Trabajos verticales

Trabajar en casa en pleno verano con una cuadrilla de paletas arreglando la fachada no parece un gran plan.

Está siendo un día horroroso. El bochorno es insoportable y en el piso no corre ni una brizna de aire. Por si fuera poco los paletas que están reparando la fachada llevan toda la mañana picando y taladrando la pared para poner las grapas que sujetarán las grietas que tenía. Si no fuera por las ganas que teníamos Jorge y yo de tener la fachada reparada me estaría cagando en todo. Lo que está claro es que no consigo concentrarme en el redactado final del memorando. Es un problema. Debería tenerlo para mañana y si no me pongo las pilas me veo trabajando toda la noche.

Es imposible. Los paletas no paran de hacer ruido y comentarios entre ellos. Comentarios típicos de paleta. Esto de tenerlos colgados frente las ventanas de la galería me distrae continuamente la atención. En la reunión de vecinos escogimos a esta empresa para los trabajos de reparación de la fachada porque la pareja de los bajos les había contratado unos meses atrás y habían quedado satisfechos con ellos, además, al trabajar colgados de unas cuerdas se ahorraba el coste del alquiler de los andamios. La pela es la pela. Pero tener cuatro tíos colgados ante tu ventana dando tumbos de aquí para allá como si fueran spiderman no es tranquilizador.

No diré ahora que todo sea negativo. El calor aprieta para todos y aparte de el material de seguridad (cinturones y arneses donde van atadas las cuerdas) solo llevan puestos unos pantalones cortos. Un par de ellos son chavales jóvenes, de veinte-y-pocos, y están de buen ver: morenos y fibrados, con sendas tabletas de chocolate y unos pectorales moviéndose al ritmo de las acometidas con el cincel y la pica. Los otros dos parecen más expertos, son los que dan las órdenes y consejos. Un de ellos es grande, muy grande. Da la impresión que en su día debía estar realmente cachas pero ahora está en baja forma. El cuarto debe ser el jefe y es el único que lleva una camiseta ajustada sin mangas. Los cuatro están sudando con ganas. Al sudor, que les cae por el torso, hay que añadir todo el polvo que generan con su trabajo, que se les engancha en los brazos, el pecho y los pantalones.

Pero lo cierto es que no me está ayudando nada distraerme contemplando cómo trabajan los paletas. En la pantalla del ordenador el cursor no se ha movido desde hace un cuarto de hora. Respiro hondo y noto la ropa enganchada a la piel. Si estuviera sola me pondría más cómoda pero las circunstancias no lo permiten. El sujetador me está marcando la piel al rojo y noto los pantalones húmedos contra el asiento. Quizá lo mejor sea dejarlo un rato y relajarme. Ahora no conseguiré nada.

Los golpes en la puerta abierta del estudio me hacen saltar por el susto. Uno de los chavales jóvenes se disculpa con la mirada y hace ademán de preguntarme algo. Es el que lleva un tatuaje de un dragón en el hombro derecho. Dado que también tienen que arreglar los bajantes entran y salen de casa por las ventanas de la galería. Me levanto y me acerco a él preguntándole qué quiere con un “¿Sí?”. Me pregunta si puede lavarse las manos al tiempo que me las enseña, sucias y sudadas. Le digo que por supuesto, y le indico que le irá mejor el jabón de los platos y le hago acompañarme a la cocina.

Una vez en la cocina recuerdo que esta mañana he lavado los platos de la cena y el desayuno y he recogido la bayeta y el jabón. Abro la puerta del armario bajo la pica y me inclino a coger el jabón. Es un movimiento instintivo, rutinario. Al inclinarme hacia delante doy un paso atrás para poder abrir la puerta. Mi culo entonces choca con el paleta, que me había seguido hasta la cocina. Tardo una décima de segundo en reaccionar y cambiar de postura hacia un lado arrastrando mi culo por su entrepierna. Es innegable lo que ha sucedido, pero ha sido accidental. Intento controlar el rubor y la vergüenza centrándome en la botella de Fairy. Cuando me incorporo, dejo la botella sobre el mármol de la cocina y me vuelvo hacia él. El muy cabrón está sonriendo. Pues me alegro que te haya gustado, ¡hijo de puta! Le digo que ahí tiene el jabón y salgo de la cocina pasando a su lado sin rozarle lo más mínimo. ¡Será cabrón! Solo me faltaba estar cabreada por una tontería. Quizá no estuviera sonriendo por haberle plantado el culo en la bragueta, pero vaya, solo le ha faltado tocarse el paquete. Mierda de día!

