Trabajo a dúo (1)
INFIDELIDAD (PARTE I). Estaba al borde de la locura esperando el momento en que el dedo gordo hiciera sonar el timbre del departamento 502.
TRABAJO A DÚO (1).
PARTE I por Zesna.
Estaba al borde de la locura esperando el momento en que el dedo gordo hiciera sonar el timbre del departamento 502.
No podía creer que finalmente había llegado el largamente esperado día. Si hasta parecía un sueño lejano imposible de cumplir.
Quién hubiera imaginado que alguna vez...
RING!!! RING!!!
Dos toques cortos!
Miré el reloj.
4:29:50 PM
El gordito amoroso era puntual.
"Nos vemos a las 4 y media de la tarde." Había adelantado por teléfono.
Sonreí mientras iba hacia la puerta.
RING!!! RING!!!
Nuevamente dos toques cortos. Él estaba impaciente!
También yo!
Cómo podía dejarlo parado en el pasillo. Posiblemente estuviera nervioso a causa del remordimiento y por eso tenía tanta prisa. Nervioso por saber que lo que venía a hacer aquí, no era correcto.
Nervioso por tener la certeza de estar a punto de realizar algo prohibido.
RING!!! RING!!!
Otra vez!
No le hice esperar ni un segundo más.
Abrí la puerta apenas para verle girar la cabeza rápidamente hacia ambos lados del vacío corredor y cuando se percató de que nadie lo veía, se introdujo en forma veloz hacia el interior de mi departamento.
Yo mismo eché un vistazo tan solo para corroborar que no había persona alguna en los pasillos del quinto piso del edificio, antes de entrar detrás de él y cerrar la puerta pasándole el cerrojo.
"Hola, Carlos. Cómo estás?" Pregunté mientras estrechó la mano que le ofrecí.
"Hola... todo bien?" Dijo con la voz temblorosa
"Sí, veo que estás algo nervioso... verdad?" Le hice notar.
"Un poco." Dijo evidenciando que mentía ya que en realidad estaba extremadamente nervioso. "Es que esta es la primera vez que voy a hacer algo así."
"Entiendo. Yo ya estoy acostumbrado, así que no tienes por qué preocuparte. Podré guiarte si lo necesitas." Dije ofreciendo mi experiencia.
Su respiración estaba muy agitada por lo que entendí que aún no se le había pasado el susto de poder sentirse descubierto entrando a la habitación de otro hombre para estar a solas con él.
"No te preocupes, nadie te ha visto entrar aquí." Confirmé tan sólo para que se relajara un poco.
Admiré su apariencia.
Era un hombre sumamente agradable.
Vestía un traje de color azul oscuro, camisa celeste y corbata color plata salpicado con pequeños círculos rojos. Un par de zapatos negros bien lustrados completaban la vestimenta visible.
Su cabello era negro con toques platinados sobre las orejas y patillas, cejas abundantes también oscuras al igual que los ojos con mirada penetrante. Cualquiera que se cruzara con este hombre por la calle seguramente giraría la cabeza para verlo pasar. Es que su rostro se parecía al de una estrella de cine.
Pero no era ese el motivo que lograba humedecer mis calzoncillos.
Mirándolo bien, casi diría que tenía un leve parecido con George Clooney. Podría hasta confundírsele con su hermano gemelo, pero claro. Este era el hermano obeso del actor que encarnó a Danny Ocean en los filmes "Oceans Eleven" y su secuela.
Creo sin temor a equivocarme que su peso no debía ser menor a 150 kilos para sus 175 centímetros de altura.
"Qué miras?" Preguntó interrumpiéndome en pleno estudio de reconocimiento del terreno.
"Es que por más que ya te he visto antes, parece como que recién te estoy descubriendo. Te miro y me vienen a la mente muchas cosas para hacer contigo, y por primera vez en mi vida no sé por donde empezar."
Sin decir palabras, se quitó el saco del traje y lo apoyó en el respaldo de una silla.
Unos pechos tremendos se dibujaban por dentro de su camisa donde además se percibían cada uno de sus grandes rollos abdominales.
Intentó desatarse el nudo de la corbata, pero fui raudo a su encuentro para impedírselo.
"Déjame a mí." Le solicité. "Me encanta desvestir a mis gorditos."
