciosas manos tocarme, las sentía suaves, muy suaves al recorrerme la piel.

Ya dejaba que Greg me hiciera todo lo que él quisiera, pero yo no podía perder de vista a Horacio, que lo veía sufrir. Greg se estaba dando un banquete conmigo, pero éste yo se lo quisiera haber dado a mi Horacio. En el fondo yo sentía que si se lo  estaba dando a Horacio mismo.

Greg me levantó un poco tomándome de la cintura, me bajó al piso, deslizándome sobre su bulto y le abrí el pantalón, bajándoselo ligeramente. En ese momento salió su pene, ¡ENORME! Increíble. Yo, con mi poca experiencia y juventud creí que era el tamaño normal. Lo peor fue que cuando se lo empecé a tocar, todavía le creció más y se le puso rígido. Me arrodillé y comencé a reconocerlo, a juguetear con él. Greg me guio mi cabeza para metérmelo en la boca, solamente me entraba su cabeza. Traté de metérmelo lo más profundo hasta la garganta, pero desde los labios me costaba trabajo abrir la boca para abarcar toda la circunferencia.

Él comprendía, no me forzaba, solo quería que se lo chupara. Me sobaba desde arriba los pechos, se inclinó y también me chupó mis pechos, dándome mordiditas en mis pezoncitos, que yo sentía sabroso, como toquecitos eléctricos.

De pie él me dirigía la punta de su pene a la cara, yo lo detenía, quería que siempre estuviera paradito, lo abrazaba con las dos manos, abarcando todo el largo de ese pene. Hasta ese momento yo seguía en la creencia de que ese largo era el normal y tendría que metérmelo. ¿Me cabrá? ¿Intentará metérmelo? ¿Y si mis labios, o mi vagina no se pueden abrir tanto? Fue mi duda y preocupación.

Me propuso subiéramos a su recamara en un piso arriba. Busqué a Horacio, yo quería que él siguiera presenciando lo que Greg me hacía, le iba a decir que subiera con nosotros, pero ya no estaba.

Horacio me confesó que no pudo resistir el celo y el enojo que sintió de que me estuvieran usando, y se fue.

Greg me volvió a preguntar si era primera vez. Como antes me vio temblando creo que creyó que era virgen y que yo me estaba entregando a él. A ratos me volvía el temblorín, pero ahora sí creo era de miedo a tremenda cosa.

En su cama, una enorme, muy moderna y con espejos a los lados, me sentó en la orillita. Me terminó de quitar los pantis y el jumpsuite y me recostó dejando mis piernas colgando. Se inclinó y me lamió las piernas hasta llegar a mi entrepierna, ahí me las abrió más y me las levantó para tener espacio y meterme su lengua en mi vagina. Me chupaba mis labios interiores, yo sentía una locura cada vez que me los jalaba apretándolos con sus labios y me sobaba con la lengua, o con sus dedos mi perlita o las paredes de mis labios de afuera.

Por la mente me pasaba pensar, ¿a qué hora se me iba a meter? Yo, en realidad a eso iba, para que me la metiera, pero a la vez sentía pavor al tentarle el tamaño. No pensaba en el placer, todo lo percibía técnicamente, pero ¿Me entrará? ¿Me cabrá? ¿Me dolerá? ¿Me gustará? Me armé de valor pensando en mis experiencias tenidas cuando joven, ¡en ese entonces no me pasó nada y lo gocé inmensamente!

¡ASÍ QUE VENGA ESTA NUEVA AVENTURA! ¡DIJO QUE ESTABA DELICIOSA, A VER, ¡QUE ME LO DEMUESTRE!

Me daba mucho placer sentir el roce de su glande en mis muslos, así que no me desesperaba sentir me lo metiera, quería que siguiera. Así no iba a sentir un orgasmo, pero si un placer por ese roce suavecito, sobre todo en mis ingles.

Al fin, me abrió las piernas, me las levantó y, probablemente, primero confirmó que yo ya estuviera lubricada, además de que no era virgen, o algo así y de todas maneras me ensalivó más, yo ya sabía que no era necesario, estaba empapada, pero él quería saborearme y yo lo sentía rico, así que siguiera. Al vérsela y sentirla en mi boca me entró miedo de que me fuera a lastimar y que a lo mejor no podría aguantar todo eso adentro, sabiéndome a mí misma que soy muy estrecha, pero él me preparó y con sutileza y cariño me dijo que si sentía molestia o dolor, que él se detendría y así fue como me deje y me la fue metiendo poco a poco para no lastimarme. Con todo cariño, y yo decía cosas ¡Que locura! Me estremecía y movía de un lado al otro al sentir su pene que iba entrándome. Su lentitud me enloquecía más, todo el tiempo estaba yo a un paso de explotar.

