Traición - 2ª Parte
Alfredo, un varón maduro vive una experiencia inolvidable durante un viaje con su mujer que lo cambiará todo. Celos, rabia, dolor, pero también excitación y sobretodo, el descubrimiento de un nuevo mundo para los dos. Si no lo has hecho ya, te recomiendo que leas antes la primera parte.
Dalia estaba sentada en el asiento de copiloto con la ventanilla bajada. Contemplaba el lugar mientras esperaba a que que alguien llenase el depósito de combustible.
Mientras, Alfredo, su marido, se encargaba de pagar y comprar unos refrescos y aperitivos en la tienda.
Entonces apareció el. En la mente de Dalia apareció instintivamente un nombre, como si lo estuviera recreando, Erik el Vikingo. Un joven alto, de 1,90 aproximamente, rubio, con el pelo revuelto,
ojos azules, bien musculado. Parecía sacado directamente de la edad media. Para colmo llevaba el mono de seguridad atado a la cintura, iba con el torso totalmente desnudo, por lo que se podía ver
perfectamente ese abdomen y esos músculos perfectamente esculpidos.
Su entrepierna se mojó instantáneamente, sus pezones se erectaron mientras lo veía caminar hacia ella.
El joven dio una vuelta inusualmente larga para llenar el depósito. En lugar de pasar por el lado del conductor, pasó por el lado del copiloto. Se detuvo un instante a la altura de Dalia y le dijo.
- ¿Quiere que le llene el depósito?
Aunque la pregunta parecía inocente, el tono del muchacho y la el repaso que le estaba dando a Dalia con la mirada dejaba clara la doble intención de la frase.
Con la voz entrecortada, Dalia atinó a responder - Sí, llénelo por favor.
El joven le guiñó un ojo y siguió caminando bordeando el coche, el movimiento de su cadera dejaba entrever un trasero muy bien formado, que Dalia no dudó en contemplar a través del retrovisor.
Además no había podido evitar fijarse en el imponente paquete que tenía entre las piernas.
Estaba excitada como hacía mucho que no lo estaba y eso que su vida sexual era muy apasionada e intensa. Pero este muchacho le había recordado las muchas ganas que tenía de probar a estar con otro
hombre ya que desde que conoció a su actual marido no había estado con ningún otro y aunque los juegos eran divertidos y le encantaban, había momentos en los que sentía que necesitaba ese "algo
más".
Lamentablemente, pese a haberlo comentado alguna vez, Alfredo, su marido, nunca se lo había permitido.
Dalia presionó fuertemente su entrepierna con la mano para intentar calmar esa desazón que sentía en ese momento, pero su temperatura seguía en aumento mientras observaba al muchacho repostar
combustible.
Ese torso desnudo y musculoso la tenía loca. En cualquier otro lugar el muchacho habría tenido que llevar el mono de seguridad bien colocado, pero en estos pueblos pequeños la seguridad siempre era
tomada un poco a la ligera.
De repente el muchacho desapareció de su vista, fue solo un instante en que ella miró si estaba perfectamente arreglada en el espejo del parasol, cuando volvió a mirar hacia la manguera el ya no
estaba allí.
Miro alrededor para ver donde se había metido y se llevó un pequeño sobresalto cuando se lo encontró justo al lado de su ventanilla.
- ¿Puedo ayudarle en algo más señora? Dispongo de un paquete muy completo de servicios. - Dijo el muchacho.
La doble intención de sus palabras era evidente. Una lucha en la mente de Dalia se produjo en ese momento, ¿Qué contestar? Ser formal y decirle que todo estaba correcto o por el contrario, seguirle
la corriente.
- Me encantaría conocer a fondo ese paquete de servicios - Dijo Dalia mientras le miraba el paquete.