Sin ofrecer resistencia se entregó a mis manos que fueron directamente a su prenda y la desanudaron lentamente sin perder nunca la oportunidad de rozar su piel con los nudillos de mis dedos cada vez que tuve la oportunidad. Ambas puntas de su corbata quedaron colgando a cada uno de sus lados casi por encima de sus tetas y le liberé los dos botones superiores de la camisa.
Sus ojos no se despegaban de mis manos.
No sólo estaba sintiendo lo que le hacía, sino que además quería verlo sin perderse detalle alguno, hasta que repentinamente desvió su mirada para chocarla con la mía.
Le sonreí, pero su estado nervioso le impidió devolverme la sonrisa.
Estaba serio.
Muy serio!
Casi diría que era una tensión inusual en él la que lo estaba agobiando.
"Cálmate!" Le supliqué. "No tienes nada por qué temer. Todo lo que hagamos aquí se mantendrá en el más estricto de los secretos." Le dije para tranquilizarlo.
Verlo así, con la abertura superior de su camisa que me permitía ver gran parte de su pecho levemente velludo, me excitó sobremanera.
Miré sus labios carnosos que me estaban invitando a comérselos, y no me resistí. Fui directamente a sentirlos palpitar sobre los míos.
Su reacción instintiva fue de rechazo.
"Qué sucede?" Pregunté.
"No sé si voy a poder hacerlo." Confesó.
"No te preocupes. Nada de besos, entonces." Dije resignado para no espantarlo.
"Lo siento." Murmuró entre dientes.
"Está todo bien... No te preocupes. Sólo quiero que te relajes y que te sientas cómodo conmigo." Le dije para su tranquilidad. "Sólo dime qué es lo que quieres hacer y ten la certeza que haré todo lo que tú me pidas."
Como respuesta me separó de su lado.
Se arrodilló delante de mí; le costó poder tomar el cierre de mi bragueta con sus gruesos dedos y cuando lo logró, lo bajó. Introdujo dos de esos gordos dedos de la mano derecha y seguidamente internó también todo el resto de su extremidad.
Se chocó con mi erección.
Con su mano fue en busca del elástico de mi slip interior subiendo como quien camina con dos dedos y cuando lo alcanzó metió la palma por dentro acariciándome el vientre desnudo.
Su caricia fue bajando hasta llegar a mi selva de vellos donde jugueteó por espacio de unos segundos, enredándose entre mis matorrales y acto seguido continuó su expedición hacia el sur.
Mientras yo le acariciaba el pelo, él evitaba tener contacto visual con mis ojos. Seguramente, y por más que ansiaba realizar lo que estaba haciendo, no podía impedir el sentirse avergonzado.
Llegó a su destino y el tronco de mi miembro fue colisionado por su grueso pulgar, el cual cerró formando un aro con su dedo índice apretando muy firmemente el hierro candente, y sin detener sus movimientos fue llevando su fuerte presión desde allí, recorriendo todo el trayecto de mi erección hasta tocar el mojado glande.
Me lo secó con la punta de su pulgar áspero y quitó la mano para llevarse a la boca el dedo impregnado de mis líquidos.
Saboreó en silencio sin demostrar apuro alguno y acto seguido metió ambas manos por la abertura de mis pantalones, para deshacerse de mi prenda interior con la izquierda y permitir a mi pene salir sin dejar de sentirlo apretado en su diestra.
Alcancé a ver el preciso instante en que la punta de mi flecha desapareció en la oscuridad de su caverna bucal.
Tímidamente cerró los labios alrededor de mi órgano y comenzó a succionar en forma muy torpe.
Quedaba demostrado que lo que me había dicho antes era la pura verdad. Este gordo nunca en su vida había estado con un hombre antes y por ende todo esto era absoluta novedad para él.
.
Eso me tuvo sin cuidado ya que estaba decidido a que esta tarde haría todo lo que me fuera posible para que ella quedara grabada en su mente para la posteridad.
En ese preciso momento me concentré en el placer que me estaba dando con sus labios y con los leves toques de su lengua que ahora tímidamente se animaba a sumarse a la acción.
Puse ambas manos sobre su cabeza e instintivamente comencé un leve vaivén hacia delante y hacia atrás. Muy lentamente, como para no asustarlo.
Estaba haciéndole el amor a esa boca que comenzó repentinamente a chupar a un ritmo bastante más frenético, casi diría que hasta rayando lo desesperado.