Ya vuelvo a estar sentada ante la pantalla del ordenador y sin saber qué escribir. Me conecto al MSN para chatear un poco con Jorge. Me pregunta cómo va el día y le explico que con tanto jaleo es imposible hacer nada. Me pregunta cómo van los paletas y me dice que les recuerde que tienen que arreglar los desperfectos que han provocado en la galería y el baño con las grapas. Le respondo que no se preocupe. Pero ya le vale. Soy yo quien se ha pasado los tres últimos días encerrada en casa con el calor y el ruido mientras él está tan tranquilo en la oficina, con aire acondicionado y máquina de café. Me despido con un beso y me desconecto.

Me vuelve a la mente el contacto con la entrepierna del capullo de la cocina y me imagino su polla contra mi culo durante unas décimas de segundo. ¿Será posible!? Ahora además me pongo a fantasear, a hacer llamadas a la función de tacto de mi culo para ver si durante esa fracción de segundo registró alguna forma más definida, algo más duro. Noto como la cara se me calienta por momentos. Está claro que hoy no saldrá nada bien. Pellizco la tela de la camiseta y la muevo para ver si hace algo de aire. Me llega el olor caliente a sudor de mi cuerpo. Joder. Necesito una ducha. Una ducha fría. Dudo un momento si es buena idea, pero solo faltaría que no pudiera ducharme en mi propia casa.

Salgo a la galería y paso por delante de cuatro hombres semidesnudos intentando no mirarles. Entro en el cuarto de baño y cierro la puerta con pestillo. Respiro hondo y disfruto por un momento de algo parecido a la intimidad. Abro el agua de la bañera para poner en marcha el termo y me quito la camiseta y los sostenes. Oohhh, por favor, ¡que gusto! Me cojo los pechos pasando los dedos por las marcas de los aros. Esto es una tortura. Al girarme hacia la ventana del baño me quedo de piedra tapándome los pechos con las manos. A través del vidrio traslúcido se dibuja borrosa la figura de uno de los paletas. Pienso si el tío me está espiando, pero evidentemente no puede ver nada. ¿O sí? No, no. Vaya, no creo. Por si acaso me alejo de la ventana antes de quitarme el pantalón. Entonces caigo en que no he cogido ropa limpia. ¡Vaya rollo! Pero ahora no volveré a vestirme para ir a buscar la ropa. Decido meterme en la ducha y quedarme un buen rato bajo el chorro de agua fresca.

Después de secarme me ato bien el albornoz y compruebo en el espejo que no se me ve nada. Cojo la ropa sucia, la envuelvo con la camiseta, me la pongo bajo el brazo y salgo del baño igual que entré. Sin fijarme en los hombres semidesnudos que cuelgan frente a la galería. Me dirijo a mi habitación y cierro la puerta tras de mi. Desplazo la puerta corredera del armario y abro el cajón de la ropa interior. Decido ponerme un tanga, mucho más fresco que las braguitas que llevaba. Con el tanga puesto me desato el albornoz y lo dejo sobre la cama. Dudo si ponerme sujetador. Pienso en qué camiseta me podría poner sin sujetador, no quiero ir marcando pezones con los paletas delante. Decido evitarme vergüenzas y ponerme un sujetador sencillo, sin aros, y una camiseta de verano pero recatada.

Entonces alguien llama a la puerta de la habitación. “¿Señora?” Sobresaltada vuelvo a taparme los pechos, aún desnudos, con las manos. “Un segundo, por favor”. ¡Será posible! El tío podría esperarse un poco, ¿no? Busco el albornoz y me lo pongo rápidamente antes de abrir la puerta. Me encuentro de cara con el mismo chaval de antes en la cocina. Sigue sonriendo. Tiende la mano hacia mi me muestra mis bragas. “Se le ha caído esto en la galería”. Joder. Se las cojo rápidamente y noto como la cara me vuelve a hervir. “Gracias” y le miro. Su mirada, en cambio, está clavada en mi pecho. Bajo la cabeza y veo que mi teta izquierda asoma por la abertura del albornoz. Rápidamente corrijo el desliz provocado por las prisas en ponerme el albornoz. Me obligo a mirarle a la cara y veo que su sonrisa se ha ampliado. “Tiene unos pechos muy bonitos”, dice el cabrón antes de volverse al trabajo.

Vuelvo a cerrar la puerta y me siento en el borde de la cama con la cara escondida entre las manos. Dios mío. Me siento avergonzada como nunca lo había estado. Exhibiéndome ante un chaval. El incidente de la cocina, las bragas y ahora esto. ¿Qué debe estar pensando de mí? No me extrañaría que pensara que le estoy provocando, que me lo quiero tirar. Seguro que ahora lo está explicando a sus compañeros. El tío debe pensar que me tiene colada, que me abriré de piernas ante él. Ahora que me ha visto un pecho me debe estar imaginando desnuda. ¡Oh, Dios mío! Después de lo de la cocina seguro que se imagina enculándome a cuatro patas, agarrándome con sus fuertes manos de las caderas y haciéndome botar las tetas con cada embestida. Joder, hace un calor de mil demonios en esta habitación. No puedo evitarlo. El tío seguro que es un chulo de discoteca, con esa sonrisa, el tatuaje y lo fibrado que está seguro que se tira a todas las chavalitas que quiere. ¡Mierda! Tengo que dejar de pensar en esto, me estoy poniendo caliente. Pensar en los cuatro tíos macizos que tengo ahí fuera no ayuda. Tengo que parar.