Las palabras de su boca salieron casi sin pensarlo, ella misma se sorprendió de la facilidad con que las había dicho. Quiso autoconvencerse de que no pasaba nada, alli en aquel lugar no podría
hacer nada y en breves momentos seguiría su camino con su marido. Asi que tontear un poco con el muchacho podía hasta ser divertido.
- Me alegra que quiera conocer mis servicios bien a fondo - Dijo el joven. - Estaré encantado de enseñárselos pero no aquí ni ahora.
Sacó de su bolsillo un pequeño dispositivo electrónico y se lo dio a Dalia. Ella lo miró sorprendida sin saber que era. Tenía un pequeño botón rojo pero por lo demás parecía una simple caja.
- Cuando salgan del pueblo, a unos 4 kilómetros hay una finca a mano derecha con un sendero que se dirige al río, se reconoce muy bien porque justo antes hay una encina que tiene un columpio
colgando. Cuando llegue allí apriete el botón, el coche se detendrá y haga que su marido venga al pueblo para pedir asistencia. No hay cobertura movil en esa zona así que no le será difícil.
La cara de sorpresa de Dalia lo decía todo, no esperaba una actitud tan decidida. Sin darse cuenta ni como se había metido en una situación totalmente inesperada. Quiso decir algo pero el muchacho
no le dio oportunidad, se volvió hacia donde se encontraba la manguera y finalizó el trabajo por el que se le pagaba.
Devolvió la manguera al surtidor. Instantes después, Alfredo, salía de la tienda con los refresos y un par de sandwiches para matar el hambre del camino.
Alfredo se dirigió a la puerta del conductor, el joven lo saludó cortesmente cuando pasó a su lado.
Muchas gracias por su visita, esperamos verlos pronto - Dijo el joven.
De nada - Respondíó Alfredo un poco frio.
Mientras estaba en la tienda Alfredo había visto como entablaba conversación con su mujer. Le había dado un poco de celos, quizá por comparar su cuerpo, que aunque no estaba mal, no podía
compararse con el del joven.
Se introdujo dentro del coche dispuesto a continuar el viaje. Mientras Dalia guardaba ágilmente el dispositivo que el joven le había entregado. Por su mente había pasado el tirarlo por la
ventanilla pero algo dentro de ella se lo impidió.
Arrancaron y continuaron su viaje. Unos 4 kilómetros más tarde, tal y como el joven le había indicado, una encina con un columpio llamó la atención de Dalia. El lugar era paradisíaco, unos arbustos
cubrian el rio de miradas indiscretas, era una zona tranquila en esa carretera secundaria y casi sin tráfico. Les gustaba hacer los viajes por ese tipo de carreteras pues era mucho más interesante
que las aburridas autopistas.
El coche se detuvo de repente, justo a la altura del sendero. Dalia se sorprendió a si misma con su mano dentro del bolso, donde había introducido el interruptor, lo había hecho sin pensarlo pero
ya estaba hecho, lo había pulsado. Para disimular cogió la barra de labios como para retocarse despues de haber pegado unos tragos al refresco que Alfredo había comprado en la tienda.
Aprovechando la inercia que el coche tenía, Alfredo lo orilló al borde de la carretera.
- ¡Y ahora qué pasa! - Dijo no muy contento.
Dalia disimulando le preguntó. - ¿Qué sucede, cariño?
- No lo se, el coche se ha parado de repente. Parece mentira que apenas haga un par de meses que lo hemos comprado y ya está dando problemas. Estos coches nuevos llenos de tecnología solo son un
quebradero de cabeza.
Alfredo se bajó del coche contrariado y abrió el capó para ver si localizaba la fuente del problema.
Dalia hizo lo mismo pero en lugar de preocuparse por el coche se puso a fijarse en el entorno. Era realmente un lugar precioso.
Tras no ser capaz de localizar la fuente del problema, Alfredo se dirigió a su mujer.
El coche no arranca y no consigo encontrar el problema.
Tal vez deberías ir al pueblo para que te venga a mirar el coche el mecánico, mi amor.