“¡ESPÉRATE, ESP …! ¡NO, ………! ¡TU SÍGUE, MÉTELO! ¡MÉTEMELO TODO!”

¡No podía detenerme, solo quería que siguiera! ¡Echaba mi cosita hacia adelante, pujando para que entrara! Colocó su glande entre los labios de mi vagina y  lentamente fue metiéndomelo, mis labios interiores le abrazaban su pene. Preguntaba a ratos si lo sentía bien. Yo lo jalaba con fuerza y hasta le pasé mis piernas por la espalda, traté de enganchar mis pies atrás para poderlo jalar más, ya estaba yo en el momento de más desesperación, que ya quería que estuviera TODITITO adentro de mí. Hasta ahí lo sentía con mucho placer. Sentía claramente cómo la carne de su pene me tallaba la piel interior de mi ser propiciándome ese gran placer.

“¡ÁNDALE, AMOR MÍO, MÉTELA MÁS, TODA, ¡VEN A Mí!”

Me embestía, las primeras veces, suavecito. Lo sacaba, pero a la hora de volverlo a meter lo hacía con mucho cuidado. Todavía peor, ya no aguntaba. Yo lo animaba a que siguiera,

“¡FUERTE, FUERTE!”

Ya casi con todo su miembro adentro, sí comencé a sentir que me golpeaba en algún fondo, muy suave y agradable, se acomodó y me cupo algo más. A medida que bombeaba me cabía más y más. Nos dimos vuelta, yo encima de él y hasta llegué a sentarme sobre de él, con su pene totalmente dentro, sin dolor ni molestia y ya al terminar me di cuenta de que,

“¡SÍ, la tenía toditita ADENTRO!”

“¡LLÉNAME, MÁS FUERTE, MÁS ADENTRO, ME CABE MÁS, YO TE DIGO, TÚ SÍGUELE, ¡MI AMOR!”

“¿Deveras lo quieres más adentro? ¿Sientes que te cabe todavía?”

“¡Un poquito más, MÁAAAS!”

“¡Me avisas cuando te vayas a venir! ¡por FAAAVVOOOR …..  quiero sentir en el momento en  que toda tu lechita me entra, MUCHA LECHITA, ¡POR FAVOR!” y me retorcía al percatarme que tenía ese pene tan grande adentro de mi cuerpo.

Exploté en un primer orgasmo. No sé de dónde, pero claramente sentí que me mojé todavía más y él seguía dándome empujones. Mi entrepierna toda mojada y también mis vellos del pubis, negros, que se entrelazaban con los dorados de él y brillaban. Seguía y yo gozaba, aún no se había venido, seguía paradito y muy fuerte. Aguantó unos momentos más en que yo logré un segundo orgasmo y de repente ¡VINIERON SUS EMBESTIDAS …! ¡MUY FUERTES!, ¡ESTABA DÁNDOME SU CREMITA!, lo sentía en mi ano, y sus huevitos brincaban estremeciéndose al ser exprimidos en cada dotación de lechita que me regalaba.

¡QUE RICURA, ME ESTABA ENTRANDO SU SEMEN, ¡LO SENTÍA CLARAMENTE CÓMO ME LO DEPOSITABA EN MI INTERIOR!

Descansó unos segundos, se enderezó y me acarició las piernas que lo habían tenido preso.

Nos besamos repetidas veces, nos acariciamos y platicamos un momento. Él fue al baño y me dijo que, si yo deseaba ir, o tomar una ducha, que lo hiciera. Le dije que no, que su semen lo quería retener. El sueño nos venció, pero yo si me metí a la regadera antes, aunque mi pepita no la lavé él ya no me dio tiempo, me llamó y me acurrucó a su lado.

Dormimos, desperté de madrugada, iba a regresar a ver cómo estaba Horacio y a disculparme con él, pero se lo ví, aunque dormido, ladeado, todavía enorme. Me le acerqué, LO OBSERVÉ PARA CONFIRMARME QUE ERA REAL, aún no lo creía, ni creía que todo ese pene, tan enorme, lo había tenido, toditito, dentro de mi vagina, se lo chupé pensando que tenía que aprovechar esta oportunidad que probablemente no se iba a repetir.

Repentinamente se le puso bien erguido. Seguí chupándoselo, me dio los buenos días y me levantó deteniéndome de las piernas que me abrió y me sentó en su hermoso pene incrustándomelo todo, o lo que yo sentí que era en su totalidad, yo dándole el frente, con las piernas encogidas, bien abiertas, sentada como de rodillas. Me jaló las piernas para que las estirara, dejando mis pies a la altura de su cabeza y me agachó, doblándome para besarme en la boca. No me incomodó, pero no entiendo cómo fue la posición. Me jalaba de las dos pompas, me hacía cosquillas en el ano y me jaloneaba. Me tenía gozando su aguante, también tardó  mucho en llegar a su orgasmo, ¡yo lo gocé muchísimo!