Me vuelvo a levantar y cojo un vestido de estar por casa del armario. Paso del sujetador. Tengo mucho calor. Me pongo el vestido que es blanco, ligero y holgado, perfecto para esta época. Salgo de la habitación directa a la cocina a beber un poco de agua fría. Noto el agua bajar por mi garganta como un cubito de hielo fundiéndose por el calor que irradio. Antes de cerrar la nevera veo unas cervezas en el fondo del compartimento de bebidas y decido llevarlas por si alguien quiere refrescarse. Me parece buena idea normalizar la situación. Cojo una bandeja y saco cuatro cervezas, cuatro vasos y la botella de agua.

Cuando entro en el comedor con la bandeja me fijo en que después de devolverme las bragas y verme el pecho el chaval se ha quedado en la galería, ayudando desde dentro a sus compañeros. Dejo la bandeja sobre la mesa del comedor. Me armo de valor y me acerco a ellos. “¿Alguien quiere una cerveza o un poco de agua?” “Nunca se le dice que no a una cerveza” dice el chaval del tatuaje. Desde fuera oigo como el jefe dice que ahora mismo ellos no pueden pero que la aceptarán de buen grado un poco más tarde. Cojo el abridor de un cajón del mueble del comedor y hago palanca para quitarle la chapa a la botella. La chapa sale volando y cae al suelo. Le paso la cerveza y me agacho a recoger la chapa. Cuando me levanto él tiene la mirada clavada en mi escote. No hace falta que lo compruebe. El vestido que llevo es holgado y ahora mismo debe tener una vista excepcional de mi tetamen. Bajo la mirada y me encuentro con sus pectorales y sus abdominales, morenos y brillantes de sudor. Noto como la entrepierna se me hace agua.

De nuevo una ola de calor me invade el cuerpo. Necesito algo fresco y cojo otra cerveza, la destapo y me la llevo a la boca con ansia. Con demasiada ansia. El líquido amargo me llena la boca e incapaz de tragarlo se me escapa por entre los labios y me resbala por la barbilla. Para no ahogarme separo la botella de mis labios y un nuevo chorro de cerveza va a parar a mi pecho. Miro hacia abajo y compruebo que la tela húmeda se ha enganchado a mi busto. Las aureolas y los pezones son claramente visibles a través del vestido. Rápidamente dejo la cerveza y me tapo con las manos mientras oleadas de calor, vergüenza y excitación me golpean por igual.

Cuando vuelvo a alzar la vista hacia él lo tengo escasamente a un palmo y sus manos se posan sobre mis antebrazos. Estoy paralizada. “Nunca se le dice que no a una cerveza”. No necesita hacer mucha fuerza para separar mis manos de mis tetas y dejarlas caer. Entonces se inclina hacia mí y empieza a besarme el cuello y la clavícula, lamiendo la cerveza en mi piel. Estoy temblando. Me siento como si me fuera a incendiar por combustión espontánea. Estoy paralizada ante un hombre que me tiene cogida de los brazos y me está besando el cuello. Un hombre con un cuerpo escultural, por el que no puedo evitar sentir una atracción animal. Un hombre que huele a sudor y a sexo.

Tengo los ojos cerrados y recibo cada pequeño contacto de sus labios con una explosión en mi vientre. Poco a poco su boca va bajando por mi pecho y dibuja con sus besos el borde del vestido. Noto como sus manos suben por mis brazos hasta los hombros. Sus dedos pellizcan los tirantes del vestido y tiran de ellos. Deja de besarme. Abro los ojos y veo los suyos. Son negros y profundos. Me resultan terriblemente atractivos. El muy cabrón sigue sonriendo. Una vez liberado de los tirantes el vestido cae libre, despegándose de mi busto húmedo de cerveza y cayendo al suelo a mis pies. Aquí estoy, desnuda excepto por el pequeño tanga ante él, que me repasa desvergonzado con la mirada. Me dejo. Tengo un nudo de sensaciones en el estómago y la entrepierna completamente mojada. Su mano derecha se posa bajo mi pecho izquierdo, elevándolo y apretándolo suavemente. Miro abajo y me sorprendo de mi misma por estar dejando que me haga esto. Su mano es grande y mi pecho, ya de por sí pequeño, aún lo parece más entre sus dedos. Noto su pulgar jugando con mi pezón antes de hundirlo a apretar toda la teta con su mano. Entonces vuelve a inclinarse y empieza a chuparme el otro seno, al principio solo el pezón pero poco a poco introduce más y más teta en su boca. Oigo el ruido de la succión y de su saliva lubricándola. Repasa completamente mi pecho con la boca, desde el canalillo a la axila. No noto pudor.

