Trabajo es trabajo (1)

Su cuerpo menudo y de piel canela, tenía finas curvas, los pechos pequeños pero jóvenes se adivinaban atraves de la suave tela, era un corsé ajustado a su mínima cintura, las bragas del mismo material apenas si la cubrían.

-Hey despierta-

José estaba parado sosteniendo la escoba muy cerca de su cara observándome

-¿Qué paso?-

Le dije barriendo el suelo de baldosas brillantes como espejos. José movió la cabeza negando, mi mejor amigo sabia que algo se cocinaba en mi sesera, pero jamás preguntaba, lo había conocido unos dos años atrás en alcohólicos anónimos. El provenía de un hogar abusivo como yo, y claro eso siempre te lleva a refugiarte en tonterías, pero todo eso había quedado atrás para José cuando su novia había dado a luz a una preciosa niña de hoyuelos, el se hiso la firme promesa de cambiar y ser un buen padre para Melody.

-Unos compañeros me pasaron el dato de un trabajo como mesero, en una de esas casas de millonarios, solo seria unas cuatro horas y la paga esta buena-

Yo estaba dispuesto a limpiar baños, recoger basura, lo que sea legal y me permitiera pagar la renta.

-Claro hombre-

-Perfecto, mañana me pasan la dirección y con quien nos entrevistamos pero será pan comido, conozco al encargado del catering así que no será problema-

Asentí y continúe barriendo. Nosotros estábamos encargados de limpiar el piso 35, 36 y 37, todas eran oficinas, así que el trabajo se hacía de madrugada.

Eran las cuatro de la mañana cuando salimos exhaustos

-Nos vemos-

Se despidió, mas allá lo esperaba en el auto Rebecca su novia, y en el asiento trasero debía estar Melody abrigada como un esquimal durmiendo. Ella me saludo a la distancia, le sonreí y camine en dirección contraria. Antes siempre se ofrecían a darme un aventón, pero me negaba, prefería caminar en la noche, me ayudaba a pensar y relajarme.

Saque las llaves sin hacer ruido y entre en la casa caminando en puntillas, mama y Lida debían estar durmiendo y no quería despertarlas. Fui hasta la parte trasera de la casa, donde tenía un gimnasio improvisado. Un saco colgado a las vigas del techo por una cadena gruesa en un extremo, pesas y una cuerda para saltar en el otro extremo. Prendí el único foco que colgaba en medio de la habitación, me quite todo y me quede en bóxers, tome la cuerda y empecé a saltar, luego de media hora o cuarenta minutos de esto pasaba a pegarle al saco por unos quince minutos y luego a las pesas por un par de horas.

Ya era bien entrada la mañana cuando termine con mi agotadora rutina, mi cuerpo no era musculoso, jamás me habían gustado los músculos hinchados, te quitaban velocidad a la hora de moverte, prefería tener el cuerpo fibroso.

-Me has despertado-

Se quejo lida cuando entre a la cocina. Ella estaba viendo algún dibujo animado comiendo cereal

-Si durmieras en lugar de esperar no pasaría eso-

Mi hermanita, siempre esperaba a escucharme llegar a casa, era un habito que había desarrollado desde que usaba pañales, antes me escapaba en medio de la noche, porque a nuestro padre le daba por golpearme borracho, Lida siempre me esperaba junto a la ventana hasta que regresara, una vez no regrese por una semana, y al retornar, me encontré con mi hermana solo hueso y pellejo, no había comido todo el tiempo que estuve ausente. Jamás lo repetí.

Lida me lanzo una de sus miradas asesinas

-No te espero-

Mintió la niña, dándole otra cucharada a su plato

-Buenos días-

-Hola mama-

Saludo Lida poniéndose de pie y corriendo abrazar a su madre. Yo levante el cartón de leche y me lo empuje, yo no corría como Lida a abrazarla y saludarla, podía darse por buen servida con que la ayudara con los gastos de la casa y el cuidado de mi hermana, el resto era irrelevante.

