Traición

Su cuerpo desnudo estaba empapado y su pelo chorreaba sobre su pecho. Se cubría con una pequeña toalla enrollada en la cintura. Me quedé mirándole de arriba a abajo en silencio.

Oculto en el portal de enfrente vi como salía de la casa. Llevaba un vestido rojo y se la veía radiante. Caminaba con paso decidido contoneando provocativamente las caderas. La seguí con la vista hasta que giró en la esquina de la calle.

El sol caía a plomo sobre el asfalto en aquel caluroso día de Agosto. Permanecí dubitativo en la oscuridad del fresco zaguán, mientras mi cabeza se debatía con mil sentimientos enfrentados. ¿Qué podía hacer? O mejor dicho ¿Que debía de hacer?

Al fin me decidí y salí a la calle, de cuatro zancadas crucé la calzada entre los bocinazos de los automóviles que pasaban esquivándome. Cuando estuve frente el amplio portalón miré el número que estaba sobre el dintel, el 30 de la calle Platerías, Era un edificio decimonónico perfectamente rehabilitado. Tras dudarlo empujé la puerta de entrada y al comprobar que estaba abierta me decidí y entré. El pulido mármol que decoraba el interior daba al lugar la apariencia de un mausoleo. Me quedé unos instantes quieto en el centro de la estancia sin decidirme aun. Por  un momento me eche atrás volviéndome hacia la puerta, mas no pude contener mi rabia y me dirigí hacia el ascensor. Entré, cerré la puerta y pulsé el botón de la séptima planta

La cabina acristalada me permitía ver la escalera de forma oval que se retorcía como una sierpe a lo largo de la subida. Al fin el elevador se detuvo.

En aquel rellano sólo había dos apartamentos uno a derecha y otro a la izquierda. Me encaminé hacia el de la izquierda y pulse insistentemente el timbre. Dentro de la vivienda se oyó el estridente sonido del llamador. Nada. Volví a pulsar el botón con más insistencia. Durante unos minutos nadie acudió a la llamada.

Por tercera vez apoyé el dedo en el pulsador y lo deje sonar sin tregua. Tras un largo rato en el interior escuché una voz que gritaba “ya voy, ya voy”.

Al fin se abrió la puerta.

Pude observar la expresión de sorpresa en su cara.

  • Ah eres tú. Perdona chico estaba en la ducha - se disculpó.

Era evidente. Su cuerpo desnudo estaba empapado y su pelo chorreaba sobre su pecho. Se cubría con una pequeña toalla enrollada en la cintura. Me quedé mirándole de arriba a abajo en silencio. Tenía un cuerpo atlético donde se podía observar sus muy entrenados músculos, abdomen cincelado, pecho fornido, brazos poderosos, caderas estrechas y amplios hombros. Y las piernas esbeltas de un corredor de fondo.

  • ¿Pero bueno que haces por aquí? ¿Y a qué vienen tantas prisas? - me dijo retador mientras se apoyaba con un codo en el quicio de la entrada.
  • Quería hablar contigo. ¿Puedo pasar? - le contesté con firmeza.
  • Por supuesto. Pasa.

Se dio la vuelta y comenzó a andar delante de mí por el pasillo. Las huellas de sus pies mojados cubrían el suelo. Contoneaba el trasero mientras su ancha espalda se bamboleaba en su marcha.

Cerré la puerta. Eché la mano a mi espalda tanteando la culata del arma que ocultaba en la cinturilla del pantalón. La dejé donde estaba. Fui tras él hasta desembocar en el amplio salón. Se volvió hacia a mí y colocando sus manos en jarras me preguntó con tono desabrido.

  • Bueno, Que eso tan importante que quieres hablar conmigo.
  • ¿No tienes nada que contarme? - le interrogué mientras la clavaba una mirada furibunda.
  • Que yo sepa nada tan importante como para sacarme de la ducha con estas prisas. - me respondió retador.
  • ¡El estar tirándome a mi mujer te parece un asunto baladí! - le escupí rabioso.
  • Ah es eso. - dijo torciendo la cabeza con una sonrisa de medio lado.
  • Si cabron de eso se trata
  • Mira Lucas, Laura es una zorra ya te lo dije antes de que te casases. No soy el único que se la tira. Se cepilla a todo dios. Ese chocho necesita más rabo del que le podemos dar tú, yo y  medio Pamplona si me apuras. Además ya me conoces soy un picha brava y no lo puedo evitar. Si encuentro un agujero a tiro la meto y santas pascuas - se disculpó mientras me sonreía pícaramente.

Sí que le conocía. Era mi mejor amigo desde la infancia. Habíamos crecido juntos. Estudiado juntos. Y tras acabar nuestras carreras, montado el bufete juntos. Sé que era un salido. Siempre la había sido. No le importaba la pieza. Era de gatillo rápido y antes de que te dieses cuenta ya estaba entre las faldas de la primera que se abriera de piernas.

  • Ya sé que Laura es una puta. Pero es a mí a quien has traicionado. Es a mí a quien has herido. ¿En tan poca estima tienes nuestra amistad?
  • Mira Lucas no es eso. Solo es una aventura sin importancia. Olvídalo. No volverá a ocurrir. - me dijo con cara seria.
  • Pero me los has hecho a mí. A MÍ. - le dije soliviantado

Me miró intensamente a los ojos y una sonrisa capciosa se dibujó en su cara.