Sin dejar de moverme, ahora comencé a desabotonar el resto de
su camisa, por lo menos hasta el último botón donde me fue posible llegar.
Mientras él seguía arremetiendo contra mi aparato reproductor, metí las dos manos por dentro de su prenda abierta y le refregué ambos pechos buscando los pezones, que apenas palpé los reconocí tal cual me los había imaginado: terriblemente grandes y erectos.
Comencé a apretar con mi pulgar e índice y sentí los primeros gemidos de placer del gordito.
La succión que continuaba ejerciendo sobre el glande de mi pétreo miembro me dejó en los albores de la explosión, por lo que le tuve que rogar que se detuviera.
No quería eyacular.
Por lo menos, no todavía.
Me miró sorprendido con los ojos enrojecidos por la vorágine de excitación en la que él mismo se había visto inmerso en forma súbita y le invité a ponerse en pie.
Cuando lo hizo, fui con mi boca a su teta derecha y me hizo sentir como un bebé en busca de su alimento. Me prendí de su pezón y lentamente le pasé la lengua; chupé y la calentura me llevó a mordisquearlo con delicadeza para evitar dañarlo.
Tan solo eso logró que se pasara de revoluciones y repentinamente sus gemidos se transformaron en pequeños alaridos de placer demostrando que gozaba con mi boca en su pecho. Mientras tanto, con su mano derecha se encargó de mantener mi erección en el mismo grado de dureza que él mismo ya había logrado hacer alcanzar un momento antes, cerrando su puño sobre ella y frotándola hacia arriba y hacia abajo sin prisa pero sin pausa.
No conforme con sentir dentro de mi boca su chupete erecto que lo único que le faltaba era emitir leche, fui en busca de su gemelo para que no se pusiera celoso.
Cuando trabajé sobre él con la misma dedicación que le había brindado al otro, comencé a desatarle el cinturón. Hice lo propio con el botón superior de su bragueta y no me detuve hasta que ella toda estuvo completamente abierta.
Sus pantalones cayeron al piso por su propio peso. Acaricié su pecho velludo con una mano sin dejar de chupar su pezón y con la otra fui internándola por dentro de sus calzoncillos.
Apenas traspasé el elástico de su prenda, ya sentí el calor infernal que abrasaba su entrepierna. La temperatura era tan alta que temí encontrarme allí con el mismo demonio.
O mejor dicho, eso era exactamente lo que deseaba con todo mi ser.
Me detuve unos segundos sobre su ombligo, lo rodeé con un dedo y presioné sobre el hoyuelo. Sentí que su respiración se agitó y no quise hacerlo esperar ni un segundo más, yendo directamente por su sexo.
Tuve que flexionar un poco las rodillas para saltear el gran rollo por debajo de su panza y accedí a tocar apenas unos pendejos dispersos que obraban como alfombra roja presagiando que su majestad estaba esperando la visita.
Mi pulgar rozó una pequeña protuberancia de apenas dos centímetros que apuntaba hacia arriba y que estaba inundada en un líquido pegajoso.
"Pasemos al dormitorio, Carlos." Le susurré. "Quiero que te recuestes sobre la cama. Estoy seguro que tienes bastante más escondido de lo que he tocado, y lo quiero todo." Dije sonriendo con complicidad.
Ingresamos a mi habitación y le ayudé a desprenderse completamente de sus pantalones, quitándole en primer lugar ambos zapatos y sus medias. Sus pies eran gruesos, gordos pero firmes como el resto de su cuerpo.
A pesar de su gordura, nada era fofo. La palabra que suelo utilizar en estos casos para definir a un cuerpo como el que tenía enfrente, es sencillamente: "poderoso".
Se sentó sobre mi cama y tras quitarle la camisa, le aconsejé que siguiera con los pies apoyados en el piso, pero que debía recostar el resto de su cuerpo hacia atrás.
Así lo hizo.
Me arrodillé delante de su entrepierna abierta, le quité los calzoncillos y dos enormes bolsas aparecieron delante de mí, sosteniendo el par de testículos más grandes que haya visto jamás.
Fui con mi lengua sobre ellos y los lamí repetidamente.
Alcancé a oler el aroma a excitación puro y verdadero. Podía palpar en el aire la calentura que tenía ese gordo divino y supongo que él podría haber sentido lo mismo de mí, de haber tenido la experiencia necesaria como para reconocerlo.