-Buenos días para ti también Rob-

Me miro de reojo

-Buenos días-

Mis palabras fueron más un “jodete” pero al menos esta mañana le había respondido el saludo

-¿Me vas a llevar a la escuela?-

Lida era una manipuladora de clase mundial, ponía sus ojos como platos y los labios en pucheros

-Tienes cinco minutos para estar lista-

Le dije antes de entrar al baño.

Caminábamos agarrados de la mano rumbo a la escuela de la enana, esta era la parte del día que a ella más le gustaba, poder estar solos y contarme de los problemas que tenía una niña de diez años. Pero hoy estaba extrañamente silenciosa y eso llamo mi atención, pero nunca la presionaba, si quería decirme algo lo haría

-Rob-

La mire de reojo y vi su pequeña carita preocupada

-mmmm…-

-Rob ¿Por qué estas peleado con mama?-

No era la primera vez que me hacia esta pregunta, pero cada cierto tiempo la volvía a repetir.

-No estoy peleado con ella-

Era parcialmente la verdad, no estábamos peleados, simplemente yo no consideraba a esa mujer mi madre. Lida puso cara de resignación, mi respuesta no variaba y tampoco la convencía

-Rob ¿tienes novia?-

Eso también me lo preguntaba siempre

-No-

Le respondí acomodándome el saco, el frio viento de julio calaba hasta los huesos.

-¿No te gustan las mujeres?-

Deje de caminar y ella dio dos pasos antes de darse cuenta que yo había parado

-¿De dónde sacas eso enana?-

Lida se encogió de hombros antes de responder.

-Mi amiga margoriet tiene un hermano, jamás lo habían visto con chicas, hasta que un día su padre lo vio en la calle besándose con otro tipo-

Me reí con fuerza por la preocupación de la pequeña plaga

-No Lida no soy gay-

-No me importaría sabes-

-Te tengo a ti eso es suficiente-

Le apreté ligeramente la manito para darle más fuerza a mis palabras pero ella rio irónica

-Yo no soy suficiente, siempre estas tan solo, no es normal-

Lida trato de hacerse la indiferente pero en el fondo la niña tenía razón, pero así lo prefería yo.

-Por qué mejor no dejas de meter las narices en mi vida y solo te preocupas por las matemáticas-

Lida puso gesto de ascos y dio por zanjada la cuestión

-¿Me vendrás a recoger?-

Me pregunto en la puerta de la escuela pública. Niños y adolecentes se saludaban en la entrada, pero ninguno miraba a mi hermana, ella era tan solitaria como yo.

-Hoy no puedo tengo que ir a ver un trabajo-

Le revolví el cabello y ella me aparto la mano de un manotazo. Entro al edificio y la observe un rato, en apariencia era normal, como cualquier otra niña de su edad, pero en el fondo tenía las mismas cicatrices que yo.


José me esperaba en la entrada de su pequeña casa, tenia ojeras y una cara de muerte. Dentro, Rebecca gritaba y según se escuchaba empujaba todo lo que estuviera en su paso.

-¿Mala noche?-

Le pregunte dándole la mano, el rodo los ojos.

-Nunca te cases-

Empezamos a caminar prácticamente doblados por el gélido aire que recorría la calle

-¿Problemas en el paraíso?-

-Esta mujer cree que soy un burro de carga que está obligado a trabajar hasta quedar sin espalda-

-Dinero-

-Si quiere más dinero-

José continúo echando pestes de su mujer hasta que llegamos a las oficinas donde su amigo el encargado del catering nos daría el trabajo de meseros con suerte.

La entrevista fue rápida, el tipo saco algo de hierba y fumo delante de nosotros, luego de ofrecernos una calada y que los dos  nos negáramos, hablamos de negocios.

-Mañana a las 6 en esta dirección-

Me tendió un papel, era la parte más adinerada de la ciudad, un edificio donde cada departamento ocupaba todo el piso.

-Pasen por atrás para que recojan sus uniformes-

Luego de recoger el uniforme. Pantalones oscuros y saco blanco, nos despedimos hasta mañana.