  • ¿No estarás celoso, verdad? - me dijo insinuante
  • ¿Celoso de ti? - le conteste despectivamente
  • No. De Laura - me dijo mientras me guiñaba un ojo.

Me sonrojé. El comenzó a andar sigilosamente hacia mí.

  • Sé que te gusto. Lo sé desde hace muchos años. Acaso te crees que no te veo observándome cuando nos duchamos en el gimnasio. O como te encelabas en la Universidad cuando yo salía con alguna chica y te dejaba de lado. O como me miras con gula el paquete. Pero a mí no me importa. De hecho me halaga. Siempre lo he sabido y siempre me complació que estuvieses colgado de mí.

Retrocedí unos pasos y saque el arma apuntándole. Salvador se detuvo en seco.

  • Eso es mentira. Una sucia patraña- le grité furioso.

Levantó las manos y miró hacia el suelo. Luego irguió la cabeza y mientras se acercaba me dijo.

  • A sí que has venido a matarme. A vengar tú honra. Todo esto por una mala pécora como Laura. Me la he tirado para ver si así despertabas de tu letargo. Ya sé que estas al corriente de sus correrías tras las braguetas de la toda ciudad.

Tras dar el último paso apoyó su pecho contra el cañón del arma.

  • Venga aprieta el gatillo. No voy a defenderme. Si te hace feliz darme muerte, hazlo.- me dijo arrastrando con parsimonia sus palabras.

Mis manos temblaban. Salvador bajó lentamente las manos y tras posarlas sobre el arma me la quitó con suavidad dejándola caer al suelo.

  • Si me importas Lucas. Más de lo que te imaginas. - me dijo con dulzura.

Rompí en sollozos. Sus manos se apoyaron sobre mis hombros y me atrajo hacia él estrechándome entre sus fuertes brazos. Yo lloraba desconsoladamente. Mi pecho se agitaba contra su pecho.

Al fin se detuvo mi llantina. Entonces me apartó suavemente y cogiendo su cara entre sus manos acercó sus labios y me dio un beso. Fue un leve roce, como el del pétalo de una rosa.

Me aparté de él y retrocedí unos pasos Con los ojos cerrados negaba con la cabeza.

  • No, no puede ser verdad. Lo que a dicho no es cierto - me decía para mis adentros

Pero la certeza me iluminó como el resplandor de un relámpago en la oscura noche. Fui consciente de la verdad que encerraban sus palabras. No obstante algo en mí repelía la aceptación de aquella realidad que cuestionaba mi hombría.

Abrí los ojos. Me apoyé en la pared con las manos. Le miraba expectante. Aquel macho poderoso medio desnudo frente a mí me hizo temblar. Sin atreverme a pestañear esperé a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.

Salvador se me acercó, apoyó su cuerpo contra mi cuerpo y acercó su boca a mi boca. Su lengua me picoteó la entrada e inconsciente abrí los labios permitiendo que entrase en mí. Fue un beso apasionado. Sin oponer resistencia dejé que me besara con fruición.

  • ¿Pero qué estás haciendo? - me dije al percibirme de la situación

Le aparté de mí y volví la cara asqueado por mi sumisión. Mi mejor amigo me había llamado maricón a la cara, Me estaba besando y yo no oponía resistencia. Me estaba dejando seducir como un una putilla adolescente por aquel tiarrón.

  • ¿Qué pasa? Acaso no te gusta lo que te hago. - me dijo mientras cogiéndome por la barbilla me obligaba a mirarle a los ojos.

Negué con la cabeza. Salvador con una sonrisa de medio lado me dijo.

  • Mientes. Y tú lo sabes.

Me sonrojé. Volvió a pegarse a mí y me  chupó el cuello. No pude evitar exhalar un suspiro. Su respiración agitada resonaba en mi oído y con su pelo humedecía mi mejilla. Me estaba poniendo cachondo con sus avances.

Se apartó levemente y mientras me miraba profundamente a los ojos comenzó a desabrochar los botones de mi camisa. Yo estaba paralizado, hipnotizado por sus profundos ojos verdes. Como un pajarillo ante una serpiente.

Cuando sus labios mordisquearon mi pezón un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Pero mi mente era incapaz de asimilar la situación. Intente apartarlo de nuevo, la verdad sin mucha insistencia. Algo estaba empezando a despertar allí abajo

Salvador debió de notarlo, pues una de sus manos se deslizó por mi cuerpo y comenzó a frotar mi bragueta. De nuevo un suspiro salió de mis labios.

Pero qué era aquello pensé.¡ Me estaba dejando meter mano! Y lo más terrible para mi autoestima es que muy a mi pesar me estaba gustando. Tenía que parar aquel escarceo.

  • Detente. No sigas. - le dije mientras le cogía por la muñeca deteniendo sus caricias.
  • No seas tonto. Sé que te gusta. Tus ojos te delatan y…...tu polla también- me dijo sonriendo pícaramente.

Su otra mano continuó con la labor que su compañera aprisionada era incapaz de realizar. Esta vez no me opuse. Solté mi presa y deje que Salvador me sobara el paquete.