Si, seguramente sea lo mejor. - Respondió Alfredo.
Yo, si no te parece mal, me quedaré en ese campo de ahí, a la sombra de los árboles, junto al rio, puede que incluso me de un baño, con el calor que hace, apetece.
Está bien mi vida. Intentaré tardar lo menos posible.
Alfredo se despidió con un fogoso beso y se dispuso a la caminata bajo el sol.
Dalia vio a su marido alejarse. Una parte de ella se sentía culpable. A fin de cuentas ella era la responsable de la situación. Pero no sabía ni como, la situación la había superado, había empezado
y no era capaz de detenerse. Su cuerpo en esos momentos era un volcán. Necesitaba probar a su "Erik el Vikingo", necesitaba sentirlo dentro de ella, la razón había quedado completamente nublada por
la pasión y el deseo.
Cogió una toalla de dentro de una de las maletas del maletero, abandonó la carretera y se dirigió hacia el río por el sendero, no sabía cuanto tiempo tendría que esperar. Pero no fue mucho.
Instantes más tarde oyó el ruido de un motor pero no provenía de la carretera, en su lugar vio un vehículo todo terreno aparecer por lo alto de la colina que había detrás del rio.
El vehículo se paró al borde del mismo. De dentro se bajó el joven rubio de la gasolinera. El sendero que bajaba al río continuaba por unas grandes rocas que servían de paso para cruzarlo y al otro
lado continuaba perdiéndose por la colina por donde ahora había aparecido el joven con el vehículo.
Ágil gracias a su juventud y musculatura, el joven utilizó las rocas para cruzar al otro lado. Una vez ahí se dirigió firme y decidido hacia Dalia.
Dalia pensó en darle un alto en ese momento, pero el instante de duda fue su perdición. El muchacho le pasó un brazo por la espalda y la atrajo hacia el. Le dió un beso intenso que terminó por
derrumbar las últimas defensas que le podían quedar.
Para colmo el joven solo se había quitado el mono protector, llevaba unos jeans desgastados y parcialmente rotos que lo hacían verse aún más sexy y seguía con el torso completamente desnudo.
Dalia acarició sus pectorales mientras acompañaba el beso que el joven le daba. No hicieron falta palabras. El joven la apretó contra el para que sintiera la incipiente erección que escondía en su
interior. Mientras seguían besándose, dalia le desabrochó el pantalón y se puso de rodillas.
Sacó aquel miembro de su encierro y quedó asombrada. Era mucho más grande que la de Alfredo, no menos de 23 centímetros. Se la introdujo en la boca, golosa y empezó a chuparla con pasión. Le
costaba metérsela pero estaba tan caliente que tenía que probarla como fuera.
La mayor parte del pene quedaba fuera, lo que aprovechaba para agarrarla con ambas manos y acompañar el movimiento de su boca con ellas. Mientras, el joven le sujetaba la cabeza y le ayudaba en el
movimiento.
Dalia se retiró un instante para recuperar el aliento, era tan grande que le costaba respirar cuando la tenía dentro de la boca. La lamió toda a lo largo, le dió unas buenas chupadas a la cabeza.
Estaba dura, muy dura.
Mientras, la entrepierna de Dalia era un no parar de fluidos, chorreaban por sus piernas.
Sigió con su labor un largo rato, la respiración del joven se aceleraba por momentos. A Dalia le encantaba hacer mamadas y siempre le habían dicho que era una auténtica experta en ello así que
estaba afanada en realizar su mejor trabajo. No podía ser menos con un monumento así.
De la boca del joven salió una frase.
- Si sigues así me voy a correr.
Dalia retiró el pene de su boca durante un instante para decirle - Córrete, quiero que te corras en mi boca, y luego quiero que me folles bien duro.