Vuelve a separarse y veo como pasa el otro brazo por detrás de mí y me atrae hacia él. Nuestros labios se encuentran y los míos no oponen resistencia a su lengua, que penetra en mi boca y la explora con impertinencia. No sé lo que estoy haciendo. Noto su torso contra mi pecho y mi vientre. Su mano derecha ha quedado atrapada entre nuestros cuerpos, contra mi pecho izquierdo. Su otra mano resbala por mi espalda hasta la nalga derecha y la agarra con fuerza, atrayéndome y elevándome más hacia él, separándola de su compañera. Su lengua entra y sale de mi boca como si la estuviera follando. Notar sus dedos tan cerca de mi coño húmedo casi me hace perder el sentido. Empieza a mover en círculos la mano con la que me agarra del culo. Estoy a punto de correrme. Entonces libera mi pecho y empieza a mover su mano por mi vientre abajo, pasando mi ombligo e introduciéndola bajo de la tela del tanga. Noto las cosquillas sus dedos en mi vello púbico. Entonces aumenta la presión contra mi carne en el momento en que llega a mi clítoris, que queda atrapado entre dos de sus dedos. Me corro sin remedio. Los escalofríos recorren mi cuerpo y soy incapaz de mantenerme en pie. Intento agarrarme a él, me cuelgo de su cuello. Él me sujeta con fuerza para evitar que caiga y sus dedos se introducen en mi vagina alargando el clímax. Estoy corriéndome durante lo que me parecen dos o tres minutos, abriendo las piernas para notar su mano grande y fuerte contra mi clítoris. Él no deja de moverla arriba y abajo, masturbándome, introduciendo dos dedos en mi coño con cada embestida.

Cuando el orgasmo remite me dejo caer contra él agotada. Él saca la mano de mi tanga y me agarra por detrás, apretándome con cariño. Hacía mucho tiempo que no tenía un orgasmo tan intenso y tan largo. Pero casi no tengo tregua. Vuelve a separarse dando un paso atrás y coloca su mano derecha en mi nuca. No soy tonta, se lo que quiere. Me atrae hacia él, hacia su pecho. Mi boca toma contacto con sus pectorales y mi lengua empieza a jugar con su pezón. El músculo está terso y duro, su piel está salada por el sudor. No me importa, beso y chupo su pecho lamiendo el sudor de su piel. Su mano continúa apoyada en mi nuca y hace ligera presión hacia abajo. Mi mente vuela hacia la inminente mamada. Tengo un deseo animal de introducirme su polla en la boca. Toda su polla. De chupársela con pasión.

Dejo de besarle el pecho y le miro a los ojos. Sin dejarle ir la mirada me pongo de rodillas ante él. Me siento completamente sexual. Levanto el brazo y coloco la mano sobre su paquete. Aprieto y noto la inconfundible presencia de su polla dura. Tengo la urgencia de verle la polla, de tocársela. Empiezo a desabotonar el pantalón y bajo la cremallera de la bragueta. Mis labios y mi lengua recorren sus abdominales mientras mis manos le bajan los pantalones. Cuando ya están en el suelo vuelvo a echar un vistazo, con la cabeza contra su vientre y mirando hacia abajo. Ahora la forma de su paquete es evidente bajo la tela del slip. La polla está dura y erecta, colocada de lado hacia el muslo. Antes de descubrir el misterio la vuelvo a agarrar con fuerza a través del calzoncillo. El chaval da un respingo y noto su polla pulsar entre mis dedos.

Me coloco de frente a él y, con los dedos bajo el lateral del slip, tiró de la tela hacia abajo. Tengo que vencer la presión del elástico contra su pene antes de que éste salga a la luz. Grande y hermoso. Me fijo en las proporciones de su pene. Es un buen espécimen, más largo y ancho que el de mi marido. Unos 18 centímetros quizá. El glande descapulla completamente y está violeta, henchido de sangre. Una vena azul recorre la parte superior del tronco, sobresaliendo bajo la piel. El olor a hombre es intenso. Tiene el vello corto. El cabrón se arregla el instrumento para sus ligues. Un chulo de discoteca, ya lo había dicho. Levanto la mano y le cojo la polla por la base, atrapando sus pelotas en mi palma. No las tiene especialmente grandes y quizá sí un poco hacia atrás, lo cual puede que haga que su pene parezca más largo. Levanto la mirada y le veo la sonrisa de vicio en la cara. La misma que en la cocina o en la habitación unos momentos antes.