Me desabrochó el pantalón y bajó la bragueta. Su mano se deslizó por la cinturilla del calzón y noté el calor de su piel en mi piel. Mi polla latía entre sus dedos. Cerré los ojos y me deje hacer.

Me masturbaba pausadamente mientras mordisqueaba mi cuerpo. Mi rabo empezó  a babear. Aceleró el ritmo de la paja y con ella mi excitación. . La verga empezó a latir y a hincharse, estaba al borde del orgasmo. Al percibir que a punto estaba de derramarme sobre su mano se retiró y me dijo

  • Desnúdate para mí.

Mis ojos se clavaron en sus pupilas y luego bajé la cabeza lleno de vergüenza. No podía ser. Aquello había ido demasiado lejos. Estaba a punto de tener sexo con un hombre. Con un amigo que no hacía ni media hora se había follado a mi mujer. Me había hecho cornudo y ahora me iba a convertir en un bujarrón, un sodomita, un maldito maricón.

  • No mejor lo dejamos aquí. Olvidémoslo todo. Haremos como si no hubiese sucedido nada- le dije azorado

Me encaminaba ya a la salida cuando me agarró por una muñeca. Me volví.

  • Me vas a dejar así. - me dijo melosamente mientras con la vista mostraba el bulto de la toalla.

Sin dejarme reaccionar puso mi mano sobre el bulto que formaba su polla sobre la tela. Sin darme cuenta mi curiosidad hizo que la tantease y comencé a recorrerla mientras le frotaba.

  • Dios que cacho de tranca- pensé

Le mire a los ojos. Sin saber qué hacer.

  • Desnúdate. - repitió

Al fin azorado comencé a despojarme de mis vestimentas.

Mientras me desnudaba pude ver la carpa que su rabo enhiesto formaba en el lienzo. Conocía muy bien aquella polla y sabía lo bien dotado que estaba Salvador, pero nunca la había visto en todo su esplendor. Una desazón me carcomía. Por un lado mis prejuicios me reclamaban que huyese de aquel hombre que como fruta prohibida se me ofrecía. Por otra parte, una curiosidad morbosa se apoderaba de mí, apartando el arrojo y el descaro  que me impelía a ver aquel rabo, que para que mentirme, mi vista recorría cada vez que se presentaba la ocasión.

Ya desnudo me aproximé a él. Armándome de valor le arranqué la toalla. Tenía ganas de ver aquel glorioso Príapo que se ocultaba a mi mirada golosa.

¡Dios que rabo! Más que rabo cipote, más que cipote tranca. Ahora no me extrañaba que las mujeres se le abrieran tan fácilmente de piernas. Y comprendí lo que buscó la zorra de Laura cuando le hizo bajarse los pantalones.

La cogí con la mano y la observé. Larga y recta como un tolete pero ancha y poderosa como una garrota. Su prepucio aun cubría medio glande y una gota diamantina brotaba de su boquita. Debajo dos huevos como dos puños y todo ello decorado por un suave vello que trepaba como la hiedra hacia su ombligo.

La curiosidad me pudo. La rodeé como pude con mis dedos y la descapullé. Se mostró entonces un rosado glande, colosal como el corazón de un toro. Aquello era portentoso. ¡Menuda polla se gastaba el amigo!

Envalentonado mi otra mano recorrió todo su cuerpo deteniéndose en cada uno de sus formas para acabar acariciando sus testículos. Le mire a los ojos sin saber cómo continuar mis avances. Era un neófito en estas lides y mostraba el pudor y de una virgen.

  • ¿A qué te gusta, verdad? ¿No era lo que deseaste siempre?¿Ya estás seguro de querer continuar? - me dijo Salvador mientras me miraba inquisitivamente
  • No
  • ¿No?. Si quieres lo dejemos - me dijo decepcionado

Me quedé mirándole durante unos instantes dudando y luego dije

  • No

Me atrajo hacia él y nuestros cuerpos desnudos se tocaron. Comenzamos a frotar nuestras pollas una contra la otra. Aunque yo no estaba mal dotado al lado de tan poderosa herramienta mi pilila semejaba la de un púber. Sentía como el destilado de nuestros rabos humedecía nuestros cuerpos. Nuestras manos acariciaban afanosas todos los rincones de nuestra anatomía. Mi lengua, al fin liberada, ansiosa lamía su piel. La calentura se apoderó de nosotros y comenzamos a jadear mientras nos tocábamos. Salvador se detuvo y me dijo.

  • Chúpamela, Lucas

Me quedé paralizado una cosa era magrearse, hacernos una paja y otra muy distinta hacerle una mamada. Eso eran mariconadas. Mientras negaba con la cabeza le dije.

  • No. Eso no. Me da asco. Yo no sé la chupo a otro tío.
  • Me acabo de duchar. Está limpia. Prueba y si no te gusta lo dejas. - me convencía anhelante

Bueno probaría, decidí. En mi fuero interno era consciente que no era que no me importara, en realidad lo deseaba. Poco a poco fui encogiéndome para, tras recorrer sus poderosos pectorales, bajar por su abdomen hasta tener su rabo frente a mis ojos.