-En estos días se me antoja un buen trago-

José balanceaba la bolsa con su uniforme dentro, se le veía ansioso y algo malhumorado

-También eh tenido esos días-

Incluso había recaído unas dos semanas atrás, compre una botella del whisky mas barato y me dispuse a beberlo, pero apenas sentí el líquido en mis labios lo escupí y tire la botella por la ventana del auto en movimiento.

-Nos vemos-

José estaba a punto de cruzar la calle cuando lo detuve

-No lo hagas José te vas arrepentir-

Le dije mirándolo a los ojos

-Naaa, no pasa nada-

Me tranquilizó moviendo las manos con un gesto de “olvídate eso ya es pasado”.


José me recogió en su destartalado coche al día siguiente a las cinco de la tarde, no le pregunte si es que había caído en tentación ayer, pero la mirada la tenia tranquila y no estaba inquieto, así que asumí que no lo había echo.

Aparcamos atrás del enorme edificio donde estaba la entrada del personal. La camioneta del catering justo llegaba en esos momentos. El encargado luego de presentarnos a otros dos meseros y al cocinero nos indico que ayudáramos a descargar.

El edifico era pura opulencia, no habían escatimado en dinero al hacerlo, solo lo mejor, mármol blanco y rosado por todos lados, grandes vasijas llenas de flores que no existían en este país, y eso solo era la entrada principal. Un ascensor privado nos llevo a la fiesta. La cocina era el sueño húmedo de cualquier chef. Dejamos las cajas y dejamos al cocinero hacer su trabajo. Una sirvienta de aproximadamente unos veinte años nos dio el encuentro, vestía como una doncella francesa, uniforme negro y delantal blanco, era bonita, pero esquiva, a ninguno nos miro más de tres segundos, y lo único que dijo fue “atrás se pueden cambiar”.

A las siete de la noche, ya se escuchaban las voces a los lejos de algunos invitados. La empleada entro y sin mirarnos nos indico que saliéramos llevando los azafates, yo tome uno cargado de copas de cristal llenas de champagne, y Salí por la puerta de la cocina.

La primera impresión fue un choque total, el lujo por todos lados, mármol, oro, cristal, plata, muebles tallados. La decoración era claramente producto de un diseñador de interiores. Camine por el corredor hasta llegar al salón donde estaban reunidos los invitados. Hombres vestidos con smoking, mujeres con vestidos de gala y emperifolladas con sus mejores joyas. Esto solo era un trabajo más, nada más, así que no tenía que fijarme mucho en la gente, solo dar una vuelta por el salón y retornar a la cocina por otra bandeja. Camine sin mirar a nadie a la cara aunque no era necesario, era como si la bandeja flotara por sí sola, nadie si quiera me dio un vistazo, después de todo yo solo era la servidumbre.

Entonces una mujer que paralizo el salón descendió por las escaleras, el vestido negro ceñido al cuerpo realzaba las curvas de su figura, los senos del tamaño preciso para no parecer vulgares pero lo justo para que la mano masculina se sintiera a gusto, la cintura estrecha y plana, las caderas con un vaivén propio de quien se siente segura de su belleza, la piel color crema, se veía tan suave. El rostro afilado, ligeramente anguloso, pero sin dejar de ser bello, no había dulzura en sus facciones. Los ojos negros como su cabello cortó y pegado al cráneo, y para rematar unos labios carnosos, que invitaban a  morderlos.

-Robert-

José estaba atrás mirándome con gravedad

-Avanza hombre-

Me reprendió, y así lo hice.

La mujer llego al final de las escaleras y en el acto se le acercó la gente a saludarla, fríos besos en las mejillas sin tocarse la piel. Su vestido tenía una gran abertura en la espalda, un pequeño tatuaje llamo mi atención

-Robert vamos-

Me empujo José. En la cocina me miro con cara de querer matarme

-No jodas hombre, como te vas a quedar babeando en medio del salón-

-No estaba babeando-

Mentí agarrando otra bandeja

-Procura concentrarte en el trabajo-

  • ok ok-

La mujer estaba conversando con dos tipos que bien podían ser sus abuelos, todos muy atentos a los que decía la dama, parecía ser alguien importante en su círculo, y como ya había adivinado, la dueña del departamento, avance sorteando a la gente, hasta llegar donde ella, sin mirarla a los ojos rodee el grupo cerrado para que se fijaran en las copas que llevaba. La mujer tomo una no sin antes echarme una ojeada, al principio sorprendida pero luego divertida

