TRAICION - 1ª Parte

Alfredo, un varón maduro vive una experiencia inolvidable durante un viaje con su mujer que lo cambiará todo. Celos, rabia, dolor, pero también excitación y sobretodo, el descubrimiento de un nuevo mundo para los dos.

Alfredo, varón de 40 años, moreno, 1,80 de altura, con algo de barriga pero sin estar gordo. Era un empresario de éxito, había conseguido formar una empresa de casi 100 trabajadores dedicada a la

elaboración y venta de piezas de jamón curado y similares.

Iba conduciendo el coche por una carretera secundaria que acompañaba de unos paisajes realmente hermosos. Unos kilómetros atrás habían dejado un pueblo pequeño que apenas contaba con un bar-

restaurante-hotel, una gasolinera-taller y una docena de casas.

A su lado le acompañaba su mujer, Dalia, una voluptuosa morena de ojos azules con unas medidas de infarto 95-62-95.

Se enamoró de ella nada más verla, diez años antes, y decidió conquistarla. Ella vio a un hombre apuesto, elegante, galante. Se dejó seducir y también quedó locamente enamorada de el.

Fueron 10 años fantásticos, ella era un volcán en la cama, el era muy activo y morboso, aunque a veces no tuviera todo el tiempo que le gustaría para dedicarle a ella.

Ahora, en la actualidad seguían conservando gran parte de esa pasión, buscaban juegos, retos y otras travessuras que los mantuvieran con la chispa del principio.

De repente el coche se detuvo, Alfredo se bajó y abrió el capó, intentó averiguar que le pasaba pero nada, el coche no arrancaba. Sabía que no era la gasolina porque había repostado en el pueblo.

Cogió el móvil decidido para pedir asistencia pero no había cobertura en esa zona.

Le comentó a su mujer lo que pasaba, ella tranquila le dijo.

  • Tal vez deberías ir al pueblo para que te venga a mirar el coche el mecánico, mi amor.

  • Si, seguramente sea lo mejor. - Respondió Alfredo.

  • Yo, si no te parece mal, me quedaré en ese campo de ahí, a la sombra de los árboles, junto al rio, puede que incluso me de un baño, con el calor que hace, apetece.

  • Está bien mi vida. Intentaré tardar lo menos posible.

Se despidió con un fogoso beso y se dispuso a la caminata bajo el sol. Mientras lo hacía pensaba en su mujer bañándose en ese río, en como le gustaría acompañarla y hacer el amor con ella en el

agua. Tal vez se lo planteara a la vuelta.

Caminó durante casi una hora cuando por fin llegó al pueblo. Se dirigió a la gasolinera para comentar lo que le había pasado.

Un señor mayor salió a atenderle, era el mismo que le había cobrado en la caja cuando había ido a echar gasolina.

  • Disculpe, mi coche se ha parado sin motivo aparente a unos kilómetros de aquí y quería ver si le podían echar un vistazo.

El señor dio una pequeña carcajada y le dijo con un tono que sonaba como a burla.

  • Tendrá que esperar, el mecánico ha salido a hacer otro servicio. No creo que tarde demasiado en volver. Vaya al bar y tómese algo mientras espera.

  • Vale, muchas gracias. - Respondió Alfredo.

Con resignación, pues no quería pasar en ese lugar más tiempo del necesario, Alfredo se dirigió al bar a esperar el regreso del mecánico.

Aproximadamente media hora más tarde, un vehículo todo terreno llegó a la gasolinera, aparcó y de el descendió el mecánico. Era un mozo joven, de unos 23 años, musculoso, muy atractivo, debía de

medir 1,90 aproximadamente, tenía ese aire que recuerda a los vikingos nórdicos, rubio, ojos azules.

Era el mismo chico que mientras el pagaba se había encargado de llenar el depósito de su coche, aquí en estos pueblos pequeños era habitual tener que realizar varios trabajos en uno.

Alfredo todavía recordaba como su mujer le había pegado un buen repaso al verlo mientras esperaba en el asiento del copiloto a que llenasen el depósito. También lo vio hablar con ella durante un

buen rato, tenía claro que a ella le había gustado él. Seguramente se habría imaginado siendo follada por ese monumento de hombre. Pero tendría que conformarse con eso, ese era un límite que por el

momento Alfredo no se veía dispuesto a pasar, aunque alguna vez hubieran hablado de ello, pero nunca habían metido a terceros en su relación.

El mecánico se dirigió a la tienda de la gasolinera cuando el señor que en ella estaba salió, le dirigió unas palabras y le indicó en dirección a la cafetería. Mientras, Alfredo ya se había ido

adelantando y estaba terminando de pagar. Se encontraron en la puerta.

  • Buenas tardes señor - Dijo el joven. - Me han comentado que tiene problemas con el coche.