Me arrodillé ante su pubis y pude oler la fragancia de su sexo. Con la punta de la lengua recolecté el néctar que su rabo destilaba. Era dulce como la miel. Me relamí glotón con el sabor del brebaje que cataba por vez primera. Alcé los ojos y le miré directamente a la cara. Salvador me observaba expectante. Le cogí el rabo. Lo acerqué a mi boca. Entreabrí los labios y lo absorbí como delicioso fresón de primavera. Su piel suave como la seda, tersa y caliente acarició mis labios,  lamerón fui poco a poco engullendo su capullo. Cuando al fin lo tuve dentro apenas dejaba espacio para más. Tal era su volumen que apenas podía mover la lengua en el interior de mi boca. Me dedique a absorber y presionar como un ternero mamón.

Oía a Salvador jadear y una mano se apoyó en mi  cabeza y comenzó a acariciar tiernamente mis cabellos.

  • Dios Lucas que bien lo haces. Me estas matando de gusto.- dijo Salvador entre suspiros y jadeos animándome.

Intente fallármelo con la boca pero apenas podía meter más allá del capullo. En una de estas me cogió por el cogote y me apretó contra su cuerpo. Sentí como su punta atravesaba la campanilla y se enterraba en mi garganta. A punto estuve de la asfixia. Le empujé y me retiré sacudido por las arcadas.

  • Lo siento- se disculpó
  • Es que es muy grande. No puedo tragar más. - le dije mientras intentaba recuperar la respiración

Me tendió una mano ayudándome a incorporarme. Me estrechó en sus brazos y me besó apasionadamente. El sabor de su polla edulcoró nuestro beso.

Luego metió su verga entre mis muslos comenzando a frotarse entre ellos. Los cerré con fuerza y dejé que su cipote me acariciara el perineo. Descubrí una deliciosa sensación en aquella parte de mi anatomía que hasta ese momento ignoraba. En un espejo pude ver a Salvador perreando contra mi cuerpo. Una oleada de calor me inundó viendo aquel macho gozando con su rabo entre mis piernas. Le acariciaba la espalda mientras su tranca me mojaba el interior de mis muslos.

Al ser más alto que yo, tenía que agacharse levemente y yo ponerme  de puntillas para facilitarle el acceso. Al fin deteniéndose me dijo.

  • Pongámonos más cómodos. Ven.

Me agarró de la mano y me condujo por el pasillo hasta una estancia iluminada tenuemente por la luz tamizada a través del cortinaje. Era su dormitorio. En el centro una enorme cama con las sábanas revueltas y la mancha, aún húmeda,  de su anterior corrida sobre la bajera.

Me empujó y me tiró de espaldas sobre la cama. El efluvio del perfume de Laura flotó en  el aire. Allí mismo hacía un rato Salvador se había follado a mi mujer y ahora estaba dispuesto a hacerme gozar a mí. Se inclinó sobre mí y comenzó a besar todo mi cuerpo. Bajó desde mi cara para morder mis apuntados pezones. Luego babeante descendió por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Su lengua recorrió todo mi palo y tras ello se metió, uno tras otros, mis huevos en la boca. Al fin me agarró la polla con la mano y la engulló. A punto estuve de correrme en su primera acometida al sentir la caliente humedad de su interior. Presuroso la sacó iniciando una lenta mamada. Su lengua recorría cimbreante todo mi capullo y acariciaba mi frenillo. Luego se la tragaba y chupaba con fruición el glande que acariciaba con su lengua.

  • Que gusto Salvador. Sigue así te lo ruego. Hacía años que no gozaba como tú me estás haciendo gozar. Te lo juro. - le decía entre jadeos

Una mano se introdujo bajo mi culo y comenzó a pasar acariciante por mi raja. Apreté las piernas aprisionando a la descarada.

  • No me toques por ahí. Nadie lo ha hecho nunca- le dije enojado.
  • Pues ya va siendo hora- me respondió sacando mi polla de la boca
  • ¡Ya te he dicho que no soy maricón! - le grite furioso
  • Y eso me lo dices mientras tienes la polla metida en la boca de un tío- se rió capcioso

Sin hacerme caso prosiguió con sus caricias. Mientras, seguía lamiendo el capullo sin tregua. Un dedo se detuvo en mi agujero y acarició todos sus pliegues. Al intentar introducirse en mí, una punzada de dolor me hizo dar un gritito.

  • ¡¡Ay!!
  • Te he hecho daño - me dijo Salvador solícito mientras se detenía
  • No. pero espera -  le dije

Cogí su mano metiéndome el dedo corazón en la boca y lo chupé hasta dejarlo bien ensalivado.

  • Ahora - le dije alentándole a proseguir.

Se metió de nuevo la polla en la boca y volvió a juguetear con mi ojete. Ahora cuando hizo presión entró sin dificultad. Era la primera vez que algo traspasaba en aquella dirección mi cuerpo por aquel lugar. Un estremecimiento, no sé bien si de placer o de pudor, recorrió todo mi ser. Cuando empezó a moverlo hacia dentro y hacia fuera como si de una pequeña picha se tratara, en mi esfínter nació una sensibilidad que desconocía poseer. Me estaba dando gusto. Y mucho.

Mi culo pedía más. Ansioso le agarré de nuevo la mano y le chupé todos los dedos uno a uno. Salvador proseguía mamándome la polla.