-Gracias-

Me dijo con una voz algo ronca pero femenina. Los hombres me dieron una mirada rápida pero al ver que no era nadie importante regresaron a los suyo. Ella aun no dejaba de mirarme mientras se llevaba la copa a los alucinantes labios. Termine de dar la vuelta al lugar y regrese a la cocina.

La sirvienta entro y nos anuncio que dentro de media hora se serviría la mesa, esperamos el tiempo indicado y acto seguido salimos al gran comedor cargando los platos. La mujer estaba sentada a la cabeza del extremo más alejado, todos a su alrededor la escuchan concentrados, serví los primeros platos, mirándola de cuando en cuando, ella conversaba animada pero también me observaba, mierda, tenía que tener cuidado, podía ofenderse y decírselo al encargado del catering y nunca más me llamarían.

La mesa se termino de servir y teníamos una hora de descanso, algunos salieron a fumar un cigarrillo, entre ellos José, yo me quede sentado en la cocina sin muchos deseos de salir. La puerta que daba al salón se abrió y para mi sorpresa era aquella mujer, me miro y sonrió mostrando su dentadura perfecta

-Hola-

Me saludo rodeando la isla de la cocina que nos separaba

-Buenas noches-

Le respondí bajando la cabeza

-¿Todos han salido al descanso?-

-Si señora pero si desea algo dígamelo-

Cuanto servilismo por dios. La mujer forzó una sonrisa

-No me digas señora me haces sentir más vieja-

Alce la cabeza y ahí estaba ella, una estatua perfecta con los brazos cruzados sobre el pecho y las manos cogiéndose los codos

-Lo siento-

Me disculpe bajando nuevamente la cabeza

-Como te llamas-

No me atreví a mirarla pero podía escuchar sus tacones acercarse

-Robert-

-Muy bien Robert que te parece si me traes una botella de vino de la alacena de al fondo-

-Claro-

Fui donde me dijo, era un cuarto frio, especial para mantener las bebidas a una temperatura ideal, habían docenas de botellas, imbécil, no le había preguntado cual, recordé las películas donde el vino más viejo es el mejor, leí un par de botellas, hasta que una de 1890 llamo mi atención, esa debía servir. Salí del cuarto y ella me esperaba hablando con su sirvienta, la pequeña mujer era bonita pero nada comparado con la jefa

-Aquí tiene-

La mujer sonrió y con un gesto de la mano despidió a la sirvienta que se perdió en un puerta tras de mi

-Perfecta elección-

Me elogió y yo sonreí como un perrito obediente, solo me faltaba mover la cola.

Luego de la cena, fue pasar un par de veces más con copas cargadas y todo había terminado. La anfitriona despedía a sus invitados en la puerta. Todos nos fuimos atrás y nos cambiamos. Después entro el encargado del catering y nos dio la paga con un pequeño bono

-La dueña ah estado complacida con ustedes-

Nos dijo lanzándome una mirada extraña, temí que le hubiera dicho algo malo sobre mis miradas estúpidas.

Estábamos a punto de salir cuando la sirvienta se acercó al encargado y este me llamo.

-Robert un segundo-

Me acerqué nervioso temiendo lo peor

-La señora ah pedido que regreses mañana tiene una pequeña fiesta y solo necesitara a uno de ustedes y ah pedido que seas tú-

Valla eso no me lo esperaba

-Claro-

Acepte

-Te pagara el doble-

Trate de no verme sorprendido, el encargado me observaba con una ceja arqueada

  • A qué hora me necesita-

-A las nueve en punto, usaras el mismo uniforme-


A las nueve en punto toque la puerta de servicio. La sirvienta me abrió y la salude, ella solo movió la cabeza de arriba a abajo.