¡Ahora verás, cabrón! Con la mano mantengo la polla recta, hacia mí. Aún con la mirada en sus ojos separo los labios, abro bien la boca y empiezo a introducir poco a poco su polla. Tengo especial cuidado en no tocar su pene con los labios o los dientes a medida que va desapareciendo en mi boca. Noto las venas en la base de la polla bombear sangre. Aprieto con fuerza para evitar que se mueva. Durante segundos más y más polla va desapareciendo dentro de mi boca sin que se produzca contacto. Oigo como gime de placer. Está deseando notar la humedad de mi boca. No sabe con quien está jugando. Ahora domino yo la situación y la sensación es tremendamente erótica. Cuando por fin noto la punta de la polla contra la pared del fondo de mi boca cierro los labios. Sé que tengo en mi boca unos diez centímetros de polla. Intento contener las arcadas provocadas por su glande contra la campanilla. Muevo la lengua ensalivando la piel de su instrumento. En ese momento noto como él se convulsiona. Parece que va a correrse. ¿Tan pronto? Sonrío para mí. Por un momento la idea de que se corra en mi boca me disgusta pero enseguida la lujuria retoma el control. Pero parece que se ha controlado. Tan solo noto el sabor ligeramente salado de un poco de semen. Ahora tiene la tubería desatascada.

Empiezo a trabajarme su polla con ganas. Lamiendo, chupando, follándomelo con la boca. Me fijo que me mira con intensidad y eso hace crecer aún más mi deseo. Muerdo suavemente su glande y juego con la lengua en el agujerito de la punta. Mi mirada salta de su polla a sus ojos, pasando por sus pectorales, los músculos de sus brazos. Dejo de cogerle la polla por la base y paso los dos brazos por detrás cogiéndole los glúteos con fuerza, igual que él había hecho conmigo. De esta manera su pelvis empuja más hacia mí y más centímetros de polla entran en mi boca. Veo el temblor en su vientre. En el último momento tengo miedo de que se corra tan pronto. Quiero que primero me folle. Quiero notar su musculatura puesta al servicio de taladrarme.

Dejo de chupársela y me levanto. En su cara reconozco un ligero desencanto. Le beso con pasión, para que note el sabor y el olor de su polla en mi boca. Me separo de él y me dirijo al sofá retándole con la mirada. Me siento sobre el borde del sofá de tela italiana y me tiro ligeramente hacia atrás con las piernas abiertas. Él se mantiene inmóvil, mirando mi entrepierna. En este momento me gustaría estar depilada. Entonces se acerca, se inclina sobre mí y pone las manos sobre las tiras laterales del tanga. Rápidamente levanto el culo y él desliza la tela por mis piernas abajo. Ahora estoy realmente abierta de piernas ante él. Veo que su pene apunta obscenamente hacia mi coño. Muevo la mano a mi entrepierna y con dos dedos separo los labios para mostrarle que mi coño está húmedo y sonrojado, esperandole. Vuelve a inclinarse sobre mí, gateando por el sofá hasta llegar a mis labios y besarme, al principio suavemente, después con pasión. Su lengua pugna por entrar en mi boca y al mismo tiempo noto la punta de su pene en la puerta de mi coño. El tío sincroniza sus movimientos. Su lengua y su polla me penetran a la vez, profundamente. Noto como su polla se abre camino y las paredes de mi vagina se dilatan a su paso. El roce de su glande en mi interior se me hace dulce como el chocolate y me derrito. En mi boca se mezcla la saliva de los dos y mi vagina se lubrica aún más. Cuando empieza a embestir con la pelvis el chapoteo de su polla en mi interior es escandaloso. Poco a poco va acelerando el ritmo. Noto como sus riñones empujan hacia mi interior. Los pectorales se tensan y me agarro a sus brazos, poderosos como columnas. Miro hacia abajo y la visión de sus abdominales y de los músculos de su vientre sudando por el esfuerzo me vuelve loca. Veo su polla perforándome y noto su glande golpeando contra la entrada de mi útero. Mi mundo se llena de sensaciones, el olor a sexo y a sudor, el sonido del sofá bajo sus empujes, la humedad extrema de mi vagina, mis pechos botando y sus músculos tensos y potentes.

Veo en su cara concentración para mantener el ritmo. Le brillan los ojos y el sudor resbala por su frente y sus mejillas y cae sobre mis pechos. Me magreo las tetas y las ajunto formando un canal. Las muevo al unísono arriba y abajo al ritmo de sus embestidas. Tiene los ojos fijos en mis pechos. Noto su excitación en aumento y sus embestidas cada vez son más fuertes. Tengo que volver a agarrarme a sus brazos para que no me vaya empujando fuera del sofá. Él deja uno de los brazos y me agarra el pecho derecho con fuerza. Me lo magrea desconsideradamente y me gusta. Me pellizca el pezón y la mezcla de dolor y excitación me recorre la columna. Noto que me acerco a otro orgasmo y hago fuerza con los músculos del vientre para notar más su polla.

