Tradiciones
Un médico de vacaciones en una lejana isla del pacífico sur debe mantener las curiosas tradiciones del lugar.
Tradiciones
Autor: Ricardo Erecto
Capítulo I
Luís Singer era un ayudante de quirófano que se había especializado en suturas. Su título lo había recibido en la "Pene Esteit Iuniversiti" de un importante país del hemisferio Septentrional. En la guardia del Hospital cada vez que llegaba un accidentado, la tarea final de cerrar las heridas estaba a cargo de Luís.
Habían pasado tres años sin tomarse vacaciones por lo cual se habían acumulado. Decidió pasar una temporada de descanso en una perdida isla del Pacífico Sur.
Por alguna extraña razón la noticia llegó al gobernador de la Isla, que no teniendo nada que hacer y alcanzado por el aburrimiento, pensó que podría tener una plática entretenida con este especialista.
Una vez que Luís se acomodó en el hotel, el Gobernador, Don Prudencio Guerra, lo invitó para el almuerzo. Así departieron de muchas cosas, bastante poco interesantes para Luís, pero algo entretenidas. Usos y costumbres del lugar, comportamiento de las mujeres, etc. Se despidieron y Luís se dedicó a vagar por las calles, ir a la playa, jugar golf.
Unos días después, alborotado y con la cara desencajada, entra en el despacho del Gobernador Prudencio, su ayudante, don Perfecto Negro.
PN: ¡Don Prudencio! ¡No se imagina lo que ha pasado!
PG: Tranquilo, ¿Qué ha pasado?
PN: Acaba de morir el Dr. Cesáreo Resaca, nuestro Médico Ceremonial.
Aclararemos a los señores lectores que en esa isla era costumbre ancestral, una verdadera tradición, una ceremonia con las jovencitas, que a la edad de 15 años permanecían solteras (la gran mayoría) se les cosía la concha. La noche de la boda, el flamante marido primero descosía la entrada y luego las desfloraba.
Por ese motivo las mujeres solteras debían caminar despacio y no separar mucho sus piernas a menos que quisieran sentir un fuerte dolor en sus entrepiernas. Muerto Cesáreo, no había en la isla quién condujera la ceremonia.
PG: Efectivamente es una cosa grave. Debemos resolver esto inmediatamente.
Capítulo II
Don Prudencio Guerra era de tomar decisiones rápidas y drásticas. Subió al auto y le indicó al chofer dirigirse al hotel donde se alojaba Luís Singer. Éste estaba sentándose a la mesa para almorzar cuando vio entrar a Don Prudencio, que casi corriendo se acercó a su mesa.
PG: Discúlpeme Luís, pero debo hablar ahora mismo con Ud..
LS: Pues hombre, siéntese. Será un gusto compartir el almuerzo con Ud.
PG: Le agradezco que sea, además, de esta manera. No quiero causar revuelo. Ha ocurrido algo terrible. Acaba de morir el Dr. Cesáreo Resaca.
LS: No me diga que tienen un parto con dificultades y don Cesáreo murió.
PG: Hombre, no estoy para bromas. El Dr. Cesáreo era el responsable de la Ceremonia.
Ante la cara de Luís de no entender de qué estaba hablando Prudencio explicó con detalle la ceremonia.
PG: Es así mi querido Luís que he pensado que nadie mejor que tú para reemplazarlo.
LS: ¡Pero en mi vida he cosido una concha! Eso es una barbaridad.
PG: Barbaridad o no debemos continuar con el rito. Caso contrario podemos tener una revuelta popular de consecuencias imprevisibles.
LS: Alguno sabe los detalles de esa intervención.
PG: Nadie. Los detalles se los llevó a la tumba.
LS: Pues me pones en un aprieto. Por ejemplo. ¿Cuántos puntos aplicaban en cada vulva? ¿Qué distancia entre puntos? ¿Se concentraban en la parte inferior, cerca de la entrada de la vagina?.
