Trabajo para un noble mimado

Un noble vago y mimado es enviado por su padre a trabajar con un esclavista para ganarse la vida. El trabajo va a gustarle más de lo que pensaba...

Poco había que hacer en la ciudad para un joven tan vago y mimado como yo. Cuando me echaron por segunda vez de la universidad, mi padre, que siempre sostuvo que yo no valía ni para escriba ni para esclavo, me dejó sin paga y se llevó todos los lujos de mi habitación, y me obligó a dormir en un cuarto para sirvientes. También me quitó a todas mis esclavas y las vendió. "Si no quieres estudiar vas a trabajar" me exhortó. Al día siguiente, cuando ni siquiera la servidumbre se había despertado, me sacó de la cama a tirones y me envió, con una recomendación, al puerto, al mercado de esclavos, para que comenzara a aprender el oficio con Nazhin, un amigo de la familia que regentaba un gran negocio de compra y venta de ganado humano. Aprendería a ganarme mi propio sueldo, y con él haría todas las fiestas que quisiese, pero nada más saldría sus bolsillos. Nunca pensé que iba a encontrar allí el negocio de mi vida.

Nazhin me recibió con todos los honores. Era yo el hijo de un noble influyente, otro hijo vago de noble en busca de algo para ganarse la vida. El desayuno fue bueno, aunque hacía frío en la cubierta. Bajo nuestros pies tiritaban cientos de esclavos encadenados vestidos con las ropas que llevaban al ser secuestrados para la venta: unos puros andrajos; otros finas telas y ropas caras. La situación social no valía para nada en el interior de una galera. Mi trabajo sería fácil: debía preparar a los esclavos para la venta. Nazhin me enseñaría mi trabajo con el primero de ellos; mejor dicho, la primera. Nazhin ordenó a uno de sus soldados sacar al primer desgraciado o desgraciada que encontrara al abrir la bodega. Una linda jovencita de poco menos de veinte años fue arrastrada hacia la cubierta. Vestía con una túnica blanca y roja propia de la clase media, cuidada y limpia. Nahzin actuaría primero. La jovencita sollozaba y balbuceaba algo en un idioma irreconocible. Debía venir del norte, pues su piel era clara y su pelo lacio, sedoso y acaramelado. Nos introdujimos en un pequeño camarote y allí Nahzin le arrancó las ropas a la chica y le encadenó las manos a la espalda. Era ciertamente hermosa, y el hecho de que llorara y se quejase consiguió endurecerme la polla como nunca antes se me había endurecido. Sus labios eran carnosos pero no exagerados, sus mofletes suaves y sonrosados. Tenía unos pechos pequeños pero con unos sabrosos pezones rosados que sobresalían más de la cuenta alrededor de una casi imperceptible aureola. Su cintura era estrecha, y su culito esponjoso y respingón. Su coño lucía una suave pelusa acaramelada, como su propio pelo. Su piel era toda lánguido terciopelo. Nahzin me dijo que prestase atención.

  • Primero se procede al lavado de la bestia. – me indicó, y colocó de pie a la chica dentro de un barreño

Procedió después a echarle agua por todo el cuerpo y a enjabonarla. Me dijo que podía tocarla todo lo que quisiese, e incluso masturbarla, masturbarme yo u ordenarle que me masturbara ella misma, pero que no podría nunca penetrar a ningún esclavo o esclava. Nahzin le acarició los pechos a la chiquilla, y se le irguieron más de lo que ya estaban. Después la masturbó con suavidad primero, en la raja con un dedo y en el ano con otro, con muuuuucha suavidad primero, poco a poco. Después repentinamente con rapidez, y la chica, aunque lloraba ya a lágrima viva de pura vergüenza y asco, se corrió y emitió un lindo gemido de placer. Procedió finalmente a secarla con una limpia toalla (sin dejar de tocarla, por supuesto, por todas sus partes) y la sacó a la cubierta de nuevo. La llevó hacia otro sótano preparado para los esclavos que ya estaban listos para la venta y la encadenó con los brazos en alto y las piernas abiertas a una pared de madera. La chica chillaba de indignación y de dolor. Creo que me corrí sin haberme siquiera tocado. En aquel lugar hacía mucho más calor, un calor acogedor, agradable. Todas las paredes portaban un par de cadenas para todos los esclavos. Era una estancia realmente grande.

Ya está listo el trabajo. Ahora deberás hacerlo tu. – me indicó afable

El soldado volvió a abrir la trampilla. Había encontrado el trabajo de mi vida.