Entonces él se levanta y me propone cambiar de postura. Se sienta en el sofá y me hace colocarme sobre él. Me siento en su falda y su pene me empala sin dificultad hasta el fondo. Me inclino hacia atrás para notar su glande contra la parte anterior de mi vagina, donde más me gusta. Él se incorpora un poco y empieza a succionarme de nuevo las tetas, juntándolas con las manos y apretándolas contra su cara. La postura no permite mucho movimiento. Noto su instrumento contra mi útero. Me siento empalada e inmovilizada. Cuando él vuelve a apoyar la espalda sobre el cojín del sofá yo aprovecho para inclinarme hacia delante y elevar un poco el trasero. Ahora puedo follarlo, poco a poco, cabalgándolo a mi ritmo. Notando como su polla late en mi interior. Mientras le monto, cada vez más frenéticamente él me coge del trasero. Sus brazos largos y sus manos grandes y fuertes separan los cachetes de mi culo y noto un dedo hurgando en la entrada de mi culo. La sensación me excita. El dedo empieza a introducirse en mi ano, con cada movimiento mío lo noto más adentro. Jorge sabe que cuando estoy excitada un dedo en el culo provoca una reacción inmediata. Pero ahora no estoy solo excitada, sino caliente como una perra en celo. El dedo del joven paleta (o son dos dedos?) me lleva a un orgasmo explosivo. Al principio el orgasmo mi espalda se arquea hasta casi hacerme perder el equilibrio. Después muevo el culo en círculos refregando mi sexo contra su vientre y sus pelotas a la vez que intento notar más y más de su polla y sus dedos en mi interior. La explosión es atómica. Con los ojos cerrados me muerdo los labios. Mis manos intentan coger, apretar, estrujar todo lo que encuentran: mis pechos, sus pectorales, sus brazos,…

Al final caigo rendida sobre él. Incapaz de moverme. Con su polla aún en mi interior. Ha sido el mejor orgasmo de mi vida. Caigo en que él aún no se ha corrido. ¡Este chaval es un semental! Recupero un poco la cordura y pienso que no lleva condón. Joder. Me enfrío por momentos. ¿Cómo he sido tan tonta de no tomar precauciones? Suerte que aún no se ha corrido. ¿Y el SIDA? Intento levantarme pero no me deja. Me tiene cogida del culo, manteniendo separadas las nalgas. Lo intento de nuevo pero se resiste. Intento convencerle. “Deja que te la chupe”. Pero nada. Busco su mirada y veo que está mirando a mi espalda. Noto que hay alguien detrás y me entra miedo. Antes de que pueda reaccionar siento un cuerpo a mi espalda y la presión de algo que intenta penetrarme por el culo. Intento girar la cabeza y de reojo creo identificar al compañero joven del tatuado. El hijo de puta está intentando darme por culo. Intento quejarme pero mi semental me tapa la boca con un beso profundo. Nuestras respiraciones se mezclan y la mía se acelera a medida que noto la polla del de atrás penetrar en mi ano. Estoy tan lubricada que apenas encuentra dificultad para sodomizarme. Ahora tengo dos pollas empalándome por delante y por detrás. Los dos empiezan a moverse y la sensación es indescriptible. Tengo la entrepierna terriblemente sensible. Me siento agotada y a la vez cargada de electricidad. Las sensaciones de una polla hundida en mi culo me recorren la columna. No tengo ni idea del tamaño del instrumento del nuevo invitado. No tengo nada con lo que comparar. Jorge nunca me ha follado por detrás. Jamás pensé que pudiera entrar tan fácil.

Los dos paletas no se andan con chiquitas y aceleran el ritmo. Mientras los dos me follan, el del tatuaje se centra en mis pechos y el de atrás me coge con rabia el culo y me da sonoros cachetes. Tengo una sensación de irrealidad que me es difícil asociar a lo que estoy sintiendo. Pienso en que dos completos desconocidos me están follando a la vez por delante y por detrás en el comedor de mi casa. Donde mi marido y yo nos sentamos a charlar y ver la tele. Es bizarro, pero pensar en Jorge me pone caliente. Caigo por primera vez en que le estoy siendo infiel. Y además de una manera grotesca, a lo grande, en un trío. El miedo inicial ha desaparecido y la excitación de la idea del adulterio me invade. Empiezo a participar de nuevo. Me estoy follando a dos bombones. Me siento como una actriz porno. Y empiezo a comportarme como tal. Ahora soy yo quien vuelve a cabalgar al tatuado mientras el otro me cabalga a mí. Cuesta mantener la sincronización entre los tres y sus pollas entran y salen desacompasadas de mi cuerpo, removiéndome las entrañas. Cuando los dos coinciden hundidos dentro de mí la sensación es de plenitud total y no puedo evitar gemir de placer. A veces sus movimientos son bruscos y la polla de alguno de los dos sale del agujero, pero enseguida la vuelven a hundir en mí.