  • Más quiero más. Me estas causando mucho goce - le confesé

Fueron entonces dos los dedos que se alojaron en mi interior. Y luego fueron tres los que dilataron mi entrada. El sonido que su boca producía chupándome el rabo y uno de los dedos juguetones, que dentro de mí acariciaba un punto mágico, hacía que me volviese loco de placer.

  • Ay qué gusto. Que delicia - repetía al borde del paroxismo
  • Sigue. sigue. sigue - gritaba enloquecido
  • Me estas matando de gusto cabrón

Estaba llegando a un punto sin retorno. No sabía por dónde se iba a desatar el clímax. Si por mi culo ensartado por sus dedos o mi rabo chupado por su boca. Tanto uno como otro empezaron a latir espasmódicamente. Y sin poder remediarlo, empecé a gritar.

  • ¡ME CORRO!  ¡ME COOORRO!

Empecé a descargar una portentosa corrida en la boca de Salvador, mientras mi culo palpitaba desaforadamente apretando con fuerza los dedos que hollaban mi interior. Trallazo tras trallazo fui disparando mi leche. Salvador proseguía frenético la mamada. Cerré los ojos y creí morir. Al fin mi cuerpo derrotado dejó de convulsionarse.

Cuando los abrí de nuevo vi la cara de Salvador sobre la mía. Un goterón de leche se desprendía por una de las comisuras de sus labios. Le agarré por la nuca y le atraje hacia mí, introduciendo mi lengua golosa para saborear el néctar que él había destilado. El sabor de mi semen en su boca me hizo estremecer de placer. Saber que me había lamido hasta derramarme hizo que mi polla brincase de nuevo.

Salvador se recostó sobre mí y enterró su tranca entre mis muslos. Los apreté con firmeza. Empezó entonces a culear simulando un apareamiento entre mis piernas.

Su rabo babeante mojaba mi piel y su roce en el perineo me excitaba. Le agarré las nalgas y se las estrujé para luego ayudarle empujando en sus acometidas. Sabía que no iba a hacerle eyacular fácilmente. Recordaba cuando éramos estudiantes y a través del tabique que separaba nuestros cuartos, escuchaba los sonidos de sus lances amorosos que se prolongaban y prolongaban eternamente mientras oía a la amante de turno gritar gozosa orgasmo tras orgasmo. Transcurrido mucho tiempo al fin oía los impetuosos gruñidos de Salvador cuando se corría, a la vez que los embates del cabecero de su cama hacían temblar la pared.

De repente se incorporó y clavó sus ojos en mis ojos.

  • Déjame que te follé. Quiero metértela. - me dijo en un gutural susurro.

Abrí los ojos espantado.

  • ¿Darme por el culo?. ¡Ni lo sueñes! - le contesté airado.

Me miró con una sonrisa de medio lado. Introdujo su mano bajo mi trasero deslizando sus dedos por la raja alcanzó mi ojete y mientras lo acariciaba con sus dedos me decía insinuante.

  • Anda déjate. Veras como te gusta.

Agarre su mano y  la aparté de mi culo.

  • De eso nada. No voy a dejar que me sodomices como si fuera un bujarrón  - le dije mientras le obligaba con mis brazos a incorporarse apartándole.

De rodillas, erguido entre mis piernas, me miró desafiante con las manos en las caderas. Su cipote levantado se movía con pequeñas sacudidas mientras un finísimo hilillo se descolgaba de él.

  • Eres una autentica puta. - me dijo rabioso - Mas que tu mujer. Al menos ella cuando calienta a un hombre corresponde con el placer  que recibe haciéndole gozar también, pero tú eres un calientapollas.

Me incorporé y le arreé un tremendo bofetón. Inmediatamente me arrepentí. Sabía que me superaba en fuerza. Y también conocía el resultado de su ira.

  • Te aseguro que no me vas a dejar así- me contestó furioso mientras se acariciaba la mejilla abofeteada.

Sin dilación me agarró por los tobillos y levantó las piernas dejando mi ojete expuesto, se agacho y comenzó a lamerme babeante el ojo del culo.

  • No, no lo hagas - te lo ruego le suplicaba incapaz de librarme de su presa.
  • Eso no Salvador. No quiero. Dejémoslo así

Su lengua cimbreante comenzó a introducirse en mi palpitante esfínter que traicionándome empezó a latir autónomo con sus avances. Me escupía y esparcía por mi agujero su saliva.

  • Salvador detente, te lo ruego. No me la metas. No me humilles de esta forma. - le rogaba entre sollozos.

Se incorporó y pensé que se había apiadado de mí. Cuan equivocado estaba. Puso mis piernas sobre sus hombros, agarró su rabo con la mano y lo situó en la entrada. Yo le miraba aterrorizado. Me estaba literalmente violando.

  • Ahora vas a saber lo que siente tu mujer- me dijo con una cruel sonrisa.
  • No, no. No me des por el culo Salvador. Por dios no me la claves. -  Le decía entre llantos.
  • ¿No era eso en realidad lo que venías buscando? ¿No es eso lo que anhelabas todos estos años? Que te follara. Entregarte a mí.
  • No de esta manera. ¡Así no!

Empezó a ejercer presión son su capullo pero yo cerraba el ojete con fuerza. Sin darse por vencido insistió, más fue incapaz.

  • Que estrechito esta esto. - dijo al ver que no podía abrir mi cancela.
  • ¿Eres virgen de verdad?