Volvió a introducirse el pene e incrementó el ritmo. Los jadeos del joven se fueron haciendo más y más intensos hasta que en un momento dado, Dalia sintió como el pene se hinchó aún más si cabe y
explotó en su interior. La corrida le inundó la boca. Entre el tamaño del pene y la gran cantidad de líquido expulsado no pudo contenerlo todo y se le escurrió por la comisura de los labios.
Dejó que el pene se deshinchase dentro de su boca y lo siguió chupando.
- Joder, tú si que sabes chuparla, no como esas jovencitas de hoy en día que no saben hacer nada. - Dijo el joven satisfecho. Normalmente tardaba mucho en correrse con el sexo oral aunque le
encantaba, pero Dalia no era una mujer cualquiera, sabía como hacer disfrutar a un hombre en todos los aspectos.
Dalia sonrió con el comentario mientras retiraba el pene semierecto del joven de su boca.
Mientras se recuperaba para la segunda parte de la acción, el joven se colocó detrás de Dalia y se puso a besarle el cuello mientras le desabrochaba el vestido que llevaba. Un vestido escotado de
color rojo elegante y sexy. Dalia era de esas mujeres que hasta para ir a la compra quería estar siempre deslumbrante.
El joven continuó desabrochando el vestido mientras la besaba por la espalda. Una vez la cremallera estuvo totalmente abierta lo dejó deslizarse por su cuerpo. Ella con un rápido movimiento de
cadera ayudó al movimiento del vestido, que solo se detuvo al tocar el suelo. Estaba ahora vestida solo con un conjunto de lencería rojo de encaje, a juego con el vestido, muy sexy. El muchacho
desabrochó el sostén y se lo retiró mientras sus besos se dirigían por encima de su hombro hacia los labios de Dalia. Ella terminó de sacarse el sujetador mientras las manos del joven capturaban
sus pechos. Se notaban unas manos fuertes, firmes, unas manos de haber trabajado duro. Sintió el contacto de las manos con sus pezones, se estremeció.
El muchacho apretó los pezones de Dalia quien no pudo evitar dejar escapar un gemido de placer mientas se seguían besando. El joven entonces se retiró hacia el cuello de Dalia y empezó a darle
besos y pequeños mordiscos. El no lo sabía, pero eso a ella la volvía loca. Su tanquita ahora totalmente empapado, los jugos escurrían por sus piernas. Dalia notó como el miembro del joven le
presionaba el trasero, ya estaba de nuevo listo para la acción.
Bendita juventud - pensó - con que rapidez se recuperan.
No pudiendo aguantarse más las ganas le suplicó.
- Métemela, métemela toda, ya. .
El joven obediente la inclinó hacia un arbol cercano. Ella se apoyó con las manos y la cabeza contra el. El muchacho le dio unas buenas nalgadas mientras hacía a un lado el tanga. Estaba totalmente
empapada.
Empezó a introducírsela muy despacio, pese a lo lubricada que estaba, sabía que su tamaño no era corriente. Dalia bufió sintiendo como la traspasaba, era tan gorda que sentía como la abría por
dentro por completo. Afortunadamente estaba muy mojada y la lubricación hizo su trabajo. El muchacho siguió introduciéndo su miembro casi sin esfuerzo hasta que un pequeño quejido salió de la boca
de Dalia. Habían entrado aproximadamente 3/4 partes de su miembro dentro de ella cuando notó que había tocado el fondo. Fue retirándola poco a poco e inició el movimiento de vaivén ya conocido por
todos. El bombeo seguía una cadencia rítmica, no muy rápido, no muy despacio. A cada empalada, Dalia sentía como la traspasaba el placer. Con cada estocada el joven la metía un poco más
aprovechando que la vagina se iba adaptando a su tamaño. El quería metérsela hasta el fondo, ella lo deseaba también. Sus movimientos se acompasaron en ese ritmo, en esa cadencia.
Dalia estaba hecha un volcán, sus jadeos eran mas bien alaridos de placer, se había corrido en la primera estocada pero lo consiguió disimular bastante bien, no quería que el joven notase lo loca
que la tenía, al menos no del todo.