Noto que mi primer semental cada vez respira más entrecortado. Noto como me agarra con fuerza de la cintura. Le miro y veo en sus ojos que está punto de correrse. Entre los cortes de mi propia respiración intento decirle que no se corra dentro pero apenas soy capaz de oír mi propia voz. Sus embestidas se hacen más largas y fuertes y de pronto noto un calor abrasante en mi interior. La sensación de su esperma en mi interior choca con la idea de quedarme embarazada y me bloquea. La cara del que está debajo de mi está marcada por esa mezcla de dolor y éxtasis de los hombres cuando se corren. El tío mantiene su polla hundida en lo más profundo de mi vagina mientras aún le quede semen. Al final, después de un minuto inmovilizada por la fuerza de sus brazos comienza de nuevo a mover la pelvis y noto como reguerones de semen caen por su polla hasta sus huevos empapando nuestros sexos ya de por si lubricados.

Los gemidos de placer post corrida se mezclan entonces con los de su compañero. Supongo que también está a punto de correrse. Sorprendida noto como saca la polla de mi ano y empieza a follarme las nalgas colocando la polla entre ellas. Enseguida empiezo a notar los azotes calientes de su semen en mi espalda. No puedo mirar hacia atrás pero veo como una de las primeras salvas aterriza en el cojín del sofá, a escasos centímetros de la cara del tatuado, y comienza a resbalar por la tela abajo, blanca y espesa. Otras descargas me golpean en el cuello y en la espalda. Poco a poco va perdiendo potencia y, sin parar de follarme las nalgas, el semen empieza a resbalar entre ellas y sobre el pene de su compañero, mezclándose con su propio esperma, mientras continúa introduciendo suavemente su polla en mi vagina.

Sin poder creer lo que había pasado, el paleta de mi espalda se pone en pie poco a poco liberándome de mi carga a la vez que el otro me libera de su presa. Cuando por fin puedo moverme empiezo a incorporarme. El semen resbalando por mi espalda me incomoda bastante. Tengo que ir a la ducha. Me giro para ver donde poner los pies y descubro a los otros dos paletas junto a nosotros. Están desnudos y tienen las pollas en las manos. Deben haber estado mirando toda la escena. La sensación de película porno se acentúa. Incrédula, me quedo mirándolos fijamente. Son enormes, morenos y musculados. Compruebo que la camiseta del jefe escondía unos pectorales de gimnasio y un vientre rígido. En la mano sostiene una polla dura y que no descapulla del todo. El hombre está bien dotado pero me quedo sin respiración cuando veo el instrumento que sostiene su compañero. Es oscuro y peludo y, a pesar de las manazas que gasta, es el más grande que he visto. Quizá veinte centímetros de largo y grueso como una lata de coca cola. No solo su polla sino también todo su cuerpo es enorme. “Parece que le gustas Fran” dice el jefe y el resto sonríe. Tengo la boca abierta de par en par. “Vamos cariño, solo un momento más, que ya estamos casi a punto” continúa mientras se acerca con su polla balanceándose obscenamente. Mi primer semental me aparta con el brazo y se levanta del sofá para dejar sitio. Yo me quedo sentada. Ya no me importa que el semen de mi espalda esté manchando la tela del sofá.

El jefe llega a mi lado y, cogiéndose la polla, me la acerca a la boca. “Vamos, un besito”. Soy incapaz de reaccionar y cuando siento la piel de su pene contra mis labios me limito a dejarlo entrar. Su polla tiene un sabor amargo y desagradable. Con la mano en mi nuca me obliga a mover la cara hacia él. El tacto de su polla en mi boca es diferente, más áspera. Caigo en que no está circuncidado y que lo que noto es la piel alrededor del glande tersa por la tensión. Intento concentrarme incapaz de pensar en otra posibilidad que no sea dejarme follar. Aprieto los labios alrededor del perímetro de su polla y muevo la lengua a lo largo del tronco. “Así, muy bien”. Me coge la cabeza con ambas manos y empieza a follarme la boca con fuerza, moviendo las caderas adelante y atrás. Abro la boca todo lo que puedo y oigo el chapoteo de su polla con mi saliva. Ya no noto la textura o el sabor de su miembro, solo los golpes en el fondo de mi garganta. Intento controlar las arcadas y mantener el equilibrio. Me agarro a sus muslos con fuerza, pero no me aparto. Le permito que me folle la boca, que me utilice. Oigo sus palabras de placer, sus “sigue así, muñeca”. Cierro los ojos.