Lo dejé solo para que descansara, yo tenía  que regresar con mi Horacio. Busqué algo de mi ropa, pero nada, ni calzones, ni jumpsuite, ni una pañoleta que me había puesto en la cintura, nada.

Ni modo, bajé las escaleras desnuda totalmente, sigilosamente, confirmando que no fuera a haber alguien que me viera desde afuera, entré a la recamara en donde estaba Horacio que estaba esperándome, despierto aún.

“¿Te fue bien?” me preguntó Horacio, que yo creí que dormía. Yo llegué aún aturdida de la última sesión de sexo que acababa de tener y no me salían las palabras.

Le pedí me diera un besito en la pepita, que la sentía lastimada y que me chupara un poquito del semen que Greg me debería de haber dejado dentro y que estaba segura de haber sentido sus eyaculaciones calientitas cuando él se vino, sentí como lo hizo, con mucha fuerza y cantidad. Pero no quiso en ese momento que  tuviera sexo con él. Quería, en realidad y como se lo dije después, que yo quería que participara de su semen, que me dijera como le sabia. Él estaba tan caliente y excitado que lo hizo, me chupó mi cosita, me la lamio y si dijo que sí le sabia a los   jugos que ahí se encontraban y su olor inconfundible, pero el semen no lo sintió. Se nota cuando sale, como una gota grande, cristalina medio blanca, escurre y es pegajosa. Me decepcioné cuando me aseguró que no sentía nada, insistí en que checara bien. Me introdujo los dedos, pero solo encontró las babitas habituales.

“¡Muy bien, pero te quiero mucho y me dio tristeza haber aprovechado ésta oportunidad, siento que abusé de ti!”

Entré muy apenada, pero feliz, me acerqué a la cama, al lado de él y traté de contarle todo lo que me habían dado y me urgía disculparme con él por lo que había hecho, pero estaba trastornada e incoherente, estaba excitada aún por la sorpresa y el gusto de lo que había experimentado. Y lo único que alcance a decirle era que Greg la tenía enorme,

“¡VERDADERAMENTE ENORME!”

Horacio me echo encima la camisa de su piyama y me acurrucó a su lado.

Nos quedamos dormidos hasta tarde, al despertar fui directo al baño a confirmar  si me había dejado algo de semen dentro, pero hasta ese momento no me había salido nada. Nos arreglamos y desayunamos juntos los tres. Solo se habló del amor que ambos sentíamos el uno por el otro, que Greg se había enamorado de mí, que no era calentura, quisiera llevarme, pero lo que él  anhelaban es de que Horario también lo sintiera para que formáramos entre los tres una unidad de amor, un trio perdurable en que yo participara con ellos, era un ideal que él se había formado desde antes. Yo me siento segura del amor que yo le tengo y el cariño que le mostré aceptando con amor lo sucedido la noche anterior, pero con él tendría que pasar más tiempo y conocerlo. Sin embargo, yo si estaba ya muy enamorada de él y sentía un conflicto porque también de mí él se sentía muy enamorada y Horacio también.

Estábamos platicando en el desayunador cuando repentinamente fui al tocador y después de un rato llamé a Horacio, le pedí que fuera. Él temió algo grave, pero era solo para que le confirmara que sí me había dejado semen dentro, lo palpe y si lo sentí como tal, además de su olor característico. Greg se acercó y lo llamé a que entrara y participara de mi felicidad pues encontré que sí tenía semen de él dentro y le confesé que había creído que no había sido capaz de haberle dado el placer de que se viniera dentro de mí, cuando yo lo sentí, estaba segura de que si me lo había dejado.

“¡Cómo crees, mi chiquita!”, me dijo,

“¡estoy seguro de que en todo el tiempo fueron hasta tres eyaculaciones las que tuve dentro de ti, me vine rico! ¡No te imaginas que explosiones fueron, maravillosas, increíbles, con ninguna otra chica lo sentí en mi vida como contigo! ¡Eres maravillosa y sabes manejar tu vulva muy bien, no sabía que ustedes pueden hacer movimientos succionando, exprimiendo, como quién dice, o lo que más me sorprendió fue el cómo me lo abrazaba tu interior!”.