PG: Hombre!, no soy médico. No tengo la más puta idea. Lo único que podemos hacer es juntarte unas veinte jóvenes que tengan su concha cosida y tú las revisas para responder esas preguntas.
LS: Es una posibilidad, pero ¿Cómo lo tomarán que un extranjero se dedique a revisar conchitas cosidas de niñas vírgenes?
PG: Por eso no te preocupes. Yo me encargaré. Ahora deberemos ir urgentemente a la sala del templo donde se llevaba a cabo la Ceremonia, para ver que tengas todo lo que necesites.
Finalizado el almuerzo se dirigieron al lugar indicado. Luís se sorprendió. Por suerte el Dr. Cesario tenía buen instrumental y moderno y toda la sala mostraba una pulcritud envidiable. Una amplia camilla ginecológica ocupaba el centro del lugar.
LS: Veo que hay todos los elementos necesarios, excepto una. La anestesia.
PG: ¡Pero no se usa anestesia! Se les cose la conchita sin alivio alguno.
LS: Pero eso es una barbaridad.
PG: Pues es así. Deberás coser las conchas sin anestesiarles ni colocarles nada que las alivie.
LS: ¿Había alguien que asistiera al Cesáreo en la operación?
P.G: No.
Dos días después había cinco jóvenes que mostrarían cómo tenían cosidas sus rajas. Pasó la primera.
LS: Quítate las bragas y te acomodas en el sillón.
La joven hizo lo indicado y separó las piernas todo lo que pudo, exponiendo su sexo cerrado. Luís lo examinó detenidamente. Era una buena costura, muy prolija. Le habían dado unos doce puntos. Luego tomó la cámara fotográfica para documentar el trabajo hecho por el Dr. Cesáreo.
Así pasaron las cinco jóvenes citadas para ese día. Aunque no quería admitirlo abiertamente, Luís había estado al palo desde la primera joven que mostró su vulva. No entendía bien el por qué. Había visto centeneras de mujeres desnudas en su profesión, pero esas rajas cosidas...
Al día siguiente llegaron otras cinco jóvenes. Éstas eran algo mayores, entre 18 y 22 años. Nuevamente un examen detallado, las fotos y ahora tomando algo de confianza tocaba casi descaradamente las conchas de las muchachas. Incluso indicó a tres de ellas que se desnudaran completamente para observar efectos secundarios producidos por la cosida de sus conchas. Obviamente era solamente una excusa para mirar de cuerpo entero y algo turbadas, esas muchachas que tenían buenos cuerpos.
Durante las tres horas que duró la revisión, Luís mantuvo la erección que no pudo calmar durante ese tiempo. Por la noche tenía ganas de usar una vagina urgente. Afortunadamente el hotel le suministró lo que necesitaba. Una dama de compañía calmó sus urgencias.
El tercero y cuarto día fueron similares. Había tomado algo más de cien fotos, no solamente de las conchas cosidas sino de los cuerpos desnudos de todas las jóvenes ya que invariablemente las hacía desnudar completamente. Luego de descargarlas en su computadora, procedió a estudiarlas. Finalmente se fue a ver al Gobernador Guerra.
LS: Prudencio, nada en especial. Creo que lo haré sin dificultad. Me preocupa eso de hacerlo sin anestesia.
PG: No te preocupes. Lo que debes hacer es atarlas fuertemente tanto las piernas como los brazos y la cintura. Según me había comentado el Dr. Cesáreo Resaca las hacía desnudar completamente para ver la reacción de distintas partes del cuerpo. No me he enterado que las amordazara. Sí tengo conocimiento que algunas veces se escuchaban gritos de las jovencitas cuando les atravesaba los labios vaginales con las agujas para coserlas..