  • Sí, así es - Respondió Alfredo. - Se ha parado y no arranca y no he podido averiguar que es lo que le pasa.

  • Está bien, respondió el joven. - Vayamos en la grua hasta donde tiene su coche, si tiene solución ahí mismo se lo dejo listo, en caso contrario le remolcaré hasta el taller y podrán alojarse en

el hotel.

Resignado, pensando que tendrían que demorarse unos días si la cosa no tenía solución rápida, Alfredo, asintió con la cabeza.

Alfredo compañó al joven hacia la puerta del taller, la levantó y del interior salió con la grua. Se montaron los dos y se dirigieron a donde el coche se había parado. Cuando llegaron, no vio a su

mujer, seguramente estaría cerca del rio oculta tras los arbustos que había cerca de la ribera.

La llamó con un grito.

Mientras el mecánico se puso con el coche, echando un vistazo al problema.

La mujer de Alfredo apareció de entre los arbustos, iba a medio vestir y tenía el cuerpo mojado.

  • Hola cariño, que bien que ya regresaste, el agua está fantástica.

  • Si mi amor, el mecánico está mirando el coche.

Dalia se acercó hasta la carretera y vio al mecánico, se mordió el labio sugerentemente mientras el mecánico le pegaba un repaso de arriba abajo.

Alfredo se acercó a Dalia y le dio un buen beso. No quedaba muy claro si era para marcar territorio o porque la había echado de menos, tal vez ambas.

  • ¿Y sabe ya lo que tiene? - Preguntó Dalia.

  • Pues no se, está mirando, apenas acabamos de llegar. Te llamé porque no te veía.

  • sí, es que el agua estaba tan buena y con el calor que tenía, necesitaba darme un baño.

En ese momento el mecánico los interrumpíó.

  • Ya encontré el problema. Un falso contacto en el cuadro de mandos. Pruebe a arrancar por favor. - Dijo.

Alfredo se dirigió al coche, puso la llave en el contacto y el coche encendió como si allí no hubiera pasado nada.

  • Listo, ya está, como suponía - Dijo el mecánico.

  • Muchas gracias - Respondió aliviado Alfredo sabiendo que no tendrían que demorarse en ese lugar en su ruta de vacaciones. - ¿Qué le debo?

  • El servicio es gratis, ha sido un auténtico placer, pero le tengo que cobrar el desplazamiento. Serán 30 euros.

  • Sin problema - Dijo Alfredo mientras sacaba la cartera - Pero necesitaré factura.

  • Claro, solo indíqueme su correo electrónico y se la envío - Dijo el muchacho mientras se dirigía a la grua para coger el talonario de recibos y tomar los datos.

Tras el correspondiente pago y la preparación del recibo, el muchacho se montó en la grua para volver al pueblo, no sin antes dejar de pegarle un buen repaso a la mujer de Alfredo.

La mujer de Alfredo hizo lo mismo con el muchacho.

El muchacho arrancó la grua y cuando se despedía dijo. - Espero que hayan quedado satisfechos con el servicio.

Antes de que Alfredo pudiera decir nada, Dalia respondió - Completamente satisfechos, muchas gracias por todo.

Cuando el joven se alejó, Alfredo se dirigió a su mujer, estaba celoso, pero al mismo tiempo enardecido, tenía ganas de follársela bien duro.

  • El muchacho te traía loca corazón, ¿verdad?

  • Estaba para comérselo enterito y me da la impresión de que tiene un gran paquete.

  • Pues tanto ya no te puedo decir - Respondió Alfredo - pero ahora mismo tengo ganas de follarte bien rico.

Mientras decía a esto se dirigió a Dalia y le pego un morreo apasionado y lascivo. Ella como siempre receptiva, se dejó hacer mientras su esposo recorría su cuerpo con sus manos. Se iban besando

mientras se dirigían hacia el rio por el sendero que había al lado de la carretera, una vez fuera de la vista empezaron a sacarse la ropa, ansiosos.

Cuando estuvieron completamente desnudos, Dalia se agachó y engulló la verga de Alfredo con ganas y empezó a hacerle una mamada, de esa manera que lo volvía loco. La chupaba, la lamía, le

acariciaba la punta con la lengua y luego repetía. Los movimientos de succión que hacía eran fabulosos, más de una vez había sido incapaz de contenerse corriéndose en su boca sin previo aviso. A

Dalia le encantaba cuando conseguía que su marido perdiera el control de esa manera y golosa se tragaba todo y se la seguía chupando hasta dejársela bien limpita.