Todos reímos de gusto y la explicación fue que como decía yo que él la tenía tan larga, el semen me lo depositó muy dentro y solo se tardó en bajar. Ya Greg solo intentó disculparse por no haberse preparado y usado un condón. Le contesté muy fuerte y seria y le dije que nunca me hubiera dejado si hubieras tratado de usar condón conmigo, mi cuerpo lo doy por amor y lo que está dentro de él.

Traté de asearme, pero no encontré con qué y no iba preparada así que me subí los pantis, al poco tiempo estaban impregnados. Pero excitada, les pedí me hicieran sexo los dos y me volvieran a dejar sus lechitas dentro. No importó que aún tuviera semen que me escurría, pero entre  ellos decidieron que fuera Horacio el primero, Greg deseaba verme, y oírme, haciendo el amor con Horacio.

Horacio me levantó una pierna con la idea de que así me llegaría más dentro considerando el tamaño de su miembro, comparado con el de Greg.

Mientras tanto Greg me levantó la otra pierna y se dedicó a besármela, me lamia la corva de la pierna, ahí donde tengo mayor sensibilidad, provocándome tener mas excitación y apretarle a Horacio su pene provocando que se vaciara muy rápido, dejándome su semen dentro como acordamos.

Después ya le tocó a Greg,

“¡Ven amorcito, ahora te quiero a ti, te necesito, métemela bien, toda adentro!”

y lentamente, desesperándonos, despacito me la fue dejando entrar no sin antes tallarme los labios y mi clítoris con la cabezota de su pene, que me puso tan excitada que hasta les pedía a gritos, que me la metieran los dos juntos.

Claro, Horacio se volvió a excitar y de nuevo quería volver conmigo. Pero yo ya estaba sobre de Greg, con todo su miembro dentro, como cabalgando y empujándome para que me entrara más, estaba tan excitada, alocada, inconsciente, lo jalaba, le clavaba las uñas inconscientemente, pero él también me jalaba de las nalgas, me las apretaba, verdaderamente me sorprendí de lo bien que mi pepita lo aceptó, solo observaba como me iba entrando, como le iba dando cabida mi vagina y mis labios color de rosa, como se ajustaban alrededor de su pene, abrazándolo, se me abrían suavemente y cómo lo abrazaban cada vez que me lo sacaba y se cerraban al sacármelo y Greg volvía a meterlo en todo lo largo, bien despacio, a propósito repetía el sacarlo totalmente y me lo volvía a meter todo.

Horacio me acariciaba el ano, pero sus caricias me provocaba suaves contracciones que repercutían en Greg que dice le provocó que se viniera en muy poco tiempo y con mucha fuerza dejándome dentro más de su semen junto con el de Horacio. Mis hombres habían cumplido con placer.

Hasta ese momento no nos habíamos puesto a considerar que yo estaba en mis días más fértiles y muy probablemente había quedado embarazada, platicamos largamente sobre el tema y decidimos que si así sucediera, como no sabría de quien iba a ser el bebe que naciera, Horacio, con piel morena, él muy blanco y yo casi blanca. Pero hicimos un trato, fuera de quien fuera el bebé, éste viviría con Horacio y conmigo, Greg aparecería como el tío querido y se le visitaría con la mayor frecuencia posible. Este último hecho cerró el trato y desde ese día en adelante siguieron muchas visitas y creció el gran amor que hasta la fecha nos tenemos y cada vez que hay una oportunidad nos vemos. ¡Ah, pero eso sí, en esos días en que nos reunimos, yo deberé de estar en mis días de mayor fertilidad! Esto lo hemos llevado a la práctica ya varios años y ya tenemos una hijita morenita, pero con el carácter de su gran tío que adora. Sin embargo, seguimos buscando esperanzados al blanquito, o, aunque sea morenito. A lo mejor solo es el pretexto para que yo pueda tener la oportunidad de gozar a mis dos hombres, a Greg con el pene que una vez mencionó, de 8, o más pulgadas, pero gordo, con muy largo aguante, y Horacio uno normal, pero cada vez la pasamos requete bien, y ellos saben que yo mejor.

A Greg le gustó mucho el sentir que mi vagina, o más dentro, yo le succionaba su pene, acomodándomelo para que me cupiera más dentro y pudiera sentirlo sin molestias. Recuerdo que en el momento en que sentí que estaba bien adentro  cerré los ojos y me dejé llevar por un orgasmo como en olas que se movían, mis órganos internos se encargaron de complacernos. Sobre el vientre, al tocarme, encimita y a la altura de la venus, y al sobarme con la mano, sentía los movimientos del pene dentro de mí, sentía como éste subía y bajaba, como se notaba en mi barriga desde fuera la presencia del enorme pene que estaba dentro de mi vientre.

¡Una gran experiencia!