Toqué nuevamente su pequeño tronco duro con mi pulgar y agregué mi índice para retirarlo lo más hacia su abdomen que me fuera posible.
La mierda!
Lo sabía!
Gran parte de su pene estaba oculto dentro de su vientre.
Descubrí en su escondite un glande pequeño pero gordo y desde allí su miembro se ensanchaba hasta grados inverosímiles a medida que iba apareciendo desde su interior.
Logré duplicar generosamente el tamaño de su órgano masculino y víctima de un impulso muy difícil de controlar, me lo metí en la boca lentamente dejando que se deslizara hasta llegar lo más lejos que pudiera acceder hacia mi garganta.
Sus alaridos ahora se transformaron de pronto en furiosos gruñidos y rugidos que intentaba ahogar con disimulo.
Lo disfrutaba!
Estaba gozando como la puta madre!
No sólo demostraba estar en la gloria, sino que se retorcía de placer sin poder evitarlo.
La dureza de su miembro era indescriptible y si no tenía cuidado, temía partirlo en dos.
Comencé a masturbarlo con la boca hasta que entré en el ritmo frenéticamente acelerado. No pasaron más de tres minutos, cuando ambos nos vimos invadidos por una excitación que nos hizo agitar la respiración aún más y acrecentar todos los jugos vitales. "No!" Rogó. "No sigas que me corro."
Me detuve.
O sea que no quería que todo se terminara en ese momento?
Bienvenida la idea... prolonguemos el placer, entonces.
Nos pusimos en pie y comenzamos a acariciarnos en forma mutua por todo el cuerpo. Ambos estábamos con el sexo a punto de reventar y no queríamos que todo terminara en forma prematura. Volví a chuparle las tetas y se volvió a enloquecer. No conforme con eso, deseaba chupar algo más, pero no quería que eyaculara todavía, así que pensé en alguna alternativa que sería satisfactoria tanto para él como para mí.
Me volví a arrodillar frente a él. Le acaricié los testículos con ambas manos y le pasé la lengua en forma reiterada. Él comenzó a retorcerse de satisfacción y a permitirme escuchar ahora unos salvajes gritos de placer que intentaba ahogar sin poder lograrlo.
Algunos espasmos se le escapaban en clara alusión a que no los podía controlar.
Mientras chupaba las grandes bolsas, mi mano derecha se coló entre sus piernas y por debajo de su escroto.
Se hizo el silencio en la habitación!
Se detuvieron todos los movimientos!
La tensión que despedía su gran humanidad se podía cortar con un cuchillo.
No tenía la certeza si me lo iría a permitir. No podría adivinar si me dejaría continuar con mi accionar, pero no creía perder nada con tan sólo intentarlo.
Insistí un par de veces empujando la mano, hasta que tímidamente separó las piernas y me dejó pasar.
Mi caricia era suave y no apuré los movimientos en ningún instante. Quería que fuera consciente en todo momento acerca de lo que estaba haciendo y deseaba que todo lo que le hiciera me fuera permitido. Si algo tenía demasiado en claro, era que de ninguna manera haría absolutamente nada que él no quisiera.
Llegué a la conjunción de sus gordas nalgas y dejé deslizar mi dedo medio entre ellas. Estaba muy transpirado y eso lubricó el camino. El dedo se fue abriendo paso lentamente a la cueva que adivinaba como virgen.
Tuve que estirarme un poco más por debajo de él para alcanzar mi objetivo.
Mi dedo se hundió entre los glúteos levemente velludos y el calor intenso de una raja hambrienta lo sofocó.
Subí apenas un milímetro más y me topé con la entrada a sus entrañas. Un gemido, un espasmo prolongado y una reacción de tensión desmedida identificaron que se había percatado de la llegada de un intruso dispuesto a todo.
Rodeé su orificio siendo consciente de que le estaba violando la intimidad. Posiblemente estaba acariciando el lugar donde ninguna otra persona hubiera llegado antes. Cerré el círculo con mi dedo, para que no quedara un solo tramo de sus labios sin besar mi huella dactilar, y cuando me aseguré de que me sentía, presioné en el agujero mismo.
"No, no... Por favor!" Suplicó desesperado.
No estaba seguro si realmente deseaba que me detuviera, o simplemente estaba en lucha consigo mismo para dejarse llevar por sus deseos reprimidos y permitirse la licencia de disfrutar sin tabúes de todo aquello que me proponía brindarle.