Sus embestidas crecen en intensidad, en brutalidad. Ya no tiene suficiente con mi boca y su polla intenta abrirse camino en mi garganta. Entonces noto como alguien me abre de piernas y un objeto descomunal penetra en mi coño. A mi mente viene la imagen de Fran y su enorme polla. No abro los ojos. Fran empieza a embestirme con más bien poca gracia. Le cuesta introducir su descomunal pene en mi vagina pero poco a poco ésta va cediendo, aún húmeda por mis humores y el semen del tatuado. Abro las piernas lo máximo que puedo para acoger su polla. Noto como está tensa las paredes de mi vagina más allá del placer y aprieto los párpados con fuerza. Tengo que concentrarme para no apretar también los dientes y permitir que el jefe de la cuadrilla siga utilizando mi boca como si fuera la vagina. Pero Fran me levanta por las piernas y caigo de espaldas en el sofá. Oigo como el jefe reniega, pero enseguida noto como se sube de rodillas al sofá y poniendo una pierna a cada lado de mi pecho me introduce de nuevo su polla en la boca. Ahora los dos empiezan a embestir, cada uno en su agujero. El jefe arremete sin miramientos, su polla se hunde en mi garganta a cada envite. Yo tan solo me preocupo de tener la boca ensalivada. Siento como si la gigantesca polla de Fran me estuviera destrozando por dentro. Pero no tengo miedo. Soy simplemente un sexo y una boca, unos agujeros.

En pocos segundos las embestidas de Fran se hacen más rápidas y brutales. Casi noto su semen subiendo por su polla antes de inundar mi vientre como hace unos momentos hizo su compañero. Sus gritos guturales de placer resuenan en el comedor. El esperma de Fran no es tan caliente y su orgasmo no dura tanto, pero al contrario que el primero éste no deja de penetrarme con su polla mientras se corre dentro de mí, dejando en cada embestida un poco de su semilla a la entrada de mi útero. Incluso cuando parece que su orgasmo se ha acabado no deja de embestir. Concentrada en Fran me sorprende un gusto agrio en la boca. La primera descarga del jefe de la cuadrilla es sin avisar. Creo que ni él mismo ha podido aguantar. Después hunde su polla en mi garganta tapándome la nariz con su vello púbico. Cuento las descargas sin poder respirar. Dos, tres, cuatro. Noto el semen en mi garganta, bajando en borbotones hacia mi estómago. A la quinta descarga se separa de mí y saca su polla de mi boca. Aprovecho el momento para hacer una bocanada de aire y abrir los ojos. Tengo un primerísimo plano de su polla justo en el momento en el que se abre el agujero de su glande y una nueva descarga aterriza en mi mejilla. Instintivamente mis párpados se cierran pero enseguida los vuelvo a abrir. Veo como se masturba con la mano a escasos centímetros de mi cara antes de que una nueva salva de semen salga escupida de su polla inundando esta vez mi ojo derecho. Intento mantener los ojos abiertos pero el derecho está cubierto por una película blanquecina y molesta que me hace parpadear. Aún así consigo continuar observando como se masturba y nuevas tiras de semen aterrizan en mi barbilla, en mis labios y en mi frente. Al final las últimas gotas las deja caer en mis labios y yo me relamo. Le miro a la cara y sonríe. “Ha sido genial, cariño”. Sigue tocándose la polla pero ésta empieza a ponerse flácida. “Perdona por lo del ojo” dice y con la piel del prepucio me limpia el ojo de su esperma.

Ahora que se han vuelto al trabajo empiezo a recobrar el sentido y la orientación. Estoy tumbada en el sofá, abierta de piernas, con el brazo izquierdo colgando. El frío contacto del suelo en mi mano me ayuda a recuperarme. Noto el sudor en mi cuerpo y el semen reseco en toda la cara y en las orejas. Mantengo el ojo derecho semicerrado y me pica. Tengo la sensación que mi entrepierna es zona de guerra. Muevo el brazo derecho hacia mi sexo y me toco con la mano. Un escalofrío me recorre el espinazo. La carne me quema los dedos.Los labios están separados y la vagina aún está abierta y húmeda de distintos fluídos que resbalan por mi sexo y se acumulan bajo mi culo. El sofá debe estar hecho un desastre.

Intento levantarme y noto todas las articulaciones cargadas por la tensión. Me cuesta horrores ponerme en pie y cuando lo consigo me siento mareada y tengo que buscar rápidamente una superficie en la que apoyarme. Dejo pasar unos instantes respirando profundamente para oxigenarme. Noto el esperma resbalando por mis piernas abajo. Necesito una ducha con urgencia. Cuando por fin me noto con más fuerza empiezo a caminar hacia el baño, desnuda, sin fijarme en los hombres semidesnudos que cuelgan frente a la galería.

FIN