-Iré a cambiarme-

-No hace falta-Me dijo caminando a la puerta que llevaba a la parte principal de la casa-La señora lo espera-agrego poniendo una mano sobre la manija

Me mire los jeans rotos, las zapatillas y la sudadera, estaba todo limpio pero no era como para presentarme así ante ella.

-Pero…

-Ella lo espera-

Abrió la puerta esperándome, la seguí a regañadientes, que podía hacer.

Entramos al salón que ya conocía, luego a la sala y ahí me quede parado, la sirvienta empezó a subir las escaleras pero yo no la seguí.

-Sígame-

-¿Arriba?-

Pregunte confuso

-Sígame por favor-

Era inútil tratar de hablar con ella o pedirle explicaciones así que la seguí.

El segundo piso era igual de lujoso que el primero, todo puesto de acuerdo alguna regla del buen gusto, avanzamos por un corredor y se detuvo frente a una puerta abierta, ella toco de todos modos.

-El señor Robert esta aquí-

Anuncio la sirvienta. Lo de señor me sorprendió

-Adelante-

La sirvienta me miro y movió la mano en una clara invitación de pase

-¿Voy para allá?-

-Si-

Susurro la muchacha impaciente. Camine despacio arreglándome el cabello.

La habitación era un estudio. Un sillón enorme situado bajo la enorme ventana, un escritorio de madera clara, un ordenador portátil y otra serie de cosas que no logre ver bien por concentrarme en la mujer que caminaba por el cuarto con un móvil en el oído. Hablaba en un idioma distinto, por el uso de la rr excesivo me pareció alemán, pero que sabía yo de idiomas. Me sonrió al verme y con la mano me dijo que esperara. Luego de unos segundos corto la comunicación

-Hola Robert-

-Señora-

-Ya te dije que no me digas señora, dime Vivian, o Viv como prefieras-

Intente no parecer un idiota

-Señora Vivian-

-Omite señora Robert-

Vivian (como prefería ser llamada) tomo un cigarrillo largo y color marrón, lo encendió y se lo puso con elegancia en los labios, le dio una calada y exhalo el aire.

-Que te parece si tomas asiento-

Me señaló el cómodo sillón.

-¿Cuantos años tienes Robert?-

-veintitrés-

-¿casado?, ¿con novia?-

-No-

-Y cómo es eso posible-

Bueno hasta a hace poco estaba en la cárcel y es algo difícil conseguir novia desde ahí

-No sé a presentado la oportunidad-

Si definitivamente esa respuesta era mejor que la real

-Te preguntaras porque te hago tantas preguntas personales-

La verdad es que si, todo este asunto de “llámame por mi nombre”, “siéntate y déjame conocerte” me tenia pasmado. No respondí a su pregunta y espere que continuara

-La cuestión Robert-prosiguió ella-es que soy una mujer con gustos particulares, soy una gran coleccionista, en algún momento te mostrare mis colecciones, y el hecho es que hay algo en ti que me ah interesado-

Me quede sin saber que decir, aun no me había dicho el por qué de sus preguntas y lo de tenerme aquí.

-Lo que te quiero proponer, quizás te parezca descabellado, loco, pero ya te dije tengo gustos particulares, solo quiero que sepas, que si aceptas serás muy bien recompensado-

Aun seguía sin entender, se suponía que trabajaría para ella, pero por lo que me decía era otro tipo de servicios los que deseaba

-¿De qué se trata?-

Mi voz había cambiado del servilismo que usaba con ella a uno neutral y más común en mí. Ella sonrió al darse cuenta que mi verdadero yo era muy distinto a lo que aparentaba.

-Acerté al elegirte-

Observo ella. Satisfecha, hiso sonar una campanita

-Veras Robert, me gusta la lealtad en mis trabajadores y sobre todo la discreción-

La sirvienta llego con la cabeza gacha, vistiendo una bata de dormir, aunque estaba maquillada y con el cabello arreglado en ondas.

-Lo que quiero Robert, es que te folles a Anita-

El cerebro se me debió desconectar por unos segundos, porque la mente se me quedo en blanco, hasta que caí en lo que me decía, follar a Anita

-¡FOLLAR!-

Le dije con un punto de histeria en la voz poniéndome de pie como un resorte.