Extraje el dedo y me lo llevé a la boca. Lo bañé con mi saliva ante su atenta mirada y arremetí nuevamente por la revancha temiendo que de un momento a otro llegaría un impedimento, que afortunadamente faltó a la cita.
Le lubriqué toda la raja y otra vez la circular caricia con la presión central como broche de oro sobre el apretado ojal de carne.
Si me volvía a rechazar, posiblemente me detendría y desistiría de mi intento. Felizmente eso no ocurrió.
Esta vez lo tuve mucho más fácil.
Él ayudó agachándose al mismo tiempo como para que no dejara de ingresar en esa oportunidad.
A pesar de un leve gemido de dolor que emitieron sus labios apretados, supuse que el placer comenzaba a apoderarse lentamente de su ser.
La yema de mi dedo esperaba expectante en la antesala de su hogar mientras la puerta permanecía fuertemente cerrada.
En un momento creí contar con la llave adecuada para poder permitirme el acceso, pero aparentemente esa llave no coincidía con la combinación de esa cerradura que se veía como inexpugnable para evitar la entrada de cualquier intruso.
Tal vez debería digitar un código para desconectar la alarma que me permitiera el ingreso. Tecleé una serie de cuatro números consecutivos.
Posiblemente no eran los correctos ya que la entrada permanecía incólume.
Otros cuatro números más, elegidos al azar, y...
Bingo!!!
La cerradura se destrabó y la puerta se abrió para permitirme el pasaje.
Mi dedo se sintió feliz, y esa felicidad se extendió por mano, brazo y hombro hasta terminar ramificándose por todo el resto de mi cuerpo, tan sólo por haber sido el primero en traspasar esa argolla virgen.
En ese preciso momento, el gordo flexionó las rodillas para llevar la cola más hacia atrás y aflojó completamente su tensión. Sin apuro, pero sin detenerme en ningún momento, fui introduciendo mi dedo medio en su esfínter hasta tenerlo completamente dentro.
Su pene estaba a centímetros de mi vista que no podía dejar de admirar el goteo que comenzaba a emanar de la punta de su glande. Quité su testículo derecho de mi boca y fui por su polla.
Mientras todo mi dedo estuvo violando su interior, mis labios abrazaron su órgano reproductor y comenzaron a succionar. Fue entonces que mi falange empezó a moverse en forma circular. No hacía falta que me dejara saber su grado de excitación.
Lo intuía!
Lo escuchaba!
Lo olía y literalmente lo sentía!
Sabía fehacientemente que le gustaba lo que le estaba haciendo.
Comenzó a mover sus caderas hacia delante y hacia atrás, primero en forma lenta y posteriormente como poseído por el mismísimo Lucifer. Me estaba cogiendo la boca en forma violenta mientras me sostenía la cabeza con ambas manos para evitar que me escapara de allí.
Ni que se me hubiera cruzado por la mente tan sólo intentarlo!!!
Su órgano latía en forma descontrolada. Él estaba haciendo un esfuerzo por detener lo que se presagiaba como inevitable. Estaba seguro que se iba a venir de un momento a otro directamente en mi garganta.
"No!" Me gritó. "Estoy por correrme." Dijo aterrado y extrajo su miembro de mi boca.
Su pene estaba goteando líquido transparente casi en forma incesante. Era como si el grifo de la canilla estuviera perdiendo un hilito constante.
Mi propia excitación ya era intolerante.
Quité abruptamente mi dedo de su culo, lo tomé de ambas caderas y lo hice girar 180 grados.
Su trasero quedó en contacto con mi boca, pero no conforme con ello, lo guié hasta el borde de la cama y lo hice subir encima para que se arrodillara sobre ella. Acto seguido, le presioné la espalda hacia delante para que se agachara hasta apoyar todo su pecho sobre el colchón.
"No!" Exclamó como víctima de estar ante algo desconocido, o tal vez debería decir mejor, ante algo temido.
Hice caso omiso a su negativa.
Yo estaba sobre el tren de la locura que iba descontrolado sobre los rieles a toda velocidad y tenía la plena conciencia de que al menos por esta vez, no se iba a detener en la próxima estación.
Sencillamente, iba rumbo a descarrilarme en cualquier momento.
Prácticamente lo obligué a ponerse en cuatro patas sobre la cama y fui con cada una de mis manos a asirlo por ambos muslos para separárselos.