LS: Hacerlas desnudar completamente era por una razón muy importante. Al Dr. Cesáreo le gustaba ver las tetas de las jovencitas cuyas conchas cosía, según pude constatar en un libro de procedimientos que él tenía. Te diré que hice desnudar completamente a algunas de las muchachas que vinieron y les tomé fotos desnudas. Si quieres algún día te las muestro.
PG: Sí que me gustaría, pero de eso no debe enterarse nadie.
LS: Por supuesto, todo esto es muy confidencial y puedo asegurarte que la isla está habitada por mujeres deliciosas. He tenido que pedir ayuda en el hotel para que me consiguieran alguna puta para calmarme, pero espero hacerlo sin necesidad de pagar por el servicio.
PG: No nos alejemos del motivo principal. Ya hay anotadas 18 para ser cosidas. En estos días que no se realizó la Ceremonia, se juntaron los pedidos.
LS: Bien, mañana comenzaremos con la primera a las 8 en punto.
Capítulo III
A las ocho de la mañana ya estaba todo dispuesto para recibir a Inocencia Martínez y practicarle la Costura Ceremonial. Pasó a la sala esperando las indicaciones de Luís.
LS: Quítate toda la ropa y te acuestas en el sillón.
IM: ¿Debo quedar toda desnuda? Solamente me tiene que hacerme algo allí abajo.
LS: Mujer, soy médico y debo hacer mi trabajo con mucho cuidado. Vamos, quítate todo. ¡Ahh! Allí abajo se llama vulva, concha, coño, etc. Como quieras llamarlo pero no es "allí abajo".
Inocencia comenzó a quitarse la ropa hasta quedar totalmente desnuda. Se recostó en el sillón. Luís comenzó a atarle prolijamente las piernas, bien separadas para tener fácil acceso a la concha. Luego le ató los brazos y las manos para inmovilizarlas completamente. Luís nuevamente sintió una erección. En su vida había realizado cientos de costuras, claro que no en las conchas de jovencitas, y no comprendía por qué esa excitación.
Preparó la aguja, desinfectó la zona y comenzó a clavar la aguja. Mientras comenzaba a empujar para atravesar el labio izquierdo observó cómo se contraía el culo de la Inocencia. Observó su cara. Sus ojos se habían entrecerrado. Siguió empujando hasta que el hilo pasó del otro lado. Venía ahora el pinchazo en el labio derecho.
Luís lo hacía lentamente, lo cual aumentaba el sufrimiento de la joven. Una vez que hubo atravesado ambos labios observó nuevamente el rostro de Inocencia. Un par de lágrimas corrían por sus mejillas. Tomando los extremos del hilo hizo un nudo que remató con otro para asegurar que no se soltara. El primer punto cerrando la concha de la joven estaba dado.
Comenzaba con el segundo. Su erección y las ganas de descargar su esperma estaba en su máximo punto, pero debía continuar con la tarea. Comenzó a clavar la aguja nuevamente. Esta vez lo hizo más lento aun. Ahora eran muchas las lágrimas que partían de los ojos de la joven pero aun no se quejaba. Atravesó ambos labios y anudó el hilo. El segundo punto ya estaba colocado.
Promediando la tarea en el tercero, Inocencia no pudo contener un gemido. El dolor se le hacía insoportable. Luego que Luís anudó el tercer punto se retiró hasta el baño. Así no podía seguir. Ayudado por su mano descargó la leche en el inodoro y regresó a la sala.
Así continuó la costura. Por precaución le cerró la raja con catorce puntos. Ahora estaba absolutamente imposible de ser penetrada siquiera por un palillo. La orina y la menstruación deberían filtrarse a través de la fisura que quedaba entre ambos labios.
Luís había terminado su tarea. Sin embargo no quiso dejar de observar las tetas de Inocencia. Los pezones estaban erectos, de color rojo intenso. Agarró la parte pulposa de los senos. También estaban duros tersos. Parecía que Inocencia se había calentado a pesar del dolor. Sus ojos entrecerrados y su boca ligeramente abierta le daban una sensación de estar muy lejos del consultorio.