Siguieron en esas durante un buen rato, Alfredo acariciaba a su mujer en el cabello mientras suspiraba con jadeos entrecortados. Le siguió chupando hasta que lo llevó al límite, justo en ese

momento se detuvo, le dió la espalda apoyándose contra un árbol con el culo en pompa y le dijo. - Métemela, métemela toda, ya. -

Dalia estaba deseosa, hambrienta de sentirlo dentro. Alfredo estaba que estallaba. Sin más miramientos se colocó detrás de Dalia y de un solo empujón se la metió hasta el fondo. Dalia pegó un

alarido de placer. Estaba totalmente encharcada, los flujos le chorreaban por las piernas. Hacía tiempo que Alfredo no la sentía tan mojada y lo disfrutó enormemente. Empezó un bombeo rítmico, no

muy rápido pero sí muy fuerte, con ganas, con rabia. Seguramente Dalia estaría imaginándose que era el mecánico rubio quien la bombeaba y eso le daba cólera al mismo tiempo que lo excitaba.

Siguieron moviéndose acompasadamente, los jadeos de uno y otro eran notorios. La carretera era solitaria, pero si alguien se detuviera al lado del coche podría oirlos sin problema.

Alfredo empezó a darle unos azotes en las nalgas a Dalia mientras seguía bombeando cada vez más rápido, cada vez más fuerte. Con la otra mano le agarró el pelo y tiró hacia atrás. A Dalia eso le

encantaba.

El ritmo se fue acelerando, los gemidos fueron en aumento. Dalia estaba tan excitada, tan ansiosa, que empezó a correrse, un orgasmo, otro y otro y otro. Al menos seis veces se corrió seguidas

mientras Alfredo bombeaba ahora con la máxima fuerza y velocidad que podía para terminar el también. Los gemidos se convirtieron en gritos cuando Alfredo se corrió dentro de Dalia y ella tuvo su

último orgasmo.

Alfredo fue frenando el ritmo mientras recuperaban el aliento. Había sido fantástico. Casi no podía respirar. Dalia tampoco pero aún así no quiso dejar la tarea a medias, se retiró de Alfredo, se

giró, agarró su miembro fláccido y se puso a chuparlo con los restos de sus jugos y de la corrida de Alfredo.

Alfredo suspiraba de placer mientras ella hacía esto, le encantaba que se la chupase despues de correrse, le daba mucho morbo y ella lo sabía.

Cuando terminó se incorporó y se besaron compartiendo el sabor de sus jugos.

  • Te quiero mi amor - Dijo Alfredo.

  • Yo también mi vida - Respondió ella.

Se bañaron en el río con calma. Les sirvió para refrescarse. Después se secaron, se vistieron y retomaron su camino.

Era un día que quedaría en el recuerdo de las vacaciones de verano de 2018. Al anochecer llegaron al hotel. Bajaron las maletas del coche y dejaron que el botones se las llevara a la habitación.

El día había sido agitado por lo que tenían bastante hambre. Alfredo le dijo a Dalia que le disculpase, que fuera tomando asiento en el restaurante del hotel mientras el subía a la habitación para

ir al servicio.

Mientras estaba en la habitación Alfredo, un poco obsesivo con su trabajo se puso a revisar los correos en el movil. No había nada importante pero entre ellos vió un correo del servicio del taller.

Le sorprendió haberlo recibido tan pronto. Lo abrió y dentro encontró un saludo breve y un indicativo que decía "Factura servicio asistencia", acompañando el email había un archivo PDF y una

fotografía.

Intrigado Alfredo abrió la fotografía y lo que se encontró, no dió crédito. Era una foto de su mujer desnuda, en el mismo sitio, en el mismo arbol donde habían estado follando esa misma tarde. La

fotografía había sido sacada desde la posición que supuestamente debía estar ocupando Alfredo pero sabía que el no había sido, además, la mano que se veía y parte del torso que se veía del hombre

que la tomaba, claramente no era la suya. Por la fisonomía pudo darse cuenta, enseguida lo reconoció, era el joven mecánico quien tomaba la foto mientras se follaba a su mujer.

En ese momento Alfredo se dio cuenta de lo que había pasado. Mientras el esperaba la vuelta del mecánico en el café, el hacía otro "servicio" con su mujer, ahora entendía el tono de burla del señor

de la gasolinera, seguramente sabía que mientras el estaba en el pueblo, el joven estaba beneficiándose a su mujer.

Lanzó el movil con rabia contra la pared. Estaba furioso. Su mujer había roto las reglas, se había follado a otro hombre. ¿Lo habría hecho antes? Pensó Alfredo. Su cabeza daba vueltas. Necesitaba

tranquilizarse.

Poco a poco se fue calmando mientras en su cabeza se formaba una idea, su mujer lo había traicionado, ahora le tocaba a el, planificaría su venganza.

Continuará...

P.D Es mi primer relato y como tal espero que sepais disculparme por cualquier error que haya podido cometer. Estaré encantado de recibir sugerencias y comentarios constructivos que me ayuden a mejorar.

Además se eres chica y tienes una fantasía, puedes contármela, tal vez pueda convertirla en un relato.