"No..." Me suplicó nuevamente, pero en esta oportunidad sin demasiada convicción.
Una vez que lo tuve a mi merced, abrí los gordos cachetes con mis manos y arremetí con mi lengua secándole toda la raja transpirada.
"Ahhhhhh, ayyyyyyyy, ahhhhhhh!" No era dolor. Era placer. Y hasta podría jurar que ese placer le era totalmente desconocido hasta ese momento y le invadió por sorpresa.
Llegué con mi boca a su orificio y luego de besarle los labios peludos, descargué allí una gran porción de saliva y deslicé la lengua hacia el interior.
Esta vez la visita era esperada y bienvenida. No sentí obstáculos alguno para acceder a sus entrañas.
Los gemidos se intensificaron y llegaron a su clímax cuando mi lengua juguetona comenzó a volverse loca dentro de él.
Hacia arriba y hacia abajo.
De derecha a izquierda y abriendo un poco más el agujero e improvisando un mete y saca que se fue tornando cada vez más vertiginoso y descontrolado.
Los gemidos se transformaron repentinamente en un coro de alaridos de una sola voz y cuando de repente vi abrirse más sus nalgas a causa de que sus propias manos estaban comenzando a ayudar para que continuara sin ningún tipo de obstáculos en la realización de mi trabajo, me di cuenta de que lo que deseaba con todo mi ser estaba cada vez más cerca de concretarse.
Cuando hube comprobado lo sabroso que este gordito era y que por supuesto yo jamás había puesto en duda en ningún instante, quité mi lengua de su ano y tomé respiro luego de un exabrupto que me había dejado sin aliento.
Las manos temblorosas del gordo aún sujetaban fuertemente sus cachetes como para mantenerlos lo más separados posible y su posición era como de querer más y más, ya totalmente desinhibido y dispuesto de una buena vez a disfrutar del placer como Dios manda.
Toqué mi propio pene para untarme con sus propios fluidos; humedecí con ellos su raja y tuve la precaución asimismo de lubricar el lado interno de sus labios anales introduciendo mi dedo mojado dentro.
Sin saber si me lo permitiría, pero desesperado por lograrlo, acerqué mi miembro hecho roca a las puertas de sus entrañas. Apenas rocé con él su culito apretado, éste se abrió y sus manos forzaron aún más la separación de sus nalgas que se acercaron un
poco hacia mí, moviéndose un tanto hacia atrás, en clara desesperación por aprobar mis intentos y darme ayuda para concretar mis acciones.
La punta del glande se introdujo sin interferencia y un grito de dolor quebró su respiración agitada.
Me detuve.
Cuando su aro se fue dilatando y se acostumbró a mi tamaño, volvió a iniciar su respiración jadeante lo que me indicó, cual luz de semáforo en verde, que tenía el paso permitido.
Una nueva presión y nuevamente el alarido. Mi glande aún no había podido introducirse en su totalidad. El recorrido hacia el interior provocando la ruptura de la virginidad de ese hombre se estaba haciendo en forma lenta, pero lo más importante era que todo se desarrollaba de una manera segura.
No hay nada comparable a la tranquilidad de estar haciendo lo que la otra persona también anhela. Es que sería imposible lograr realizar algo que los dos no estuviéramos de acuerdo en hacer.
Nuevamente el curso de su respiración se tornó agitada y por consiguiente era turno de volver a intentar la penetración del resto de mi sexo en ese oscuro habitáculo caliente, peludo y mojado que latía nerviosamente y sin control.
Una vez que tuve todo mi glande dentro, su grito fue aún mayor, pero ya todo sería mucho más fácil de aquí en más.
Sé que la tengo algo gruesa y más aún para un culito apretado que nunca había recibido a ningún huésped en su interior, pero después de que mi cabeza pudo acceder a sus entrañas, todo lo demás se deslizó como escabulléndose mientras se ocultaba en la retaguardia.
Tuve un instante más de quietud para que su esfínter se amoldara a mi órgano y cuando creí conveniente, pujé el resto de mi verga, siempre en forma delicada y suave como para preservar su tranquilidad y evitar dañarlo severamente.
Una vez que todo mi sexo estuvo dentro de él, apreté mis testículos contra su culo y con una mano me los tiré hacia abajo como para correr mi piel hacia atrás haciendo que mi órgano se agrandara todo lo más que le fuera posible.