Luís le levantó más las piernas para mirarle el agujero del culo. Ahora estaba distendido. Luís tuvo la sensación que ese agujero pedía ser penetrado. Mirando con detenimiento le preció que por allí antes había entrado algún objeto.
LS: Con la confidencialidad del caso, ¿Te has metido algo en el culo? Veo tu agujero algo dilatado.
Inocencia se puso a llorar al comprobar que Luís se había percatado que alguna vez la había recibido por atrás. Cuando se calmó le imploró a Luís que guardara el secreto.
LS: Por supuesto. Estas cosas las hablaremos tú y yo solamente. Cuéntame algo al respecto.
IM: Usted sabe que aquí se valora mucho la virginidad y por eso esta costura tan dolorosa en la concha. Las adolescentes estamos muy calientes y queremos ser penetradas, pero no podemos hacerlo por la concha. Entonces ponemos el culo para que nos cojan. Me la metieron por atrás seis veces.
LS: Es decir Inocencia, que has perdido tu inocencia.
IM: No me trate así. Fueron solamente seis veces. Pero por favor, que no lo sepa nadie.
LS: No lo sabrá nadie por mi boca, pero me imagino que los felices varones que te cogieron por el culo pueden estar desparramando la noticia.
IM: No, todos sabemos que debemos guardar el secreto porque ellos también estarían perjudicados por haberse atrevido a cogerse un culo. Por eso todos callamos.
LS: Revisemos nuevamente esta conchita. Si, está bien cosida. Te tomaré algunas fotos de la concha y de cuerpo entero para tener antecedentes de esta Ceremonia. Ahora deberás caminar con cuidado. Si quieres seguir cogiendo por el culo, espera por lo menos una semana para evitar desgarros.
Terminaba así el primer servicio Ceremonial. La conclusión de Luís era que necesitaría la ayuda de alguna puta para descargar su semen en una vagina y no en el baño. Se lo comunicó de inmediato a Prudencio Guerra, que le comentó que al día siguiente tendría a su disposición lo que necesitaba.
La segunda jovencita, Julieta Barrios, tenía aspecto de tener mayor edad. La hizo desnudar y le indicó que se ubicara en el sillón ginecológico y calzara las piernas en el soporte.
La concha esta húmeda y Luís supuso que su dueña estaba muy caliente. Le levantó las piernas y observó el ano. No parecía haber sido penetrado.
LS: Dime, ¿has recibido alguna polla por el culo?
JB: Nooo!. Soy virgen también del culo.
LS: Era lo que me imaginaba, lo tienes muy cerrado y además estás muy caliente. Lo veo por el flujo de tiu vagina.
JB: No sé qué me quiere decir. Yo nunca he cogido y no sé qué es estar caliente.
Luís comenzó a acariciar la concha de Julieta, cuya calentura iba en aumento.
JB: Hay doctor! Me está tocando en un lugar No puedo más.
LS: quizás no pueda coserte la concha. A pesar de la Ceremonia será mejor no coserte.
JB: No puede hacerme esto. Si no salgo con la concha cosida, seré tratada con desprecio.
LS: La única solución que veo es hacerte llegar al orgasmo antes de coserte, pero no con los dedos.
JB: ¿Qué me está sugiriendo?
LS: Que cierres los ojos y yo pueda penetrarte y luego coserte como si fueras virgen. El día que contraigas matrimonio, tu flamante marido verá que tienes la concha cosida y no imaginará que no eres virgen.
JB: Doctor, si usted considera que es lo mejor, proceda. Cójame.
Esa vez Luís no debió recurrir a sus manos para calmar la erección.