-Cálmate por favor-

Su rostro estaba ceñudo, al parecer no toleraba el escándalo, y mi grito debió alertar a medio edificio.

  • si aceptas ya te dije serás bien recompensado, pero a cambio acudirás cuando se te necesite-

La tímida Anita deshizo el nudo de su bata y la abrió despacio, revelando un conjunto de satén y encaje negro que le quedaba de perlas, el uniforme de sirvienta no le hacía para nada justicia. Su cuerpo menudo y de piel canela, tenía finas curvas, los pechos pequeños pero jóvenes se adivinaban atraves de la suave tela, era un corsé ajustado a su mínima cintura, las bragas del mismo material apenas si la cubrían.

La mire de pies a cabeza con la boca medio abierta

-Por qué no te das una vuelta cariño-

Pidió Vivian y la pequeña Anita obedeció

Oh mi dios, ese culo era perfecto, nada de pequeñeces, nooo, ahí se podía montar fácilmente un librero, era redondo, de nalgas carnosas y lisas.

Trague saliva y me agarre del cuello de la sudadera, como si la bendita cosa me estuviera asfixiando.

-Esta noche solo te daré una probada de lo bien que serás compensado por tus servicios-

Vivian camino con elegancia hasta una de las mesas, abrió su bolso y saco un fajo de billetes, por lo menos había diez billetes de cien de los verdes

-¿Todo eso por follarmela?-

-Así es-

Respondió sonriente y tocando las nalgas de Anita, sus uñas rojas y largas se enterraron un poco en la carne de la muchacha que dio un respingo

-¿Ella está de acuerdo?-

Pregunte fijándome en Anita

-No te engañes Robert, Anita podrá parecer muy tímida pero en el fondo sabe lo que quiere, ¿no es verdad?-

Anita me miro sobre el hombro unos instantes y luego miro a su jefa, se acercó y de puntillas le dio un beso en los labios, ambas mujeres se besaron con lujuria.

Despegándose de la muchacha pero sin soltarle el culo me miro.

-Entonces ¿aceptas?-

Recapitulemos, una millonaria me pide que me folle a su sirvienta que está más rica que la miel, me ofrece más dinero del que podría hacer en seis meses solo por una follada, y ella mirara, quizás  tenga suerte y ella participe. Hacía mucho que no estaba con una mujer, no porque me hubieran faltado ofrecimientos, no, si no que desde lo ocurrido hacia unos años atrás, no quería ensuciar a ninguna más.

-Creo que no es buena idea-

Le dije finalmente manteniendo mi voz calmada, no quería ofenderla.

-Esto solo son negocios Robert, y si tu no lo haces alguien más lo hará. Claro que preferiría que fueras tú, algo me dice que serás muy bueno en el trabajo-

Rio por su pequeña broma laboral y encendió un nuevo cigarrillo. Anita se cerró la bata y por primera vez me miro a los ojos. No vi ni una pisca de duda, solo deseo, hambre y lujuria.

Camine con dirección a la puerta, la mujer permaneció en el lugar que estaba, con la cadera apoyada al escritorio, Anita a su lado con la mirada clavada en la alfombra, pase a su lado y salí del estudio. Ya había alcanzado el primer piso cuando me llamo

-Robert-

Vivian bajo las escaleras con ese aire aristocrático. Espere unos segundos hasta que la tuve a mi nivel.

-Aquí nadie juzga a nadie, lo que hiciste en el pasado ahí se quedo-

Me quede de una pieza, como era posible que ella supiera. Al ver la turbación en mi rostro me explico.