Ese primer orgasmo no había saciado el apetito de Dalia, era una mujer con una gran facilidad para excitarse y correrse por lo que quería más, mucho más. El joven poco a poco fue incrementando el
ritmo. Tras haberse corrido antes en la boca de Dalia ahora podía aguantar con más facilidad en el segundo asalto.
Mientras en esto estaban, con los movimientos acompasados, escuchando solo el sonido de los pájaros entremezclados con sus gemidos, el joven, aprovechando lo entregada que estaba Dalia, sacó
hábilmente el movil de su bolsillo y sacó una fotografía a la estampa que tenía delante, desde la altura de su cara. En la fotografía se podía ver perfectamente a Dalia y parte de su torso desnudo,
junto con la mano que la sujetaba por la cintura para facilitar el vaivén. Tan rápido como sacó el móvil, lo volvió a introducir en el bolsillo del pantalón que no se había llegado a quitar en
ningún momento.
Satisfecho de su hazaña el joven agarró a Dalia con las dos manos por la cintura y empezó a incrementar el ritmo poco a poco, con más fuerza, más intensidad. Su miembro ya entraba completamente
hasta el fondo, la vagina de Dalia ya se había adaptado por completo a su tamaño.
El ritmo se fue incrementando, el sudor recorría los cuerpos de ambos, hacía mucho calor en el ambiente y con tanta actividad era lo esperado. El ritmo se hizo mucho más rápido, los gemidos habían
aumentado tanto de tono que un vehículo que se parase al borde del camino podría oirlos sin ningún problema.
El cuerpo de Dalia se estremeción con el nuevo ritmo, la cadencia era increiblemente alta, sentirse traspasada con tanta fuerza y a tanta velocidad la estaba matando, no pudo contenerse más y
empezó a correrse. Estalló en un orgasmo intenso, que fue acompañado de otro, otro y otro. El joven no detenía el ritmo, la embestía tan fuerte que ella quedaba completamente presionada contra el
árbol. La estaba matando de placer, cada embestida le generaba un nuevo orgasmo. Las piernas empezaron a fallarle. Cuando creía que ya no podría más, el muchacho aumentó aún más la velocidad,
aquello sí que no se lo esperaba, dio un grito tan fuerte que tuvo que haberse oido a varios kilómetros. Ese orgasmo sí había sido brutal. En esos movimientos rápidos el muchacho, que también tenía
la respiración entrecortada y agitada estalló´, se derramó en el interior de Dalia mientras la sostenía para que no se cayera al suelo pues las piernas ya no eran capaz de sostenerla.
Poco a poco la ayudó a tumbarse en la hierba, estaba totalmente exhausta. En cambio el muchacho, pese a estar cansado parecía bastante entero. Se guardó el miembro dentro del pantalón y lo abrochó.
Se acercó a Dalia y se besaron. Ella estaba totalmente ida, rendida, había quedado extenuada.
No hicieron falta palabras, el muchacho se incorporó y tal cual había venido se fue. Tomó el camino del sendero hacia el rio, saltó por las rocas, cogió el todo terreno y se marchó.
Dalia se quedó allí tumbada, recomponiéndose.
Había sido la experiencia más intensa de toda su vida. Decidió darse un baño, no podía permitir que su marido la encontrase en semejante situación. Aprovechó para lavar su tanga, con el calor que
hacía se secaría casi inmediatamente.
Se levantó, se dirigió al rio y se introdujo en el agua. Estuvo disfrutando del baño un buen rato, recordando el momento vivido, no pudo evitar volver a excitarse así que muy lentamente se masturbó
dentro del agua. El recuerdo de esa experiencia la acompañaría durante mucho tiempo, lo utilizaría para cuando jugase con su marido recordarlo y excitarse más de lo que ya solía hacer.