Capítulo IV
Al día siguiente se presentaron cinco jóvenes para que Luís eligiera cuál sería la encargada de atender sus necesidades. Las cinco eran putas no muy conocidas en la isla y sus clientes eran únicamente gante con abultadas cuentas bancarias
La elección entre las cinco putas no era sencilla. Una mejor que otra. Las hizo desnudar a todas y procedió a revisarlas con detenimiento. Finalmente eligió una que le parecía que tenía poco uso. Luego de un prolongado interrogatorio en el cual se enteró que Virginia, tal era su nombre tenía 20 años pero hacía solamente un mes había comenzado con la profesión. Decidió hacer una prueba, penetrándola no solamente por la concha sino también por el culo. La prueba resultó satisfactoria y la joven Virginia, desde ese momento, estaría pronta a recibir la leche de Luís cuando éste se excitaba por coser conchitas.
LS: Virginia ¿Te han cosido la concha alguna vez?
V: No, por suerte mi mamá nunca quiso esa ceremonia. Así he podido usarla sin problemas y desde hace un mes más intensamente.
LS: No es difícil que las chicas a las que les coso la raja chillen, griten o giman. No debes preocuparte por eso. Por otra parte estarás vestida con una falda corta y sin pantaleta. De esa manera cuando quiera cogerte sólo deberé levantar la falda y tú separar las piernas.
V: Bien señor. Así lo haré.
Esa misma tarde debía atender a una joven, hija de un poderoso comerciante, que le había encomendado que hiciera el mejor trabajo. Estaba dispuesto a pagar algo extra.
Generosa Escurra era el nombre de la joven. También le indicó que se desnudara completamente.
GE: ¿Para qué quiere que me quite el sostén? ¿Me va a coser los senos?
LS: Por supuesto que no voy a coserte los senos, pero viendo cómo reaccionan tus pezones mientras realizo el trabajo, valorizo tus reacciones y puedo ver cuándo debo dejarte descansar.
La joven Generosa se sacó el corpiño y lo dejó a un lado. Luís observó que la zona en la que debía trabajar estaba totalmente depilada. Viendo que Luís concentraba su mirada allí le dijo
-Me depilé para facilitarle la tarea. Así le será más sencillo.-
LS: Así es. Mejor que estés depilada. Acuéstate aquí con las piernas separadas.
Luís ató las piernas y los brazos y luego separó más aun el apoyo de las piernas. La concha estaba totalmente abierta. El clítoris asomaba notablemente. Allí se le ocurrió que como su padre lo había pedido, le haría una costura especial. Le cosería primero los dos pequeños labios interiores y luego los de la vulva. Esa idea le producía una incipiente erección. Preparó la aguja e hilo.
Comenzaría desde la parte inferior del interior para ir ubicando los puntos hacia arriba. Comenzó a clavar la aguja. Generosa comenzó a quejarse con desesperación. Parece que la aguja que estaba usando Luís no tenía la punta muy afilada. Sin embargo el médico siguió empujando hasta que finalmente atravesó los dos pequeños labios.
Los quejidos de la joven llenaban la sala. Luís comenzó a sentir la erección. Sin embargo se retuvo hasta haber dado los cinco puntos previstos en la parte más profunda de la concha de Generosa que seguía gritando y quejándose del dolor. Luís fue hasta la habitación contigua donde esperaba Virginia, quién al verlo entrar de inmediato se levantó la falda y separó las piernas, ofreciendo su sexo. El médico acabó dentro de ella.
Ahora más tranquilo, podría proseguir con la costura de Generosa, quién al verlo entrar nuevamente se estremeció con anticipación al dolor que soportaría. Antes de continuar con su tarea quiso observar con detenimiento la conchita de Generosa. Por la posición que tenían sus piernas, la vagina estaba bien abierta pero esos labios interiores así cosidos se mostraban realmente excitantes. Luís quedó conforme con su obra y tomó la cámara fotográfica para registrar tan original costura.
Cuando cosiera la vulva, quedarían esos labios ocultos. Solamente el día del casamiento de Generosa su marido se encontraría con la sorpresa de la doble costura, aunque no le impediría cogerse a su flamante esposa y luego cortar los otros hilos.