No estoy seguro, pero posiblemente le debo haber rozado la próstata ya que enloqueció de repente, empujando todo su cuerpo hacia mí como preso de un embrujo diabólico por sentirse violado en lo más profundo de su ser.
Sin intentar quitarla, comencé a mover mi pelvis de derecha a izquierda y de arriba hacia abajo para que las paredes de su ano se percataran del intruso que estaba alojado en su intimidad.
Era extraño, pero una vez que llegas a estas instancias, a veces las fantasías que se te cruzan por la mente te hacen actuar de manera demasiado perversa, inventando juegos para aumentar más aún ese goce, que ya se hacía insoportable mismo sin la necesidad de ellos.
Notaba que su culo me pedía más... y más... y más.
Sin hacerlo esperar, comencé a sacarla muy lentamente. Despacio muy despacio, hasta que parte de mi glande volvió a ver la luz. Sin pensarlo dos veces, seguí sacando y cuando tuve todo mi pene fuera, su agujero agrandado me hizo despedir un pequeño chorro de líquido preseminal. Con él como lubricante, volví a apoyar la verga en ese agujero que se negaba a cerrarse y lo volví a introducir lentamente y sin parar hasta que mis testículos besaron su raja peluda por segunda vez.
"Ahhhhhhhhh!!!! Ahhhhhhhhhh!!!"
Sus expresiones indicaban su estado desesperante.
Volví a realizar la misma operación.
Fui quitando la verga. Despacio, muy despacio. Tronco, glande y afuera.
Otra vez adentro.
Punta, glande, tronco y plaf!
Su orto me la engulló por completo.
Nuevamente.
Tronco afuera.
Glande afuera.
Su culo cada vez parecía estar más grande.
Pero también más ávido y más caliente. Y a su vez más jugoso.
Otra vez la punta tocó los labios y esta vez pareció ser succionado en forma voraz.
El glande atravesó el aro de carne y siguió su camino hasta el fondo... y luego el tronco... y otra vez los testículos terminaron golpeteando la unión de sus nalgas.
Una vez más toda la secuencia.
Y otra.
Y otra más.
Y una última vez.
Y de pronto... lo inevitable: la explosión sobrevino estando dentro de él.
Mi sexo escupió un chorro caliente y cuantioso.
Haría justicia si dijera que fue interminable.
Gocé en silencio sacudiéndome en forma espasmódica, pero su grito al percatarse de que la catarata sinfín le estaba llenando las entrañas, rompió el silencio que yo estaba dispuesto a alimentar.
"Ahhhhhhhhhh!" Exclamó como víctima de un trance.
No estaba seguro.
Tal vez él mismo hubiera logrado eyacular al unísono conmigo.
Sin sacar mi verga de sus entrañas pasé una mano por entre sus piernas y al tocarle la dureza de su miembro, comprobé que mi suposición no concordaba con la realidad.
Eso quería decir entonces, que mi esperma le quemó por dentro, o al menos, que había sentido cómo me iba vaciando dentro de él.
Quedé totalmente exhausto por el esfuerzo y me pene se fue encogiendo dentro de él hasta que se desprendió por completo de su agujero.
Mi órgano terminó de salir seguido de un chorro de líquido blancuzco. Tomé la sábana y limpié su raja mojada y me sequé el miembro.
Miré a mi gordo igualmente exhausto que continuaba acostado boca abajo sobre la cama.
El culo aún abierto, le latía!
"Aún no he terminado!" Le avisé y lo alenté a que se diera la vuelta.
Cuando lo hizo, su gruesa tripa estaba apuntando al techo de mi habitación formando un ángulo de recto con sus gruesos muslos.
Se veía muy gorda, llena de venas a punto de explotar con la cabeza al descubierto y mojada hasta las bolas.
Toda su entrepierna era un desastre.
Pero se veía sabrosa!
No dudé ni un segundo en secarla rápidamente con la lengua, para luego ponerme esa golosina no masticable en la boca y chuparla hasta sacarle el delicioso jugo.
Lento en primer lugar, pero entrando por enésima vez en un ritmo eufórico y vertiginoso que me hizo entrar en trance hipnótico una vez que sentí al gordo revolcarse de placer y desesperación mientras escuchaba gemidos, gruñidos, alaridos y bramidos como los que pega cualquier fiera en celo.