Se tomó su tiempo, se acarició lentamente, en contraste con lo vivido momentos antes. Con una mano acariciaba sus senos, su cuello. Con la otra rozaba su clítoris y lo deslizaba hacia la entrada de
su gruta sin meterlo, estuvo varios minutos así hasta que decidió que lo mejor era ir terminando, su marido no tardaría en llegar. Conociéndolo seguramente vendría con ganas por lo que tendría una
ración extra de sexo todavía. No le importaba, le encantaba el sexo, y le encantaba que a su marido también, aún así muchas veces se masturbaba porque su marido, pese a lo activo que era y lo mucho
que la quería, era incapaz de seguir su ritmo. Era un volcan siempre dispuesto a estallar. Le entró una pizca de remordimiento mientras incrementaba el ritmo de su masturbación. Nunca antes lo
había engañado pese a haber tenido oportunidades. Desechó el pensamiento de la cabeza, ya estaba hecho y no quería cortarse a si misma el rollo.
Se corrió en un intenso orgasmo mientras se metía los dedos dentro, recordando la inmensa verga que unos minutos antes había estado ahí.
Satisfecha decidió disfrutar un rato más dentro del agua, colocó su tanga en una roca que había al borde para que se secara y disfrutó de un delicioso baño.
Todavía no daba crédito a lo que había pasado. Lo que ella no sabía, ingénua, era que el joven del taller tenía por costumbre seducir a mujeres, especialmente casadas, que estuvieran de buen ver
aprovechando que su físico las solía volver locas. En todo el tiempo que llevaba trabajando allí nunca se le había resistido una sola presa. Y además tenía por costumbre, con la excusa de tomar los
datos por el servicio de asistencia prestado al "vehículo averiado" aprovechar para con ellos enviar una imagen de su triunfo al cornudo esposo, bien fuera a través de email o de Whatsapp. A fin de
cuentas, a nadie le parece extraño que le pidan los datos, incluido el número de teléfono para esos trámites hoy en día.
El tiempo se fue en un abrir y cerrar de ojos. Oyó el ruido de un vehículo que se paraba al borde, a continuación la voz de su marido que la llamaba desde la carretera, así que salió del agua cogió
la toalla, se secó un poco por encima, se puso el tanga, el vestido a medio abrochar y se dirigió hacia el coche con el sujetador en la mano y el cuerpo todavía mojado.
Hola cariño, que bien que ya regresaste, el agua está fantástica. - Dijo Dalia.
Si mi amor, el mecánico está mirando el coche.
Dalia se acercó hasta la carretera y vio al mecánico, se mordió el labio sugerentemente mientras el mecánico le pegaba un repaso de arriba abajo. Evocó los momentos anteriormente vividos,
seguramente el muchacho estaría haciendo lo mismo.
Alfredo se acercó a Dalia y le dio un buen beso. No quedaba muy claro si era para marcar territorio o porque la había echado de menos, tal vez ambas.
- ¿Y sabe ya lo que tiene? - Preguntó Dalia.
Mientras hablaban Dalia se introdujo en el coche un instante a por su bolso, no sorprendió en nada a Alfredo, pues sabía que a su mujer le gustaba siempre estar bien arreglada, por lo que no le
sorprendió cuando le vio sacar su pequeño set de maquillaje. Lo que no vio Alfredo fue como Dalia desactivaba el dispositivo que tenía en el bolso, y aprovechado que la tapa del capó estaba
levantada lo depositaba en el asiento del conductor siguiendo la seña que el muchacho le había hecho.
- Pues no se, está mirando, apenas acabamos de llegar. Te llamé porque no te veía. - Continuó diciendo Alfredo.
Dalia volvió a salir del vehículo a fin de evitar que su marido se acercase más de la cuenta y viera el pequeño aparato.
- sí, es que el agua estaba tan buena y con el calor que tenía, necesitaba darme un baño. - Dijo Dalia.