-No pensaras que yo le ofrezco esto a un cualquiera- hiso un gesto negativo con la cabeza-averigüe algo de tu pasado y tu presente-continuo hablando mientras avanzaba al bar y se servía un trago-sé lo que hiciste, se que estuviste en la cárcel por eso y que se te hace difícil conseguir trabajo por ese hecho. Sé que tu padre murió de alcoholismo, que tienes una pequeña hermana y una madre a quienes las que ayudas con los gastos-

Permanecí muy quieto haciendo una buena imitación de una las estatuas que tenia a mi derecha

-Dime, no sería bueno poder darles una vida mejor- la mujer sabia convencer-acaso no sería mejor poder mudarlas de ese barrio donde viven y tenerlas como se merecen-

Su voz era fría y solo negocios como ella misma dijo, estaba simplemente haciéndole ver a un  posible trabajador los pros de trabajar para ella, nada más, no era que le importara mi vida en lo más mínimo.

-Entonces Robert- Prosiguió dándole un largo trago a su bebida- te ofrezco buena paga por algo que a todos los hombres se les da muy bien, jamás te pediré que hagas algo con lo que no estás de acuerdo, todo será consentido, no te preocupes-

Anita mientras tanto bajo por las escaleras, la bata había desaparecido, su fabuloso cuerpo se contorneaba con cada paso que daba.

-Anita, porque no pones mas cómodo a Robert-

La sirvienta se me acercó por detrás, metió ambas manos entre mis brazos hasta rozar mi pecho. Sus senos se rozaron contra mi espalda, mandándome oleadas de placer por toda la columna.

Vivian se volvió a servir y se sentó en uno de los muebles más alejados de la sala, apretó un interruptor y las luces bajaron su intensidad. Estaba preparando el escenario.

Anita me rodeo hasta quedar frente a mí, se puso de puntillas y su labios rozaron los míos, la tome por la cintura y la atraje a mi cuerpo, mi erección quedo atrapada en su abdomen.

-Solo negocios-

Dije mirando a Vivian atraves de la habitación, ella respondió con una sonrisa levantando el vaso que tenía en la mano. Asentí y me doble hasta llegar al escote de Anita, apretuje sus senos contra mi cara, oliendo el fino perfume que usaba, debía ser de Vivian. Anita suspiro un quejido y me acaricio la cabeza. La tome por las nalgas y la levante llevándola a uno de los sillones, la recosté y ella me volvió a mirar con esa hambre de sexo. No hice esperar más a las mujeres. Me quite la sudadera y puse mi cuerpo sobre ella, saque ambos senos de su encierro de encaje, las aureolas eran pequeñas pero oscuras a juego con el color canela de su piel, los pezones nimios estaban erectos apuntando hacia mi boca, tome uno de ellos entre mis labios succionándolo con fuerza, mientras el otro era apretado por dos de mis dedos. Anita se arqueo contra el mueble gimiendo. Mi erección se refregó contra su menudo cuerpo, iba a durar poco, lo sabía, hacia mucho que no tenía sexo. Mire a Vivian suplicante.

-Tienes otras herramientas-

Sugirió ella adivinando mi problema. No era que no lo supiera, era solo que no sabía qué era lo que la complacería a ella ver, pero mejor dejar de pensar en eso y solo concentrarme en Anita. Me puse de pie y sin nada de delicadeza le deslicé las brazas hasta quitárselas. Su sexo totalmente depilado brillaba húmedo, sus labios internos ligeramente sobresalidos eran una invitación a lamerlos, me lancé por ellos enterrando mi cabeza entre sus piernas. Anita gimió y se contorsionó por completo. Mi lengua lamio profundamente, saboreando su néctar, cada lametón la hacía pegar un bote contra el mueble. Para evitar que se me escapara puse una mano en su vientre presionando, explore su entrada penetrándola con la lengua, baje un poco la mano que la sujetaba, solo lo justo para que uno de mis dedos estimulara su clítoris, la muchacha se quejaba sonoramente apretando el sillón. Empecé a mover más rápido el dedo, lamiendo de vez en cuando el clítoris para mantenerlo bien mojado y resbaladizo, mi lengua entraba y salía fallándola. Sus manos apretaron con más fuerza el sillón y su boca se abrió por completo apretando los ojos, el orgasmo de la muchacha estaba por llegar, con la mano que tenia libre la penetre con dos dedos, que entraron y salieron veloces, mi lengua tomo la posta de mi dedo estimulador de clítoris. El cuerpo de Anita se tenso, ella grito y los espasmos de su vagina apretaron mis dedos que aun la penetraban con velocidad y fuerza. Luego de unos segundos se relajo y yo la solté, me senté en el sillón con la respiración agitada, pero la tranquilidad no duro mucho. Anita se arrodillo frente a mí y me desabrocho el pantalón, con lentitud me deslizo los vaqueros hasta los pies y me los saco tirándolos por el piso. Mi miembro latía dolorosamente y pedía a gritos ser atendido por Anita, ella acomodo su cuerpo entre mis piernas, Tomo mi erección entre sus manos y lo acaricio mirándolo