Estuve aguardando su vaciada en cualquier instante. Momento que demoraba en arribar y que derivó en un más aún eufórico vaivén de sube y baja de mi cabeza sobre sus genitales.
"No sigas que me corro!" Avisó.
Pero ya no me importó.
Aceleré el ritmo esperando llenarme la boca con su esperma, que ya descontaba como exquisito.
"No, no...!!!!" Aulló.
Hice caso omiso a su negativa y cuando supuse que ya estaría al borde de vomitar su chorro caliente, detuvo mi cabeza fuertemente con ambas manos, quitó su sexo de mi boca y se incorporó sobre la cama para ponerse finalmente en pie.
Su pene seguía muy duro y latiendo desesperado, y su respiración parecía el sonido de una locomotora que viajaba a toda velocidad.
"Chucu chucu chucu chucu chucu chucu chucu."
Echó un vistazo a su reloj pulsera.
"La mierda! Se me ha hecho tarde!" Dijo.
Ante mi atónita mirada tomó sus calzoncillos que halló en el piso de la habitación al costado de sus zapatos y se los puso apresuradamente. Acto seguido se calzó los pantalones y aún así seguía notando su fuerte erección por dentro de ellos.
Fui a su encuentro y se la acaricié por sobre su bragueta con mi palma derecha.
"Mira cómo estás, Carlos... Permíteme tomarte la leche, por favor!" Le supliqué. "Es lo único que falta para terminar la velada en forma completa."
"Lo siento!" Se disculpó. "No puedo quedarme ni un minuto más."
Se puso la camisa en forma apresurada mientras yo seguía apretando fuertemente la dureza de su entrepierna dentro mi puño.
Tomó sus zapatos y le hice sentarse sobre la cama para ayudarle a calzarlos mientras él intentaba inútilmente hacerse el nudo de la corbata.
Me arrodillé delante de sus piernas bien abiertas, le acordoné ambos y al levantar la vista vi la tremenda protuberancia que se dibujaba en tercera dimensión por debajo de su bragueta. Le estampé un beso sobre ella lo que hizo que se sacudiera nerviosamente por última vez.
Me puse en pie para ayudarle con la corbata.
Nos miramos a los ojos durante unos segundos.
"Nos veremos nuevamente?" Le pregunté.
"Sinceramente... no lo sé!" Contestó.
Lo abracé muy fuerte poniendo mis brazos alrededor de su cuello y sentí tímidamente sus propias manos sobre mi espalda.
Nuevamente me esquivó el beso que se dirigía a sus labios.
Cuando nos separamos, fue rápidamente en dirección a la puerta de salida.
Impedí que se fuera así, sin despedirse.
"Un beso aunque sea..." Le rogué. "Carlos, por favor!"
Giró sobre sus talones para quedarse de frente a mi rostro y me estampó un pequeño pico sobre los labios, el cual respondí al unísono escuchándose como un eco.
.
Breve.
Fugaz.
Casi como un choque accidental de labios.
Pero húmedo y sabroso.
Cargado de erotismo y agradecimiento.
De ambas partes!
Impagable!
Sencillamente impagable!
"No te ha gustado lo que hemos hecho hoy?" Pregunté sin poder aventurar una respuesta.
Su contestación no salió de sus labios, pero el brillo de sus ojos me hacían conocer la respuesta de que había gozado tanto, como nunca jamás otra persona había podido lograr hacer. El único problema era que se negaba a reconocerlo.
Claro, quién podría admitir que un hombre iba a recibir semejante servicio de otro hombre.
Me refería a un hombre casado.
A un hombre enteramente heterosexual.
Abrió la puerta, sacó su cabeza y miró para ambos lados del corredor del quinto piso para asegurarse de que tampoco había nadie por allí en esa oportunidad, antes de que el pasillo devorara esa tremenda humanidad.
No fui capaz de mirar a sus espaldas, por lo que cerré la puerta detrás de mí y dejé apoyar mi espalda sobre ella, suspirando y quedándome con un gusto a trabajo incompleto.
CONCLUIRÁ.
AVISO
: El segundo y último capítulo de esta historia ( http://todorelatos.com/relato/34846/ ) será escrito y publicado por
ESPIR4L
, una autora de Todo Relatos que participó de este proyecto conjunto en el que se relata una curiosa infidelidad desde una doble perspectiva.