Yo afirme con la cabeza mientras los lagrimones se escapaban de mis ojos.

  • Nunca me lo hubiese imaginado- añadió con una risita.
  • Salvador no lo hagas me vas a destrozar. - le dije tembloroso.

Se quedó mirándome dubitativo y luego, pillándome por sorpresa, dio un empujón y me clavo medio capullo. Creí morir de dolor

  • SACALO.SACALO- empecé a gritar como un poseso.

Me dio una enorme bofetada para después taparme la boca. Aproximó su cara a la mía y me dijo con rabia.

  • Te voy a follar te guste o no te guste. Aunque apuesto la cabeza de que te va a encantar. Tú decides, podemos hacerlo de dos maneras, con mucho dolor o sin dolor. Bueno o con menos dolor - corrigió sarcástico

Apartó la mano que tapaba mi boca y me miró expectante. Yo aterrorizado asentí con la cabeza.

  • No me hagas daño, Salvador.
  • No te preocupes no es el primer culo que me follo. Al fin al cabo todos los agujeros son iguales. Cuando no encuentro un buen chocho no me importa metérsela a cualquier tipo que me ponga el culo. - dijo entre risas

Le miré sorprendido. En todos aquellos años nunca me imaginé que a Salvador le pudieran ir los hombres. Mi determinación comenzó a tambalearse. Lo imaginaba con mujeres follando pero aquello nunca pasó por mi cabeza. Salvador fallándose a un tío.

  • Así que eres maricón- le dije con un tono de sorpresa en mi voz.

Me miró con sorna de arriba abajo.

  • Bueno gay…. bisexual. ¡Lo que sea!- corregí
  • Ya te he dicho que lo que me priva es clavarla en un agujero. Si tienen tetas mejor pero si tienen rabo no les hago ascos.-  me dijo sonriendo.
  • ¿Y nunca has sido tú el que recibes? - inquirí curioso.
  • No. A mí nadie me da por el culo. - me contestó retador.- No me gusta.
  • A mí tampoco me ha penetrado nadie. - le dije ofendido.
  • Ya pero a mí no me gusta que me metan nada por atrás y tú has gozado como una zorra con mis dedos en tu culo- declaró triunfante.

Aparte la vista avergonzado. Verdaderamente era la pura verdad.

  • ¿Me juras que si te digo basta te detendrás? - le dije
  • Estoy seguro que esas palabras nunca saldrán de tu boca.- me contestó ufano.
  • Ve con cuidado. - le dije al fin claudicando.
  • Está bien. Pero hagámoslo bien. Date la vuelta y ponte la almohada bajo las caderas.

Obediente seguí sus indicaciones.

  • Espera que voy por el bálsamo de las vírgenes - me dijo levantándose de la cama.

Al poco le oí regresar. Venía untando el enorme cipote con un líquido que extraía de un frasco.

  • Dios que cacho rabo - pensé mientras observaba la brillosa polla embadurnada.

Se colocó tras de mí. Yo temblaba en la espera como un mimbre. Cuando sentí su mano extendiendo el unto en mi entrada y sus dedos lubricando el ojete no pude evitar suspirar. Un extraño calor se produjo en la zona tal vez por la pomada que usaba.

  • Ahora ábrete bien de piernas y no te cierres. Veras como vas a disfrutar. Siempre lo consigo.

Allí estaba yo con el culo en pompa esperando expectante a que aquel macho bravío me rompiese el culo. Me desflorase. Estrenara mi puerta trasera. Me agarré a las sabanas aguardando nervioso la acometida. Mi esfínter boqueaba. Al notar el contacto de su rabo en mi ojete, un escalofrío me recorrió la espina dorsal. Al fin inició la penetración.

Un dolor lacerante se desencadenó  a la puerta de mi gruta. Comencé a jadear y gruñir. No lo podía soportar aquella estocada.

  • Saca…- empecé a decir, pero una mano de Salvador evitó que continuase hablando.

De un empellón me clavó la polla. Sentí como todo el grueso glande entraba en mí. Comencé a gruñir como una bestia herida. Su polla y mi esfínter latían desacompasadamente. Algo muy grande y muy gordo se alojaba en mi interior.

  • Ya entró el capullo. Es lo peor. Ahora veras como va a ser todo más fácil - me tranquilizaba Salvador.

En el cristal del portarretratos que estaba en la mesilla se reflejaba la escena. Mi cuerpo yaciente con aquel macho detrás que tenía su polla clavada en mi culo. Una oleada de vergüenza me invadió.

Salvador dejó que pasasen unos minutos. Sin moverse. Acostado sobre mi espalda, acariciándome los cabellos. El dolor lacerante se fue atenuando hasta hacerse soportable. Lo debió de percibir porque inició un lento mete y saca. Sentía cada pliegue de su rabo rozando cada pliegue de mi piel. Nunca me imaginé que tuviera tanta sensibilidad en aquella parte de mi cuerpo.

  • Te gusta. ¿Verdad?. - me susurró al oído
  • Siii . -le contesté entre jadeos
  • Ya sabía yo que tú lo que necesitabas era un buen rabo clavado en el culo.