Dado el efecto anterior de atravesar las carnosas intimidades de la joven con una aguja poco afilada, tomó otra que desafiló más contra un trozo metálico. Ya se anticipaba que los gritos de Generosa serían generosos. Verificó que las ligaduras de las extremidades de la joven estuvieran firmes. Por seguridad ajustó fuertemente una correa en la cintura y otra debajo de las tetas.
Miró por última vez los labios interiores cosidos y comenzó a clavar la aguja en los labios exteriores. Tal como estaba previsto los gritos de desesperación de Generosa llenaron el local. Luís continuó como si nada estuviese pasando. Así ató fuertemente los doce nudos que cerraban la vulva de Generosa. Ésta lloraba abundantemente. El dolor en su concha se hacía insoportable, pero debía aguardar hasta que Luís la desatase para siquiera mirar su entrepierna.
Una hora después Generosa salía de la Sala. Apenas podía desplazarse. Tal era el dolor en su entrepierna
Capítulo V
Así continuó Luís hasta que estaba llegando al final de su descanso, que no había sido tal. Había tenido que trabajar duro, pero en una tarea más grata que la hacía normalmente en el hospital de su ciudad. Se reunió con el Gobernador para indicarle que se volvía a su país.
PG: ¡No puedes hacerme esto! Cómo arreglo este asunto. Te contrato por el monto que quieras pero debes seguir aquí.
LS: Yo tengo todas mis cosas allá. No puedo quedarme aquí así como así.
PG: Me han dicho que le has tomado el gusto a coser conchitas. Dime qué quieres para quedarte.
LS: No lo sé todavía. Déjame pensar. Es cierto que está lindo eso de coser conchitas, ver tantos cuerpos desnudos de jovencitas y cogerse a Virginia y, de vez en cuando, algunas de muchachas vírgenes que vienen, pero es una decisión difícil.
Luego de mucho meditar y discutir llegaron a un acuerdo. Luís se quedaría allí siguiendo con el rito. A cambio recibiría una muy buena paga. Virginia seguiría a sus órdenes para presentar su sexo todas las veces que lo requiriera, con posibilidades de cambiar o tener más de una puta a su disposición y continuando desvirgando jovencitas cuando la ocasión lo permitiera.
Capítulo VI
Ya instalado definitivamente en el lugar Luís cosía conchas tres veces por semana. Normalmente hacía cuatro costuras cada día. Había adquirido una buena habilidad, lo que no quería decir que a las jovencitas les resultara menos doloroso. Lo hacía de manera tal que cada una que pasaba por allí terminaba con los ojos rojos de llorar por el dolor sufrido.
Una tarde se presentó una mujer de 26 años, pidiendo hablar con Luís. Cuando éste la atendió, Sinforosa Méndez expuso su problema.
SM: Mire doctor. A mí me cosieron mi raja cuando cumplí los 15 años. Así estuve hasta mi casamiento a los 25. Allí mi marido cortó los hilos para comenzar nuestra vida íntima. Pero un accidente se llevó al pobrecito a los seis meses de casada, hace justo un mes. ¡Más de diez años con la conchita cosida! Cuando comienzo a usarla, se me muere mi marido. Quiero que me cosa la concha otra vez.
LS: Vamos por partes. Aunque se la cosa nuevamente Ud. no volverá a ser virgen. Simplemente estará impedida de coger y entiendo que así no es el rito.
SM: Eso es lo que quiero. No coger más. Solamente con recordar la pija de mi marido, dura, penetrándome, me excita y debo guardar recogimiento en su memoria.
LS: No la entiendo. Lamenta haber estado cosida 10 años y usar su concha sólo 6 meses. Ahora quiere que se la cosa otra vez, con lo que no podrá usarla, pero esa es una decisión suya. Pero debemos estudiar bien el caso para buscar la mejor alternativa. Ud es una mujer joven y le hará bien coger periódicamente para aplacar sus ansiedades luego de haber estado casada.