-Es grande-

Dijo Anita y por un momento no supe si me hablaba a mí o a quien, pero Vivian se acercó, sus ojos se posaron en mi polla y por unos segundos pareció saborearla.

-¿Elegí bien verdad?-

Anita miro a su jefa y asintió sonriente, entreabrió la boca y se lo metió dentro. Su lengua hacia maravillas con el tronco mientras sus manitos jugaban con mi saco, haciéndome flotar de placer. Se lo saco de la boca y lamio el glande rodeándolo, abrazándolo con la lengua. No aguantaría mucho y quería estar dentro de Anita. La tome por las axilas y la levante, Vivian retrocedió unos pasos y Anita me miro sorprendida, pero en ese momento yo ya no estaba para explicaciones. La voltee y la acomode con las rodillas sobre el sillón y los codos contra el respaldar, le abrí bien las piernas y su pequeña hendidura quedo totalmente expuesta, me agarre de sus caderas con una mano y con la otra lleve mi miembro a su entrada, juguetee un rato ahí, empapándolo con los líquidos de la muchacha, Anita gimió al sentirlo. La penetre con fuerza y a pesar que estaba completamente mojada no fue fácil el acceso, era deliciosamente estrecha y yo endemoniadamente grande. Toda mi verga estaba dentro y deje que el cuerpo de Anita se habituara al intruso, pero solo unos segundos, por que cuando sentí su vagina contraerse apretándome no pude mas y empecé a bombear a lo loco. Anita ya no gemía, gritaba.

-Termina en su boca-

Me ordeno Vivian, yo ni siquiera pude responder un si o mover la cabeza, continúe bombeando, mi pelvis chocando con fuerza contra sus nalgas, ese sonido de chapoteo por sus líquidos.

-Me vengo-

Rugí saliendo de su interior, temí no poder aguantar el chorro por mucho tiempo y manchar las finas alfombras, pero Anita se volteo como un rayo y se sentó derechita con la boca abierta. Los testículos expulsaron todo su contenido, un gruñido ahogado salió de mi boca, apreté los ojos y tire la cabeza hacia atrás por el placer que me recorría desde los dedos del pie hasta la punta de la polla. Anita se bebió todo, saboreando, y lamiendo los restos que quedaron en mi glande. Caí a un costado respirando con dificultad.

-Has estado maravillosa-

Vivian premio con un largo beso a Anita antes de despedirla con una nalgada. La muchacha me hiso una venia sonriendo y salió de la habitación.

-Hice bien en elegirte, vales tu polla en oro-

Bromeo ella. Camino hasta uno de los muebles y abrió el cajón, saco un celular último modelo y me lo entrego.

-Aquí me comunicare contigo siempre que te necesite, ahora vete que espero visitas-

Antes de salir dejo un buen fajo de dinero sobre la mesita ratonera.

Me vestí lo más rápido que pude y Salí por la puerta de empleados.


José me había hecho miles de preguntas en cuanto a mi trabajo en ese apartamento, no quise decirle la verdad, así que mentí diciéndole que se había tratado de una reunión entre Vivian y un socio

-Solo fue un par de horas, servir tragos y nada más-

Tampoco le dije que la paga habían sido mil de los grandes, y que volvería a ser llamado en algún momento, aunque aun no sabía cuándo.

Todo ese asunto no dejaba de ser extraño, pero tal y como dijo Vivian eran negocios, y si no lo hacía yo otro más lo haría en mi lugar.

Continuara