Con un golpe de caderas me enterró de un golpe el resto de la polla. Vi las estrellas. Dolor y goce de forma inexplicable se mezclaron en un sentimiento antes nunca experimentado. Sus huevos pegados a mi piel confirmaban que había culminado la penetración. Sentía  su polla muy, muy dentro. La entrega entonces fue total. No solo era el placer físico, sino también el saber que al fin Salvador era mío. O mejor dicho que él me había hecho suyo. Y entonces descubrí el placer de ser poseído.

  • Follame Salvador te lo ruego- le dije meloso.
  • Quieres polla, eh cabrón
  • Sí. Fóllame como yo sé que lo sabes hacer. Dame placer.

Comenzó entonces a penétrame con ansia. Casi sacaba la polla por completo para luego enterrarla con potencia hasta las trancas. Con sus acometidas mi polla se frotaba contra la almohada y el placer se extendía desde mi rabo hasta mí derribada cancela para retornar de nuevo como un relámpago. Salvador bufaba en mi espalda. Yo jadeaba sin cesar. Era tal el deleite que aquel macho me aportaba que maldije el tiempo perdido.

  • Dios que culito más sabroso - me decía.
  • Es todo tuyo. Para siempre. Siempre que quieras.- Le contesté entre jadeos.
  • No me imaginaba que fueras tan puta, Lucas- me dijo riendo

Aceleró la monta. Yo ya no podía más. Estaba a punto de alcanzar el clímax con el roce de su cipote en mis entrañas. Al fin se desató el orgasmo. Comencé a convulsionar mientras Salvador me follaba sin tregua. Durante segundos creí morir. La pequeña muerte como dicen los franceses. Cuando mi cuerpo comenzó a serenarse, Salvador se detuvo y me preguntó

  • ¿Te has corrido?
  • He tenido un orgasmo. Pero….

Metí la mano entre la almohada y tanteé mi polla.

  • Que extraño. Ha sido un orgasmo increíble, pero no he eyaculado. -le dije mientras le miraba por encima del hombro.
  • Que cabrón un orgasmo seco. Sexo Tántrico. Ya lo he conseguido con otros - me dijo sonriente y sudoroso.

Se salió de mí y se puso de rodillas. Giré medio cuerpo y apoyándome sobre un hombro le pregunté

  • ¿Y tú?
  • Para hacer que me corra yo, hay que trabajar mucho -me dijo con una sonrisa de medio lado.
  • ¿Laura lo consigue antes?.- le pregunté curioso
  • La muy zorra saca mucho provecho de mi polla. Creo que te la he convertido en multiorgásmica. -
  • Te habla de mí. De mí en la cama.-  proseguí interrogándole.
  • Sí. Me dice que eres del montón. Pero está equivocada. Lo que pasa que con ella no tienes el papel que tú bordas. -
  • ¿Y cuál es ese papel? - le pregunté extrañado.
  • El de recibir polla. El de poner el culo como una zorra para que te monte un buen macho.
  • ¿Tú crees? - le dije picaron
  • Estoy seguro. Te gusta más tener una polla clavada que a la puta de tu mujer. Y eso es mucho decir. - me contestó muy serio
  • ¿Y ella como le gusta que te la folles? - le pregunté acuciado por el morbo.
  • A cuatro patas. Como una perra. También le gusta que le dé por el culo. Y fuerte, muy fuerte- me dijo sonriendo de medio lado mientras lo rememoraba.

Me incorporé. Me puse a cuatro patas. Con mis manos separé mis nalgas mostrando el culo, le mire por encima del hombro y le dije provocativamente.

  • Pues fóllame como a ella.
  • Que zorra eres- me contestó mientras me daba una sonora nalgada.
  • Vamos a ver quién te hace gozar más cabrón. Venga clávamela- le dije retador
  • Joder que boquete te he dejado.- me contestó mirándome el culo
  • Así entrará mejor ese cacho rabo que tienes entre las patas.

De un pollazo me la clavó hasta la empuñadura. Tal fue el ímpetu que a punto estuvo de derribarme.

  • Huauuu! - exclamé

Me empitonó como un Miura. Aquella monstruosa garrota me lleno con una profunda penetración. Sentía sus huevos pegados a mi piel. Comenzó entonces un mete y saca poderoso que me agitaba como velero en temporal. La cama se estremecía y crujía con sus embates. Las gotas de sudor caían como cálida lluvia sobre mi espalda. Agarrado a mis caderas me follaba con pasión. Le oía bufar como un garañón mientras me sodomizaba. El olor a sexo y hombre se mezclaban con los efluvios del perfume de Laura, y a la satisfacción de la homérica monta se añadió el dulce sabor de la venganza. Me estaba follando el amante de mi mujer en la misma cama que hacía un rato se la había tirado a ella.

Como una revelación mi mente al fin lo  comprendió. Salvador había acertado. Aquello era lo que había estado deseando durante todos aquellos años. Tener aquel macho dentro. Poseyendome. Haciendome su hembra.

Comencé entonces a moverme buscando su placer. Apretaba el culo para sentir con más intensidad su polla. Arremetía contra él buscando su rabo. Cimbreaba mi cuerpo serpenteando alrededor de aquel cipote descomunal que me estaba haciendo gozar como una loca.