SM: Pero al mismo tiempo debería ser castigada por coger. Qué me sugiere Ud.
Luís pensó para sus adentros que esta mujer estaba completamente loca. Era absolutamente incongruente lo que decía, pero decidió continuar con la farsa
LS: Una buena solución es que cada vez que Ud se echa un polvo, reciba un buen castigo en la concha por haberlo hecho. Lo mismo puede ser si se masturba con un vibrador o un consolador.
SM: Pero ¿Deben descoserme la concha? y luego, ¿Quién me castigaría? ¿Quién asumiría semejante tarea?
LS: Yo puedo ofrecerme para castigarla en la concha.
SM: ¿Y cómo sería el castigo?.
LS: Hay muchas posibilidades. La más sencilla es coserle la concha con hilo bien grueso. Suele ser bastante doloroso.
SM: Hay doctor, ¿por qué no me hace una demostración?
LS: Le haré una prueba Sinforosa. Así podrá apreciar mejor lo que le digo. Desnúdese y acuéstese en la camilla.
La mujer se quitó la ropa. Un espeso vellón de pelo cubría parcialmente la raja que dejaba escapar un poco de flujo. La tía se había calentado. Una vez bien amarrada, y con la concha expuesta, Luís decidió ocuparla con su propia pija.
Luís buscó una aguja bien gruesa e hilo también de buen diámetro. Ya iba a comenzar a coser cuando se le ocurrió una brillante idea.
LS: Sinforosa, no puedes ser castigada si no has cometido la falta para lo cual está previsto el castigo. Te voy a coger para que de esa manera haya motivos para castigarte.
SM: Doctor, estoy atada y no me puedo defender. No podré evitar ser abusada y violada por usted. Luego seré castigada.
Luís no dijo nada. Simplemente observó con más detalle la raja, cuyo flujo se escapaba y bajándose los pantalones arremetió contra la concha. Sinforosa dio un grito entre placer, dolor y vergüenza. Virginia estaba un poco celosa. No demoró mucho Luís en dejar su semen en la vagina de la mujer. Tampoco Sinforosa demoró en correrse con un gesto de placer.
SM: Debo ser castigada por coger. Cósame la concha.
Luís tomó nuevamente la aguja y comenzó a clavarla en la delicada piel. Sinforosa se revolvía ahora de verdadero dolor. Luís continuaba con la costura.. Cuando hizo el último nudo la joven estaba exhausta de sus gemidos y del dolor.
Cuando se incorporó, ya libre de las ligaduras y comenzó a vestirse, agradeció profundamente a Luís, prometiendo volver cuando cometiera esa falta.
Luís pensó para sí: "esta mujer está completamente loca, pero si está caliente y quiere coger pues le haré el favor.
Para no extralimitarnos con detalles, podemos afirmar que Sinforosa concurría al consultorio por lo menos una vez al mes. A veces porque había cogido, otras porque quería que Luís lo hiciera y luego la cosiera nuevamente.
De tanto clavar la aguja, los labios vaginales ya tenían agujeros permanentes, por lo que el castigo y dolor de ser cosida ya casi no existía. Fue entonces cuando Luís decidió ir un poco más allá y cerraba la concha de Sinforosa con ganchos metálicos, cuya colocación era también dolorosa
Ya afincado en el lugar, hacía su trabajo rutinariamente y no necesitó la presencia de alguna puta para descargar sus ganas. Por una parte alguna jovencita que era desvirgada en el consultorio y alguna mayor que concurría tambien para recibir los favores del Dr. Singer, cuya placa en la entrada del consultorio decía:
Dr Luís Singer
Costuras en la Vulva
Sus servicios eran cada vez más requeridos por viudas, separadas, divorciadas y ansiosas, pero no precisamente por costuras sino por servicios adicionales que el Dr. Singer prestaba
FIN