Mientras hablaban, el mecánico, hábilmente abrió la puerta del conductor, cogió el dispositivo, lo guardó en el bolsillo y los interrumpió.
- Ya encontré el problema. Un falso contacto en el cuadro de mandos. Pruebe a arrancar por favor. - Dijo.
Alfredo se dirigió al coche, puso la llave en el contacto y el coche encendió como si allí no hubiera pasado nada.
Listo, ya está, como suponía - Dijo el mecánico.
Muchas gracias - Respondió aliviado Alfredo sabiendo que no tendrían que demorarse en ese lugar en su ruta de vacaciones. - ¿Qué le debo?
El servicio es gratis, ha sido un auténtico placer, pero le tengo que cobrar el desplazamiento. Serán 30 euros.
Alfredo no fue capaz de captar el doble sentido de las palabras del joven, pero Dalia, consciente de su significado no pudo evitar ponerse colorada y empezar a mojarse de nuevo recordando su
travesura.
Sin problema - Dijo Alfredo mientras sacaba la cartera - Pero necesitaré factura.
Claro, solo indíqueme su correo electrónico y se la envío - Dijo el muchacho mientras se dirigía a la grua para coger el talonario de recibos y tomar los datos.
Tras el correspondiente pago y la preparación del recibo, el muchacho se montó en la grua para volver al pueblo, no sin antes dejar de pegarle un buen repaso a la mujer de Alfredo, seguramente
recordando los momentos vividos minutos antes en ese mismo lugar.
El muchacho arrancó la grua y cuando se despedía dijo. - Espero que hayan quedado satisfechos con el servicio.
Antes de que Alfredo pudiera decir nada, Dalia respondió un poco nerviosa y excitada a la vez - Completamente satisfechos, muchas gracias por todo.
Cuando el joven se alejó, Alfredo se dirigió a su mujer, estaba celoso, pero al mismo tiempo enardecido, tenía ganas de follársela bien duro.
- El muchacho te traía loca corazón, ¿verdad? - Si Alfredo supiera la verdad, cuan loca la había vuelto, habría estallado en cólera. Pero ingénuo en su mente solo había una cosa, quería follarse a
su mujer. El joven, por muy cachondo que estuviera, por muy musculitos que fuera, por muy guapo que se viera, no se follaría nunca a una mujer bandera como la suya, Dalia era suya y solo suya. O
eso pensaba el.
- Estaba para comérselo enterito y me da la impresión de que tiene un gran paquete. - No era una impresión lo que tenía Dalia, la había visto, la había probado, saboreado y la había traspasado
haciendole correrse como nunca antes lo había hecho. Solo de recordarlo se estaba volviendo a calentar, era un volvan, fuego vivo, siempre dispuesta a disfrutar y a hacer disfrutar.
- Pues tanto ya no te puedo decir - Respondió Alfredo - pero ahora mismo tengo ganas de follarte bien rico.
Con un apasionado beso a su mujer empezaron a jugar, en el mismo lugar, en la misma postura, donde unos minutos antes otro hombre se había follado a su mujer y el sin saberlo. La mera situación
puso a Dalia más cachonda todavía, en todo momento Dalia rememoraba lo vivido instantes antes.
Le realizó una mamada de escándalo a Alfredo y se detuvo antes de que se corriera. Entonces se dio la vuelta, se apoyó contra el mismo arbol donde se había apoyado antes y le dijo igual que al
joven.
- Métemela, métemela toda, ya.
Alfredo embistió a Dalia. Estaba totalmente encharcada, los flujos le chorreaban por las piernas. Hacía tiempo que no la sentía tan mojada y lo disfrutó enormemente.
Alfredo pensaba que seguramente Dalia estaría imaginándose que era el mecánico rubio quien la bombeaba y eso le daba cólera al mismo tiempo que lo excitaba. Lo que no sabía el era que ella no lo
imaginaba, sino que vivía el recuerdo de lo sucedido momentos antes. No tardaría en descubrirlo.