El plas- plas de su cipote entrando y saliendo me enardecía como la música militar en un desfile. Mi interior ardía como la lava. Mi culo recién estrenado escocía por el roce frenético de aquel enorme Príapo inagotable. Pero era más el ardor de mi espíritu sabiendo que era el objeto de su placer. Entablé entonces una furibunda competición para conseguir darle más placer al macho que me montaba que el que le había proporcionado la zorra de mi mujer.

Aquel semental era inagotable. Me sodomizaba durante interminables minutos para luego descansar sobre mi espalda con su verga clavada en mi culo. Tras unos segundos de descanso proseguía  la cópula con un inusitado furor.

  • Dios Salvador. No te vas a correr nunca. Me estás destrozando - le dije jadeante.
  • Acaso no disfrutas. - me dijo sin detenerse
  • Sí. Gozo como una perra- le respondí
  • ¿Acaso no quieres más polla?
  • Sí. Dame fuerte, más fuerte, aunque me rompas - le contesté al borde de paroxismo.
  • Te voy a dejar el culo para que no te sientes en un mes. Eso es lo que necesitabas que te follasen con ganas.
  • Si fóllame. Quiero que me des por el culo hasta que no puedas más. Fóllame como te follaste a Laura- le dije desafiante
  • Qué más quisiera Laura que tener un culo tan magistral como el tuyo. Eres una autentica máquina de follar. Eres la perra más caliente que nunca me haya tirado. Y créeme me he tirado a todo lo que se mueve.

Comenzamos los dos a culear como azogados. El removía su cipote en mi interior frotándome por doquier, yo bamboleaba mi trasero mientras mi culo estrujaba y removía su cipote como una batidora industrial.

De repente empezaron unas arremetidas de tal violencia que me hacían salir disparado para luego con un fuerte agarrón atraerme de nuevo hacia él impetuosamente. Parecía que quería introducirse todo el en mí con sus últimas estocadas.

Entonces su polla empezó a hincharse frenética aumentando su grosor y estirando la piel de mi esfínter hasta el borde del desgarro.

  • ME CORRO. ME CORRO-  empezó a gritar Salvador

Intentó salirse. Eche una mano atrás y agarrándole el culo le grité

  • No te salgas, Córrete dentro. Préñame

Su cipote comenzó a convulsionarse y el disparo de algo caliente inundó mi interior. No se los trallazos de leche que soltó aquel rabo portentoso. Ni los conté, ya que con el primero un orgasmo incontenible se desató en mí. Sin siquiera tocarme, de mi polla comenzó a manar mansamente  la leche de mi corrida. No con disparos de lefa sino continua y lentamente como el agua de un manantial. No era mi verga la que se agitaba. Era mi culo el que espasmódicamente con sus ondas sísmicas producía aquel terremoto por todo mi ser.

Su polla y ano palpitaban desaforadamente tras el éxtasis y al fin agotados nos dejamos caer sobre las sábanas. El sentir el cuerpo de aquel macho aplastándome produjo el último espasmo y el goce postrero.

Miraba los altos techos de la estancia mientras me tanteaba el culo. Tenía el ojete más abierto que un bote de conserva. Rezumante de la abundante corrida de Salvador. Cuando mis dedos tocaban su piel unas dolorosas punzadas se desencadenaban como pinchazos de alfileres. Pero a la vez rememoraban el momento de la monta y me hacían estremecer de placer.

  • ¿Te duele? - me preguntó Salvador que yacía a mi lado
  • Un poco - le dije mirando al techo
  • Lo siento - me dijo compungido
  • No lo sientas. Ha sido maravilloso. - le contesté volviendo mi cara hacia él
  • ¿Te arrepientes? - me preguntó mientras me pasaba el porro.
  • Sí. Pero de no haberlo hecho antes. Maldigo el tiempo perdido- le confesé
  • Sabía que te gustaría- me dijo sonriente

Durante un rato permanecimos viendo flotar las volutas de humo que subían lánguidamente hacia el techo.

Me reincorporé sobre un codo y cogiéndole la polla con la mano le pregunté coqueto.

  • ¿Y a ti te ha gustado? ¿Te he dado placer?
  • Más que nadie te lo aseguro.- me contestó con una radiante sonrisa en la cara

Sentí algo en mi mano y cuando le miré la polla vi como desafiante, comenzaba de nuevo a empinarse.

  • Bueno. Es increíble. Eres inagotable -le dije entre risas.
  • Lo sé - me respondió divertido.

De repente una voz nos sacó del ensimismamiento.

  • ¿Pero esto que es? - dijo Laura desde la puerta con la boca abierta de par en par.

La pregunta no merecía respuesta. Dos hombres desnudos en la cama. Mi mano agarrando su polla y el olor a sexo que se expandía por la habitación aclaraban todas las dudas.

  • Que me he tirado a Salvador. Ha sido una gozada. Pero eso bien lo sabes tú. ¿No?- le contesté retador.

Entró en la habitación cogió su teléfono móvil de la cómoda y salió no sin antes darse la vuelta y gritarnos.

  • Cerdos. Sois un par de maricones.

Los dos estallamos en carcajadas. Al fin se marchó presurosa. Mientras taconeaba furibunda por el pasillo Salvador le gritó.

  • Por cierto deja las llaves al salir. Quiero que Lucas las tenga.

Cuando cerró de un portazo todavía proseguían las carcajadas en el interior.